jueves, 28 de diciembre de 2023

La verdad es arte

 

 La verdad es arte

Ahora ya hemos captado con mayor claridad la esencia de la verdad a algunos respectos. Si esto es así, debería estar más claro qué es lo que obra en la obra, pero ocurre que el ser-obra de la obra visible en estos momentos todavía no nos dice nada sobre la realidad más próxima e imperiosa de la obra, sobre el carácter de cosa de la obra. Casi parece como si con la intención exclusiva de captar de la manera más pura posible la subsistencia de la obra hubiéramos olvidado por completo el hecho de que una obra es siempre una obra, es decir, algo efectuado. Si hay algo que distingue a la obra en cuanto obra es, desde luego, el hecho de que la obra ha sido creada. Desde el momento en que la obra es creada y el crear precisa de un medio a partir del cual y en el cual éste crea, también el carácter de cosa entra a formar parte de la obra. Esto es indiscutible, pero todavía sigue abierta la pregunta de cómo entra a formar parte de la obra el hecho de ser algo creado, su ser creación. Esto sólo puede aclararse analizando dos cuestiones: 1. ¿Qué quiere decir aquí ser-creación y crear a diferencia de fabricar y ser algo fabricado? 2. ¿Cuál es la esencia más íntima de la propia obra, aquella única esencia a partir de la cual es posible sopesar hasta qué punto el ser-creación le pertenece y en qué medida es lo que determina el ser-obra de la obra? Aquí, crear siempre se ha pensado en relación con la obra. El acontecimiento de la verdad forma parte de la esencia de la obra. La esencia del crear la determinamos por adelantando a partir de su relación con la esencia de la verdad como desocultamiento de lo ente. La pertenencia del ser-creación a la obra sólo puede salir a la luz aclarando la esencia de la verdad de modo aún más originario. Vuelve a replantearse la pregunta por la verdad y su esencia. Tenemos que replantear esa pregunta si queremos que la frase que dice que es la verdad la que obra en la obra no sea una mera afirmación gratuita. En realidad es sólo ahora cuando debemos plantearla de manera más esencial: ¿en qué medida se encuentra en la esencia de la verdad una tendencia hacia algo como la obra? ¿Qué esencia tiene la verdad para que pueda ponerse a la obra o incluso, bajo determinadas condiciones, tenga que ponerse a la obra a fin de ser como verdad? Pues bien, este ponerse a la obra de la verdad lo determinamos como la esencia del arte, de modo que nuestra última pregunta reza así: Qué tiene que ser la verdad, para que pueda acontecer o incluso tenga que acontecer como arte? ¿En qué medida hay arte?

 

 

