lunes, 19 de agosto de 2024

Dialéctica complementaria

 

Dialéctica complementaria 

 

 

 

Este texto es una conferencia, cuyo nombre original es Was ist Dialektik?, dictada por Alexandre Kojève (1902-1968) el 26 de junio de 1967, en la Universidad Libre de Berlín y reproducida, por la Deutsche Zeitschrift für Philosophie, Berlín 50 (2002) 2, pp. 317-329. Kojève aborda la dialéctica, a través del lenguaje. Con esto, él señala que la lengua misma tiene una estructura dialéctica, ya que dos juicios contrarios en una misma situación (la manzana de Kojève) no pueden ser válidos a la vez, en oposición a algunas corrientes (post)estructuralistas que creen que ambos podrían ser válidos. Esta traducción llena algunos vacíos con respecto a la dialéctica, en el contexto de un nuevo auge del marxismo. Todas las notas en esta traducción son del traductor.

 

Hace algún tiempo, era una gran moda hablar sobre “dialéctica”; hoy se habla más bien sobre “estructuras”. Ahora bien, afortunadamente, es en este caso, lo mismo: la dialéctica es una estructura y por cierto, es la estructura de la lengua (es decir, la de otro artículo de moda) —la lengua como tal y no quizás esta o aquella lengua, este o aquel discurso o modo de discursar. No es de ningún modo como si uno pudiera hablar “dialécticamente” o “nodialécticamente”. En cuanto uno habla, se es necesariamente dialéctico; de igual modo que lo que se dice —y en cualquier lengua. (Al revés, si uno quiere ser dialéctico, uno debe hablar. El silencio —todo silencio— no es precisamente dialéctico, es si ustedes así lo quieren, “nodialéctico”). Ahora, si esto es así, entonces la palabra “dialéctica” puede en el fondo solamente significar una cosa: la enseñanza de la estructura de la lengua; pero, en un amplio sentido, como discurso comprendido, el cual es consciente de su propia estructura (si uno quiere, de su estructura dialéctica). El primer discurso consciente de su propia estructura fue la filosofía hegeliana. Así, puede uno también, si se quiere, comprender el discurso de Hegel bajo el término “dialéctico” o asimismo, los discursos de sus seguidores directos o indirectos; por ejemplo, el discurso marxiano o bien los discursos “marxistas”. Sin embargo, yo no debo hoy hablar aquí de Hegel, ni tampoco de Marx, sino exclusivamente sobre dialéctica, es decir, sobre la estructura de la lengua como tal. Yo deseo que ustedes, en esto que voy a decir, no reconozcan ni a Hegel, ni a Marx, sino únicamente la lengua misma. Además, quiero, antes de iniciar, confesar que personalmente estoy convencido que todo lo que diré es hallado, al menos, en algún sentido en Hegel. De por sí, yo lo he encontrado en él. ¡Y ahora al grano! En otras palabras, la lengua como tal tiene una estructura dialéctica. Esta estructura dialéctica o dual de la lengua se basa en un hecho (Tatsache) único; uno puede deducirla —como dije antes— de este hecho, o lo que es lo mismo, se puede atribuir a este hecho la estructura total de la lengua. Este hecho es muy simple, es por lo general conocido y ha sido siempre sabido. Pero, las últimas consecuencias de este conocido hecho, en general, desde siempre fueron mostradas, primeramente por Hegel, quien ha definitivamente agotado la cuestión. Y por cierto, se trata del simple hecho que hay o puede haber para cada discurso un contra-discurso, que una proposición positiva puede ser opuesta a una proposición negativa del mismo contenido, que cada afirmación se deja negar. Esta dualidad es esencial y específica de la lengua. Solo la lengua es, en este sentido, dual; cualquier otra cosa —el no-hablar, el ruido— no lo es. Puede haber durante cada discurso un contra-discurso, no hay para ningún ruido, un contra-ruido. La mejor formulación de este hecho fundamental de la lengua es talvez la siguiente: “si la afirmación de algo es racional, entonces la negación de la misma también es racional”. De esto se sigue que es imposible decidir, a través de lo puramente discursivo, entre dos afirmaciones opuestas (si ustedes quieren contra-dictorias) o sea, a través de lo puramente lingüístico o solo mediante lo expresivo. Es imposible con medios lingüísticos discriminar a favor de una de estas afirmaciones, en relación con alguna otra de la lengua, es decir, de la masa de todos los discursos; una discusión exclusivamente lingüística (“dialógica”) es en principio infructuosa y podría ser continuada de manera indeterminada por mucho tiempo. La discriminación de una de estas dos posibilidades lingüísticas opuestas puede acontecer solamente a través de medios extra-lingüísticos (taciturnos) y esto es así, justamente cuando —y porque— uno las comprende mutuamente. Esta consecuencia (en la cual se basa todo el hegelianismo) es también hoy aún no familiar a todo filosofar; por eso, la quiero intentar mostrar con un fácil ejemplo. Supongamos que yo le digo a alguien que mi pañuelo es verde; esto lo niego y lo afirmo, mi pañuelo no es verde, sino blanco. Nosotros podríamos discutirlo con él durante horas, mas nunca lo podré convencer y él a mí tampoco ¡naturalmente! (y un eventual oyente podría tomar partido del lado de mis oponentes, ya que todos los pañuelos son en efecto blancos). 

 

Cuánto durará este “diálogo”, dependerá naturalmente del carácter de los interesados. Ellos me dirán que, debido a que no soy lo suficientemente paciente (aunque locuaz), yo puedo llevar la discusión a una decisión, mostrando mi pañuelo ¡Bonito y bueno! ¿Pero qué debo hacer si un hombre es ciego? Entonces deberé probablemente utilizar otro —concluyente— argumento si quiero llevar a mis oponentes a la aprobación o al menos, a guardar silencio; esto es claro. Menos llama la atención que el mostrar el pañuelo es también un argumento no-lingüístico, taciturno y callado; es decir, una coacción, un acto violento. Si uno reflexiona silenciosamente sobre este simple ejemplo, se reconocerá que así es en todos los casos. La estructura dialéctica (o sea dual) de la lengua hace necesario que tarde o temprano dos opiniones contradictorias sean formuladas lingüísticamente y que una pueda ser excluida solamente, a través de argumentos “silenciosos”, no-lingüísticos. Solo una, la contra-opinión de la opinión excluida se puede afirmar a la larga, mediante la violencia (cuál violencia, si no fue creada por el hombre, sino por la naturaleza; se llama “experiencia”). Más tarde, vamos a ver comprobado cómo se parece esto a la estructura dialéctica de la lengua. Nosotros ya hemos visto que esta estructura es dual, es decir, si hay una expresión (racional) “S es P”, entonces también hay otra expresión (asimismo racional) “S es no-P”. Uno puede decir entonces que S, o sea eso de lo que se habla, es o P o no-P. Pero, donde hay un o-o, debe haber también necesariamente un tanto-como y asimismo, un ni-ni. Ahoraes, por otra parte, claro que fuera de estas cuatro posibilidades, no hay y no puede haber ninguna otra —quinta— posibilidad. Esto se deja decir y comprobar axiomáticamente en una forma matemática —o pseudo-matemática— (lo que hoy es muy popular). La fórmula mágica, que se encierra en la estructura total de la lengua en sí, uno puede aproximadamente escribirla así: N (NP) = P. La negación de la negación es una afirmación: si uno niega que S no es P, afirma que es P; si una manzana no es no-verde, entonces es justamente verde y ninguna otra cosa:

 

Apliquemos este axioma al esquema de la lengua. Busquemos construir una quinta posibilidad lingüística, que debe ser totalmente otra que la cuarta, o sea, debe ser no-ella. Para construir una quinta posibilidad, uno debe también primeramente, negar la cuarta. ¡Hagamos esto! ¿Ahora qué obtenemos? Ninguna nueva quinta posibilidad, sino otra disposición de la vieja cuarta posibilidad: 

 

