« Y sobre él reposará el Espíritu del Señor,
espíritu de sabiduría y de inteligencia,
espíritu de consejo y de poder,
espíritu de conocimiento y de temor del Señor
CAPITULO SIETE Micayón y Naronda mantienen una conversación nocturna con Mirdad, y éste les avisa del diluvio que va a venir, pidiéndoles que estén preparados
NARONDA: Era cerca de la segunda hora de la tercera vigilia, cuando sentí que seabría la puerta de mi celda, y oí a Micayón que me susurraba: —«¿Estás despierto,Naronda?»—«El sueño no visitó mi celda esta noche, Micayón.» —«Tampoco anidó en mispárpados. Y él, ¿piensas que él duerme?»—«¿Hablas del Maestro?»—«¿Ya le llamas Maestro? Quizás lo sea. No podré hallar descanso hasta que no mecerciore de su identidad. Vayamos a verle ahora mismo.»Y andando de puntillas salimos de mi celda y entramos en la del Maestro. Un hilo deluna plateado, que se filtraba por un hueco en lo alto de la pared, iluminaba su humildelecho, cuidadosamente extendido en el suelo. Evidentemente, no había sido ocupadoaquella noche. Aquél a quien buscábamos no se encontraba allí donde lo buscábamos.Confusos, avergonzados y defraudados, íbamos a volver sobre nuestros pasos, cuando,súbitamente, su apacible voz llegó hasta nuestros oídos, antes de que nuestros ojos pu-diesen percibir su delicada silueta en la puerta.MIRDAD: No os turbéis. Sentaos en paz. En la cumbre de las montañas, la noche sedisuelve rápidamente en alborada. La hora es propicia para la disolución.MICAYÓN (Perplejo y balbuciente): Perdona nuestra intrusión. No hemos dormido entoda la noche.MIRDAD: El sueño es un olvido de sí mismo demasiado breve. Más vale ahogar el yodespierto, que paladear con cuentagotas el olvido del sueño. ¿Qué queríais deMirdad?MICAYÓN: Veníamos para saber quién eres.MIRDAD: Entre los hombres soy un dios. Cuando estoy en Dios soy un hombre.¿Comprendiste, Micayón?MICAYÓN: Profieres una blasfemia.MIRDAD: Contra el dios de Micayón... tal vez. Contra el Dios de Mirdad, nunca.MICAYÓN: ¿Acaso hay tantos dioses como hombres, para que hables de uno deMicayón y otro de Mirdad?MIRDAD: Dios no es «muchos». Dios es Uno. Pero numerosas y diversas son todavíalas sombras de los hombres. Mientras los hombres proyecten sus sombras sobre laTierra, el dios de cada hombre no será más grande de lo que es su sombra. Sólo los queno tienen sombra están en la Luz. Sólo los que no tienen sombra conocen al Dios único.Porque Dios es Luz, y sólo la Luz es capaz de conocer la Luz.MICAYÓN: No nos hables con enigmas. Nuestra comprensión todavía es muy pequeña.MIRDAD: Todo es enigma para el hombre que sigue a una sombra, pues éste, alcaminar en una luz prestada, tropieza con su propia sombra. Cuando os hagáis resplan-decientes de Comprensión, ya no proyectaréis más sombra. Pero en breve, Mirdadrecogerá vuestras sombras y las quemará al Sol. Entonces, aquello que para vosotros esahora un enigma, resplandecerá en vosotros como una verdad refulgente, demasiadoevidente para necesitar explicación.MICAYÓN: ¿No nos dirás quién eres? Si supiésemos tu nombre —tu verdaderonombre—, tu patria y tus antepasados, tal vez pudiésemos comprenderte mejor.