La verdad y el arte

 El origen de la obra de arte y del artista es el arte. El origen es la procedencia de la esencia, en donde surge a la presencia el ser de un ente. ¿Qué es el arte? Buscamos su esencia en la obra efectivamente real. La realidad de la obra ha sido determinada a partir de aquello que obra en la obra, a partir del acontecimiento de la verdad. Pensamos este acontecimiento como la disputa del combate entre el mundo y la tierra. En la dinámica de esta lucha está presente el reposo. Aquí es donde se funda el reposo de la obra en sí misma.  En la obra obra el acontecimiento de la verdad. Pero lo que obra en la obra está, por lo tanto, en la obra. Por consiguiente, aquí ya se presupone la obra efectivamente real como soporte del acontecimiento. De inmediato resurge ante nosotros la pregunta por aquel carácter de cosa de la obra dada. Y así, hay algo que por fin queda claro: por mucho y muy insistentemente que nos preguntemos por la subsistencia de la obra, nunca daremos plenamente con su realidad efectiva mientras no nos decidamos a tomar la obra como algo efectuado. Lo más normal es tomarla así, porque en la palabra obra resuena ya el término ‘efectuado’. El carácter de obra de la obra reside en el hecho de haber sido creada por un artista. Puede parecer extraño que hayamos esperado hasta ahora para dar esta definición de la obra, que además de aclarar todo es la más lógica. Pero, manifiestamente, el ser-creación de la obra sólo se puede entender desde el proceso del crear. Y así, por la fuerza de las cosas, nos vemos obligados a introducirnos en la actividad del artista para dar con el origen de la obra de arte. El intento de determinar el ser-obra de la obra única y exclusivamente a partir de ella misma, ha demostrado ser irrealizable. Aunque ahora dejemos a un lado la obra e indaguemos en la esencia del crear, no por ello debemos olvidar lo que dijimos anteriormente sobre el cuadro de las botas labriegas o el templo griego y sobre todo sobre los autoretratos con la oreja cortada. Pensamos el crear como un producir o traer delante. Pero también la fabricación de un utensilio es una producción, una manera de traer algo delante. Es verdad -¡curiosa paradoja del lenguaje!- que el trabajo artesano no crea obras ni siquiera cuando distinguimos entre el producto verdaderamente artesano y el objeto de fábrica. Pero entonces ¿en qué se diferencia el traer delante que es creación del traer delante que es fabricación? Resulta tan fácil distinguir con palabras entre la creación de obras y la fabricación de utensilios, como difícil seguir ambas maneras de traer algo delante en sus respectivos rasgos esenciales. En apariencia, la actividad del alfarero y el escultor, la del ebanista y el pintor siguen un comportamiento idéntico. La creación de obras exige de por sí el quehacer artesano. Lo que más estiman los grandes artistas es la capacidad artesanal. Son los primeros que exigen su cuidado a partir de una total maestría. Ellos, más que nadie, son los que se esfuerzan por formarse cada día más a fondo en el oficio. Ya se ha dicho repetidas veces que los griegos, que algo entendían de obras de arte, usaban la misma palabra, tekne, para designar un oficio artesano y el arte y que nombraban al artesano y al artista con el mismo nombre, teknites. Por eso, parece aconsejable determinar la esencia del crear desde su lado artesanal. Pero la mención al uso que hacían los griegos de estas palabras, un uso que pone de manifiesto su experiencia del asunto, nos debe haber dejado meditabundos. Por habitual y esclarecedora que pueda ser la alusión a la forma en que los griegos designaban habitualmente los oficios artesanos y el arte utilizando la misma palabra, tekne, no deja de ser superficial y hasta errada, porque tekne no significa ni oficio manual ni arte y mucho menos lo técnico en sentido actual, puesto que no significa nunca ningún tipo de realización práctica. La palabra tekne nombra más bien un modo de saber. Saber significa haber visto, en el sentido más amplio de ver, que quiere decir captar lo presente como tal. Según el pensamiento griego, la esencia del saber reside en la aletheia, es decir, en el desencubrimiento de lo ente. Ella es la que sostiene y guía toda relación con lo ente. Así pues, como saber experimentado de los griegos, la tekne es una manera de traer delante lo ente, en la medida en que saca a lo presente como tal fuera del ocultamiento y lo conduce dentro del desocultamiento de su aspecto; tekne nunca significa la actividad de un hacer. El artista no es precisamente un teknites porque también sea un artesano, sino porque tanto el hecho de producir o traer aquí obras como el de producir o traer aquí utensilios acontece en ese traer algo delante que, de antemano, hace que llegue lo ente a su presencia a partir de su aspecto. Pero todo esto ocurre en medio de lo ente, que sale a la luz y se genera espontáneamente en medio de la physis. El hecho de llamar tekne al arte no es ninguna prueba a favor de que el quehacer del artista sea comprendido a partir del trabajo manual. Lo que dentro de la creación de obras tiene aspecto de fabricación artesana tiene otra naturaleza. Este quehacer está completamente determinado por la esencia del crear y siempre se inscribe en ella. Pero entonces, ¿qué hilo conductor podremos seguir para pensar la esencia del crear si no es el del oficio manual? ¿Cómo pensarla si no es contemplando aquello que hay que crear, la obra? A pesar de que la obra sólo se torna efectivamente real en el proceso de creación y por lo mismo depende de dicho proceso en su realidad efectiva, la esencia del crear está determinada por la esencia de la obra. Aunque el ser-creación de la obra tenga una relación con el crear, tanto el ser-creación como el crear deben determinarse a partir del ser-obra de la obra. Ahora ya no nos asombraremos por haber tratado primero durante tanto tiempo únicamente de la obra sin detenernos a analizar el ser-creación hasta el último momento. Si el ser-creación forma parte de la obra de manera tan esencial como resuena en la propia palabra obra, tendremos que procurar comprender más esencialmente lo que se ha podido determinar hasta ahora como ser-obra de la obra.  