martes, 3 de septiembre de 2024

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Christian Franco Rodriguez

Autor

Ana Marilou No es un libro es un biotejido ¿Como ser autor de un biotejido?

 

Ana Marilou

Administrador

Christian Franco Rodriguez entonces eres el compilador

Activo

 

Christian Franco Rodriguez

Autor

Ana Marilou No, traspaso los textos ¿Que quiere decir traspasar? en la ciencia de la lógica Hegel entiende el traspasar como el fundamento del devenir el ser traspasa el no ser y el no ser traspasa el ser y entonces yo traspaso y soy traspasado como cuando tenemos sexo y entonces preño y quedo preñado así esto no es un compilación sino una mayéutica donde doy a luz distintas reflexiones. ¿Pero puede alguien que ha hecho el amor decir este es mi hijo? O aun pero soy el autor cuando me acosté con tantos y tantas, todo ellos son autores y no lo son.

 

Ana Marilou

Administrador

Christian Franco Rodriguez pon en encabezado AA.VV y el título. Con eso estaré satisfecha.

 

Christian Franco Rodriguez

Autor

Ana Marilou ¿Que significa AAVV?

 

Ana Marilou

Administrador

Christian Franco Rodriguez que son varios autores

 

Christian Franco Rodriguez

Autor

Ana Marilou Pero ese no es el concepto adecuado para este texto el cual esta escrito en biotejido.

·          

·         Comprendo que no me están comprendiendo así que no me queda otra que hacer el esfuerzo de compartir la reflexión sobre el concepto de biotejido  siendo que el biotejido nace de la propia concepción del concepto traspasare la propia concepción de concepto y para esto nada mejor que Hegel:  

 

LA DOCTRINA DEL CONCEPTO

 

El concepto es lo que es libre, es el poder substancial subsistente por sí, y es totalidad, puesto que cada uno de los momentos es todo el concepto, y es puesto con él en unidad inseparada. El concepto es, pues, lo que, en su identidad consigo, es en sí y por sí determinado.

 

El proceso del concepto ni es ya el pasar ni el reflejarse en otro, sino que es el desarrollo (entwicklung), porque las diferencias son puestas inmediatamente como idénticas entre sí y con el todo, y la determinación es puesta como un libre ser de todo el concepto.

 

La doctrina del concepto se divide en la doctrina: 1º, del concepto subjetivo o formal; 2º, del concepto que se ha determinado como inmediatividad o de la objetividad: 3°, de la idea, sujeto-objeto, unidad del concepto y de la objetividad, verdad absoluta.

La lógica ordinaria comprende sólo las materias que aquí se presentan como una sección de la tercera parte de toda la lógica; contiene, además, las leyes del pensamiento, de las cuales se ha tratado anteriormente, y en la lógica aplicada algunos elementos de la teoría del conocimiento, con lo cual están ligados algunos materiales psicológicos, metafísicos y aun empíricos, porque aquellas formas del pensamiento no eran suficientes pero con tales adiciones aquella ciencia ha perdido su firme dirección. Por lo demás, aquellas mismas formas, que al menos por su carácter pertenecían al dominio propio de la lógica, están tomadas solamente como determinaciones del pensamiento consciente, y propiamente del pensamiento sólo en cuanto intelectual, no ya racional.

Las determinaciones lógicas anteriormente expuestas, las determinaciones del ser y de la esencia, no son meras determinaciones de pensamiento; en su tránsito, que es el momento dialéctico, y en su retorno a sí mismas y en su totalidad, aparecen como conceptos. Pero son solamente conceptos determinados, conceptos en sí, o lo que es lo mismo, para nosotros; puesto que el otro, al cual pasa toda determinación, o en el cual aparece y es por tanto como algo relativo, no es determinado como un particular, ni su tercero como singular o sujeto; la identidad de la determinación es puesta en su contraria, y no tiene libertad porque no es universalidad. Lo que de ordinario se entiende por conceptos, son determinaciones del intelecto, y por lo mismo sólo representaciones generales; es decir, en general, determinaciones finitas [...]

La lógica del concepto se entiende ordinariamente como ciencia solamente formal, en el sentido de que se ocupa de la forma como tal del concepto, del juicio o del silogismo; pero no se interesa en modo alguno sobre si una cosa es o no verdad; esto sería luego asunto del contenido. Si las formas lógicas del concepto fuesen verdaderamente recipientes muertos, pasivos e indiferentes, de representaciones y pensamientos, el conocimiento de las mismas sería una ciencia histórica completamente superflua, y de la cual se podría prescindir, por lo que respecta a la verdad. Mas, en realidad son, por el contrario, como formas del concepto, el espíritu vivo de lo real; y de lo real es verdad solamente lo que, en virtud de estas formas, por medio de ellas y en ellas es verdad. La verdad de estas formas, por sí mismas no ha sido nunca hasta aquí, considerada e indagada; como tampoco su conexión necesaria.

EL CONCEPTO SUBJETIVO

a) EL CONCEPTO COMO TAL

§ 163

El concepto como tal, contiene los momentos de la universalidad, libre igualdad consigo mismo en la propia determinación -de la particularidad, determinación en la cual la universalidad resta, sin ser perturbada, igual a sí misma-; y de la individualidad, como reflexión en sí de las determinaciones de la universalidad y particularidad; la cual unidad negativa consigo mismo es lo determinado en sí y por sí, y a la vez idéntico consigo o universal.

El individuo es lo mismo que lo real en acto; sólo que el primero sale del concepto y por consiguiente es puesto como universal y como entidad negativa. Siendo lo real, primero, sólo en sí o inmediatamente la unidad de la esencia con la existencia, puede producir efectos; pero la individualidad del concepto es lo que produce estos efectos -y no ya como la causa, con la apariencia de producir otra cosa, sino que lo que produce es ello mismo-. La individualidad no se debe tomar en el sentido de mera individualidad inmediata, al modo que hablamos de cosas singulares o de hombres singulares; esta determinación de la individualidad la tenemos sólo en el juicio. Cada momento del concepto es él mismo el concepto entero (§ 160); pero la individualidad, el sujeto es el concepto puesto como totalidad.

§ 164

El concepto es lo que es en todo y por todo concreto, porque la unidad negativa consigo mismo, como ser determinado en sí y por sí (lo que es la individualidad) constituye, ella misma, su relación consigo, la universalidad, Los momentos del concepto no pueden, pues, separarse: las determinaciones de la reflexión exigen ser tomadas y valer cada una de por sí, separada de la opuesta; pero, siendo puesta en el concepto su identidad, ninguno de los momentos de éste puede ser tomado sólo inmediatamente por y con los otros.

Universalidad, particularidad e individualidad, tomadas abstractamente, son lo mismo que identidad, diferencia y razón de ser.Pero la universalidad es lo que es idéntico consigo mismo, con la expresa significación de que en lo universal está a la vez contenido lo particular y lo individual. Lo particular es lo que es diferente, o la determinación; pero significando que es universal en sí y está como individual. Lo individual, por último, tiene la significación de sujeto y substrato, que contiene en sí el género y la especie y es él mismo substancial. Esta es la inseparabilidad puesta de los momentos en su diferencia (§ 160), la claridad del concepto, en el cual las diferencias no producen interrupción o perturbación ninguna, sino que son también transparentes.

Nada más común que oír decir que el concepto es algo abstracto. Lo cual es verdad, ciertamente; ya porque su elemento es el pensamiento en general y no ya lo sensible empírico y concreto, ya porque el concepto no es aún la idea. El concepto subjetivo es aún formal; pero no ya que deba tener o recibir otro contenido diverso de sí mismo. Como la forma absoluta misma, el concepto es toda determinación; pero como ésta es en su verdad. Y por esto, aunque abstracto, es propiamente lo que es concreto, lo que es concreto sin más, el sujeto como tal. Lo absolutamente concreto es el espíritu (véase observación al § 159), el concepto en cuanto existe como concepto, distinguiéndose de su objetividad, la cual, sin embargo, no obstante la distinción, sigue siendo su objetividad. Todo otro concreto, por rico que sea, no es tan íntimamente idéntico a sí mismo, y, por tanto, no es en sí mismo tan concreto; y menos que todo, lo que se entiende comúnmente por concreto, que es una multiplicidad enlazada por medios extrínsecos. Lo que se suele llamar conceptos, y conceptos determinados; por ejemplo: un hombre, una casa, un animal, etcétera, son simples determinaciones y representaciones abstractas; abstracciones que toman del concepto sólo el momento de la universalidad y dejan a un lado las particularidades e individualidades, y así no son desarrolladas en sí mismas y abstraen precisamente del concepto.

 

El momento de la individualidad es el que comienza a poner losmomentos del concepto como diferencias, siendo la individualidad la reflexión en sí negativa del concepto. Por esto es, ante todo, la libre diferencia del concepto como la primera negación, donde es puesta la determinación del concepto, pero como particularidad, es decir, que los diferentes elementos tienen, en primer lugar, el uno con respecto al otro, sólo el carácter de momentos del concepto, y, en segundo lugar, es puesta a la vez su identidad, el ser el uno el otro. Esta particularidad del concepto que es puesta, es el juicio.

Las ordinarias especies de conceptos, claros, distintos o adecuados, pertenecen, no al concepto, sino a la psicología, puesto que por conceptos claros y distintos se entienden representaciones; y son claras las abstractas y determinadas como simples, distintas aquéllas en que es puesta de relieve una nota, esto es, una determinación cualquiera, que sirva de signo al conocimiento subjetivo. Nada da mejor la marca de la exterioridad y de la decadencia de la lógica que esta categoría favorita de la nota. La palabra adecuado se refiere directamente al concepto y aun a la idea; pero no expresa otra cosa que lo que hay de formal en la concordancia de un concepto, o también de una representación con su objeto. Los llamados conceptos subordinados y coordinados, tienen por fundamento la vacua diferencia entre lo universal y lo particular, y su relación, en una reflexión extrínseca. Pero, además, una enumeración de especies de conceptos contrarios y contradictorios, afirmativos y negativos, etcétera, no es otra cosa que un recoger al acaso determinaciones del pensamiento, las cuales pertenecen por sí a la esfera del ser o de la esencia donde ya han sido consideradas y que no tienen que ver con la determinación del concepto como tal. Las verdaderas diferencias del concepto, lo universal, lo particular y lo individual, no constituyen especies de conceptos, sino en cuanto son separados entre sí por una reflexión extrínseca. La diferencia inmanente y determinación del concepto, está en el juicio, porque juzgar es determinar el concepto.