P y NP han cambiado su posición, por lo demás no han transformado absolutamente nada. Y si negamos una vez más el total, entonces incluso desaparecería esta distinción en el orden y volveríamos al esquema inicial. Ahora, ustedes han observado bien que esta es el reflejo de la otra; una de estas variantes. Hay también dos variantes de la cuadri-partición de la lengua, la izquierda y la derecha. Un problema se posa en esto, el cual es por lo demás, el problema fundamental de Platón, en realidad su único problema. Platón ha propuesto una solución discursiva del problema y esta solución retórica (la cual no es ninguna solución) se ha conservado salvo en Hegel. Hegel ha visto —e implícitamente dicho— desde hace 160 años que no hay ninguna solución del problema. Si nosotros tenemos al final de la conferencia aún algo de tiempo, yo regresaré al problema platónico del reflejo; pero ahora nosotros debemos investigar más de cerca la estructura cuadripartida (doblemente-dual) de la lengua. “Ni-ni”, “tanto-como” —¡las cuales sí son viejas conocidas! “Tanto-como”, que se halla en el principio de contradicción; “ni-ni” en el principio del tercero excluido. Iniciemos con el principio del tercero excluido. Normalmente, este principio lógico se formula así: nada puede ser ni A, ni NA. Así formulado, el principio no es correcto. Nosotros no tenemos absolutamente ningún derecho para afirmar que nada puede ser ni A ni NA; debemos decir solamente que si algo es ni A ni NA, nosotros no podemos afirmar nada, decir nada sobre eso. Cuando, en realidad, fue así, de tal modo “evidente”, no a través del discurso (de un Logos), sino por medio del silencio. En otras palabras, el tercio, el tercero no debe ser excluido del Ser, sino de lo más alto de la lengua. Ahora, si fuera realmente verdadero que no hubiera, fuera de la afirmación y negación, ninguna tercera posibilidad lingüística, tendríamos en el principio del tercero excluido un modo de prueba discursiva de dios, la cual sería sumamente extraña. Yo no quiero,  sin embargo, aceptar esto, porque esta tercera posibilidad lingüística presuntamente excluida existe realmente (aunque no la he visto durante muchos años). Esta tercera posibilidad linguítica es a saber la pregunta: “¿Qué es S?”. Aquí uno no expresa en efecto ni P, ni NP, sino solamente S y a pesar de esto, uno habla en un sentido verdadero, es decir, racional (sinn-voll) 2. Ya que tradicionalmente se llama a la posibilidad lingüística “o”, tesis, y a la otra “o”, antí-tesis; yo he llamado la posibilidad lingüística “ni-ni”, hipó-tesis. De hecho, esta posibilidad lingüística sirve de base tanto de lo tético, como de lo anti-tético; ella es la primera posibilidad lingüística, en el sentido que ella es el origen de todas las otras y ninguna pre-supone la misma. Dicho de otro modo, en el interior de la lengua como un todo, cada expresión es una respuesta a una pregunta, lo que no puede ser puesto en pregunta; no se deja, por ello, discursar de otro modo. La mayoría de los hablantes, no obstante, no son conscientes de ningún modo de esto y el tradicional principio del tercero excluido, lo expresan completamente mal. Pero, si uno observa la estructura gráfica de la lengua, la cual está determinada por los tres principios lógicos, entonces sería totalmente claro el asunto He mencionado precisamente ahora dos principios lógicos. En efecto, hay, como cualquiera sabe, tres —y solo tres— axiomas, leyes o principios, los cuales determinan y controlan el todo de la lengua (a lo que estas tres leyes obedecen es la lengua, que tiene, sobre la mesa, una estructura esquemática y restituida; y al revés, todo lo que esta estructura tiene es una lengua que obedece a las tres leyes). Ahora, nosotros vimos que el principio del tercero excluido corresponde al “ni-ni” y dijimos, ya antes, que el llamado “tanto-como” satisface el principio de contradicción. También, el tercer y último principio lógico llamado el principio de identidad responde a “o-o”. Usualmente, el principio de identidad fue escrito así: A=A. Ahora, esto es en efecto una identidad y el matemático no la escribe con dos, sino con tres líneas paralelas: A≡A3 y el matemático sabe también que uno no puede iniciar nada con una identidad, sino que solamente se deja deducir algo de las igualdades. Por eso, yo propongo escribir no A=A, sino A=N (NA); dicho en palabras, A es A y no no-A. Si uno escribe el principio así, sería mejor llamarlo el “principio de negación”. Pero talvez es mejor conservar el nombre tradicional. Bien, entonces, uno debe invertir la igualdad y escribir A=N (NA). La identidad sería entonces definida, por cierto, como la negación de la negación. La negación misma sería un concepto “primitivo” no-deducible, el cual es definido implícitamente a través de la igualdad, a saber, como un “operador”, el cual primeramente es aplicable a todo, incluso a sí mismo y en segundo lugar, lleva al punto de partida, cuando fue aplicado por segunda vez (todo esto tiene el suave aroma de los grupos estructuralistas, el cual debió oler agradablemente a las narices modernas). Expresado así, el principio de identidad es a la vez una definición (de la posición tética y de la negación anti-tética) y un axioma, el cual determina la estructura total de la lengua. Este principio dice que la lengua es dialéctica o dual, porque en cada afirmación se halla una negación (Verneinung), en cada posición, una no-afirmación (Negation). Algo que no se deja negar discursivamente, no se deja tampoco afirmar igualmente de modo discursivo; todo lo que es afirmado lingüística y racionalmente, puede ser también negado lingüística y racionalmente. De otro modo, el principio de tercero excluido dice que cada expresión es una respuesta a una pregunta; el principio de identidad que no hay para cada pregunta una, sino dos respuestas, las cuales