Teniendo en cuenta la delimitación recién alcanzada de la esencia de la obra, según la cual en la obra está en obra el acontecimiento de la verdad, podemos caracterizar el crear como ese dejar que algo emerja convirtiéndose en algo traído delante, producido. El llegar a ser obra de la obra es una manera de devenir y acontecer de la verdad. En la esencia de la verdad reside todo. Pero ¿qué es la verdad para tener que acontecer en algo creado? ¿Hasta qué punto tiene la verdad una tendencia hacia la obra en el fondo de su esencia? ¿Se puede comprender esto a partir de la esencia de la verdad tal como ha sido aclarada hasta ahora? La verdad es no-verdad, en la medida en que le pertenece el ámbito de procedencia de lo aún-no(des- )desocultado en el sentido del encubrimiento. En el des-ocultamiento como verdad está presente al mismo tiempo el otro «des» de una segunda negación o restricción. La verdad se presenta como tal en la oposición del claro y el doble encubrimiento. La verdad es el combate primigenio en el que se disputa, en cada caso de una manera, ese espacio abierto en el que se adentra y desde el que se retira todo lo que se muestra y retrae como ente. Sea cual sea el cuándo y el cómo se desencadena y ocurre este combate, lo cierto es que gracias a él ambos contendientes, el claro y el encubrimiento, se distinguen y separan. Así es como se disputa el espacio abierto donde tiene lugar la lucha. La apertura de este espacio abierto, esto es, la verdad, sólo puede ser lo que es, concretamente esta apertura, si ella misma se establece y mientras se mantenga instalada en su espacio abierto. Es por eso por lo que en dicho espacio abierto debe haber siempre y en cada caso un ente en el que la apertura gane su firmeza y estabilidad. Desde el momento en que la apertura ocupa el espacio abierto, lo mantiene abierto y dispuesto. Disponer y ocupar se han pensado siempre aquí a partir del sentido griego de la thesis y, que significa poner en lo no oculto. Cuando alude a ese establecerse de la apertura en el espacio abierto, el pensar toca una región que no podemos detenernos a explicar todavía. Diremos simplemente que si la esencia del des-ocultamiento de lo ente pertenece de alguna manera al propio ser (vid. «Ser y Tiempo», parágrafo 44), es éste, a partir de su esencia, el que permite que se produzca el espacio de juego de la apertura (el claro del aquí) y lo lleva como tal a todo lugar en el que un ente sale a la luz a su manera. La verdad acontece de un único modo: estableciéndose en ese combate y espacio de juego que se abren gracias a ella misma. En efecto, puesto que la verdad es la oposición alterna del claro y el encubrimiento, le pertenece aquello que aquí hemos dado en llamar su establecimiento. Pero la verdad no está ya presente de antemano en algún lugar de las estrellas para venir después a instalarse en algún lugar de lo ente. Esto es imposible, aunque sólo sea porque es la apertura de lo ente la primera que concede la posibilidad de que aparezca ese lugar cualquiera, ese lugar lleno de presencia. El claro de la apertura y el establecimiento en el espacio abierto son inseparables, se pertenecen mutuamente. Son la misma y única esencia del acontecimiento de la verdad. Tal acontecimiento es histórico de muchas maneras. Una de las maneras esenciales en que la verdad se establece en ese ente abierto gracias a ella, es su ponerse a la obra. Otra manera de presentarse la verdad es la acción que funda un Estado. Otra forma en la que la verdad sale a la luz es la proximidad de aquello que ya no es absolutamente un ente, sino lo más ente de lo ente. Otro modo de fundarse la verdad es el sacrificio esencial. Finalmente, otra de las maneras de llegar a ser de la verdad es el cuestionar del pensador, que nombra el pensar del ser como tal en su cuestionabilidad, o lo que es lo mismo, como digno de ser cuestionado. Frente a esto, la ciencia no es ningún tipo de acontecimiento originario de la verdad, sino siempre la construcción de un ámbito de la verdad, ya abierto, por medio de la fundamentación y la aprehensión de aquello que se muestra exacto dentro de su círculo de un modo posible y necesario. Cuando y en la medida en que una ciencia va más allá de lo exacto para alcanzar una verdad, esto es, un desvelamiento esencial de lo ente en cuanto tal, dicha ciencia es filosofía. Como forma parte de la esencia de la verdad tener que establecerse en lo ente a fin de poder llegar a ser verdad, por eso, en la esencia de la verdad reside una tendencia hacia la obra que le ofrece a la verdad la extraordinaria posibilidad de ser ella misma en medio de lo ente. El establecimiento de la verdad en la obra es un modo de traer delante eso ente que antes no era todavía y después no volverá a ser nunca. Este traer delante sitúa a eso ente en lo abierto de manera tal que aquello que tiene que ser traído delante sea precisamente lo que aclare la apertura de eso abierto en lo que aparece. Allí donde dicho traer delante trae expresamente la apertura de lo ente, es decir, la verdad, lo traído delante será una obra. Semejante modo de traer delante es el crear.