Comprendamos ahora lo que Hegel revela como objetividad:

 

EL TEMA DE LA OBJETIVIDAD EN HEGEL

I.—PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA Los términos «objetivo» y «objetividad» se emplean frecuentemente en un sentido ambiguo. Por una parte se entiende por objetivo Io que está ahi, Io que existe, de Ia forma y en el grado que sea, independientemente del sujeto, al margen de que éste Io convierta en «objeto» de su conocimiento o de su apetencia. Bajo este punto de vista son objetivos, con el mismo derecho, cosas tan dispares por su origen, constitución y función como una piedra y una mesa, un caballo y un automóvil, un río y un pantano, el hombre y el estado. Este significado es el común, cabria decir el único, en el lenguaje corriente. Si se dice: «objetivamente es así», se piensa que Ia cosa, acción o asunto de que se trata, aquello de que se habla, tiene independientemente de que Io pensemos o no, Io reconozcamos o no, tal estructura o modo de ser determinados. En este sentido se admite que afirmaciones tales como «la tierra tiene un movimiento de rotación», «el avión vuela a una velocidad de mil kilómetros por hora», etc., son juicios objetivos. Sin embargo, prescindiendo de que ya en los ejemplos indicados ha intervenido el sujeto con su acción de medir y calcular, hay numerosos casos, en los que se admite Ia objetividad, sabiendo simultáneamente que de hecho no es así o que es así sólo con relación a nosotros. Si decimos, p. e. «el libro es verde», suponiendo que tenga dicho color, o «la luna está sobre nosotros», pretendemos que tales juicios sean incontrovertidos, sabiendo al mismo tiempo que el libro no es verde y que bajo otra perspectiva, tan válida como Ia nuestra, Ia luna no está encima sino debajo. Sabemos, con otras palabras, que los colores son subjetivos y las localizaciones relativas. Aquí está ya en juego un segundo significado de objetividad que, si no es el habitual en el lenguaje corriente, tiene su vigencia en Ia terminología filosófica. Más aún, es éste el significado que podría llamarse técnico. Lo objetivo es correlativo a Io sujetivo1 , de forma que objetos existen o se dan únicamente en función del sujeto correspondiente. Bajo este segundo aspecto el concepto de objetividad no puede determinarse al margen y con independencia del concepto de subjetividad. Paralelamente Ia subjetividad tampoco  puede interpretarse como cerrada en sí misma, explica una conexión fundamental con Ia objetividad . Este doble significado de Ia objetividad se puede comprobar en Ia filosofía actual, naturalmente con matices muy distintos según los casos. En el neopositivismo y en Ia filosofía analítica predomina Ia idea de que existe un último reducto de objetividad, los hechos empíricos, que son simplemente comprobables o verificables, en modo alguno determinables por las categorías del sujeto. En cambio, tanto el racionalismo crítico como Ia hermenéutica y Ia teoría crítica insisten, bajo diferentes puntos de vista, en Ia función activa, constituyente, del sujeto. No parece que esta cuestión pueda considerarse como decidida. Más bien se tiene Ia impresión de que continuará abierta durante mucho tiempo y de que serán necesarias numerosas investigaciones. TaI vez haya que postular un replanteamiento de muchos problemas filosóficos, al mismo tiempo que establecer un diálogo con los grandes filósofos del pasado. Tener en cuenta a Hegel en este caso puede ser de especial interés, no sólo porque fue plenamente consciente de Ia importancia del problema y Io trató con Ia profundidad habitual en él, sino porque Io planteó de una forma que pudiera darnos Ia clave para evitar ciertos malentendidos. Según él no se trata de exponer Ia sujetividad y Ia objetividad por separado, para intentar luego esclarecer en qué relación se encuentran, sino de pensarlas en su unidad. No es pues simplemente que Io uno no sea sin Io otro, sino que Io que es en general es Io uno y Io otro: «...la ciencia y más concretamente Ia filosofía no tienen otra tarea que superar mediante el pensamiento esta oposición» (de subjetividad y objetividad) . Es «vidente que, si Hegel llega a identificar el estudio de esta cuestión con Ia filosofía misma , carece de sentido intentar aquí exponer todas las implicaciones que el problema tiene. Me limitaré a comentar varios textos que considero muy significativos. En Ia segunda edición de Ia Enciclopedia (1826) Hegel introduce un apartado bastante extenso sobre distintas posiciones que se habían venido adoptando respecto al concepto de objetividad y que continuaban vigentes en aquel momento histórico. En concreto Hegel expone y crítica, por este orden, las concepciones de Ia metafísica racionalista, del empirismo,

Ia filosofía crítica de Kant y el saber inmediato de Jacobi . Conviene anotar Io siguiente. De forma coherente con Ia importancia que atribuye a Ia objetividad, Hegel expone y critica los diferentes sistemas tomando como punto de referencia este concepto, en torno al cual gira según él el interés de Ia filosofía de su época  . Pero hay otro aspecto especialmente significativo. Hegel expone «las posiciones asignadas al pensamiento en relación con Ia objetividad» dentro de Ia parte correspondiente a Ia Lógica, como investigación preliminar a Ia misma. En concreto son dos las funciones que debe cumplir esta exposición. En primer lugar se trata de una introducción llamada a aclarar «el significado y el punto de vista» de Ia Lógico . En este sentido Ia discusión de los sistemas asume el papel que Hegel asignara a Ia Fenomenología del Espíritu, de Ia que ahora parece distanciarse, al menos en cuanto que no está ya seguro de que aquélla cumpliera realmente Ia función de mostrar «la necesidad» de Ia Lógica. En realidad Ia Fenomenología había venido a complicar las cosas y, más que una introducción al sistema, especialmente a Ia Lógica, terminó siendo el todo del sistema bajo un punto de vista, el fenomenológico . En todo caso está claro que Ia crítica del concepto de objetividad en los diferentes sistemas debe servir para legitimar Ia necesidad de Ia Lógica, que tiene como cometido fundamental exponer Ia objetividad de los pensamientos o de las ideas  . En segundo lugar, en esta investigación preliminar Hegel pretende hacer ver que temas tan fundamentales como Ia naturaleza del conocimiento o de Ia creencia y otros similares, a los que se tiene habitualmente por «cuestiones de todo punto concretas» se reducen de hecho a «determinaciones simples del pensamiento que sólo en Ia Lógica pueden ser tratadas debidamente» u . Obsérvese Ia contraposición entre Io concreto en el sentido habitual del término y Io simple como propiedad de las categorías lógicas. Hegel afirma que el intento de solucionar las cuestiones filosóficas mediante Ia mera referencia a Io concreto en ese sentido habitual fracasa inevitablemente, porque tales problemas sólo se pueden resolver adecuadamente mediante estructuras lógicas o metafísicas . Es una indicación clara de que Ia Lógica ejerce Ia función de filosofía primera o fundamental, es una especie de gramática con relación a los demás conocimientos . Pero parece que por de pronto nos encontramos ante un círculo vicioso consistente en que, por una parte, Ia exposición de las distintas posiciones en torno a Ia objetividad tiene Ia función de legitimar Ia Lógica, mientras que por otra parte dichas concepciones son interpretadas bajo el punto de vista de las categorías del pensamiento y, en este sentido, presuponen Ia Lógica. Hegel es consciente de que hay un fallo en la exposición, al reconocer que sus consideraciones tienen el inconveniente de que inevitablemente han de tener un carácter «histórico y razonante» (historisch und räsonnierend) . Estos dos términos tienen siempre un significado peyorativo. El primero, muy distinto de «geschichtlich», viene a ser sinónimo de enumeración de ideas o acontecimientos al margen de Ia verdadera fundamentación filosófica que haga ver Ia razón de los mismos; el segundo viene a equivaler a un intento de fundamentación que o bien se queda a medio camino al no exponer Ia verdadera razón objetiva —es un simulacro de exposición racional— o no pasa siquiera de ser un juego conceptual, todo Io coherente que se quiera. Es, en este sentido, razonante, pero no razonada. En realidad Hegel, de acuerdo con sus principios de que «lo verdadero es el todo» 1S —Io que expresa también plásticamente diciendo que el sistema filosófico representa un «círculo de círculos» 16— y de que Io verdadero es resultado 17 , es consciente de que toda exposición inicial adolece, en mayor o menor medida, de esa deficiencia. Por eso alude a ello al comienzo de los diferentes tratados. Lo que de hecho presupone, al exponer las distintas concepciones sobre Ia objetividad, es Ia justificación misma de Ia historia de Ia filosofía, entendida, en resumen, no como simple información, sino como exposición del proceso que ha seguido Ia verdad y que ha de ser reemprendido siempre si se quiere comprender ésta1S . De esta forma Ia refutación de un sistema filosófico es inherente al mismo, un postulado para que simultáneamente pueda afirmarse como un momento más del «progresivo despliegue de Ia verdad»  . Por más reparos que puedan hacerse a esta concepción, debemos reconocer que representa al menos una hipótesis plausible, aunque tal vez no en Ia medida que piensa Hegel. Al reflexionar sobre las corrientes actuales del pensamiento podemos ver que el racionalismo crítico ha nacido del neopositivismo, al que critica y refuta; que Ia filosofía analítica, a Ia vez que va superando algunos estadios iniciales, se abre paso a posiciones que ya no se pueden considerar, sui más, como analíticas; que Ia hermenéutica propugnada por Gadamer es una prolongación, a otro nivel, del historicismo diltheano que critica, «etc. Con relación al problema de Ia objetividad este planteamiento es importante. A primera vista parece que Ia objetividad se sustrae a Ia historia, que Io objetivamente válido es asi y no puede ser de otra forma. Se trataría únicamente de descubrirlo. En cambio, Ia concepción de Hegel presupone, desde el primer momento, que el concepto mismo de objetividad se va construyendo históricamente, es un resultado y no un simple dato20 . Otro aspecto muy a tener en cuenta es el punto de vista desde el que Hegel lleva a cabo su exposición crítica, el concepto de Ia identidad concreta, desarrollado por él en el segundo capítulo de Ia sección primera del libro segundo de Ia Lógica21 . El texto más significativo me parece el siguiente: «...la contemplación de todo Io que es muestra en él mismo que en su igualdad consigo mismo es desigual y contradictorio y que, en su diferencia, en su contradicción, es idéntico consigo mismo y que en él mismo es este movimiento del paso de una de estas determinaciones a otra, justamente porque cada una de ellas en sí misma es Io contrario de ella misma» a . Aparte de que se concibe Ia identidad concreta o verdadera como contradicción interna y como el paso consiguiente de una determinación a otra, se Ie da una validez general que se cumple en todo cuanto existe y, Io que de momento nos interesa más, dicha identidad es algo mostrado por Ia contemplación (Betrachtung). Sin entrar ahora en problema de tanta envergadura como el de determinar el significado de Ia contemplación en Hegel, baste indicar que es el principio rector de Ia experiencia, Io que hace que Ia serie de experiencias que protagoniza Ia conciencia adquieran rango científico . Se trataría, con otras palabras, de las categorias con las que el sujeto interpreta Ia realidad, no simplemente de Io que esta realidad nos presenta de forma inmediata. Con otras palabras, el concepto de objetividad, en torno al cual Hegel expone y critica los diferentes sistemas, se apoya en una categoría lógica, que a su vez implica Ia comprensión del verdadero significado de Ia experiencia: «...la experiencia... es Ia inmediata refutación de Ia afirmación de que Ia identidad abstracta como tal es algo verdadero, pues es precisamente Io contrario, es decir Ia identidad sólo en unión con Ia diferencia Io que se presenta en toda experiencia» 24 . Veremos cómo al hilo de su exposición Hegel va perfilando un determinado concepto de experiencia que tiene en cuenta sobre todo los procedimientos y logros de las ciencias empíricas. Como conclusión de este planteamiento cabe decir que Ia objetividad, aparte de que se va construyendo históricamente, sólo se puede explicitar de hecho como resultado del conocimiento de las ciencias particulares: «...lo lógico (es decir, las categorías que están a Ia base del sistema) alcanza Ia apreciación de su valor únicamente cuando ha llegado a ser resultado de Ia experiencia de las ciencias»  . Afirmación ésta que debiera tenerse presente no sólo para comprender el significado de Ia Lógica de Hegel, sino para juzgar del alcance y posibilidad de Ia metafísica en general. Pasemos ahora a comentar los puntos más importantes de Ia interpretación que Hegel hace de los diferentes sistemas.