son llamadas “opuestas” o “contra-dictorias”. Estas respuestas opuestas o contradictorias son lingüísticamente (o si ustedes quieren, lógicamente) iguales, en el sentido que cada una es la negación de la otra. Ahora, es además claro que la afirmación discursiva precede la negación discursiva —tanto “lógica” como temporalmente, pues esto está en su fundamento mismo, como veremos pronto. Uno puede afirmar algo, sin interesarse en la negación misma, pero uno solo puede negar aquello que fue afirmado. Mientras nada sea afirmado, no puede uno negar nada (el silencio no admite ninguna negación). También, antes de que uno haya dicho A o NA, uno no habría podido decir ni A, ni NA; entonces la hipó-tesis es lógica y temporalmente, la primera posibilidad lingüística. Después de la hipó-tesis, viene entonces en primer lugar, la tesis como segunda posibilidad lingüística y luego la antí-tesis. Ahora, con esto, nosotros hemos afirmado algo, hemos dicho algo. Uno lo puede también negar, lo contrario diría: “después de la hipó-tesis, viene en primer lugar la antí-tesis y luego tan solo la tesis”. Gráficamente, ambas expresiones se pueden expresar aproximadamente así:  Y así tenemos de nuevo la izquierda y la derecha, el afamado fenómeno del espejo, el cual su descubridor, Platón, ha colocado literalmente fuera de sí: ¡el noble señor ha sido precisamente, por eso, trans-cendente! Cuando hay un reflejo —se dice a sí mismo Platón—, entonces también debe existir lo verdadero (das Wirkliche), que fue reflejado. Ya que uno de ambos posibles esquemas lingüísticos corresponde entonces a la realidad objetiva (der objektiven Wirklichkeit), el kosmós noetós, al mundo de las ideas; entonces, el otro, a la ilusión subjetiva, al kosmós aisthetós, al mundo físico. La pregunta completa es para decidir cuál esquema lingüístico de la realidad le corresponde y cuál también es correcto o verdadero (wahr), y cuál falso, correspondiendo a una ilusión. Cuando uno llena las cuatro posibilidades lingüísticas en el marco de un correcto esquema (filosófico), ha uno expresado la completa verdad discursiva (die ganze diskursive Wahrheit). Cuando uno, sin embargo, llena las mismas cuatro posibilidades en el marco de un esquema falso (sofista), entonces uno ha dicho solo cosas no-verdaderas (Unwahres); uno ha dado a todas las preguntas, falsas respuestas. A primera vista, la decisión es muy fácil. Esto debido a que es seguro que cada negación o antí-tesis pre-supone una posición o tesis, entonces el esquema del lado izquierdo de la tabla es correcto y aquel del derecho, falso:  Pero, infortunadamente, esto nos es absolutamente inútil, pues Platón ha —como el primero en hacerlo— constatado que es del todo imposible decidir, en lo puramente discursivo, si un concepto es tético o anti-tético. También, mientras uno no haga nada sino hablar, no puede uno saber nada, si uno se mueve en el esquema correcto o en el falso y  además, si se expresan o las más puras verdades (lauter Wahrheiten) o cosas no-verdaderas (Unwahres). Un simple ejemplo puede mostrar de qué se trata y por qué Platón fue así sacudido por su descubrimiento de la naturaleza refleja de la lengua. Se ve fácilmente que uno, por ejemplo, no puede decidir en lo puramente discursivo, si el mal es no-bueno o el bien, no-malo (para Platón mismo, no fue por lo demás del todo un simple ejemplo, sino el verdadero e incluso único problema). Uno no sabe tampoco si el bien es tético y el mal anti-tético o al revés. Ahora, las cosas se encuentran de modo que, cuando el bien es tético y el mal anti-tético, nosotros al inicio (en arché) tendríamos a dios (berechid bara Elohim) y la historia sería la serie del pecado original de la humanidad, el cual niega su —por dios creada— bonita y buena naturaleza. Cuando, no obstante, el mal es tético y el bien anti-tético, entonces tendríamos en arché la no-racional y no-espiritual hyle4, y todo lo que es bello y bueno (kalóskagatós) sería creado en el curso de la historia a través de la trabajada y combativa negación de la naturaleza, por parte de la humanidad. Que uno no pueda decidirse discursivamente entre estas dos posibilidades discursivas es, en efecto, para todo el mundo, cuando no verdaderamente espantoso o conmovedor, si pues al menos penoso. Que uno no se ha interesado mucho por esto, se explica por medio de que esto fue considerado como valedero desde la solución propuesta por Platón hasta la de Hegel y también, hoy mismo, lo es para la mayoría de gente. Como ya he dicho, si al final de la conferencia queda tiempo, trataré brevemente la solución platónica y la crítica hegeliana de ella; pero ahora debemos dejar el problema del reflejo de la lengua como está y cuya estructura observaremos ulteriormente, la cual es la misma, sí, en ambos esquemas del reflejo. Volvamos, por tanto, a la representación gráfica de la estructura de la lengua:  Las tres primeras posibilidades lingüísticas están agotadas: una pregunta ha sido planteada (por ejemplo, una hipó-tesis hecha) y ambas respuestas contra-dictorias fueron dadas; con lo cual queda, en este gráfico, indeterminado si la respuesta era tética o anti-tética, cuál fue dada en primer lugar. Permanece aún la cuarta (y última) posibilidad lingüística, la de “tanto-como”, que es regida por el principio de contradicción. Esto debido a que ella contiene tanto el elemento tético, como el anti-tético, uno puede esta cuarta posibilidad lingüística representarla gráficamente aproximadamente así: Ustedes esperan desde luego que yo la llame sín-tesis; sin embargo, prefiero denominar la cuarta posibilidad lingüística con el término estoico “para-tesis”, para diferenciarla de la síntesis en el verdadero sentido hegeliano. Y los fundamentos, que indicaré en el acto, los represento no a través de un punto, sino mediante un triángulo o propiamente, con un ángulo:

