jueves, 1 de diciembre de 2022

De mi esquizofrenia y de la del mundo

   

 

De mi esquizofrenia y de la del mundo  

Revisaré ese texto de Zizek, en lo que respecta a Freud fue por tu mención inicial a la histeria ojo que no lo vuelves a mencionar sino que te mencionas como esquizofrénico. Zizek en sus escritos sobre actualidad política nunca me cayó bien sin embargo esto de Hegel suena interesante. Gracias

 

9:34

lo de la histeria lo menciona Joel agón, yo le contesto diciendo que que Abimael no es histérico sino un sádico, lo de esquizofrenico se da al no entender la unidad ontológica y en mi cuando el ser y el no ser entran en conflicto, esto merece una reflexión mas profunda que me gustaría compartirtela

 

 

Miguel

Es cierto Christian, merece una reflexión mas profunda, desde ya Zizek, (a a quien respeto pero del que no ahondaré mas ya que leí un solo libro hace tiempo y artículos sueltos) no me parece claro, si tiene esa propuesta con respecto a Hegel / Hegel en manos de no Hegel, bueno...el autoritarismo tendrá siempre detractores si nos vamos solo desde el plano moral, encontrarle la visa de la sustancia desde lo ontológico puede que tenga ideas. Recuerdo los debates desde Habbermas - Althusser con Peter Sloterdijk por ejemplo, y a pesar del cinismo de este último planteaba preguntas que no tenían respuesta. No estoy metido en investigar desde lo sociológico, estoy desde casi todo el año metido en el aspecto ético estético, desde alli Hume, Berkeley hacia mi gran tema con los alemanes desde el pietismo como escuela religiosa y que viene de Francia, los antecedentes de kant con Spinoza...pero bueno es todo un rollor

Miguel

 

Pero digamos algo con respecto a Guzman, para algunos Dr. Guzman y para otros el demonio de Tasmania, bueno... MIguelangelo es un histérico segun Freud, imaginate lo que se pensará de mentes como la de Maquiavello, Fouche, Napoleon o Hitler...Brecht puso inteligentemente a Hitler en el suelo, sobre tierra porque como médico sabía que no se puede analizar con suposiciones o puntos de vista. Guzman murió evadiendo el balance y juicio que su propio partido debio plantearle por la derrota. Es otro terreno su definición filosófica sobre la materia (tengo su tesis sobre crítica a Kant, no sé si te lo pasé o has visto) prefiero sentarlo en el banquillo como conductor de una guerra que planteó al Estado y que allí se vea el cúmulo de errores intencionales que cometió. Jamás hubo un equilíbrio. Guzmán activó algo que está allí desde siglos y que espera un gatillador ya que nunca ha habido un real encuentro que canalice ese odio y rencor hacia algo que lo sustituya..puede ser Antauro, puede ser perico de los palotes. Guzman movilizó y junto a otros factores es parte de la historia de este país, pero al que debemos ver sin apasionamientos.

 

 

 

 

La Esquizofrenia tiene su base en la ontología binaria de la metafísica de Parménides que es la base de toda la metafísica Aristotélica donde no se comprende que el siendo del ente es un no siendo que  deviene.

 

 

 

RAÚL ECHAURI MORÉ PARMENIDES Y EL SER PARMÉNIDES Y EL SER Muy pocos han sido, al parecer, en la historia de la filosofía, los pensadores que no sólo han considerado el ente, sino que han reparado en el ser mismo del ente y lo han destacado como un dato filosófico de capital importancia. Al estudiar los fragmentos que nos han quedado del poema de PARMÉNIDES, hemos tenido la impresión de que el filósofo de Elea «ha sido el primero —tal como asegura HEIDEGGER— en meditar propiamente en el ser del ente» 1 . Sin pretender brindar una imagen completa de su doctrina ontológica, queremos tan sólo poner de relieve algunos puntos neurálgicos de su pensamiento, recabando, al respecto, la opinión de algunos de sus intérpretes más autorizados y tratando de reflexionar, a propósito de sus ideas, sobre la cuestión misma del ser del ente. Antes que nada, conviene aclarar que el tema y el objeto mismo del poema resulta lo que PARMÉNIDES designa con la expresión TO EOV. LOS intérpretes no se ponen de acuerdo sobre la significación, ni, por ende, sobre la traducción de este término, proponiendo algunos «el ser» y otros «el ente» como su versión más adecuada. Pero, en realidad, parece que ninguna de las dos traducciones, si bien correctas, vierte completamente el contenido semántico del TO éóv.