II.—EXPOSICION Y CRITICA DE LA METAFÍSICA RACIONALISTA «La metafísica anterior, tal como era concebida entre nosotros antes de Ia filosofía kantiana»  se caracteriza fundamentalmente por Ia convicción de que Ia verdad se conoce mediante Ia reflexión *?, por concebir concretamente las «determinaciones del pensamiento como determinaciones fundamentales de las cosas» M . Bajo este aspecto, que Hegel retiene e incorpora como legítimo, tal concepción está «por encima de Ia fllosofía crítica posterior» . Su deficiencia fundamental está en tomar tales -determinaciones como válidas en su abstracción y como capaces de ser predicados de Io verdadero» . Objetos de suyo racionales, caracterizados como unidad de Io diferente y opuesto, son vistos bajo un punto de vista unilateral, según dimensiones mutuamente aisladas e independientes entre sí . Más en concreto, Ia deficiencia de Ia metafísica wolfiana consiste en tomar de Ia representación sus objetos —el alma, el mundo, Dios—, en presuponerlos «como sujetos dados y acabados» (als fertige gegebene Subjekte)  a Ia hora de aplicarles los predicados correspondientes, haciendo consistir toda su crítica en comprobar si los predicados se ajustan o no a Ia representación misma constituida en criterio. Consiguientemente esta metafísica es dogmática en un triple sentido: porque da por válida Ia representación, porque considera sus objetos como acabados sin verlos en su proceso de constitución y porque de dos afirmaciones opuestas acepta sólo una de ellas como verdadera . Todo ello puede sintetizarse en que Ia metafísica racionalista se atiene únicamente a Ia identidad abstracta, en lugar de elaborar sus conceptos desde el punto de vista del concepto de totalidad o de identidad concreta. Al analizar Ia interpretación que Hegel hace de las distintas partes del sistema wolfiano se verá qué relación guarda esta identidad concreta con el concepto de objetividad. La ontologia general carece de un principio que legitime «las determinaciones abstractas de Ia esencia»  por Io que se refiere a su variedad y validez en el ámbito de Io finito. Al no existir tal principio, las categorías, en lugar de ser deducidas, tienen que ser simplemente enumeradas «de una forma empírica y contingente»  , a Ia vez que su contenido sólo podrá fundarse en Ia representación, en último término en Ia aseveración «de que con tal palabra se piensa justamente tal cosa». En esta situación es frecuente el recurso a Ia etimología, como a una presunta fundamentación . Por este camino, sin embargo, sólo se puede llegar a Ia coincidencia «del análisis con el uso lingüístico», un simulacro de verdad que en nada garantiza «la verdad y necesidad» de los conceptos y que por Io demás tiende por propia lógica a dejar las cosas como están. ¿Qué sentido podría tener en efecto preguntar si los conceptos «ser, facticidad, finitud, simplicidad, composición, etc.», son verdaderos, si en realidad se va buscando únicamente «la verdad de una proposición», es decir, Ia coherencia de un concepto con el sujeto al que se atribuye? **. Dicha coherencia, que se funda en Ia ausencia de contradicción entre el sujeto y el predicado, en nada garantiza el conocimiento de Ia verdad. «El concepto como algo concreto, incluso cada determinidad en general es esencialmente en sí misma una unidad de determinaciones diferentes 39 . Bajo este punto de vista Ia verdad, en lugar de caracterizarse por Ia «falta de contradicción» implica más bien una «contradicción interna» del concepto40 . En resumen, Ia coherencia de los conceptos, fundada en Ia no-contradicción, en modo alguno es garantía de verdad. Hegel, al recurrir a Ia identidad concreta, a Ia «unidad de determinaciones diferentes», está postulando que se tenga en cuenta por una parte Ia infinita «variedad» de Io real, tal como ésta se muestra en Ia experiencia y, por otra, Ia sistematización de esta variedad en conceptos necesarios, tal como se expresa en las ciencias particulares. El recurso a Ia identidad concreta tiene pues una motivación bien definida. La filosofía debe entenderse como una teoría fundamental del saber en general, como el saber que se sabe a sí mismo, no como un saber aparte, que en último término abocaría en el mejor de los casos a un nuevo tipo de saber particular. Hegel no niega que el contenido a que hace referencia Ia metafísica provenga de Ia experiencia. Esto se da por supuesto y en ello Ia metafísica coincide con el empirismo . Lo que niega es que Ia metafísica logre fundamentar o legitimar los contenidos de Ia experiencia, hacer ver su objetividad, es decir, su universalidad y necesidad. Ahora bien, tal crítica es legítima sólo cuando por experiencia se sabe que acerca de los contenidos empíricos son posibles juicios científicos: universales y necesarios. En esto Hegel hace suya Ia crítica kantiana, pero sin admitir Ia separación de forma y contenido. Aparte del testimonio aducido anteriormente puede decirse que esta idea de Ia identidad concreta se Ia sugiere a Hegel su reflexión sobre los conocimientos científicos y no simplemente sobre Ia experiencia inmediata. Baste aludir a su interpretación del concepto de fuerza, insuficientemente elaborado según él por Leibniz y Kant, que no logran explicar Ia implicación de atracción y repulsión o las reflexiones sobre el magnetismo y Ia polaridad  . En estos casos tenemos que ver con Ia unidad de elementos diferentes que, al ser universal y necesaria, cuestiona cualquier metafísica que opere sobre determinaciones abstractas, diferentes y mutuamente aisladas entre sí. Esto mismo se echa de ver según Hegel en las partes especiales del sistema wolfiano. La psicología racional, que investiga Ia naturaleza metafísica del alma y afirma p. e. que ésta es simple, no da razón de Ia multiplicidad y variedad de las peculiaridades del alma, descubiertas por Ia psicología empírica. Puesto que es imposible considerar tales peculiaridades como algo accidental, es necesario elaborar categorías que expliquen dicha multiplicidad, al mismo tiempo que Ia implicación mutua de los fenómenos en cuestión. «Por Io que se refiere a Ia relación de Ia psicología racional con Ia empírica, Ia primera es considerada como superior a Ia segunda por el hecho de que se propone Ia tarea de conocer el espíritu mediante el pensamiento y demostrar también Io pensado, mientras que Ia psicología empírica parte de Ia percepción y se limita a contar y describir Io que ésta Ie presenta. Pero si se quiere pensar al espíritu, no se debe adoptar una actitud tan rígida frente a sus peculiaridades. El espíritu es actividad en el sentido en el que ya los escolásticos entendían a Dios como actuosidad absoluta. Ahora bien, en el hecho de que el espíritu es activo se incluye su exteriorización. No se debe pues concebir el espíritu como un ens inerte, tal como ocurría en Ia vieja metafísica, que separaba Ia interioridad inerte del espíritu de su exterioridad. El espíritu ha de considerarse esencialmente en su realidad concreta, en su energía, si bien de forma que las exteriorizaciones de Ia misma sean conocidas como determinadas por su interioridad»  . «El idealismo de Ia filosofía especulativa tiene el principio de Ia totalidad, Io que quiere decir que, frente a Ia unilateralidad de las determinaciones abstractas del pensamiento, se presenta como aquello que las envuelve conectándolas entre sí»  . La cosmología racional, por su parte, considera el mundo en términos de oposición absoluta e inconciliable: «azar y necesidad», «causas eficientes y causas finales», «esencia y fenómeno, libertad y necesidad, felicidad y dolor, bien y mal» . En lugar de considerar su objeto como «un todo concreto», Io ve únicamente «según determinaciones abstractas» planteando las cuestiones en forma de alternativa, p. e. si en el mundo domina el azar o Ia necesidad, si el mundo es eterno o es creado, etc., como si cada uno de los extremos de Ia alternativa tuviera consistencia en sí mismo «y en su aislamiento hubiera de considerarse como algo sustancial y verdadero» 4B . Este planteamiento no puede cumplir Io que se propone: «comprender los fenómenos del mundo» 49 . Dicho positivamente, Ia única posibilidad de comprender tales fenómenos está en admitir Ia unidad de determinaciones opuestas, Ia identidad concreta. La relación entre necesidad y libertad p. e. no puede concebirse en términos de exclusión, precisamente porque al operar las ciencias empíricas sobre Ia base de Ia necesidad universal no existe nada que no esté determinado. La diferencia se establece entre los modos y grados de Ia determinación, que puede ser externa o interna, determinación por otro o determinación por sí mismo, en cuyo caso necesidad y libertad coinciden dialécticamente.