El principio de contradicción no está a menudo formulado correctamente, mientras uno diga que “nada puede ser A y NA”. Para esto, nosotros no tendríamos naturalmente en lo absoluto ninguna razón: el principio de contradicción determina la estructura de la lengua y no este del cual se habla, o sea, del Ser. El principio de contradicción dice solamente que uno mismo se contra-dice cuando uno habla de manera que, uno niega esto que uno mismo afirma o afirma esto que uno mismo ha negado. Ahora, uno puede fácilmente constatar que un hablar que se contra-dice a sí mismo, es equivalente al silencio. Tomemos un ejemplo simple del dominio de la lengua práctica. Entramos a un café y decimos más o menos al camarero: “Traígame una cerveza liviana, pero no me traiga ninguna cerveza liviana”. Ahora, en vista de ello, puede suceder todo lo posible, el camarero nos puede responder toda clase de cosas (¡incluso algo poco amigable!): “Ustedes no obtendrán cerveza alguna”. Nuestro discurso contradictorio sobre la cerveza es completamente equivalente al silencio: se contra-dicen o en general, no hablan —esto es lo mismo; y por cierto, como es fácil comprender, no solo en la práctica, sino también en el dominio lingüístico teórico, es decir, de la lengua como un todo. Ahora prestemos atención, si no hubiera ninguna cuarta posibilidad lingüística, si fuera verdaderamente una contra-dicción atribuir a un S tanto A como NA, entonces incluso el todo de la lengua sería en sí mismo completamente contra-dictorio. Pues, para cada pregunta, hay dos respuestas (la tesis y la antí-tesis), las cuales se contradicen mutuamente y la tercera respuesta (la para-tesis) estaría en sí llena de contradicciones. Por tanto, el todo de la lengua sería equivalente al silencio (comparada con dios, que comprende el todo del discurso, la humanidad habría sido acallada). Los llamados discursos (Logoi) humanos no serían diferentes de los sonidos de la naturaleza: serían el gorjeo del pájaro o los ruidos de las bestias (si debiera darse un Logos, debería ser solamente divino). Esto sería naturalmente —también para un creyente— sumamente penoso. Pero esto no es así, ¡gracias a dios!, el hombre puede discursar racionalmente (y el Logos es humano). Pues el principio de contradicción no dice en lo absoluto que uno se contradice a sí mismo en todos los casos, cuando uno atribuye a la vez y enteramente tanto P como NP; uno tras otro y parcialmente, uno puede hacerlo sin al menos contra-decirse uno mismo. Esto es absolutamente asombroso, pero uno solo puede admirarse de ello desde Hegel. Pues, aunque toda la gente ha sabido siempre que algo, de lo cual habla racionalmente y sin contradicción, por ejemplo una manzana, puede ser tanto roja como no-roja sucesiva o parcialmente; ningún ser humano antes de Hegel (¿o Kant?) había notado que el principio de contradicción de la estructura lingüística añade un carácter espacio-temporal. Uno, para hablar, necesita tiempo, lo cual no se nota bien por lo general; aunque la consecuencia de esto nunca fue mostrada por Hegel (o Kant). Pero uno siempre necesita un espacio para hablar, lo cual también se ha probablemente olvidado. Y con todo, es solamente así que pudo ser acallada la esencia sin extensión y atemporal, y que uno no puede decir nada racional y libre de contradicciones sobre lo eterno y lo puntual: sobre lo “trascendente” taciturno. También, el hombre puede espacio-temporalmente callarse (aquello que tan solo Kant ha comprendido). En lo que respecta a la temporalidad de la lengua, la cuestión es clara: “primero P y luego NP” —lo cual solo puede ser dicho en el tiempo y sobre lo temporal. Yo volveré entonces más tarde sobre la temporalidad de la lengua. Ahora, debo mostrar que la estructura de la lengua (a través de la cual se determinaron los tres principios lógicos) no es solamente temporal, sino también espacial, al menos en su elemento para-tético. ¿Qué es lo lógico, es decir, la determinación lingüísticamente expresable de lo espaciotemporal como tal? Nada más que la diferencia de lo idéntico y como identidad de lo diferente. Todos los puntos geométricos son absolutamente idénticos, dos puntos solo pueden ser diferentes en el espacio y la cantidad de puntos distintos (idénticos) es la extensión o la espacialidad misma. Dos puntos espaciales diferentes pueden ser solamente idénticos en el tiempo (por ejemplo, como dos posiciones en el movimiento de los mismos puntos) y en la cantidad de todos los diferentes puntos identificados en la duración o la temporalidad. Al menos ya que lo idéntico distinto es también, de modo preciso, una diferencia identificada, la espacialidad y la temporalidad están unidos inseparablemente (lo que los físicos saben desde Einstein). Nosotros, sin embargo, queremos de momento separar lo espacial de lo temporal, pues el elemento para-tético de la estructura de la lengua es fundamentalmente espacial, lo temporal es precisamente la sín-tesis, de la cual hablaré más tarde. Todo lo para-tético en la lengua es una afirmación o una negación parcial; al revés, todo lo que lingüísticamente fue en parte afirmado y en parte negado, es para-tético. Ahora, es lo mismo (la misma manzana) lo cual no únicamente es A (verde), sino también NA (roja); lo idéntico es por ende, aquí diferente y de este modo, es precisamente espacial. Solo espacialmente puede uno —en el espacio— diferenciar lo para-tético de sí mismo y enseguida, se ve que hay muchísimas para-tesis (mientras que solo puede haber una tesis y una antí-tesis). Habrían incluso muchas para-tesis, si el llamado “juicio negativo”, S es NP, fuera “infinitamente” verdadero, como se ha dicho por largo tiempo y talvez, incluso, se ha creído. Es, no obstante, claro que de hecho solo hay finitamente muchas posibilidades lingüísticas —ya por la simple razón que todo lo expresable puede también ser dicho por escrito y por cierto, con una finita e incluso, pequeña cifra de letras. Sin embargo, es también claro que la cifra de posibles para-tesis es extremadamente grande. Tomemos de nuevo nuestra manzana. Ella puede, por ejemplo, ser 99% verde y 1% no verde (roja) o 98% verde y 2% roja y así sucesivamente, y nada nos puede impedir dividir el porcentaje en 10, 100, 1000 o más partes ¡Pues, además, uno no debe naturalmente ir hacia lo infinito! Como sea, el hecho es que diferentes discursos para-téticos fueron definidos durante miles de años; el todo de estos discursos se llama precisamente historia universal (y si Hegel tiene razón —y yo creo que la tiene— las posibilidades lingüísticas fueron incluso agotadas a duras  penas). Observemos ahora por qué uno debe representar gráficamente la para-tesis, es decir, el total de todas las posibles para-tesis a través de un triángulo o de un ángulo. Ahora, si puede ser afirmado racionalmente que una manzana es 99% verde y 1% no-verde (algo roja), entonces uno lo puede también desmentir, negar; se puede contra-decir y decir lo contrario, a saber: “la manzana es 99% no-verde y 1% verde”. Por tanto, aceptémoslo, la tesis dice: “la manzana es totalmente verde”. La antí-tesis la contradice y expresa: “la manzana es totalmente no-verde (roja)”. Uno tiene entonces una gran cantidad de para-tesis, las cuales se pueden denominar téticas, que afirman que la manzana es parcialmente verde, aunque bien es más verde que roja. Y cada una de estas téticas para-tesis se encuentra de frente a unas anti-téticas paratesis, las cuales dicen que la manzana es más roja que verde. Uno puede colocar todas las para-tesis téticas al lado izquierdo del ángulo —en un determinado orden completamente inequívoco— y todas la anti-téticas a la derecha —ordenadas también claramente— y entonces se ve enseguida que todas las para-tesis se contradicen en pares (exactamente como la tesis y la antí-tesis). Por ende, ellas se abren camino mutuamente hacia el silencio. Si yo debiera decirlo así, también, el espacialmente extendido todo de la lengua para-tética sería, por tanto, equivalente al silencio y absolutamente “a-lógico”. Yo les quisiera en efecto decir seguidamente que, sobre lo eterno y la eternidad, uno únicamente puede callar; ¡lo que es eterno no tiene precisamente tiempo para hablarse! Pero, durante muchos años, se pensó poder eludir esta consecuencia, pues al menos, a primera vista, no es el punto, en la punta del ángulo para-tético, un doble punto. Porque la afirmación para-tética “la manzana es 50% verde y 50% no-verde” no puede ser contradicha anti-téticamente, no hay para esta expresión ninguna contraexpresión contra-dictoria, pues cuando uno niega esta frase, no se transforma: la frase “50% verde > 50% no-verde” es idéntica a la frase “50% no-verde > 50% verde”. 