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GILSON, FABRO y HEIDEGGER, entre otros, adelantan la fórmula «lo que es» o «lo que está siendo», como la versión más fiel y literal del TÓ éóv parmenídeo, pues la expresión griega en cuestión, en tanto que participio sustantivado, llevaría implícita una dualidad: la que media entre un sujeto o cosa que ejerce el ser y el ser mismo ejercido por el sujeto. En tal caso, «lo que es» o «lo que está siendo» implicaría, por un lado, el sujeto, es decir, algo que está siendo, y, por el otro, el ser o estar siendo mismo de ese algo. Como nuestra expresión «el ser» es eminentemente verbal, ella no resulta apta para reemplazar el TÓ éóv, dado que PARMÉNIDES no habla directamente del ser que los entes ejercen, sino de «lo que es», o sea de lo que está ejerciendo el ser. Por otra parte, el término «ente» parecería más adecuado para sustituir en nuestra lengua al TÓ áóv del poema, pero tampoco resulta completamente correcto, por cuanto el vocablo «ente» hace referencia casi exclusiva a la cosa que ejerce el ser, dejando marginado el ser que la cosa ejerce. De todos modos, nosotros traduciremos TÓ áóv, en el curso de este trabajo, por «el ente», no obstante las reservas recién apuntadas. PARMÉNIDES señala, al comienzo de su poema, la única vía de investigación que nos conduce a la verdad: TQ HEV OTZÍÚC, £C7TLV TE xocl úx; oüx EOTI [xr¡ zlvai. (Ed. Diels-Kranz, fr. 2, 3). Las versiones de este texto son muy variadas y muchas veces opuestas. Según algunos autores, falta el sujeto de la primera parte de la frase; según otros, el sujeto resulta TÓ éóv, aunque tácito, con lo cual el camino de la verdad consistiría en afirmar que el ente «ciertamente es y que el no ser, no es». Tal exégesis, que estimamos correcta, se ve reforzada pocos fragmentos después, cuando PARMÉNIDES afirma, con sujeto ahora expreso, que «es necesario decir y pensar que el ente es; pues hay ser; la nada no es»: XP'h TÓ Xíyziv TE VOEÍV T ' éÓV EfJJAEVGU £(7TL yá p EÍVGCl {JUTJSEV 8' OUX £0"TIV (fr. 6 1-2). He aquí, a nuestro entender, los versos capitales del

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poema, que condensan la vía misma de la verdad y en torno a los cuales girarán nuestras reflexiones. En primer lugar, resulta menester decir y pensar que el ente es} que el ente está siendo. Lo más maravilloso y digno de admiración resulta el hecho de que el ente sea. Si al filósofo le pertenece, como dice PLATÓN en el Teeteto, el sentimiento de sorprenderse, parece no haber para PARMÉNIDES nada más sorprendente que el hecho de que el ente esté siendo. Como dice HEIDEGGER, he aquí el milagro de todos los milagros: el ente es 2 . En tal sentido, PARMÉNIDES parece haber sido el primero en darse cuenta que las cosas, antes que nada, son; que los entes, primordialmente, están siendo y que, en consecuencia, el ser constituye la nota distintiva y fundamental de los entes, desde el momento que ellos son. El ser del ente, entonces, es aquello que compete primariamente al ente, pues toda cosa real, por el hecho de serlo, conjuga el verbo ser. Por tal motivo, el ser señala el status ontológico más propio y peculiar de lo real; dicho de otro modo, el ser constituye la situación o el estado mismo de lo real, dado que los entes que pueblan el universo están siendo; y están siendo, o sea están ejerciendo el ser, podríamos decir, constitutivamente, de modo tal que el ser se insinúa como la trama misma en que están tejidas las cosas o como la materia misma en que ellas están «talladas», según la feliz expresión de GILSON 3 . Este mismo autor, en un artículo de una notable densidad filosófica, ha escrito al respecto: «Todo lo real está hecho de ser. PARMÉNIDES pensaba, por ende, el ser como físico, más bien que como metafísico, pero, a decir verdad, la distinción habría estado para él desnutrida de sentido» 4 . Según GILSON, PARMÉNIDES ha reconocido el ser como