La crítica de Ia teología natural o racional Ia lleva a cabo Hegel también desde una perspectiva similar. En primer plano está Ia intención de salvaguardar y legitimar en todo objeto un contenido concreto, tal como Io exige con razón el mismo sentimiento, mucho más tratándose de Dios que es «lo más rico y Io completo por antonomasia»  . El método habitual, consistente en establecer una oposición absoluta entre realidad y negación (Dios seria Ia realidad absoluta), es inadecuado porque de esa forma se llega como resultado a «la abstracción vacía de Ia esencia indeterminada, Ia realidad o positividad pura, el producto muerto de Ia ilustración moderna» K . El hecho de que a Dios se Io conciba como el contenido más rico y concreto tiene varias implicaciones. En primer lugar, Dios ha de concretarse en toda Ia serie de determinaciones expresadas por las distintas religiones. La teología ha de constituirse y afirmarse como filosofía de Ia religión . Esto equivale a invocar el principio de Ia experiencia, al menos en el sentido de que «no importa Io que de suyo se halla contenido en un objeto, sino Io que de él resulta para Ia conciencia» . La filosofía ha de intentar comprender el significado de esas religiones, en lugar de abandonarse a abstracciones baldías, puramente intelectuales. En segundo lugar si «el resultado del pensamiento libre coincide con el contenido de Ia religión cristiana»  es porque ésta, con su doctrina de Ia encarnación, representa el grado máximo de mundanización o humanización de Io divino, Ia superación definitiva del «más allá» inalcanzable y Ia conciliación con el presente real . Por último, a Hegel Ie interesa de Ia religión su función transformadora, el potencial crítico que hace ver de inmediato Ia inconsistencia de todo Io establecido frente a Io que constituye su verdadero fundamento que, por Io demás es sólo en cuanto que progresivamente se manifiesta. Bajo estos tres puntos de vista Io que importa es Ia presencia real y objetivada —no meramente interna y subjetiva— de Dios. A esa presencia da Hegel también le da el  nombre de experiencia . La crítica que, en razón de Ia identidad concreta, hace Hegel de Ia metafísica racionalista representa, en resumen, un intento de valorar debidamente Ia experiencia y su sistematización en las ciencias empíricas. En esto mismo radica, paralelamente, Ia justificación histórica del empirismo, ya que por una parte, frente a teorías abstractas desconectadas de Io real, se impone Ia exigencia de contenidos concretos y,'por otra, es igualmente ineludible elaborar un método de conocimiento que no permita Ia huida a estériles especulaciones  

 

III.—EXPOSICION Y CRITICA DEL EMPIRISMO

El principio bajo el que Hegel expone y critica la concepción empirista de Ia objetividad sigue siendo Ia identidad concreta, Io que quiere decir, aunque parezca paradójico, que el empirismo interpreta Ia experiencia de una forma muy unilateral puesto que, como vimos anteriormente, Ia identidad concreta viene exigida por Ia propia experiencia. Conviene retener este aspecto por su importancia y porque habitualmente se pasa por alto. Hegel no tiene tanto en cuenta una forma determinada de empirismo cuanto «el principio lógico, Ia imagen ideal de Ia filosofía empírica»  . Aparte de Hume, piensa, muy especialmente en Newton, también en Locke, en los pensadores renacentistas, en los materialistas del s. XVIII, sobre todo Holbach y D'Alembert y en el mismo Goethe en Ia medida en que éste, a pesar de su crítica del empirismo y de algunos atisbos de pensamiento especulativo, es víctima de las limitaciones del empirismo

Por Io que se refiere a Ia valoración positiva y a Ia asimilación del empirismo es en primer lugar significativo que Hegel no se limite a consignar sino que haga suya Ia reacción de los empiristas contra Ia metafísica abstracta. Dicho positivamente, admite con ellos que el conocimiento de Ia verdad hay que extraerlo «de Ia experiencia, de Ia presencia externa e interna» 61 . Pero esto, así en general y sin más, es insuficiente. También Ia metafísica recurre, para garantizar sus definiciones, a «las representaciones, es decir, al contenido proveniente ante todo de Ia experiencia» 62 . Lo específico del empirismo consiste no en aducir Ia experiencia como comprobación de las teorías, sino en conferir universalidad y necesidad «al contenido que corresponde a Ia percepción, al sentimiento y a Ia inducción» , elaborando teorías sobre Ia base de Ia observación empírica. Hasta este punto Hegel está de acuerdo: «En el empirismo se halla este gran principio: que Io que es verdadero ha de darse en Ia realidad y existir para Ia percepción» 64 . Ser-en-la-realidad significa existir en el «aquí del mundo y de Ia naturaleza»  . Ser-parala-percepción implica una disolución de Ia coseidad, como Hegel explicita en el capítulo correspondiente de Ia Fenomenología . El empirismo representa pues, en opinión de Hegel, un avance incuestionable en Ia conquista de Ia objetividad. Desde un punto de vista subjetivo Ia contribución del empirismo es también muy importante, porque afirma, en conexión con Io anterior, el principio de Ia libertad en el sentido de que el hombre ha de ver por sí mismo, saberse presente en aquello que   afirma como verdadero . Supuesta Ia aceptación de esos dos principios fundamentales, ¿dónde ve Hegel Ia limitación del empirismo? La crítica podría resumirse en que el empirismo no es consciente de sus propias implicaciones, Io cual se pone de manifiesto bajo distintos puntos de vista. En primer lugar, al limitarse a un contenido finito, el empirismo niega consecuentemente «lo suprasensible en general o por Io menos su conocimiento y determinación, reservando al pensamiento únicamente Ia abstracción y Ia universalidad e identidad formales» . Lo suprasensible no significa para Hegel algo situado estrictamente más allá de Io sensible, sino Io que constituye Ia estructura misma de Io sensible, sin ser accesible a los sentidos. El empirismo afirma de hecho Ia universalidad suprasensible, pero en un sentido meramente formal y no Ia considera por tanto como inmanente al mismo contenido. La crítica tiene aquí un sentido muy distinto del que tenía Ia crítica a Ia metafísica. En ambos casos nos encontramos con una identidad abstracta. En Ia metafísica tal abstracción recae sobre el contenido mismo —las determinaciones del pensamiento corresponden a las determinaciones de Io real— en cuanto que éste no se especifica ni se concreta. Se trata de una identidad abstracta sin más. En el empirismo, en cambio, se trata de una identidad que, además de abstracta, es formal, en cuanto que separa Ia forma del contenido, sin tomar conciencia de que las categorías, presuntamente formales, expresan Ia dimensión suprasensible de Io real. «El espejismo fundamental en el empirismo científico es siempre éste, que emplea las categorías metafísicas de materia, fuerza, así como las de Io uno, Io múltiple, Ia universalidad, también Io infinito, etcétera, que además concluye al hilo de tales categorías, presuponiendo y aplicando para ello Ia forma del silogismo, y que en tal proceso no sabe que de esta forma contiene y hace metafísica y emplea aquellas categorías y sus conexiones de una manera completamente acritica e inconsciente»  . Por otra parte, esta falta de conciencia sobre el significado real de las categorías radica, a su vez, en que el empirismo no está en claro sobre las implicaciones de su propio punto de partida. Pretende, en efecto, atenerse únicamente a Ia percepción, sin reflexionar sobre el hecho de que da el paso a Ia experiencia. La percepción tiene como objeto Io particular y transitorio dentro de las coordinadas de espacio y tiempo. Eso de por sí no garantiza, sin embargo, ni Ia universalidad, muy distinta de Ia enumeración indefinida de casos particulares, ni Ia necesidad, distinta por su parte de Ia simple concatenación de cosas o acontecimientos . Todo el interés de Hegel a este respecto va a centrarse en poner de manifiesto que el análisis inmanente de los elementos que Ia percepción implica lleva a tener que admitir Ia necesidad y Ia universalidad, entendidas no simplemente como formas o categorías del pensamiento, sino como estructura de Ia realidad. Con otras palabras, si Ia percepción tiene que ver con contenidos particulares, los contenidos de Ia experiencia son universales y necesarios. Inconsciente es el empirismo igualmente respecto a su propio método, al análisis. El empirismo, en efecto, se centra en «algo concreto integrado de múltiples elementos», desintegrándolo al igual que se desgaja una cebolla . Al proceder de esta forma piensa que no pone de sí mismo sino Ia actividad puramente subjetiva. En realidad, sin embargo, se da un proceso (Fortgang) que va de Ia inmediatez de Ia percepción al pensamiento. El término «Fortgang» vuelve  aparecer aquí al igual que antes, al enunciarse Ia relación entre Ia percepción y Ia experiencia. Se trata de que el comienzo, por una parte, se conserva como fundamento del desarrollo ulterior y, por otra, se transforma y modifica esencialmente. En este caso Io concreto inmediato recibe, mediante el análisis, Ia forma de Ia universalidad. «El empirismo, al analizar los objetos, se encuentra en el error, si piensa que los deja tal como son, puesto que de hecho transforma Io concreto en algo abstracto. Con ello ocurre simultáneamente que se da muerte a Io vivo, puesto que vivo es sólo Io concreto, Io uno» . Podría pensarse que Hegel rechaza el análisis empirista. Esta es Ia opinión de Nádor, según el cual Hegel critica el empirismo por principio y muestra incluso animadversión hacia el análisis como método . Como prueba de que no es así puede leerse detenidamente el texto del prólogo a Ia Fenomenología, en el que Hegel, al hablar expresamente del análisis, afirma que es preciso «retener Io muerto», es decir, asimilar plenamente el método y las contribuciones empíricas, convirtiendo Io concreto en algo irreal, en pensamientos  . Tanto el análisis como «la muerte» en él implicada los incorpora Hegel plenamente y los convierte además en el eje de su crítica a Schelling, cuya filosofía habría incidido en posiciones medievales, al no tener en cuenta las contribuciones del empirismo racionalista. Lo que Hegel critica es Ia unilateralidad del empirismo, que ni toma conciencia de Ia transformación que lleva a cabo sobre los objetos ni da el paso a Ia reconstrucción de Ia identidad concreta. La «escisión (Scheidung) tiene que darse y el espíritu mismo es Ia escisión en sí. Esto, sin embargo, es sólo un aspecto y Io principal consiste en Ia unión de Io escindido» * . Hegel da aquí claramente un paso hacia adelante con respecto a Ia critica de Ia metafísica racionalista. En ésta falta Ia concreción, por cuanto las determinaciones del pensamiento no llegan a especificarse, es decir, no dan cuenta de Ia diversificación de las categorías científicas. En el empirismo falta otro tipo de concreción: se da cuenta de dicha concreción, se introducen incluso otras nuevas, como en el caso de Newton. En cambio, no se da razón de Io que podría llamarse el significado o sentido de las ciencias. «Desgraciadamente falta el lazo espiritual», con palabras de Goethe . La identidad concreta, que Hegel propugna frente al empirismo, no es Ia inmediata. Esto no sería posible ni tendría sentido, precisamente porque Ia transformación introducida por el progreso científico es irreversible. No se trataría de una especie de vuelta a Ia naturaleza, sino de una reconstrucción de Ia naturaleza en conformidad con las necesidades que se van originando precisamente como consecuencia del mismo progreso científico. Con esto se relaciona el cuarto punto de vista, bajo el que Hegel critica al empirismo. Se trata de Ia proyección de Ia concepción empírica en Ia praxis. Pero aún en este caso Ia crítica sólo tiene sentido como reflexión sobre las ciencias empíricas. Hegel pretende hacer ver que el empirismo no cumple su cometido, consistente en elaborar una concepción de acuerdo con el progreso de las ciencias. Como vimos anteriormente, el análisis es transformador. Mediante él los objetos reciben «la forma de Ia universalidad» que antes no tenían. Esta forma Ia reciben del espíritu, que con ello confirma su poder sobre Io inmediatamente dado. El empirismo, al no tener conciencia de este hecho y considerar «lo sensible como algo dado», a Io que es preciso atenerse, es «una doctrina de Ia no-libertad, puesto que Ia libertad consiste precisamente en que yo no tengo frente a mí nada absolutamente otro, sino que dependo de un contenido que soy yo mismo» *. Por todo su contexto esta afirmación es comprensible como reflexión sobre Ia revolución técnica e industrial, consecuencia del progreso de las ciencias. Hegel incorpora de lleno a Ia filosofía de Ia ciencia Ia transformación práctica que Ia propia teoría lleva consigo y que implica una potenciación de las posibilidades humanas. El mundo sobre el que actuamos y al que nos referimos no es algo que nos esté pura y originariamente dado, sino algo puesto por Ia propia actividad científica . Esta ausencia de crítica se proyecta a todos los órdenes, concretamente también al jurídico, al ético y al religioso. En una concepción estrictamente empírica esos contenidos se presentan como casuales, sin que sea posible fundamentar su objetividad y su verdad. Tenemos que admitir simplemente Io dado, sin tener derecho alguno a preguntar si es o no racional. En resumen, Ia crítica de Hegel al empirismo estriba no en que éste pase por alto Ia identidad concreta, tal como Ia experiencia nos Ia pone a Ia vista —tal era Ia deficiencia de Ia metafísica racionalista—, sino en su falta de reflexión sobre el papel del sujeto en Ia constitución de Ia ciencia y en el consiguiente olvido de que Ia actividad científica significa una reconstrucción de Ia identidad concreta. La objetividad es  vista como simplemente dada al sujeto y no en su radicación en éste. Es Io que intenta subsanar Kant   