 

No necesito explicar lo que esto significaría si fuera realmente verdad: la lengua entera, la totalidad de todos los discursos racionales, sería reducida a una única posibilidad, a saber, a la “para-tética” para-tesis, la cual supera (aufhebt) todas las contradicciones, de modo que ella trata igualmente las opuestas tesis y antí-tesis; mientras las explica como medio verdaderas y medio falsas; las medio falsas serían, sin embargo, excluidas de la lengua y solamente las medio verdaderas serían conservadas para siempre. Todo esto suena muy democrático, la tesis y la antí-tesis, los extremos fascistas y comunistas, se anulan mutuamente; también, las para-tesis contradictorias, es decir, todas las búsquedas de compromiso que no tratan de igual modo lo opuesto de manera perfecta —a saber justamente— se encaminan más tarde o más temprano hacia el silencio y permanece entonces, para todo tiempo venidero, solamente la lengua racional y libre de contradicciones del democrático fair compromise, del fifty-fifty anglosajón. Debo afrontar que, para mí, no fue personalmente muy simpática esta solución paratética de los problemas de la lengua —y con esta también la de la verdad; la solución sintética hegeliana me cautivó mucho más. Pero, durante largo tiempo, no encontré ninguna objeción contra la privilegiada posición de la paratesis para-tética, la cual no se quiso dejar contradecir. Entonces, comprendí súbitamente que esto era una ilusión. Ciertamente, la frase tética “la manzana es medio verde y medio noverde” es idéntica a su anti-tética frase “la manzana es medio no-verde (roja) y medio verde”. Pero, este coincidir de la última para-tesis tética con la última anti-tética (de la cual si uno admite como verde menos del 50%, entonces se está ya del lado anti-tético del triángulo y, así, también para lo no-verde) —este aparente coincidir nace solamente por eso, porque ambas frases son incompletas (uno tiene algo que es semejante al familiar fenómeno de la “entropía”—Degenerierung— de la física moderna): para ser completas, uno debe indicar cuál mitad de la manzana es verde o no-verde— la izquierda o la derecha. Y tan pronto como  uno indica esto, la para-téticamente para-tética frase5 estuvo sin objeción, tanto como todas las otras frases para-téticas. También aquí se encuentra, por tanto, un fifty-fifty tético contra uno anti-tético y ambos no pueden ser, a decir verdad, anglosajones. Naturalmente, la manzana es solamente un ejemplo, pero lo dicho ahora mismo vale de un modo completamente general. Pues, como hemos visto anteriormente, la estructura de la lengua es como tal espacial y hay en todo lo espacial algo así como una contraexpresión —o diferencia— “derecha-izquierda”. Ya que Platón, a decir verdad primeramente, lo ha visto y él ha reconocido en ello que los compromisos discursivos, “sincera” y “merecidamente”—los cuales fueron propuestos ya en su tiempo, aunque no por los anglosajones, sino por los sofistas griegos— no pueden absolutamente solucionar el problema de la verdad. Platón mismo ha ideado, para la solución de este problema, un método, la diairesis, la cual debe permitir eliminar todo lo “izquierdo”, malo, anti-tético. Las posibilidades lingüísticas eliminadas deben corresponder a un ilusorio mundo físico, a lo conservado de la verdadera realidad del mundo de las ideas, al kosmós noetós. Platón, no obstante, cuenta —con toda razón— que lo conservado, lo cual sería la contra-dicción, la negación eliminada y por tanto, no-dialéctica; no era más una lengua verdadera, sino un modo de aritmética (la cual, a su discípulo Aristóteles, ha disgustado sumamente): a cada “idea” no correspondía un concepto, una palabra, sino un “número ideal” (Ideal-zahl) (el cual al menos no era una extensión, sino un orden: los números ideales platónicos son cifras de orden, mas esto solo lo puedo mencionar de paso). Por tanto, si la estructura de la lengua no fuera espacio-temporal, sino solamente espacial, entonces la llamada lengua humana sería una variedad de los sonidos de la naturaleza. Ya que todo puede ser dicho y contra-dicho, entonces sería igualmente nulo el resultado discursivo final de todas las posibles discusiones y diálogos. Si, no obstante, la estructura de la lengua es espacio-temporal (y esto en efecto es así porque uno de facto habla en el tiempo y sobre lo temporal), entonces se encuentran las cosas totalmente de otro modo: a saber, tan pronto como se temporaliza la estructura de la lengua con sus cuatro posibilidades, lo que gráficamente se puede aproximadamente expresar así: Entonces se constata que fueron superadas (aufgehoben) todas las contradicciones de acuerdo con el principio de contradicción; uno ve que puede ser conservada cada posibilidad lingüística, dentro del todo de la lengua, racionalmente y libre de contradicciones y por consiguiente, puede ser tenido por verdadero. Esto puede uno verlo en nuestro ejemplo de la manzana. Admitámoslo, nuestra manzana primero fue totalmente verde; luego, dijimos que ella tenía franjas verdes muy delgadas, que serían cada vez más amplias; por algún tiempo, la manzana fue mitad verde, mitad roja; luego sería cada vez más roja hasta que ella sería — por fin, como fue todo el tiempo— enteramente roja (y roja permaneció hasta que se pudrió). Entonces, la tesis, la para-tesis y la antí-tesis no se contradicen en lo absoluto, y cuando todas ellas fueron temporalizadas, mientras ellas indicaban el tiempo durante lo cual, esto que fue afirmado, es válido —entonces incluso todas ellas son igualmente verdaderas (y esto por siempre, pues es verdadero que una manzana sea por largo tiempo verde y así sucesivamente; en cambio, todas son igualmente falsas si cada una reclama una validez eterna). Y esta es la famosa sín-tesis hegeliana. Ella expresa no un estado de cosas de la manzana en un punto del tiempo, sino la completa extensión temporal, la total duración misma —la cual al menos es un desarrollo, el cual uno también puede denominar “historia” (Geschichte). No sé si existe tal manzana, no probablemente. Pero, nosotros no necesitamos preocuparnos por eso, pues nosotros nos ocupamos de la estructura no de la manzana, sino de la lengua. Y nuestra manzana imaginaria ha sido como ejemplo claro en que la síntesis no es, en lo absoluto, una quinta posibilidad lingüística independiente: ella no es otra cosa que una disposición temporal (si ustedes quieren “lógica” —¡qué es lo mismo!) de todas las respuestas discursivas racionales, las cuales pueden ser dadas a una pregunta discursiva racional. La sín-tesis no es una parte de la lengua; es el todo ordenado —lógica o temporalmente— de la lengua. Este todo temporalizado o “sintetizado” no está solamemente en sí libre de contradicciones, sino que tampoco puede ser contradicho (precisamente porque abarca todas las posibilidades lingüísticas). Así, este todo discursivo, en sentido usual, puede ser denominado “verdadero”. Por eso dice Hegel: “lo verdadero es el todo” —es decir, el todo temporalizado de todos los discursos racionales. Y entonces el todo discursivo es temporal, ya que lo meramente espacial, atemporal, es tanto callado como impronunciable; dice también Hegel: “el Espíritu es tiempo” —con lo cual él quiso decir el Espíritu hablante, el Logos (lo cual, dicho de paso, no fue tanto para él, sino solamente para la humanidad). Como sea, se está —según mi opinión— completamente seguro, solamente cuando la totalidad de respuestas a la proto-pregunta (Urfrage) o hipó-tesis fueron todas dadas en el curso de la historia universal. Dejándose ordenar, se presenta primero la tesis, luego todas las para-tesis y por último la antí-tesis —solamente entonces tiene la historia tratada un sentido  y puede ser repetida la historia (Historie) de manera discursiva, racionalmente y libre de contradicciones. O dicho de otra manera, solo cuando la lengua tiene una estructura, la cual es “dialéctica” en el sentido de ser “sin-tética”, hay entonces algo así como una hermenéutica. Con mucho gusto, habría yo terminado aquí mi conferencia, tanto más porque he hablado por mucho tiempo —por lo cual pido mil disculpas: ¡no tuve lastimosamente suficiente tiempo para preparar una “breve” conferencia! Pero, para evitar equivocaciones, debo, aunque sucintamente, regresar al ya dos veces mencionado, fenómeno del espejo. He dicho que hay solo una tesis, es decir, solamente un todo sin-tético de la lengua, lo cual es naturalmente falso. Como la estructura de alguna molécula o cristal, la estructura dialéctica de la lengua tiene también dos variantes de la imagen, entre las cuales no se permite escoger discursivamente. Para volver aún una vez más a nuestra manzana, respecto a la cual una sín-tesis está en la mitad izquierda de la manzana por algún tiempo verde, la otra en la mitad derecha. Uno pudo creer que esta dualidad existe solo dentro de la para-tesis, lo cual no es así como uno fácilmente puede probarlo. El resultado es pues el mismo, de “derecha” o “rojo” en lugar de “verde”. Cuando uno sustituye, no obstante, “verde” por “rojo”, entonces uno confunde tesis y antí-tesis y se obtiene la imagen de la estructura completa. Ahora, por cierto, en la sín-tesis está la tesis antes que la antí-tesis; pero (como ya dije, siguiendo a Platón) no se deja en lo absoluto comprobar en lo puramente discursivo, lo que es tético y lo que es antitético. En nuestro ejemplo, no se deja constatar discursivamente, si es lo rojo no-verde o lo verde no-rojo. Solamente, la experiencia material nos muestra que las manzanas primero son verdes y luego, al final devienen rojas; entonces sabemos que lo rojo es anti-tético y lo verde  tético. Como ya he dicho, todo puede al fin y al cabo ser atribuido a la pregunta si el mal es un no-bueno y el bien un no-malo. Ahora, Platón mismo creyó (como se puede ver en Alcibíades I, cuando lo comprende correctamente), que hay algo en nosotros, lo cual nos permite diferenciar entre la imagen sofista de la lengua y la verdadera, veraz y real lengua —y por cierto la ruidosa y atónita voz de la conciencia moral, del famoso daimonion socrático. Desde Aristóteles, se ha agregado a esta “evidencia” ética otra, no demoniaca, sino una evidencia “teórica”. Se puede creer en todo esto, pues las evidencias se dan a sí mismas como discursivamente indemostrables. Hegel, sin embargo, quiso remplazar la creencia (la cual fue, en su última forma, kantiana) por el saber, y esto hoy podemos hacerlo —¡más o menos! Hegel pensó que no una evidencia íntima e interna, sino la histórica, es decir una experiencia general y exterior, incluso hecha, puede resolver esta pregunta: lo que sobra al final de la historia universal debe ser anti-tético. Y así sabremos al final de la historia universal lo que es tético, lo que es anti-tético. Si el fin de la historia es “bonito y bueno” (kalós-kagatós), entonces lo bueno es anti-tético, o sea, un nomalo y el Logos es creado por el ser humano o nacido de él. Si, no obstante, la historia toma “un mal final”, entonces el Logos es y permanece por dios —totalmente igual si él se encarna o no. Ahora, Hegel pensó que la historia universal había llegado, en el año 1806, a un final feliz. Lo que nosotros pensemos sobre el fin de la historia es, para cada uno de nosotros, una pregunta; y para un filósofo es probablemente la pregunta. Con esta pregunta debo cerrar mi conferencia.

 

 

¿Pero la síntesis no es un silencio?

Es decir ¿La síntesis no es una apertura a la eternidad?

¿Y no llegamos al final de la historia cuando nos quedamos en silencio y de pronto acontece la verdad? 