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aquello de lo cual está hecho el ente; pero el filósofo francés estima que, de esa manera, el Eléata se mueve en una plano físico, más que metafísico, pues el ser, hablando con rigor y si es que interpretamos correctamente el texto recién citado, no es algo con lo cual estén hechas las cosas. Más adelante, al abordar la metafísica tomista del ser, se nos aclarará posiblemente la distinción introducida aquí por GILSON entre lo físico y lo metafísico con relación al ser. K. RIEZLER, por su parte, llega a la misma conclusión que HEIDEGGER: «TÓ EÓV es el estar siendo. Es el ser, si el infinitivo menciona la situación» 5 . Este autor traslada al alemán el TÓ áóv con la expresión das Seiend-sein, que hemos traducido por «el estar siendo». A nuestro entender, el TÓ eóv no indica solamente, como ya lo hemos notado, el estar siendo del ente, sino «lo que está siendo», es decir, el ente y su ser o estar siendo, cosa que, por otra parte, el mismo autor ha reconocido poco después, al expresar que el TÓ EÓV «es el ente, en tanto que es» 6 . Simplemente, RIEZLER prescinde un poco, en «lo que es», del «lo que», para acentuar el ser que el ente está ejerciendo, lo cual lo conduce a escribir que el T'EÓV i[i\xzvai que estamos comentando, no querría decir, como nosotros lo hemos propuesto, «el ente es», sino que «podría significar también TÓ ECTTÍ ECTIV. El 'Es' es» 7 . Enfatizando el carácter verbal del participio, este autor margina al ente que está siendo, para poner de relieve

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el estar siendo del ente, hasta el punto de afirmar que es, no el ente, sino su ser. En tal caso, el es no se predica del ente, sino de su mismo estar siendo: no el ente, sino su ser es. Por lo tanto, el TÓ áóv parmenídeo no es una idea, ni siquiera la idea general de ens, aplicable a todo lo que es, sino que él se remite al estar siendo de lo real como situación ontológica: «Este ov, el estar siendo como situación, tampoco es el ente como lo general»8 . También ZUBIRI ha advertido que los entes, para PARMÉNIDES, poseen el ser como el estar siendo: «Las cosas que hay tendrán, análogamente, si se me permite la expresión, el 'está siendo'»9 . Y el mismo texto del poema parece respaldar esta interpretación, pues el fragmento continúa con una sugestiva frase que, en opinión de HEÍDEGGER, encierra el misterio esencial de todo pensar: scrn yap ELVOU. Literalmente traducida: «es, pues, ser». Como sostenía RIEZLER, es, no el ente, sino el ser; no el ente, sino el estar siendo propiamente es, de manera tal que el es sólo podría atribuirse al ser, al estar siendo del ente, y no al ente mismo que está siendo. Al respecto, nos dice HEÍDEGGER: «En la frase de PARMÉNIDES ecmv yag zlvaí se oculta el misterio esencial de todo pensar. Quizás el 'es' sólo puede predicarse del ser en forma adecuada, de modo que todo ente no y nunca es propiamente» 10 . En tal sentido, y como lo ha observado GILSON, «HEÍDEGGER no se siente seguro con la proposición das Sein ist, pues el fantasma del ente está siempre allí, rondando alrededor del es como su morada propia e impaciente por entrar» n .

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Pero HEIDEGGER, casi como haciéndose eco de las palabras recién citadas advierte claramente las dificultades ontológicas de la situación denunciada e inquiere en torno a la posibilidad de que el ser pueda ser o si, por el contrario, el ser no es, aunque de hecho haya ser: «En el 'es' que no aparece se oculta toda la pensable dignidad del ser. Lo más digno de pensarse resulta, sin embargo, que meditemos si el 'ser' o el 'es' mismo puede ser, o si el ser nunca 'es' y que, no obstante, siga siendo verdadero: hay ser» 12 . Evidentemente, decir que el ser es, como parece expresarlo el fragmento de PARMÉNIDES, implica el riesgo de entificar el ser mismo, de convertir en algo lo que no es algo, pues el ser, como lo ha dicho hasta el cansancio el filósofo alemán, no es un ente: «Aquello de lo cual decimos que es, resulta representado como un ente. Pero el ser no es ente. Con ello, el acentuado &m de la sentencia de PARMÉNIDES, el ser que él menciona, no puede representarse como un ente» 13 . Y dado que el es, en rigor de verdad, no se puede predicar del ser, porque ello equivaldría a transformar el ser en un ente, HEIDEGGER propone que del ser se diga «hay», y no «es»: «Del ente decimos: es»14 . «Pero del ser mismo decimos: hay» 15 . HEIDEGGER estima justamente que del ser se dice «hay» y no «es», porque únicamente del ente se puede afirmar que es, y no del ser, ya que sólo el ente, o sea lo singular y concreto es, pero como el ser no es algo singular y concreto, sino lo que el ente está ejerciendo, de él no podemos decir que «es», sino que lo «hay». De acuerdo con esto, habría que traducir el famoso zeti yáp EIVGU de PARMÉNIDES con la expresión «hay, pues, ser», y no «es, pues, ser». Hay ser, pero lo único que es