IV.-RECEPCK>N Y CRITICA DE LA CONCEPCTON TEORICA KANTIANA

Hegel divide su exposición de Ia concepción kantiana de Ia objetividad en dos partes: aplicación de las categorías del entendimiento al contenido de toda experiencia posible  y aplicación de esas mismas categorías al contenido incondicionado de Ia razón . Vamos a ver que bajo estos dos puntos de vista Hege  lleva a cabo una corrección fundamental del concepto kantiano de experiencia y consiguientemente del concepto de objetividad. Partiendo, al igual que Hume, de que todo nuestro conocimiento comienza con Ia experiencia, precisa Kant que no por ello todo conocimiento emana de Ia experiencia . Con esta afirmación, un tanto enigmática, Kant quiere decir que todo conocimiento se compone de dos elementos: el material, que proviene de las impresiones de Ia sensibilidad, y el formal, producido por Ia propia capacidad cognoscitiva. El conocimiento, en su totalidad, se debe bajo un aspecto a Ia experiencia en su aspecto material y, en su totalidad también, se debe, bajo otro aspecto, a Ia capacidad cognoscitiva, a Ia dimensión formal de Ia experiencia. Lo que Ia espontaneidad del pensamiento pone de sí mismo es el elemento de universalidad y necesidad que garantiza Ia objetividad del conocimiento. Es decir, Ia objetividad se funda en Ia sujetividad. Esta tesis Ia incorpora Hegel en un doble sentido. En primer lugar, en cuanto que para conocer es necesario analizar críticamente las posibilidades y los límites del sujeto cognoscente. Las formas o categorías del pensamiento han de ser ellas mismas objeto de conocimiento *>. Bajo este punto de vista censura Hegel todo intento de vuelta al «procedimiento de Ia vieja metafísica, pensamiento languideciente por Io acrítico» . La limitación de Kant a este respecto está en no extender su reflexión hasta ver que dicha investigación crítica de las facultades cognoscitivas es ya un conocimiento real. Es como decir que no se debe entrar en el agua antes de aprender a nadar . Seria muy simple interpretar esta anotación crítica en su significado literal, por completo extraño al sentido de Ia obra kantiana. Hegel quiere decir que Kant no reflexiona sobre el hecho de que el sujeto se conoce a sí mismo al investigar sus propias posibilidades. El conocimiento de Ia forma implica ineludiblemente un conocimiento del contenido.

 

En segundo lugar, y esto es más importante aún, Kant invierte «con pleno derecho» el significado que el lenguaje corriente da al concepto de objetividad. Como objetivo se suele considerar «lo existente fuera de nosotros y que llega de fuera a nosotros mediante Ia percepción»  . Kant, en cambio, al atribuir objetividad a las categorías del pensamiento, niega simultáneamente que nos vengan dadas a través de Ia percepción. Las categorías son objetivas por ser universales y necesarias, «lo verdaderamente autónomo y originario» , mientras que el objeto de Ia percepción, particular y contingente, se revela como «lo dependiente de otro» y en este sentido como «lo secundario» * . Es además algo subjetivo en el sentido de que, al no apoyarse en si mismo, es «fugaz y transitorio», mientras que «al pensamiento Ie pertenece el carácter de Ia permanencia y de Ia consistencia interna» *. También en este punto Hegel está de acuerdo con Kant. Critica, sin embargo, Ia limitación del significado de Ia objetividad de las categorías, las cuales continúan siendo en sí mismas subjetivas, en cuanto que «son sólo nuestros pensamientos, distintos por un abismo insalvable de Io que es Ia cosa en sí. La verdadera objetividad del pensamiento consiste, por el contrario, en que los pensamientos no son solamente nuestros pensamientos, sino que simultáneamente son el en sí de las cosas y de Io objetivo en general . A primera vista Hegel vuelve a las posiciones de Ia metafísica clásica, para Ia cual «las determinaciones del pensamiento son determinaciones fundamentales de las cosas»  . Hegel reincorpora este aspecto, pero mediatizado por Ia subjetividad kantiana. En realidad, incorpora ambos planteamientos, corrigiendo el uno y el otro. El alcance de esta síntesis se pone de manifiesto teniendo en cuenta el significado de Ia cosa en sí kantiana. Reiteradamente vuelve Hegel sobre este punto para decir siempre, en resumen, que Ia cosa en sí es una abstracción total y vacía, Io que queda cuando se prescinde «de todo Io que el objeto es para Ia conciencia, de todas las determinaciones del sentimiento, como de todos los pensamientos determinados» ". Consecuentemente Ia cosa en sí no pasa de ser un «producto del pensamiento» , «un ser de razón» (ein Gedankending) 1M . No es que las cosas en sí sean cognoscibles, sino que no son en absoluto y por ello huelga completamente Ia cuestión de su cognoscibilidad. Está Hegel por ello muy lejos de volver a Ia idea aristotélico-escolástica de Ia cognoscibilidad de las cosas. Lo que en Hegel queda de Ia cosa en sí se reduce a las proposiciones siguientes: a) «La cosa en sí es... idéntica con Ia existencia extrínseca», b) «Esta reflexión extrínseca es... una relación mutua de las cosas en sí, su mediación recíproca en cuanto otras», c) «La cosa en sí... tiene un ser-puesto no en ella misma, sino en Io otro,  está determinada sólo por Ia determinidad de Io otro»  . Tales proposiciones son tan ajenas a Ia concepción kantiana como a Ia tradicional. En resumen, las cosas en sí, aparte de su mutua relación y determinación, no son nada originario, sino que son puestas por Ia actividad del espíritu. ¿Cuál es, cabe preguntar, el horizonte desde el que Hegel llega a esta conclusión? El progreso de las ciencias y de Ia cultura hace al hombre cobrar conciencia de que no hay nada que se sustraiga a su conocimiento y dominio. Bajo el primer aspecto no hay ya un algo —cosa en sí kantiana— incognoscible; bajo el segundo aspecto no hay tampoco nada en sí, dotado de autonomía frente a Ia razón. Esta es principio de dominio sobre Ia realidad. De esta forma Hegel ensancha el ámbito y el alcance de Ia experiencia, que no se limitará, como para Kant, a conocer los fenómenos, en cuanto distintos de Ia cosa en sí, «lo no verdadero»  de las cosas, sino que penetra en Ia verdad misma. Conocer los fenómenos es conocer Io absoluto, Io verdadero en cuanto que se manifiesta. En resumen, a Ia vez que critica, Hegel profundiza tanto en Ia subjetividad como en Ia objetividad kantiana. En Ia primera en cuanto que postula Ia reflexión sobre Ia autodeterminación del yo; en Ia segunda, en cuanto que las categorias fundantes de Ia objetividad son válidas para todo cuanto existe. Veamos ahora Ia proyección concreta que adquieren ambas dimensiones. En cuanto a Ia subjetividad Hegel, siguiendo en esto a Fichte, critica Ia deducción kantiana de las categorias por su insuficiencia. Kant se limita a reasumir las categorias, ya enumeradas por Ia tradición, dadas en este sentido empíricamente, y a insertarlas en Ia apercepción transcendental del «yo pienso». Pero, puesto que «el yo, Ia unidad de Ia autoconciencia es del todo abstracta y completamente indeterminada» no se ve cómo dicha unidad puede «llegar a las determinaciones del yo, a las categorías» 1. Hegel da de esta forma expresión radical al postulado moderno de Ia libertad de prejuicios, como fundamento de toda investigación. Pero al mismo tiempo exige, no que se deje de lado el yo, pero sí que se supere su carácter fijo: «no es Ia actividad sujetiva Ia que introduce Ia unidad absoluta en Ia diversidad. Esta identidad es más bien Io absoluto, Io verdadero mismo. Es, por así decirlo, Ia bondad de Io absoluto, que deja a las existencias individuales en libertad para que disfruten de sí mismas, a Ia par que las fuerza a retornar a Ia unidad absoluta» . Con ello se da el paso a un sujeto impersonal y colectivo que históricamente habria de recibir ulteriores concreciones. Se trata en el fondo de dar cuenta de un hecho muy elemental, consistente en que el producto de Ia sujetividad —dígase Ia revolución técnica e industrial como consecuencia de Ia revolución científica— ha llegado a alcanzar tal solidez y consistencia que obedece a leyes propias y reabsorbe en sí Ia propia actividad del sujeto, sin anularla. O dicho con otras palabras, el sujeto sólo puede controlar sus propios productos en Ia medida en que tiene en cuenta las leyes que los rigen. Por eso dirá Hegel que no se trata de Ia distinción entre sujetividad y objetividad, sino del contenido, que es tanto sujetivo como objetivo . Cabe decir que Ia misma sujetividad lleva a su autosuperación. Por Io que se reflere a Ia objetividad Ia crítica de Ia cosa en sí afecta por una parte a las cosas finitas, que no sólo para nosotros sino en sí mismas no son más que «meras manifestaciones», ya que se caracterizan por tener «el fundamento de su ser, no en sí mismas, sino en Ia idea divina universal»  . Pero dicha crítica implica también una nueva concepción de las «cosas infinitas» —Dios y el espíritu, —. Según Kant Ia razón, al aplicar a Io incondicionado las categorías del entendimiento, sobrepasa el ámbito de Ia experiencia y no logra por ello un verdadero conocimiento. Al afirmar Hegel que Io incondicionado —el alma, el mundo, Dios— es cognoscible, no vuelve a posiciones tradicionales, sino que amplía el alcance de Ia experiencia, a Ia vez que modifica esencialmente Ia idea misma de Io incondicionado. Hegel acepta como válida Ia crítica de Kant a Ia psicología racional, pero no porque Ia razón traspase sus límites al atribuir al alma Ia simplicidad y Ia inmutabilidad, sino porque «tales determinaciones intelectuales son demasiado 'malas' para el alma, que es algo completamente distinto de Io meramente simple, inmutable, etc. Así, p. e. el alma es, sin duda, identidad simple consigo misma, pero a Ia vez es identidad activa, que se diferencia en sí misma»  . Análogamente Ia crítica kantiana de Ia cosmología racional es incontestable en el sentido de que Ia razón, al especular sobre cuestiones de ultimidad —limitación e ilimitación del mundo en el espacio y en el tiempo, necesidad y libertad, etc.— incide necesariamente en contradicciones y antinomias. La insuficiencia está en pensar que las contradicciones se dan únicamente en Ia razón, no en Ia realidad. «Tan profundo es este punto de vista como trivial es Ia solución, consistente sólo en una ternura para con las cosas mundanas»  . Kant supera ciertamente Ia posición de Ia metafísica tradicional, en cuanto que hace ver, entre otras cosas, que Ia razón piensa tanto Ia necesidad como Ia libertad. Su limitación, según Hegel, está en que de hecho incide en un escepticismo puramente negativo, al no aceptar que las antinomias sean inherentes a Ia realidad misma. De esta forma viene a sacrificar todo contenido. «El significado verdadero y positivo de las antinomias consiste en general en que todo Io real contiene en sí determinaciones contrapuestas y que de esta forma todo conocimiento y toda comprensión de un objeto sólo significa tomar conciencia del mismo como de una unidad concreta de determinaciones contrapuestas». Esta unidad o identidad concreta representa por parte de Hegel el intento de dar razón de Ia experiencia, tal como se expresa y tematiza en las ciencias empíricas. Si Ia mecánica p. e. ha puesto de manifiesto que los fenómenos se rigen por leyes necesarias, no será posible concebir Ia libertad al margen de Ia necesidad, tanto menos cuanto que Ia libertad, lejos de ser una «acción inteligible» en el sentido kantiano, postula Ia exteriorización y por tanto Ia realización fenoménica como momento esencial. Por otra parte, el hecho experiencial de Ia libertad obliga a concebir Ia necesidad en un sentido que haga posible su conciliación con Ia necesidad. Hegel lleva a cabo una corrección de esos dos conceptos para dar así explicación de Ia totalidad de Ia experiencia: Ia libertad es necesidad interna, autodeterminación; Ia necesidad sobrepasa por su parte los límites que Ie asigna el determinismo que, al no reconocer el concepto de totalidad, no es capaz de ver el carácter «ideal» de Ia determinación extrínseca, su absorción y superación en y por el «concepto» que rige el proceso real, es decir, su transmutabilidad en material de Ia acción teleológica y por tanto libre . «Lo que el  entendimiento concibe bajo libertad y necesidad son de hecho sólo momentos ideales de Ia libertad y de Ia necesidad verdadera»  . De más interés aún para nuestro propósito son las reflexiones de Hegel sobre Ia crítica kantiana de las pruebas de Ia existencia de Dios. A primera vista intenta rehabilitar el valor de los argumentos tradicionales, pero introduce modificaciones esenciales, comprensibles únicamente desde una perspectiva filosófica que tiene en cuenta las nuevas condiciones de objetividad, postuladas por el progreso de las ciencias empíricas. En primer lugar Hegel interpreta los argumentos cosmológico y físico-teleológico como paso del ser «a Io abstracto del pensamiento»  , mientras que Kant los ve como un intento de fundamentar el paso de un tipo de ser —contingente y finito— a otro —necesario e infinito. El paso del ser a Io abstracto del pensamiento significa que es preciso considerar un mismo ser —«el ser determinado de una forma inflinitamente múltiple» — de una manera distinta; «eliminar Ia forma de las individualidades y contingencias, concibiéndolo como un ser universal, necesario en si y para sí, que por su actividad se determina según fines universales— como Dios»  . Simplificando cabría decir que Hegel está deificando el universo de Ia ciencia, regido por Ia necesidad y Ia universalidad. Dios sería según eso expresión de Ia unidad del saber, en modo a uno una realidad trascendente en sentido estricto. En segundo lugar, y en consonancia con esto mismo, el punto de partida tampoco es una realidad dada sin más, sino Ia realidad en cuanto mediatizada por «la cosmovisión empírica» . No es propiamente que Hegel niegue valor a una filosofía del sentido común, sino que en una era manifiestamente científica el sentido común ha de ceder el puesto a Ia reflexión sobre el mundo creado por Ia ciencia y por Ia técnica. Bajo este punto de vista Hegel simplifica los planteamientos kantianos que, excesivamente deudor a Ia tradición, piensa en un algo más allá del mundo, en el que nos habitúa a vivir Ia ciencia.