Y entonces el desocultar la verdad, es crear y  el crear es revelar por lo mismo nosotros creamos a Dios porque Dios nos creó  primero, él nos trajo a la existencia y nos revelo como verdad  así nosotros somos la donación de Dios, somos su metáfora, su transferencia.  En tanto que un modo de traer, es más bien un recibir y tomar dentro de la relación con el desocultamiento. Si esto es así, ¿en qué consiste el ser-creación? Lo aclararemos a través de dos determinaciones esenciales. La verdad se establece en la obra. La verdad sólo se presenta como el combate entre el claro y el encubrimiento en la oposición alternante entre mundo y tierra. La verdad, en tanto que dicho combate entre mundo y tierra, quiere establecerse en la obra. El combate no debe ser apagado ni concluido en un ente traído delante propiamente para este fin, sino que debe abrirse a partir de este ente. Siendo esto así, dicho ente debe albergar en su seno los rasgos esenciales del combate. En el combate se conquista la unidad de mundo y tierra, levedad y gravedad. Al abrirse, un mundo le ofrece a una humanidad histórica la decisión sobre victoria y derrota, bendición y maldición, señorío y esclavitud. El mundo en eclosión trae a primer plano lo aún no decidido, lo que aún carece de medida y, de este modo, abre la oculta necesidad de medida y decisión. Pero desde el momento en que un mundo se abre, la tierra comienza a alzarse. Se muestra como aquella que todo lo soporta, como aquella que se esconde en su ley y se cierra constantemente a sí misma. El  elevarse del mundo exige su decisión y su medida y hace que lo ente alcance el espacio abierto de sus vías. Mientras soporta y se alza la tierra aspira a mantenerse cerrada confiándole todo a su ley. El combate no es un rasgo en el sentido de una desgarradura, de una mera grieta que se rasga, sino que es la intimidad de la mutua pertenencia de los contendientes. Este rasgo separa a los contrincantes llevándolos hacia el origen de su unidad a partir del fundamento común. Es el rasgo o plano fundamental. Es el rasgo o perfil que dibuja los trazos fundamentales de la eclosión del claro de lo ente. Este rasgo no rasga o separa en dos a los contrincantes, sino que lleva la contraposición de medida y límite a un rasgo o contorno único. La verdad como combate sólo se establece en un ente que hay que traer delante de tal manera que la lucha se abra en ese ente, esto es, que el propio ente sea conducido al rasgo. El rasgo bosqueja en una unidad todos los rasgos: el perfil y el plano fundamental, el corte y el contorno. La verdad se establece en lo ente, pero de un modo tal, que es el propio ente el que ocupa el espacio abierto de la verdad. Ahora bien, esta ocupación sólo puede ocurrir de tal manera que aquello que ha de ser traído delante, el rasgo, se confíe a eso que se cierra a sí mismo y se alza en lo abierto. El rasgo debe retirarse de nuevo a la persistente pesadez de la piedra, la callada dureza de la madera, el oscuro brillo de los colores. Sólo en la medida en que la tierra vuelve a albergar dentro de sí al rasgo, es traído éste a lo abierto, es situado, es decir, puesto, en aquello que se alza en lo abierto en tanto que aquello que se cierra a sí mismo y resguarda. El combate llevado al rasgo, restituido de esta manera a la tierra y, con ello, fijado en ella, es la figura. El ser-creación de la obra significa la fijación de la verdad en la figura. Ella es el entramado por el que se ordena el rasgo. El rasgo así entramado es la disposición del aparecer de la verdad. Lo que aquí recibe el nombre de figura debe ser pensado siempre a partir de aquel situar y aquella com-posición, bajo cuya forma se presenta la obra en la medida en que se erige y se trae aquí a sí misma. En la creación de la obra, debe restituirse a la tierra el combate como rasgo y la propia tierra debe ser traída a la presencia y ser usada como aquella que se cierra a sí misma. Este uso no desgasta ni malgasta la tierra como un material, sino que, por el contrario, es el que la libera para ella misma. Este uso de