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resulta el ente, el TÓ éóv, lo que está siendo; y lo que es, al devenir, ya que el ente está sujeto al cambio, no perderá el es, sino que variará tan sólo su lo que. Desde la perspectiva que estamos enfocando a PARMÉNIDES, se esclarece la inmutabilidad y permanencia asignada por él al TÓ áóv. Los entes cambian, pero el ser ente no se muda, sino que perdura en el ser, pues, al cambiar, el ente deja de ser tal o cual ente, es decir, deja de revestir tal o cual aspecto inteligible, mas no cesa de ser ente. El movimiento de «lo que es», por ende, afectaría exclusivamente al «lo que», a lo múltiple, pero no al «es», al ser ente. Lo que no varía es el estar siendo ente. Al devenir, lo que está siendo no se modifica en tanto que está siendo, sino que se altera en su ser tal o cual cosa, mas no en su ser cosa. Lo que es, al padecer el movimiento, no dejará de ser ente, sino que cesará tan sólo de ser tal ente. Por ello, el cambio no afecta al ser ente, y el ser ente, TÓ áóv, resulta entonces indestructible y ajeno al devenir. En resumen, la entidad como tal, el hecho de ser ente, no se puede aniquilar. Siempre habrá entes y, en consecuencia, siempre habrá entidad, aunque los entes cambien su esencia, esto es, lo que son. Como exactamente lo ha señalado FABRO, «si los entes (entia, TCC OVTOC) cambian, en cambio, el Xóyoc; TOÜ OVTOC; permanece» 16 . El ser del ente, que es la ratio entis, la razón misma del ente, su raíz más íntima o, como dice el tomista italiano, el Xóyoc, TOU OVTOC;, no varía, pues por más que cambien y se muden, los entes no dejarán nunca de ser entes. Desde este ángulo se comprenden también todos los atributos del TÓ áóv establecidos por PARMÉNIDES. El ser ente resulta inengendrado, pues, ¿de dónde podría haber surgido?, imperecedero, ¿cómo podría morir?, completo,