MIRDAD: ¡Oh, Micayón! Intentar sujetar a Mirdad con vuestras cadenas y cubrirle convuestros velos, es como forzar a un águila a regresar al huevo en el que fue incubada.¿Cuál es el nombre que se puede dar a un Hombre que ya no está en el «nido»? ¿Quépatria puede contener a un Hombre en el cual está contenido el universo? ¿A quéantepasados se puede referir un Hombre cuyo único ancestro es Dios? Si quieresconocerme bien, Micayón, es preciso que antes conozcas bien a Micayón.MICAYON: Tal vez seas un mito vestido con la apariencia de un hombre.MIRDAD: Efectivamente, algún día la gente dirá que Mirdad no era más que un mito.Pero dentro de poco sabréis cuan real es ese mito, mucho más real que cualquierrealidad de los hombres. El mundo ahora no conoce a Mirdad. Mirdad estáconstantemente atento al mundo. Y en breve, el mundo conocerá a Mirdad.MICAYON: ¿Eres, por casualidad, el pasajero clandestino?MIRDAD: Soy pasajero clandestino en toda arca que afronta el diluvio de la ilusión.Tomo en mis manos el timón tantas veces como el capitán pide mi ayuda. Vuestroscorazones, aunque no lo sepáis, me llamaron hace mucho tiempo en voz alta. ¡Hemeaquí! Mirdad está aquí para guiaros con seguridad, para que vosotros, a su vez, podáisguiar al mundo fuera del mayor diluvio del que jamás se tuvo noticia.MICAYON: ¿Otro diluvio?MIRDAD: No para inundar la tierra, sino para manifestar el Cielo en la tierra. No paraborrar la huella del Hombre, sino para revelar a Dios en el Hombre.MICAYON: El arco iris surgió en nuestro cielo hace pocos días. ¿Cómo puedes hablarde otro diluvio?MIRDAD: Más devastador de lo que fue el diluvio de Noé, será el diluvio que ya estáasolando la tierra. Una tierra cubierta por las aguas es una tierra preñada de promesas deprimavera. No así una tierra que hierve en la fiebre de su propia sangre.MICAYON: ¿Debemos entonces esperar el fin? Se nos dijo que la venida del pasajeroclandestino sería la señal del fin.MIRDAD: No temáis por la tierra. Ella es muy joven y sus senos están rebosantes. Másgeneraciones de las que podáis contar, serán todavía amamantadas por ella.Tampoco estéis preocupados por el Hombre, el señor de la Tierra; porque él esindestructible. Sí, inextinguible es el Hombre. Inagotable es el Hombre. El entrará en laforja como hombre y saldrá de ella como Dios.Manteneos firmes. Preparaos. Que vuestros ojos, vuestros oídos y vuestras lenguasayunen, para que vuestros corazones puedan experimentar aquella hambre sagrada que,una vez aplacada, os dejará saciados por toda la eternidad.Y necesitáis estar saciados, para dar de comer a los hambrientos. Necesitáis ser fuertes yfirmes, para socorrer a los que vacilan y a los débiles. Necesitáis estar preparados contrala tempestad, para que podáis proteger a todos los desvalidos que están acosados por latempestad. Necesitáis estar siempre luminosos para poder guiar a aquéllos que caminanen las tinieblas.Los débiles son una carga pesada para los débiles. Pero para los fuertes son un cargaagradable. Buscad a los débiles, pues su flaqueza es vuestra fuerza.Los hambrientos son solamente hambre para los hambrientos. Pero para los saciadosson un alivio bienvenido. Buscad a los hambrientos, pues vuestra saciedad es su ne-cesidad.Los ciegos son una piedra de tropiezo para los ciegos. Pero para los que ven sonmojones que les indican el camino. Buscad a los ciegos, pues sus tinieblas son vuestraluz.NARONDA: En aquel momento sonó la trompeta, llamando a la oración de la mañana.MIRDAD: Zamora hace sonar su trompeta para comenzar un nuevo día. Un nuevo
milagro que podéis pasar bostezando entre el sentarse y el levantarse, llenando el es-tómago y vaciándolo, fatigando vuestras lenguas con palabras vanas, haciendo muchascosas que sería mejor no hacer, y no haciendo muchas otras que necesitarían ser hechas.MICAYON: ¿No debemos ir, pues, a la oración?MIRDAD: ¡Id! Orad conforme se os enseñó a orar. Orad de cualquier forma, porcualquier cosa. ¡Id! Haced todo lo que se os ordenó hacer, hasta que lleguéis a servuestros propios maestros y dueños, hasta que hayáis aprendido a hacer de cada palabrauna oración y de cada acto una ofrenda. Id en paz. Mirdad tiene que velar para quevuestro refrigerio matinal sea abundante y delicioso.
1. El Espíritu de Dios (brazo que se encuentra en el centro)
2-3. Espíritu de sabiduría y de inteligencia (brazos a cada lado del central)
4-5. Espíritu de consejo y de poder (los que se ubican respectivamente en el centro de cada lado)
6-7. Espíritu de conocimiento y de temor a Dios (los que se hallan a cada extremo del candelabro).
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