 

¿Pero la acción no tiene también su contradicción?

No, la acción tiene su contrariedad, por lo mismo no es contradicctoria,  el trabajo porque toda acción es trabajo, energía, supera obstáculos que le son contrarios, superados no se ha impuesto una voluntad sino que esta ha acontecido  creativa y diversamente en una multiplicidad. 

 

 

Estructura

 

Lévi-Strauss indica una paradoja análoga a la de Lacan, en forma de antinomia: dadas dos series, una significante y otra significada, una presenta un exceso y otra un defecto, por los cuales se remiten una a otra en eterno desequilibrio, en perpetuo desplazamiento. Como dice el héroe de Cosmos siempre hay demasiados signos significantes. Y es que el significante primordial es del orden del lenguaje; ahora bien, sin tener en cuenta el modo como se adquiera el lenguaje, los elementos del lenguaje han debido darse todos a la vez, de un golpe, porque no existen independientemente de sus relaciones diferenciales posibles. Pero el significado en general es del orden de lo conocido; ahora bien, lo conocido está sometido a la ley de un movimiento progresivo que va de parte en parte, partes extra partes. Y sean cuales fueren las totalizaciones que opere el conocimiento, siguen siendo asíntotas a la totalidad virtual de la lengua o del lenguaje. La serie significante organiza una totalidad previa mientras que la significada ordena totalidades producidas. «El Universo ha significado mucho antes de que se comenzara a saber lo que significaba... El hombre dispone desde su origen de una integralidad de significante que es muy difícil asignar a un significado, dado como tal sin ser por ello conocido. Siempre hay una inadecuación entre los dos.»1 Esta paradoja podría ser llamada paradoja de Robinson. Porque es evidente que Robinson en su isla desierta no puede reconstruir un análogo de sociedad si no es dándose de una vez todas las reglas y leyes que se implican recíprocamente, aun cuando todavía éstas no tengan objetos. Por el contrario, la conquista de la naturaleza es progresiva, parcial, parte a parte. Una sociedad cualquiera tiene todas las reglas a la vez, jurídicas, religiosas, políticas, económicas, del amor y del trabajo del parentesco y del matrimonio, de la servidumbre y de la libertad, de la vida y de la muerte, mientras que su conquista de la naturaleza sin la cual dejaría de ser una sociedad, se hace progresivamente, de fuente en fuente de energía, de objeto en objeto. Por ello, la ley pesa con todo su peso, incluso antes de que se sepa cuál es su objeto, y sin que pueda saberse nunca exactamente. Este desequilibrio es lo que hace posible las revoluciones: y no porque las revoluciones estén determinadas por el progreso técnico sino porque las hace posibles esta distancia entre las dos series, que exige reajustes de la totalidad económica y política en función de las partes de progreso técnico. Hay pues dos errores, en realidad el mismo: el del reformismo o la tecnocracia, que pretende promover o imponer ajustes parciales de las relaciones sociales según el ritmo de las adquisiciones técnicas; el del totalitarismo, que pretende constituir una totalización de lo significable y lo conocido sobre el ritmo de la totalidad social existente en tal momento. Por esto el tecnócrata es el amigo natural del dictador, ordenadores y dictadura, pero el revolucionario vive en la distancia que separa el progreso técnico de la totalidad social, inscribiendo allí su sueño de revolución permanente. Pero este sueño es por sí mismo acción, realidad, amenaza efectiva sobre cualquier orden establecido, y hace posible aquello en lo que sueña. Volvamos a la paradoja de Lévi-Strauss: dadas dos series, significante y significada, hay un exceso natural de la serie significante y un defecto natural de la serie significada. Hay necesariamente «un significante flotante, que es la servidumbre de todo pensamiento finito, pero también la prenda de todo arte, toda poesía, toda invención mítica y estética»; y añadimos: de toda revolución. Y además hay, del otro lado, una especie de significado flotado, dado por el significante «sin ser por ello conocido», sin ser por ello asignado ni realizada. Lévi-Strauss propone interpretar así las palabras chisme o trasto, algo, aliquid, pero también el célebre maná (o incluso ello). Un valor «en sí mismo vacío de sentido y por ello susceptible de recibir cualquier sentido, cuya única función es colmar la distancia entre el significante y el significado», «un valor simbólico cero, es decir, un signo que indica la necesidad de un contenida simbólico suplementario al que ya carga el significado, pero que puede ser un valor cualquiera a condición de que forme parte todavía de la reserva disponible...». Debe comprenderse que las dos series están marcadas, una por exceso y la otra por defecto, y que las dos determinaciones se intercambian sin equilibrarse jamás. Porque lo que está en exceso en la serie significante, es literalmente una casilla vacía, un lugar sin ocupante, que se desplaza siempre; y lo que está en defecto en la serie significada, es un dato supernumerario y no colocado, no conocido, ocupante sin lugar y siempre desplazado. Es la misma cosa bajo dos caras, pero dos caras impares mediante las que las series comunican sin perder su diferencia. Es la aventura que sucede en la tienda de la oveja, o la historia que cuenta la palabra esotérica. Quizá podamos determinar ciertas condiciones mínimas de una estructura en general: 1 °) Son precisas al menos dos series heterogéneas de las que una será determinada como «significante» y la otra como «significada» (nunca basta una sola serie para formar una estructura). 2 °) Cada una de estas series está constituida por términos que sólo existen por las relaciones que mantienen unos con otros. A estas relaciones, o mejor, a los valores de estas relaciones, corresponden acontecimientos muy particulares, es decir, singularidades asignables en la estructura: igual que en el cálculo diferencial, donde unas distribuciones de puntos singulares corresponden a los valores de las relaciones diferenciales . Por ejemplo, las relaciones diferenciales entre fonemas asignan unas singularidades en una lengua, en cuyas «cercanías» se constituyen las sonoridades y significaciones características de la lengua. Más aún, resulta que las singularidades contiguas a una serie determinan de modo complejo los términos de la otra serie. Una estructura implica, en todo caso, distribuciones de puntos singulares correspondientes a series de base. Por esto es inexacto oponer la estructura y el acontecimiento: la estructura implica un registro de acontecimientos ideales, es decir, toda una historia que le es interior (por ejemplo, si las series implican «personajes», una historia reúne todos los puntos singulares que corresponden a las posiciones relativas de los personajes entre ellos en las dos series). 3 °) Las dos series heterogéneas convergen hacia un elemento paradójico, que es como su «diferenciante». Él es el principio de emisión de las singularidades. Este elemento no pertenece a ninguna serie, o más bien pertenece a las  dos a la vez, y no cesa de circular a través de ellas. Además tiene la propiedad de estar desplazado siempre respecto de sí mismo, de «faltar a su propio lugar», a su propia identidad, a su propia semejanza, a su propio equilibrio. Aparece en una serie como un exceso, pero con la condición de aparecer en la otra como un defecto. Pero, si está en exceso en la una, es a título de casilla vacía; y, si está en defecto en la otra, es a título de peón supernumerario o de ocupante sin casilla. Es a la vez palabra y objeto: palabra esotérica, objeto exotérico. Tiene por función: articular las dos series una con otra, y reflejarlas una en la otra, hacerlas comunicar, coexistir y ramificar; reunir las singularidades correspondientes a las dos series en una «historia embrollada», asegurar el paso de una distribución de singularidades a la otra; en una palabra, operar la redistribución de los puntos singulares; determinar como significante la serie en que aparece en exceso, como significada aquella en que aparece correlativamente en defecto, y sobre todo asegurar la donación del sentido en las dos series, significante y significada. Porque el sentido no se confunde con la significación misma, pero es lo que se atribuye para determinar el significante como tal y el significado como tal. Se concluye de ahí que no hay estructuras sin series, sin relaciones entre términos de cada serie, sin puntos singulares correspondientes a estas relaciones; pero, sobre todo, que no hay estructura sin casilla vacía, que hace que todo funcione. 

 

 

¿Pero qué  es aquello que une a  la estructura?