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¿qué se le podría añadir?, imperturbable, ¿cómo se podría alterar? «Hay ser y, ya que lo hay —escribe GILSON al respecto—, no se puede concebir que no lo haya. Si él no fuera, ¿de dónde podría venir, sino de sí mismo? El ser es, por ende, necesario y dado todo entero a la vez. Por ello, el ser resulta inmutable, pues uno puede observar algún cambio en las apariencias, pero ya que el ser es necesario, nada se pierde, ni se crea: ex nihilo in nihilum posse revertí; uno llega a la certeza de que todo lo posible es real y que la totalidad del ser resulta constante» 17 . Lo que aparece, lo que muere, lo que se perturba, lo que varía resulta lo que está siendo, lo que es, pero nunca el estar siendo, o sea el es mismo del ente individual. Por otra parte, estimamos que el «lo que» como «lo que» tampoco varía. Al cambiar, sólo se muda el «lo que» en su ser tal o cual lo que, pero siempre subsistirá un sujeto o soporte, esto es, un algo, a pesar del movimiento que sufra. Una semilla, por ejemplo, sembrada en la tierra dejará de ser semilla para convertirse en planta; habrá cambiado en su ser tal o cual cosa, pero, en la realidad, no habrá desaparecido «lo que es», pues la planta sigue siendo un «lo que», o sea algo, y que, además, «es» o «está siendo». «Lo que es» habrá alterado su faz esencial, pero nunca habrá dejado de ser «algo que es». Habrá cesado de ser tan sólo tal o cual lo que, pero jamás de ser un «lo que». El ente, por ende, no se extinguirá jamás y, por ello, resulta imperecedero. Pero así como no tendrá fin, tampoco ha tenido un comienzo; al carecer de principio, resulta entonces ingénito (aYévryrov). Si no fuera así, ¿qué origen podría tener? E inquiere PARMÉNIDES: «¿Cómo, de dónde habría nacido?». Y responde: «No te permitiré que digas o pienses que [ha nacido] de lo que no es (áx [ii] EÓVTOC;)» (fr. 8, 7-8). Pues lo que no es, no resulta ni pensable, ni expresable. Y, por otra parte, «¿qué necesidad a surgir antes o después le impulsaría, si procediese de la nada (TOU ^Sevó*;)?» (fr. 8, 9-10). Indudablemente, estamos frente a un texto inquietante y por demás sugestivo. Por supuesto, PARMÉNIDES desconoce, como todo el pensamiento griego, la idea de creación. El ente no ha tenido origen, ni depende de una causa suprema. Pero, ¿no está PARMÉNIDES sospechando la nada entendida como negación absoluta del ser? Según el Eléata, el ente no ha emergido desde el no ser, ya que no se puede pensar, ni expresar lo que no es. Pero la nada, tampoco para el creacionismo cristiano, resulta pensable y expresable, por cuanto a la nada, nada efectivamente real le corresponde. Además, si el ente hubiera aflorado de la nada, como en el caso de la creación bíblica, ¿qué necesidad o qué causa lo hubiese hecho aparecer antes o después? Al no hallar ninguna causa que hubiese promovido la presencia de lo que está siendo, PARMÉNIDES desecha absolutamente toda posibilidad creacionista del universo. Pero nosotros nos preguntamos, si PARMÉNIDES, a pesar de negar el origen radical de las cosas, no ha concebido la nada, al modo de la teología cristiana, como ausencia total de realidad. Imposible que el ente proceda de la nada, dice PARMÉNIDES. Sea, pero, ¿qué entiende el filósofo de Elea con las expresiones \xr\ EIVOCI, ^JUQ EÓV, IXTQSEV que figuran en su poema? Sin duda, el ente carece de contrario (Evavxíov) para PARMÉNIDES, O sea al ente no se le opone la nada, como es el caso del creacionismo cristiano; pero el no ser parmenídeo no resulta, como para PLATÓN, lo meramente distinto (ETEPOV) que convive incluso con lo que es, pues, tal como leemos en El Sofista, el no ser no indica algo contrario del ser, sino tan sólo algo distinto: si algo es, lo otro no es. Aquí, efectivamente, el no ser se funda simplemente en la alteridad y no posee, por ello, ni el más remoto parentesco con la nada bíblica. Mas el hecho de que el ente no haya podido provenir de lo que no es(EX [xi] EÓVTOC;), como anota PARMÉNIDES se aproxima al hecho de que el ente haya provenido de lo que no es, que es la nada (ex non ente quod est nihil), según la fórmula de TOMÁS DE AQUINO, en tanto que la nada parece designar, en ambos casos, aquel vacío ontológico absoluto desde el cual no ha podido surgir el ente (PARMÉNIDES), O desde el cual ha surgido el ente (TOMÁS DE AQUINO). En tal sentido, la expresión parmenídea EX IJLTQ EÓVTO<; hace pensar en la tomista correspondiente ex non ente quod est nihil, sin que podamos afirmar con toda certidumbre su proximidad especulativa. C. FABRO desestima la vecindad que acabamos de apuntar en los siguientes términos: «por sugestivo que este no ser (tanto como el ser) pueda parecer, él se encuentra, en realidad, en las antípodas de la nada de la concepción bíblica, que es intermediaria entre el Creador y la criatura, porque este no-ser es siempre un «no-ser de»..., por ende, una nada parcial o provisoria, que no se puede en consecuencia representar jamás como una nada ontológica» 18 . Sinceramente, no entendemos por qué este autor califica a la nada (M,T)5EV) parmenídea de «parcial y provisoria», dado que, como lo expresa el fragmento conductor de estas consideraciones, la nada no es: HTQSEV 5'OÚX EC7TIV. ¿Qué más se puede pedir de la nada, sino que ella no es? Si FABRO quiere indicar con sus palabras que la nada de PARMÉNIDES no ha precedido a la creación y que, por ello, no se identifica pura y simplemente con la nada bíblica, no vacilamos en adherirnos a su opinión. Pero ello no obsta para que hagamos notar la posible prefiguración de la noción de nada, propia del pensamiento cristiano, en el texto parmenídeo o, por lo menos, su primer atisbo o pre anuncio. Por otro lado, si la novedad radical del universo es un preámbulo de la fe, o sea una verdad cognoscible y demostrable racionalmente, la noción de nada, aunque íntimamente asociada a la de creación, también podría ser entonces advertida por el quehacer filosófico. ¿O es que la idea de nada está tan estrechamente ligada a la de creación que, sin el concurso de ésta, no se habría podido avistar aquélla? De todos modos, y aunque esta cuestión quede un poco vacilante, parece innegable que el ser del ente haya despuntado por primera vez en el pensamiento de PARMÉNIDES. Pero esta aurora fue seguida de un atardecer. En lugar del TÓ EÓV, PLATÓN y ARISTÓTELES, hablan del TÓ ov, si bien ambas expresiones se refieren por igual a «lo que es». Sin embargo, mientras PARMÉNIDES ha puesto su acento en el es del «lo que», PLATÓN y ARISTÓTELES, al interesarse exclusivamente por el «lo que», no han reparado en él. La atención de estos dos filósofos ha recaído en la sombra, como sostiene HEIDEGGER con razón, el estar siendo del ente, o sea su mismo ser. Sin duda alguna, tanto para PARMÉNIDES, como para PLATÓN y ARISTÓTELES el ente es. Pero ello significa, para el Eléata, que el ente está siendo, que está ejerciendo el ser, reconociéndole así al estar siendo del ente un relieve filosófico propio, con lo cual el ser mismo del ente se convierte en un problema especulativo de la mayor importancia. Para PLATÓN y ARISTÓTELES, en cambio, que el ente es, quiere decir que es tal o cual ente, que está ejerciendo el ser tal o cual cosa. Por ello, mientras PARMÉNIDES ha hecho hincapié en el ser ente del ente, PLATÓN y ARISTÓTELES sólo han atendido al ser tal o cual del ente. PARMÉNIDES advirtió el ser del ente, en tanto que los dos filósofos clásicos únicamente se ocupan de la «talidad» del ente o, para expresarlo con un término de su propio vocabulario, sólo les interesa la oucria o esencia del ente. Después de PARMÉNIDES, el «lo que» acaparó totalmente y monopolizó la consideración filosófica, desplazando el es o, dicho de otro modo, absorbiendo y anulando el estar siendo del ente. Por ello, podemos afirmar que enPLATÓN y ARISTÓTELES, el ser del ente se disuelve en el seno de lo que es, identificándose con lo que el ente es. El ser del ente resulta ahora lo que el ente es y no el estar siendo mismo del ente. A ellos les preocupa lo que el ente es y no les llama la atención, ni se sorprenden ante el hecho de que el ente sea. Si PARMÉNIDES afirmó que resulta «necesario decir y pensar que el ente es», PLATÓN y ARISTÓTELES se han ocupado de decir y pensar lo que el ente es. Como habíamos notado al comienzo, el TÓ éóv de PARMÉNIDES, «lo que es», implica una dualidad ontológica. Por un lado, el ente, o sea lo que es; por el otro, el ser, o sea el es, el estar siendo del lo que. Por el contrario, en el TÓ OV platónico-aristotélico, o sea en «lo que es», no se da ninguna diferencia ontológica, pues el es no señala el ser o estar siendo del ente, sino que se diluye en el «lo que», a saber, en la oucría misma de lo real. De aquí que las ontologías griegas clásicas estén centradas en el ente o en lo que él es (oúcrícc), esto es, en la esencia. Por tal motivo, en ellas, la esencia ha eclipsado el ser. «Los «sistemas» socráticos de PLATÓN y ARISTÓTELES —escribe FABRO—, representan ahora una flexión o acabamiento, porque el ser pierde en ellos su preeminencia en favor de la «forma» (separada o inmanente) que lo suplanta» 19 . X. ZUBIRI concuerda, a su vez, con este juicio: «nos encontramos con que este «es», que aún tiene en el filósofo de Elea un sentido activo, va a atraer la atención de sus sucesores en forma tal, que perderá su sentido activo para significar tan sólo el conjunto de caracteres constitutivos de «lo que» es» 20 . Como venimos diciendo, lo que retiene la atención de PLATÓN y ARISTÓTELES resulta la esencia, lo que el ente es y, en última instancia, la forma, pues ésta, al hacer que el ente sea lo que es, establece y constituye al ente en su misma entidad. De aquí el sitial de honor que ocupa el EL8O<;, tanto -en la ontología platónica como en la aristotélica. Para PLATÓN, la forma es trascendente y de ella participa el ente para ser lo que es, mientras que, según ARISTÓTELES, ella resulta inmanente a lo sensible, pues la forma actualiza la materia para que el ente sea lo que es. Por lo tanto, ignoran el ser como el estar siendo del ente y el es que las cosas ejercen está desprovisto de todo vigor filosófico propio. Para el Estagirita, concretamente, el es sólo posee un valor copulativo. El indica únicamente el nexo de unión entre el predicado y el sujeto, tal como leemos en su tratado sobre la interpretación: «En sí mismas, en efecto, estas expresiones [ser o no ser] no son nada, pero ellas agregan a su propio sentido una cierta composición que es imposible de concebir independientemente de las cosas compuestas» 21 . Mas la función del ECTTIV de PARMÉNIDES no resulta puramente copulativa, ya que indica el estar siendo mismo del ente, tal como lo afirma HEIDEGGER en un texto rico en implicaciones filosóficas: «El £<mv de PARMÉNIDES, sin embargo, no mienta el «es» como cópula del juicio. El menciona el EÓV, el presentarse de lo presente. El ECTTIV corresponde a la pura exigencia del ser antes de la distinción entre una primera y segunda oúcáa, entre existentia y essentia. Luego de afirmar la legitimidad filosófica del ECTTIV parmenídeo, HEIDEGGER alude a la pérdida de la intuición central de PARMÉNIDES que se advierte en la distinción aristotélica entre la sustancia primera y la segunda y posteriormente implícita, asimismo, en la distinción escolástica entre la existentia y la essentia. En efecto, la distinción entre una sustancia primera y una sustancia segunda se refiere a la diferencia que media entre la idea de una cosa y esa misma cosa existente. La distinción se opera aquí entre el orden abstracto del pensamiento y el orden concreto de la realidad e, indudablemente, el ser del ente, tal como lo entendía PARMÉNIDES, está completamente ausente de esta órbita especulativa. La distinción entre essentia y existentia, por su parte, propia de la escolástica tardía, nació de una tergiversación de la tesis capital de la metafísica tomista, que también es una distinción, a saber, aquélla que media entre la essentia y el esse. Por supuesto, ambas distinciones no se identifican en absoluto. La distinción entre essentia y existentia se establece entre lo posible o ideal, por un lado, y lo actual o real, por el otro, al modo de la distinción aristotélica entre la sustancia segunda y la primera. Y aquí también el ser del ente ha desaparecido del horizonte filosófico. En cambio, la distinción tomista entre essentia y esse se efectúa entre dos componentes reales de la sustancia creada. En tal sentido, la essentia indica lo que el ente es y el esse, aquello por lo cual el ente es. Pero el esse, tal como lo expresa la famosa distinción, resulta realmente y metafísicamente distinto de lo que el ente es, o sea de su esencia. De esta manera, el ser, concebido ahora como una perfección, como un acto, vuelve a revestirse de una significación filosófica propia. Y como el esse señala el acto de ser (actus essendi) que el ente está ejerciendo, el esse constituye para TOMÁS DE AQUINO el ser mismo del ente Por otra parte, teniendo en cuenta que el esse o ser del ente se distingue real y metafísicamente de lo que el ente es, el ser del ente recupera, como decíamos, el lugar de privilegio que había perdido en la metafísica platónica y en la aristotélica. Asimismo, el esse tomista no posee una dimensión meramente predicativa, emparentándose de este modo con el