Esto supuesto, Ia demostración de Ia existencia de Dios significa «elevarse de Ia cosmovisión empírica a Dios» . Pero tal elevación no es más que «el proceso del espíritu hacia sí mismo» 12° y «los así llamados argumentos de Ia existencia de Dios han de considerarse sólo como descripciones y análisis» de ese proceso * . Aparte de esto Ia elevación misma no es más que el aspecto correspondiente al progreso, a Ia salida del espíritu hacia Io que es distinto de sí mismo. La elevación del espíritu partiendo del mundo hacia Dios viene a ser Ia reflexión del espíritu sobre su propia actividad, no Ia búsqueda de algo distinto de esa actividad ni de los efectos correspondientes. Esto se echa de ver teniendo en cuenta los tres momentos fundamentales de Ia mencionada elevación. En primer lugar, el fundamento, el medio y el término de Ia misma es el pensamiento. Al mismo tiempo el pensamiento se explicita siempre en realizaciones concretas, que no son otra cosa que el proceso mismo de Ia ciencia y de Ia cultura. La elevación a Dios, que las pruebas de Ia existencia de Dios tienen que interpretar, es un paso del espíritu al espíritu llevado a cabo por el mismo espíritu, análogamente a como en el paso de Ia edad media a Ia edad moderna, coincidente con el alborear del espíritu científico, Nicolás de Cusa interpretaba el acceso a Dios como un ir de Dios a Dios. «La elevación del pensamiento sobre Io sensible, su ir más allá (Hinausgehen) de Io finito a Io infinito, el salto que, rompiendo las series de Io sensible, se da a Io suprasensible, todo esto es el pensamiento mismo, este pasar es sólo pensamiento. Decir que este paso no debe darse equivale a decir que no se debe pensar»  . A menos que Hegel incida en una simple tautología, habrá que convenir en que está elaborando una reflexión filosófica sobre Ia experiencia. Esto se echa de ver en que refuta a Kant con las armas de éste. Según Kant, en efecto, Ia razón, al pensar, realiza necesariamente el paso de Io finito a Io infinito. En este sentido no tendría inconveniente en suscribir el texto de Hegel. La diferencia, fundamental, consiste en que para Kant esto es una apariencia (Schein) de conocimiento, mientras que según Hegel se trata de un conocimiento verdadero. El argumento de Hegel contra Kant carecería de toda legitimación si no operara con un concepto distinto de experiencia y de infinitud. Lo primero es evidente porque el pensamiento, a que Hegel se refiere, incide sobre «lo sensible», sobre «el mundo empírico» * . Si en ese ámbito se puede llegar a conocer Io suprasensible, Io infinito, será merced a Ia sintesis del pensamiento y del contenido empírico . Hegel no pretende por tanto sobrepasar los límites de Ia experiencia, al decir que «para el pensamiento y sólo para el pensamiento Ia esencia, Ia sustancia es el poder universal (die aUgemeine Macht) y Ia determinación final   (Zweckbestimmung) del mundo» . El sentido del texto no es que existe una esencia, perceptible sólo por el pensamiento, sino que Io sensible y el mundo empírico en general se revelan en su verdad únicamente ante el poder que el entendimiento ejerce sobre ellos. El concepto de experiencia es, por tanto, distinto, ya que su alcance se extiende a Io infinito. Pero el concepto de infinitud es igualmente distinto. No se trata, en efecto, de llegar a un ser cualitativamente distinto del finito, «situado» más allá de éste, sino de descubrir las estructuras mismas de Ia finitud, su verdad. La segunda característica de Ia elevación es que no deja el punto de partida empírico tal como éste aparece de forma inmediata, como si se tratara de «una deducción a partir de algo que es y permanece para llegar a otra cosa que también es»  . En ese caso Ia relación del punto de partida con el de llegada es vista como meramente afirmativa, como si aquél fuera el fundamento sobre el que se apoya el pensamiento, que por Io demás Io deja tal como es en ese su primer estadio. Este es «el gran error de querer conocer Ia naturaleza del pensamiento únicamente bajo Ia forma del entendimiento. Pensar el mundo empírico significa más bien esencialmente cambiar su forma empírica y transformarla en algo universal»  . Desde esta perspectiva ha de entenderse que sólo para el pensamiento Ia esencia sea «poder universal» , no porque sólo el pensamiento sea capaz de percibirlo así, sino de una forma más simple y radical porque Ia esencia, Ia sustancia se constituye en fuerza universal, en cuanto mediatizada por Ia acción del pensamiento. Con otras palabras: Io verdaderamente esencial es el pensamiento: el espíritu o el sujeto. Hegel está dando así expresión a Ia conciencia de transformación y de dominio sobre Ia realidad, inherente al progreso de las ciencias empíricas. Como tercer momento de Ia elevación a Dios Hegel menciona Ia negación: «el pensamiento ejerce al mismo tiempo una actividad negativa sobre aquel fundamento; Ia materia percibida, al ser determinada por Ia universalidad, no queda en su primera figura empírica»  . La deficiencia de las pruebas metafísicas de Ia existencia de Dios está en que «no expresan el momento de Ia negación, contenido en esta elevación, o más bien no Io destacan, pues en el hecho de que el mundo es contingente, se incluye que es sólo algo decadente (ein FaUendes), fenoménico, nulo en si y para sí (an und für sich Nichtiges). El sentido de Ia elevación del espíritu es que al mundo ciertamente Ie corresponde ser el cual, sin embargo, es sólo apariencia, no el ser verdadero, no verdad absoluta; que ésta se encuentra más bien por encima de aquella manifestación, sólo en Dios, que sólo Dios es el ser verdadero»  . Seria equivocado ver en este texto Ia vuelta a una concepción contingentista, tanto más cuanto que una de las líneas programáticas más consistentes  del sistema consiste precisamente en mundanizar y humanizar todo contenido trascendente. La afirmación de que el verdadero ser, Ia verdad absoluta, se encuentra más allá de Io fenoménico es más bien retórica, puesto que Hegel polemiza desde el primer momento contra toda forma del «más allá». El texto únicamente se comprende desde Ia perspectiva de Ia reconstrucción de Ia realidad, posibilitada por las transformaciones inherentes al progreso científico. Nada de Io simplemente dado tiene una justificación definitiva, porque todo representa un paso hacia un nuevo estadio del progreso y es por ello una apariencia de realidad. Que Dios es Ia única verdad absoluta no ha de entenderse por tanto en un sentido mítico, puesto que Dios no es otra cosa que el espíritu mismo, en cuanto que reflexiona sobre su propia actividad y se reconoce en las obras que crea. Paso de Io sensible y de Io finito a Io suprasensible e infinito, transformación del mundo empírico y actividad negativa son los aspectos de Ia elevación a Dios. Que Hegel no intenta con ello traspasar los límites de Ia experiencia sino explicitar su alcance es evidente, ya que define también Ia experiencia en términos de elevación: «la experiencia... es Ia intuición inmediata en cuanto elevada a Io intelectual»  . Desde esta misma perspectiva ha de interpretarse también Ia revaloración por Hegel del argumento ontológico. Tampoco en este caso se trata de una reminiscencia. La sorpresa de Hegel ante el hecho de que se cuestione Ia validez del argumento se explica justamente desde el supuesto de que el ser, «la determinación más pobre y más abstracta»  no es más que creación del espíritu  . ¿Cómo no Ie va a pertenecer a Dios, al espíritu, dicha determinación, si es puesta por él? Es ésta una reflexión impuesta por el hecho de que el mundo es progresivamente, cada vez con más intensidad y amplitud, un producto de Ia actividad humana . En resumen, Ia crítica de Hegel a Kant se centra en dos puntos: a) en que los conocimientos de experiencia sean declarados por Kant como simplemente fenoménicos , cuando en realidad los fenómenos son manifestación de Ia cosa misma ; b) en que Kant toma los fenómenos como algo simplemente dado, no superando de esta forma el prejuicio empirista y no logrando por consiguiente dar una explicación adecuada de Ia génesis de aquéllos . La inconsecuencia más grave de Kant está en que después de haber sentado el verdadero «principio de Ia independencia  de Ia razón, de su absoluta autonomía» , no ha reflexionado sobre el hecho de que Ia razón se autoconstituye en su despliegue, tanto material como formal, y que únicamente bajo esta perspectiva se hace inteligible el progreso de las ciencias, a Ia par que se puede influir en Ia dirección del mismo 