Pues justamente la propia noción de unidad, lo uno une a la estructura.

Eso uno se revela como Espíritu en la dialéctica Hegeliana la gran síntesis es la conciencia de nuestra libertad   y se revela como nada como Basho como campo ontológico que une todo en el campo de nuestra conciencia en la acción en la que acontece la nada misa, que es espíritu, unidad y develación del campo ontológico y de todas sus relaciones  

 

 

138 La dinámica de basho

soko] o “allá” [あそこ asoko], el “yo observante” transcendental está siempre

La dinámica de basho

Al ser reflejado en el “campo de la conciencia”, cada objeto existente en el ámbito

que percibimos como el mundo material se nos presenta como “fenómenos de la

conciencia”. Sus cambios de “forma-y-posiciones” [形処位置 keijō ichi] en el es-

pacio y los cambios en sus significados que pueden resultar de ellos, no represen-

tan ningún problema para el sistema de Nishida en su conjunto; más aún, indican

que debe haber una fuerza [ chikara] que los sostenga en el interior del “campo

de la conciencia” de la misma forma que Einstein había demostrado antes que hay

una fuerza que mantiene unidos todos los cuerpos en el espacio. De acuerdo con

la teoría de la relatividad de Einstein, aunque las cosas cambian y se mueven,

nunca pueden moverse fuera del continuo espacio-tiempo, lo que también es

válido para el sistema de Nishida en el que la conciencia cumple el mismo papel

como medio para el basho de las cosas proyectadas. Nishida explica esta propues-

ta como sigue:

[…] no tenemos otra opción que pensar que, además de las cosas y el espacio, hay

algo como una fuerza. Si podemos pensar que las cosas poseen una fuerza, como un

noúmeno [本体 hontai] de fuerza, podemos pensar también el espacio físico con

una fuerza que sea atribuida al espacio. Me gustaría intentar pensar el “conocimien-

to” [知るということ shiru to iu koto] como un ser atribuido al “espacio de la

conciencia” [意識の空間 ishiki no kūkan]. (Nishida, 1978: Vol 4, 215)

Por tanto, la conciencia, como un basho que comprende los basho individuales

de cada una de las cosas proyectadas en él, también es para ellos como un espacio,

una clase de milieu homogène si tratamos de compararlo con la idea de Bergson del

espacio. También posee una fuerza —o más bien tiene una fuerza en él— que une

la pluralidad de basho y, pese a su movimiento y cambio ininterrumpido, los une

de la misma forma en que Aristóteles entiende el tópos” y la fuerza que fue descri-

ta como un “campo magnético” por Einstein. Basho, como un “lugar [] en un

campo []”, es un “campo de fuerza”, y el “campo de la conciencia” está consti-

tuido por el “campo de fuerzas” de todos los basho que existen en él de la misma

manera que es un “campo de fuerza” en sí mismo. Nishida prosigue su explicación

de los campos de fuerza así:

Lo que verdaderamente envuelve la relación de fuerzas en su interior debe ser algo

como un “campo de fuerza” [力の場 chikara no ba]. Por tanto, en el “campo de

fuerza”, todas las líneas deben tener una dirección [方向 hōkō]. E incluso en el

basho de la cognición del que se piensa que está comprendido en el acto puro [

なる作用 jun’naru sayō], todos los fenómenos deben tener una dirección. (Nishida,

1978: Vol 4, 212)

Las “líneas” [ sen] a las que Nishida se refiere, representan las relaciones en

el “campo de la conciencia”. En su opinión, si entendemos la conciencia simple-

mente como un espacio de la misma forma en que entendemos el espacio físico,

las relaciones deberían representarse con algo más que puntos [ ten] que, sin

extensión, no tienen lugar en el espacio. En el espacio físico, las relaciones son si-

milares a puntos en la geometría euclidiana: existen mientras no tienen lugar

donde estar. Sin embargo, en el sistema de la conciencia de Nishida, tanto las cosas

incorpóreas como las propias relaciones deben tener un lugar, por lo que no pueden

ser representadas como tales. A parte de esto, si hemos de entender la conciencia

como un espacio con fuerzas como las que propuso antes, esos puntos “se mueven”

en direcciones respectivas a las fuerzas que se les aplican, y las relaciones entre

objetos, que pueden ser descritas como “líneas”, son formadas por esos “puntos”

que son ampliados por la fuerza. Una relación entre dos objetos distintos es, en

consecuencia, representada en la conciencia como líneas que conectan el basho de

sus respectivos cuerpos en la misma dirección de los “campos de fuerzas”. Esto se

acerca al concepto que Einstein proponía cuando explicó que la fuerza gravitacio-

nal posee una dirección que es aplicada en el espacio y no directamente en los

cuerpos que están en él (Einstein, 1961: 63-64). Además, presenta similitudes con

los términos a través de los cuales Aristóteles describe el movimiento de un cuerpo

en la dirección rectilínea hacia su lugar natural. A diferencia de los “campos gravi-

tacionales” de Einstein, en la filosofía de Nishida, basho aplica la fuerza sólo a otro

basho, sin imponer un cambio al “campo de conciencia” que continúa siendo una

clase de milieu homogène invariable Otra interpretación, la cual puede ser inferida de la idea de Nishida de la di-

rección de las líneas en el “campo de fuerza”, explica por qué el yo tiende a ver el

mundo de los fenómenos como constituido por sujetos y objetos (a lo que Nishida

se opone enérgicamente en la epistemología). Un observador que presencia la acción

de la gravedad de dos cuerpos desde fuera tiende a ver a uno activo (esto es, el que

atrae) y el otro pasivo (esto es, el atraído). Esto sucede porque, aunque los cuerpos

se atraen mutuamente uno a otro, cuando uno de ellos posee una masa considera-

blemente superior al otro, produce también un “campo gravitacional” más fuerte

y atrae al otro cuerpo con mayor intensidad.

Aunque desde el punto de vista de la filosofía de Nishida, todos los fenómenos

son “fenómenos de la conciencia”, sin distinción ontológica ni dualismo epistemo-

lógico alguno aplicado a los propios fenómenos, su basho en el “campo de la con-

ciencia” en cuanto “campos de fuerza” poseen diferentes intensidades, de la misma

forma que los cuerpos de diferentes masas que producen campos gravitacionales

de diferentes fuerzas. En la conciencia, cuando un basho posee un “campo de fuer-

za” más fuerte establece una relación con otro basho, y el balance resultante de la

lucha de sus fuerzas resultará en que se comprenden como ser sujeto (o el que atrae,

en el caso de la gravedad) u objeto (el atraído) desde el punto de vista de un obser-

vador externo a la relación.

En resumen, cuando decimos que lo que observamos como la realidad es el

basho de las cosas proyectadas en el “campo de la conciencia”, esto no significa que

el yo y el mundo físico sólo existan como proyecciones en el seno de nuestra con-

ciencia, sino que este es el modo en que son percibidas por el yo. Nishida no

piensa que el yo sea la cosa pensante consciente como hicieron empiristas como

John Locke, quien dijo: “El yo es esa cosa pensante consciente que siente o es

consciente del placer y el dolor y es capaz de la felicidad o la miseria, y por eso se

ocupa de sí tanto como se expanda la conciencia” (Locke, 1995: Cap. XXVII, §17).

En cambio, lo que Nishida dice es que el yo, así como los demás fenómenos, tienen

sus respectivos basho situados en el “campo de la conciencia”. Este campo (al igual

que el Gravitationsfeld de Einstein) actúa en términos de un “campo de fuerza” que

une los fenómenos a la vez que les confiere el lugar en donde establecer las relacio-

nes unos con otros. Y la conciencia que está limitada por ese campo es, de este

modo, no la conciencia personal del yo, sino un campo inmóvil, a diferencia de los

fenómenos siempre cambiantes que están en él y que comprenden todo lo que

puede ser conocido (Nishida, 1978: Vol 4, 210-211). Esto no significa que para

Nishida no haya una conciencia individual; más bien, mi [私の watashi no] quie-

re decir conciencia personal, que es entendida como interna e intrínseca al yo,

también tiene su basho dentro del campo mayor de la conciencia que comprende

 

la unidad del universo. Así, el “yo cognoscente” que, al ser existente, también posee

un basho, se proyecta en el “campo de la conciencia” para comprenderse. Com-

prender no es una tarea sencilla, como señala Nishida, “basho es pensado como

externo6 por la cosa que está situada en su interior” (Nishida, 1978: Vol 4, 217).