£CTLV de PARMÉNIDES: «el esse se dice de dos modos: del primer modo significa el acto de ser; del segundo, significa la composición de la proposición que se encuentra en el alma al unir el predicado con el sujeto»23 . Sin embargo, resulta menester distinguir el esse tomista del EÍVOU parmenídeo. El ser del Eléata constituye simplemente el estar siendo de lo real y ello no implica ninguna determinación filosófica del ser; en cambio, TOMÁS DE AQUINO determina el ser como el acto de la esencia (actus essentiae), esto es, como aquello que, al actualizar la esencia, hace de ella y con ella un ens. El esse tomista, según está óptica, no es el mero estar siendo del ente, sino lo que lo respalda y funda desde dentro. Por ello, el eívocí de PARMÉNIDES se refiere a la situación o al estado peculiar de lo real, que es el de ser, mientras que el esse, para Santo TOMÁS, actualiza la esencia, compuesta de materia y forma, para hacer de ella un ente real y existente, permitiendo entonces así que el ente sea o esté siendo. Por otra parte, en PARMÉNIDES el ser no se compone con nada, ni resulta un principio constitutivo de lo real distinto de la esencia. Además, el esse es causa essendi, la causa que hace existir al ente, cosa que no podría decirse del eóv parmenídeo, incausado e ingénito. El actus essendi está profundamente asociado, al respecto, a una visión creacionista del universo totalmente extraña a la mentalidad griega. De todos modos, y no obstante las diferencias apuntadas, podemos afirmar que la acción de ser parmenídea se insinúa como la antesala o anticipo del acto tomista de ser. La noción de actus essendi ha rescatado, en tal sentido, la intuición originaria de PARMÉNIDES y la ha profundizado hasta un grado no sospechado por el Eléata, pues TOMÁS DE AQUINO, con una osadía intelectual propia y exclusiva de