V.—CRITICA DEL SABER INMEDIATO

 Bajo distintos puntos de vista Ia deficiencia, tanto de Ia metafísica racionalista como del empirismo y de Ia filosofía crítica kantiana, está en que pretenden fundamentar Ia objetividad de Ia ciencia en Ia identidad abstracta. La crítica de Hegel se centra fundamentalmente en que Ia objetividad únicamente se puede fundar en Ia identidad concreta, porque sólo de esa forma se puede dar razón de Ia experiencia misma. Los conceptos metafísicos son insuficientes porque, aparte de sustraerse al control de Ia experiencia, dejan sin explicar Ia pluralidad y Ia diferenciación de los contenidos empíricos. El empirismo, que quiere subsanar esta deficiencia, abriéndose a Ia riqueza de Ia experiencia, no es menos unilateral, porque no explica Ia universalidad y necesidad de aquélla. La filosofía crítica, por último, que fundamenta estos caracteres, les concede sólo un valor estrictamente subjetivo, aunque trascendental, y se queda en un conocimiento meramente fenoménico, sin lograr en modo alguno un conocimiento de Io absoluto. En los tres casos unilateralidad, abstracción; en ninguno de ellos se da explicación del contenido de Ia experiencia en su concreción. Bajo este mismo punto de vista expone y critica Hegel el saber inmediato propugnado por Jacobi. Este autor «ha tenido a Ia vista, sobre todo, los éxitos deslumbrantes de las ciencias de Ia naturaleza en el conocimiento de las fuerzas y de las leyes naturales». Lo característico de estas ciencias es que proceden «por mediaciones»  , según el principio de que cada cosa está condicionada por otra que, a su vez, postula una nueva condición y así indefinidamente . Jacobi concluye que por este camino no se puede llegar al conocimiento de Io infinito y elabora por ello, como contrapartida, su concepción del saber inmediato que, sin necesidad de entrar en ese proceso de mediaciones, nos permite captar inmediatamente Io absoluto. Hegel reconoce que en ese orden de Ia simple mediación no es posible el acceso a Io infinito y acepta bajo este aspecto los planteamientos de Jacobi. Pero desde el primer momento se propone interpretar las contribuciones de éste en el sentido «de que a Ia idea de Dios va unido el ser, a Ia subjetividad, implicada en primer término por el pensamiento, Ia objetividad», porque esto quiere decir que las proposiciones filosóficas «coinciden con Ia experiencia»

 

Esto supuesto, nos interesa resaltar los aspectos siguientes: en primer lugar Hegel propugna que se piense en su unidad dialéctica «la oposición lógica de inmediatez y mediación»  . Esto quiere decir que Ia mediación, reconocida por Jacobi y Hegel como el método propio de las ciencias empíricas, es incorporada por éste como momento esencial del método filosófico, que en este sentido ha de adecuarse al método de las ciencias. De otra forma Ia filosofía no podría convertirse en ciencia  . La corrección de Hegel, consistente en completar Ia mediación con Ia inmediatez, en nada debilita aquélla. En segundo lugar, el saber inmediato, si pretende presentarse como exponente de Ia experiencia, se niega o refuta a sí mismo, toda vez que en ese orden de Ia experiencia no hay conocimiento alguno que no esté mediatizado. El hecho de que un determinado conocimiento sea familiar para quien Io posee no quiere decir que las verdades correspondientes no sean «resultado de consideraciones sumamente complicadas y mediatizadas en extremo»  . Tanto en el orden teórico como en el práctico Ia inmediatez no sólo no excluye Ia mediación, sino que ambas están «tan unidas que el saber inmediato es incluso producto y resultado del saber mediatizado»  . Frente a Jacobi, que disocia el saber inmediato del mediatizado, Hegel defiende por tanto Ia unidad indisoluble de ambos, apoyándose para ello tanto en «las experiencias más corrientes» como en el hecho de las ciencias empíricas . De esta forma se pone de manifiesto Io que muy bien cabría caracterizar como Ia dimensión pragmática, liberadora de Ia objetividad. Si el conocimiento que recae directamente sobre Io absoluto, Ia religión, está «condicionado por Ia mediación, llámese desarrollo, educación, formación»  y si no es posible excluir de tal mediación a Ia misma fe , por una parte se cuestiona de antemano cualquier dogmatismo en este punto, a Ia vez que Ia filosofía deberá asumir Ia tarea de hacer ver Ia justificación que tienen las distintas formas en que Io absoluto se manifiesta. Pero esto sería insuficiente, reflejaría más bien una situación primitiva en último término, es decir, no acorde con el racionalismo propio del pensamiento moderno. La mediación implica tomar conciencia no sólo de que unas cosas están condicionadas por otras, sino de que sólo se pueden justificar desde una perspectiva racional. Los presuntos derechos de Ia historia no pueden hacer sufrir menoscabo a los derechos de Ia razón: «Si el saber inmediato ha de ser el criterio de Ia verdad, se sigue... que toda superstición y toda idolatría es declarada como verdad y que el contenido más injusto y más inmoral de Ia voluntad está justificado. El indio tiene por Dios a Ia vaca, al mono, al brahman o al lama, no en virtud del así llamado saber mediatizado, de razonamientos y demostraciones, sino por mera creencia»  . Justificar Ia experiencia no equivale por tanto a legitimar sus contenidos tal como nos vienen dados de una forma inmediata, sino estructurarlos y sistematizarlos según el grado de racionalidad. También en este caso nos encontramos con que Ia piedra de toque del método filosófico es el progreso de las ciencias y de Ia cultura en general. Y desde esta perspectiva ha de medirse igualmente el grado de legitimación moral o política. «Las apetencias e inclinaciones naturales imponen, por sí mismas, sus intereses a Ia conciencia; los fines inmorales se encuentran en Ia misma de una forma completamente inmediata; tanto el carácter bueno como el malo expresarían el ser determinado de Ia voluntad, que sería sabido de Ia forma más inmediata en los intreses y en los fines»  . El intento de retardar el curso de Ia historia adoptando, en concreto, criterios al margen del progreso científico, sólo puede llevar a posturas irracionales. Se explica así que Ia razón última por Ia que Hegel rechaza el saber inmediato sea el hecho de que esta concepción lleva necesariamente a Ia negación de todo método de conocimiento. Con otras palabras, sin Ia integración del método de las ciencias en el método de Ia lógica y de Ia filosofía en general no es posible en modo alguno garantizar Ia objetividad. Análogamente a los sistemas previamente criticados, el saber inmediato se atiene al principio de Ia identidad abstracta, en cuanto que establece como criterio Ia «relación abstracta a sí mismo» (die abstrakte Beziehung auf sich), sin reflexionar sobre el hecho de que tal relación se encuentra en todo caso mediatizada y ha de explicarse desde Ia perspectiva de Ia identidad concreta.