Por lo tanto, a fin de comprehender adecuadamente que todo fenómeno tiene un

basho y entender que el “acto de conocer” está constituido por el yo que se proyec-

ta a sí mismo en la conciencia y establece relaciones directas con el basho de las

cosas a conocer, es importante entender que el yo que experimenta las cosas no es

externo al basho de la conciencia. El yo se proyecta en la conciencia y, al hacerlo,

él mismo sitúa un basho desde el que puede relacionarse con las demás cosas tam-

bién situadas en el basho.

 

Pero ¿Cuáles son las fuerzas que unen y organizan al Campo ontológico?

El espíritu en su búsqueda de superar toda determinación la cual solo se logra integrándose a la unidad en una negación de la negación  la voluntad en su acontecer diverso superando toda contrariedad en su acontecer diverso realizando la afirmación de la afirmación y el amor que une y complementa a la voluntad y al Espíritu y es que solo hay una fuerza que media y esa es el amor, así  el amor es Espíritu como también es voluntad.

Así mismo el espíritu esta medido por el logos y la voluntad por la libido y entonces la voluntad es un espejo del Espíritu así como la libido es un espejo del logos  dentro de estos espejos.

 

Y entonces el espejo de la dialéctica positiva de su negación de la negación espiritual

Es la dialéctica negativa en su afirmación de la afirmación en la contrariedad donde se revela la multiplicidad

 

Y la complementariedad de ambas es el amor que comprendemos como síntesis transferencial sintransferencia.        

 

¿Pero la dialéctica negativa es dialéctica?  No, es lucha de contrarios en acción lo que nos lleva a la primera acepción de dialéctica en Heráclito, más en toda lucha de contrarios hay una contradicción interior  y así mismo podríamos decir que en toda contradicción hay una lucha de contrarios y entonces revelemos la contradicción, develemos  la contrariedad y demos paso a la coincidencia de opuestos y por fin tendremos la complementariedad.

 

Claro si en el proceso no terminamos destruyéndonos primero.  

 

La experiencia sin embargo, nos dice que la complementariedad andina constituye:

1. Un modelo, propiamente andino, que se sustenta en la competencia y no en el conflicto, en la interdependencia y no en la subordinación, en la concentración y no en la dispersión (Rosas; 1995:231).

2. Un modelo dinámico que se reelabora constantemente, y que se enriquece en la diversidad de sus manifestaciones. Consecuentemente, las relaciones de pareja, la conyugalidad, sólo puede entenderse en su verdadera dimensión y en su verdadero contexto a través de los conceptos andinos “yanantin” y “tinku”, que no dan cuenta de una unidad monolítica, sino de un sistema de oposiciones duales que se inscriben en un tiempo cíclico, y de cuyo encuentro surge la vida, la fecundidad y la reproducción. “El principio fundamental del orden del cosmos andino es el dualismo asimétrico, al que llaman “yanantin”. Los dos polos del yanantin son: El masculino llamado “phaña” que corresponde al principio patriarcal. El femenino, llamado “lloq’e”, que corresponde al principio matriarcal”. (Muller; 1984:164). El sistema de oposiciones duales del mundo andino, que se reproduce en todos y cada uno de los elementos del cosmos, constituye un “encuentro” en el cual el “intercambio” no agota la relación. Sus resultados nunca son definitivos; ordena, produce y reproduce la organización económica y social de la  comunidad, a través de una competencia constante de sus elementos: arriba (hanan) (puna) / abajo (hurin) (valle) derecha (allauca, cupi) / izquierda (lloque, checa) hombre (qari) / mujer (warmi) masculino ((phaña) / femenino (lloq’e) macho (orqo) / hembra (china, qachu) frío (chiri) / caliente (qoñi) seco (ch'aki)/ húmedo (hoq'o) fuerte (kallpa) / débil (unphu) mayor (kuraq) / menor (uchuy) dispersión (wayra) / concentración (taqe)

 

 

Más volver a esta complementariedad exige su recreación, la cual la  hacemos en el arte del biotejido en la cual la base es la mística, sin este base la contradicción y la contrariedad solo nos llevaran a un enfrentamiento sin logran ninguna comunión.

La diacrítica parte clave del biotejido su número 4 recrea transferencialmente la dialéctica no quedándose en el concepto sino revelando el misterio que fundamenta al espíritu ese es el misterio pascual, luego se pasa a la dialéctica negativa o más bien la inversión dialéctica desanudando el concepto hasta el acontecer del silencio mismo.

¿Qué es el silencio?

La palabra silencio destruye el silencio

El pensamiento silencio destruye el silencio

El sentimiento silencio destruye el silencio

Por eso me callo, no pienso ni siento para despertar en él y entonces siento, pienso y digo la palabra silencio develándolo.

Cuando el idealismo absoluto me ha revelado el silencio como un proceso de lucha historia por conseguirlo el empirismo absoluto    me lo ha develado en su no ser como lo que realmente és , solo queda compartirlo en una comunión con el otro aunque hay mucho ruido eso no importa porque el silencio lo soporta todo.      

¿Pero es así?

Primero la dialéctica positiva anudo Chaupi quipu , luego la dialéctica negativa desanudo Koshi kene  para luego complementar lo anudado y desanudado y ver en ambos la eternidad.

No, el proceso puede empezar de distintas maneras.

Recordemos que la dialéctica positica es primero metafísica religandose con él en si

Luego viene el para sí que es angustia pura  donde no se tolera ninguna mala fe

Para recién lograr el en si para sí del Espíritu.

Mas muchos solo se quedan en el en sí o ene l para sí incapaces de sintetizarlos.

 

Así como la dialéctica negativa se queda en un no en sí sin superar la contrariedad y acontecer en el no en si es decir realmente desanudar. 

Así el Jnana marga descansa en el vació pero si el vacío no se multiplica en un eterno retorno no acontece la intuición y entonces no se realiza.

Lo mismo para el karma marga

Y para el Bakthi marga

 

El kundalini Marga que se trabaja en la dimensión meta expresiva  del arte no es otra cosa que anudar y desanudar hasta que el advaita la no dualidad quede revela y develada en una comunión de opuestos en un Tinkuy Donde Cristo logos  y su esposa libido queden complementados.    

 

Ser←→Trabajo

Logos←→Libido

 Espíritu← Amor → Voluntad  

Súper estructura← Estructura→ Infra estructura

Misterio Pascual←Tinkuy→ Misterio Dharmico

Dialéctica positiva ←Coincidencia de opuestos →Dialéctica negativa  

https://www.flacsoandes.edu.ec/sites/default/files/agora/files/1338528364.a_proposito_de_la_complementaridad_andina.pdf

complementariedad andina

 

https://www.studocu.com/es-ar/document/universidad-nacional-de-la-plata/introduccion-a-la-filosofia/la-dinamica-del-basho/91078921

La dinamica del basho

 https://www.uv.mx/tipmal/files/2016/11/Deleuze-Logica-del-Sentido.pdf

Deleuze la logia del sentido   

 

https://www.academia.edu/59832828/Psicolog%C3%ADa_de_Dioniso_La_l%C3%B3gica_nietzscheana la lógica de Nietzsche

https://www.youtube.com/watch?v=qlIFBilqcs0  Dialéctica marxista

 

https://www.redalyc.org/pdf/666/66620589003.pdf Dialéctica en Grecia  

 

https://www.redalyc.org/pdf/153/15329873006.pdf ¿Que es la dialéctica?

 

 

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