su genio, se atreve a decir que el elvaí mismo se da en estado puro, ya que el esse constituye la naturaleza o esencia propia de Dios. No sólo hay entes, para Santo TOMÁS, sino que, como lo quería PARMÉNIDES y lo añora HEIDEGGER, también hay «ser». La fórmula parmenídea ecu yap EÍVOCI adquiere ahora toda su plenitud, pues el primer principio y la primera causa de lo real, el origen y la fuente del ser (fons essendi), no es un ente, sino el ipsum purum esse o ipsum esse súbsistens. Aunque transformado en acto puro de ser, Dios es el e'ivaí mismo, el ser separado de todo ente sin un sujeto que lo ejerza, un «es» en estado subsistente y autosuficiente sin un «lo que» que lo sustente. En el plano inmediato resulta evidente que sólo el ente es, y que el ser no es, situación que, no obstante sus vacilaciones, el mismo HEIDEGGER ha reconocido: «El ser no puede ser. Si él fuera, no sería más ser, sino que resultaría un ente» 24 . Tampoco para TOMÁS DE AQUINO corresponde decir que, en el orden circundante, el ser sea, por cuanto el ser no es ente, sino aquello por lo cual el ente es, tal como lo recuerda GILSON: «Santo TOMÁS ha dicho: Quia non sic proprie dicitur quod esse sit, sed quod per esse aliquid sit, In Divinis Nominibus, Marietti, 1950, § 751. Si no hubiese Dios, única excepción a la regla, resulta absolutamente verdadero decir que el ser no es» 25 . Pero si en la esfera creada el esse no es, en el orden increado resulta completamente legítimo decir que el ser es, por cuanto Dios es el Esse mismo. Por tal motivo, los albores del ser en el pensamiento parmenídeo no culminaron en un ocaso total, pues TOMÁS DE AQUINO, con su noción de actus essendi, revitalizó la intuición central del pensador de Elea, hasta un punto tal que FABRO puede hablar hoy de un «parmenidismo tomista».