 

¿Cuál es en concreto Ia contribución de Hegel a Ia aclaración del concepto de objetividad? La exposición, abstracta por Io densa, de los distintos sistemas, Ia refutación de unos con otros y Ia superación de todos ellos no parece ser el mejor método para lograr una idea bien definida. Nos ha hecho ver, sin embargo, hasta qué punto son problemáticos planteamientos a primera vista coherentes y firmes. Por otra parte el método aquí empleado por Hegel hace posible Ia asimilación parcial de los sistemas que critica, de forma que el concepto de objetividad comienza por ser, como todos los demás, un resultado histórico. Recordemos que según Hegel Ia filosofía ha de superar Ia oposición, no Ia diferencia, entre sujetividad y objetividad. En el texto que voy a citar a continuación hay dos cosas que llaman por de pronto Ia atención: por una parte no es posible Ia objetividad como totalmente independiente del sujeto. Al mismo tiempo esto en modo alguno implica una concepción relativista o escéptica, puesto que Io objetivo tiene en todo  caso una validez universal y necesaria. «...Para la objetividad aparece un significado doble, el de estar frente al concepto autónomo, pero también el de ser Io que existe en sí y para sí. En cuanto que, en el primer sentido, el objeto se contrapone al yo = yo, que en el idealismo subjetivo es expresado como Io verdadero absoluto, es el mundo múltiple en su existencia inmediata, con el que yo o el concepto se traba en lucha inflnita, para dar a Ia primera certeza de sí mismo, mediante Ia negación de este otro, nulo en sí, Ia verdad real de su igualdad consigo mismo. En un sentido más indeterminado, el objeto significa así un objeto en general para cualquier interés y actividad del sujeto. En el sentido opuesto, por el contrario, Io objetivo significa Io que existe en sí y por sí, sin limitación ni oposición. Principios racionales, obras de arte perfectas, etc., se llaman así objetivas, en cuanto que son libres y están por encima de toda accidentalidad. Aun cuando los principios racionales, teóricos o éticos, pertenecen sólo a Io sujetivo, Io existente en sí y para sí de los mismos se llama objetivo; el conocimiento de Ia verdad se hace consistir en conocer el objeto tal como éste es en cuanto objeto, libre de los ingredientes de Ia reflexión subjetiva, y el actuar rectamente se hace consistir en el acatamiento de leyes objetivas, que no tienen ningún origen subjetivo ni admiten albedrío alguno así como tampoco un tratamiento que altere su necesidad. En el punto actual de nuestra exposición Ia objetividad tiene en primer lugar el significado del ser del concepto que existe en sí y para sí, del concepto que ha elevado Ia mediación puesta en su autodeterminación a Ia relación inmediata consigo mismo. Esta inmediatez está consecuentemente penetrada inmediata y totalmente por el concepto, así como Ia totalidad de éste es inmediatamente idéntica con el ser. Pero, como el concepto tiene que restablecer además el libre ser-para-sí de su subjetividad, se presenta así una relación de ese concepto como fin con Ia objetividad, con Io que Ia inmediatez de ésta se convierte, frente al concepto, en Io negativo y en Io que ha de ser determinado mediante su actividad, adquiriendo de esta forma el otro significado de ser Io nulo en sí y para sí, en cuanto que se opone al concepto»  . Sobre este texto, que me ha parecido oportuno citar íntegramente, me limitaré a hacer las observaciones siguientes. La objetividad en el sentido de Io que existe en sí y para sí no tiene nada que ver con Io que tal concepto significa en el lenguaje corriente, no se refiere simplemente a Io que está ahí, sino a Io que tiene validez ilimitada y está en consecuencia «por encima de toda accidentalidad». El ejemplo que Hegel aduce es muy significativo. Los principios racionales, tanto teóricos como éticos, pertenecen «a Io sujetivo», tienen sin embargo validez objetiva, se sustraen, como tales principios, a Ia reflexión puramente subjetiva. Ahora bien, aunque Hegel va a tratar en los dos capítulos siguientes de Ia objetividad entendida como «lo existente en sí y para sí», no considera en primer término el tipo de objetividad tal como se refleja en el ejemplo aquí mencionado (objetividad que cabria denominar subjetiva por pertenecer al sujeto y no darse sin

él) sino Ia objetividad tal como aparece en el «mecanismo» y en el «quimismo» , dominios que, además de regirse por leyes universalmente válidas, parecen sustraerse completamente a Ia sujetividad, en cuanto que ni siquiera Ie pertenecen como ocurre con los principios racionales teóricos, leyes éticas, obras de arte, etc. Pero esto no es todo. En realidad va a resultar que dichos dominios están supeditados a Ia «relación de finalidad»  . Con otras palabras, Ia objetividad en el sentido de Io que es en sí y para sí termina por ser reabsorbida por el primer modelo de objetividad, caracterizado en síntesis por el hecho de que las cosas en cuestión sirven «al interés y a Ia actividad del sujeto». En el capítulo sobre Ia teleología Hegel va a exponer ampliamente esta idea. El tema Io dejamos aquí únicamente planteado. Lo cierto es que Ia cuestión sobre Ia objetividad no es exclusivamente teórica, más bien Hegel introduce en Ia teoría del conocimiento el criterio de Ia praxis. El capítulo final de Ia Lógica, al recoger esta tesis y desarrollarla, intenta hacer ver que Ia praxis no ha de entenderse como una actividad ciega o desenfrenada al servicio de Ia arbitrariedad. La clave está en que el sujeto llegue a considerar Io que es distinto de él no simplemente como una serie de objetos a los que se enfrenta, sino como «su propia objetividad»  . El desarrollo de este planteamiento nos permitiría aclarar el concepto de interés para, desde él, poder delimitar el verdadero alcance de Ia objetividad.

https://summa.upsa.es/high.raw?id=0000000543&name=00000001.original.pdf 

 

https://www.mediafire.com/file/qdw13akyh11p9nd/Valls_Plana%252C_R._%25282018%2529._Comentario_integral_a_la_Enciclopedia_de_las_ciencias_filos%25C3%25B3ficas_de_G._W._F._Hegel_%25281830%2529._Madrid%252C_Espa%25C3%25B1a_ABADA.pdf/file?fbclid=IwY2xjawFDvRtleHRuA2FlbQIxMAABHSol3HL0t6MRpUCUiJquzoa51zzTWaMOrRqTQGgibmDdUIP4XX59wiMWGA_aem_2-8a2ujXjQ3Jk8BuBZpFwg   

 

 

 

Viendo el sistema entero de Hegel aunque solo sea a grandes rasgos, apenas podemos evitar preguntarnos, si la  idea, ciertamente única en el que consiste el sistema es Dios. Es desde luego lo absoluto o sea lo no relativo, lo absuelto o desatado de cualquier lazo de dependencia. Equivale a lo que el lenguaje religioso designa como Dios, pero mutatis mutandis. En efecto en  el monoteísmo, la palabra Dios siendo de suyo un nombre común, se usa como propio y lo que es más sorprendente como único y multiplicable. Solo uno puede llamarse así. Y si tenemos cuenta que según Hegel el termino Dios expresa de suyo el concepto que alienta inmanentemente el universo, resulta entonces que el termino Dios en el lenguaje religioso es extremadamente impropio cuando lo expresa como ente supremo  y separado (O trascendente dicen algunos). De donde se sigue que la representación religiosa que más se aproxima a lo que Hegel entiende por absoluto no es la del Dios trascendente sino lo que muchos teólogos denominan  Cuerpo místico de Cristo, o sea una especie de cuerpo vivo de la divinidad que vendría a ser algo así  como el alma de este cuerpo. Yo diría la Novia del cordero.

 

Ahora si quieren evitar paralelismo con las representaciones religiosas que según muchos pueden estorbar la comprensión de Hegel, hay que añadir una consideración sobre la libertad.  El entiende como necesarias las determinaciones del concepto en tanto proceden de él, pero esta tesis que en su simple literalidad  aproxima Hegel a Spinoza, en el Hegenialismo  no acarrea la consecuencia   de que la libertad haya que atribuirla exclusivamente a una entidad, en la que a modo de vertice culmina toda  la realidad (la sustancia única)  sino que la libertad se predica del todo biotejido. Eso significa que el conjunto de las sustancias finitas forma el cuerpo de la actividad divina y que cada una de ellas en tanto monada ejerce su libertad interactuando en el seno de la comunidad de todas con la monada de las monadas.

 

Muy bien pues eso es el biotejido y si en Hegel ese  biotejido ese cuerpo de Cristo está  dado en el concepto absoluto producto de la negación de la negación en nuestro pensamiento ese biotejido se objetiva en sistemas  por medio de la afirmación dela afirmación así trapasamos a Hegel y entonces Marx, queda integrado como el espíritu objetivo que solo en el comunismo alcanza su absoluto, Nietzsche queda integrado alcanzando su absoluto en el terno retorno que siguiendo a Deleuze es un eterno retorno de lo mismo para develar lo diferente así que lo comprendemos como un proceso de deconstrucción constante, integramos la cibernética en el espíritu desintegrado para dar cuenta como los sistemas de primer orden entran en una lucha con los sistemas de segundo orden que no es otra cosa que el conflicto entre unidad y multiplicidad e integramos a  Freud, Lacan, Jung en un proceso de redeconstrucción transferencial partiendo de este ir más alla de la esencia a la que nos lleva la reflexión de Heidegger para poder revelar el ser no solo en su temporalidad del Dasein sino en su eternidad del sinsein Nishida kitaro diría Basho nostros siguiendo su empirismo puro diríamos Mu, así anudamos el biotejido Chupi quipu y desanudamos el biotejido Koshi kene en este biotejdo se transfiere la luz.

Y entonces   nuestra filosofía no se trata de conceptos sino de lo real como comunión eterna de lo real imaginario como juego de lo real simbólico, como simbolización religiosa, de lo artificial como arte del biotejido, de lo conceptual, de lo formal como configuración sistemas, de la deconstrucción de los sistemas , de la desintegración cibernética de los mismos y de su redeconstrucción transferencial en este anudar y desanudar el biotejido y es que el cuerpo de Cristo trapasa todo esto hasta llegar a su resurrección final en las bodas del cordero.

 

Como empezar una filosofía así pues comiéndonos todo el mundo atando todo el biotejido que es lo que hacemos con el taller de crítica comedia en 7 números https://es.scribd.com/document/136699586/Taller-de-Critica-Comedia-en-7-Numeros-Volumen-IV-Parte-Prtimera-1 así empieza nuestra biodramaturgia y desatando el biotejido como en http://teatroloco.blogspot.com/2015/11/hoy-10-de-noviembre-del-2015-me.html lo cual nos valió  la expulsión de la facultad de teología,a quie sta el gran problema para los católicos el cuerpo Mistico de Cristo, la iglesia , el biotejido se queda en un si trascendete metafísico abstracto para Hegel este es inmanente logrando su absoluto en el proceso histórico , para nosotros es tanto trascendente como inmanente siendo en realmente eterno en una comunión de amor.

Más esta verdad se revela y devela en un conflicto con el poder, siendo esta verdad el verdadero poder, cada obstáculo no hace más que fortalecerla, estando en cada paso y siendo en cada paso, pronto esta su apocalipsis final. Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de Dios, así en mi pobreza yo recojo todo texto donde encuentre luz y como la luz solo se revela en la oscuridad también todo texto oscuro, la totalidad es la verdad no porque todos tengan la razón o el espíritu sino porque la luz vence toda tiniebla, así la verdad vence al poder y siendo la verdad poder el poder vence a la supuesta verdad, para por fin la verdad y el poder reconocerse en la unidad del biotejido.

¿A quién le damos la autoría de esta verdad cuando lo que tenemos es un texto vivo? Diría a Dios pero siempre estamos  en una lucha constante con él no pudiendo ser verdaderos cristianos   sino lo matamos ¿Qué otra manera hay de desanudar el biotejido? ¿Podría mencionar a todos los autores que participaron en este texto? Eso es imposible primero porque la gran mayoría no decidieron escribir y segundo porque así lo decidieran el biotejido los trasciende, así que solo podría decir que la filosofía del sabor espiritual  se sigue escribiendo en biotejido antes de mí y después de mí.  

1 comentario:

Christian Franco dijo...

http://teatroloco.blogspot.com/2024/09/filosofia-del-sabor-espiritual.html