 

Ahora pensemos en Dios en este ser puro subsistente que transfiere su ser para que los entes sean  negándose a sí  mismo ¿Cómo es posible esta negación? Es claro que si pensamos el ser más allá  del ente, el ser es un no ser, lo que realmente  hay es un no ente, y entonces ¿Cómo se da la posibilidad del  ser ente desde el no ser? Pues solo desde una decisión consciente, solo desde el Espíritu, siendo Dios Espíritu, siendo el Espíritu esta posibilidad de ser y no ser y Entonces Dios no es el ser puro cuya esencia es su ser sino que Dios es libertad de ser y no ser.

Una entidad y una no entidad, como tal persona su entidad es una máscara que revela su no entidad, su potencialidad pura de tomar cualquier entidad, el Padre es una nada, el Hijo es su entidad  y el Espíritu Santo es su libertad- ¿Pero qué  es esta libertad? ¿Un libre albedrio entre ser y no ser? No, su libertad está  en dar el ciclo completo, el ser y el no ser son uno, su espiritualidad es el amor.

Su conciencia va a la no forma al campo ontológico del no ser y revela una forma, el traspasa el no ser, su pureza esta´ en esto en que es puro amor a sí mismo   y entonces vuelve a sí mismo, se elige a sí mismo, su libertad consiste en superar siempre su propia negación.

1→0→1

¿Y que es su propia negación?

0→1→0

Esta es la creación que él cría adentro de sí mismo.

El hombre tomado conciencia de sí mismo  de lo que toma conciencia es de su no ser, del caos primordial del que viene, esta es la inconsistencia de todo su esencia.          

Pero el hombre dice yo soy y proclama la verdad

Y entonces la verdad se sustenta en una mentira porque el hombre realmente es nada y es incapaz de atravesar su vacuidad.

El hombre no puede superar su muerte.

Su ser es un ser aparente su persona oculta su muerte, todo el mundo es un teatro mortal.

Y su metafísica es falsa y se basa en este ser aparente y desde este ser aparente intenta desarrollar su verdad y se establecen los dos caminos el del ser y el del no ser.

El ezquizofrenico el loco devela su caos primordial y nos dice en todo momento que las cosas no son y que nosotros tampoco somos.

El acto de ser es una acto de amor divino,  con el  que nos encontraremos en  nuestra angustia, en nuestro caos interior.

Pero el hombre huye de su caos interior y queda así dividido ezquizofrenico.

Yo no huyo de mi caos interior lo he expresado de tantas formas, huyo más bien de Dios, que me hacer salir con el corazón en la mano a un mundo de locos, más sin ese amor yo soy un loco más, el más esquizofrénico de todo, aunque consciente de mi esquizofrenia, incapaz de superarla, somos sacrificados todos los días en este sacro oficio de amar un mundo banal.

Comprendo así la dialéctica como un acto de amor, de traspaso y entonces el ser deviene o más bien el no ser del Padre traspasa al ser del  Hijo y deviene el Espíritu o al revés porque el Padre está  en el hijo y el hijo en el padre, el ser y el no ser son uno.

Pero en el hombre la dialéctica al pervivir la metafísica binaria en la dialéctica materialista, donde la materia es y la idea no es y se trata de un juego de suma cero como en todo maniqueísmo, es violencia, es eliminación del otro.

Por lo mismo no me importa el juicio que el partido no le hizo a Abimael.

Qué  juicio pueden dar unos locos que lo que busca es matar al enemigo idealista burgués

¿De que lo culpan? ¿De no haber ganado la guerra?

Es decir de no ser tan malditos como ellos hubieran querido.

Pobres imbéciles, pobres enfermos de este teatro loco del mundo jamás comprenderán que perder en este mundo es siempre ganar en el otro.    

  

https://www.youtube.com/watch?v=1aoMHx1tFhU&t=2s

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