la tierra es un obrar con ella que parece una utilización artesanal del material. De ahí la apariencia de que la creación de obras es también una actividad artesana, cosa que no es jamás. Pero la fijación de la verdad en su figura sigue teniendo siempre algo de uso de la tierra. Por el contrario, la fabricación de utensilios no es nunca inmediatamente la realización del acontecimiento de la verdad. Que un utensilio esté terminado significa que está conformado un material como algo preparado para el uso. Que el utensilio esté terminado significa que es abandonado a su utilidad pasando por encima de sí mismo. No ocurre lo mismo con el ser-creación de la obra. Esta afirmación quedará muy clara a través de la segunda característica que ahora señalaremos. Que el utensilio esté terminado y la obra haya sido creada coinciden en el hecho de que en ambos casos algo ha sido traído delante o producido. Pero el que la obra haya sido creada, esto es, su ser-creación, se distingue frente a cualquier otra manera de traer delante o producir por ser algo creado dentro de lo creado. Pero ¿no se aplica también esto a cualquier elemento traído delante y que ha llegado a ser de algún modo? Sin duda, todo elemento traído delante está dotado de ese haber sido traído delante, si es que se le ha dotado de alguna manera. Pero en la obra, el ser-creación ha sido creado expresamente dentro de lo creado, de tal manera, que lo traído delante de este modo se alza y destaca de una forma particular a partir de él. Si esto es así, también podremos llegar a conocer expresamente el ser-creación en la obra misma. Que el ser-creación sobresalga respecto a la obra no significa que deba advertirse que la obra ha sido hecha por un gran artista. Lo creado no tiene que servir para dar testimonio de la capacidad de un maestro y lograr su público reconocimiento. No es el N.N. fecit lo que se debe dar a conocer, sino que el simple «factum est» de la obra debe ser mantenido en lo abierto. Lo que se debe dar a conocer es que aquí ha acontecido el desocultamiento de lo ente y que en su calidad de eso acontecido sigue aconteciendo por primera vez; que dicha obra es en lugar, más bien, de no ser. El impulso que emerge de la obra haciéndola destacar como tal obra y lo incesante de ese imperceptible destacar, es lo que constituye la perdurabilidad del reposar en sí misma de la obra. Es precisamente donde el artista y el proceso y circunstancias de surgimiento de la obra no llegan a ser  conocidos, donde sobresale del modo más puro ese impulso que hace destacar a la obra, este «que es» de su ser-creación. Es verdad «que» el hecho de haber sido fabricado es algo que también forma parte de todo utensilio disponible y en uso. Pero en lugar de aparecer en el utensilio, este «que» desaparece en la utilidad. Cuanto más manejable resulta un utensilio tanto menos llama la atención, como le ocurre por ejemplo al martillo, y tanto más exclusivamente se mantiene dicho utensilio en el ámbito de su ser-utensilio. En realidad, podemos observar que todo lo dado es, pero se trata de una simple observación superficial que inmediatamente se olvida como ocurre con todo lo que es habitual. ¿Y qué más habitual que esto: que lo ente es? Por el contrario, en la obra lo extraordinario es precisamente que sea como tal. Ese acontecimiento que consiste en que la obra haya sido creada no se limita a seguir vibrando en la obra, sino que es el mismo acontecimiento de que la obra sea como tal obra el que proyecta a ésta ante sí misma y la mantiene proyectada en torno a sí. Cuanto más esencialmente se abre la obra, tanto más sale a la luz la singularidad de que la obra sea en lugar, más bien, de no ser. Cuanto más esencialmente sale a lo abierto este impulso que emerge de la obra haciéndola destacar, tanto más extraña y aislada se torna la obra. En el traer delante de la obra reside ese ofrecimiento que consiste en «que sea». La pregunta por el ser-creación de la obra debería aproximarnos al carácter de obra de la obra y con ello a su realidad efectiva. El ser-creación se ha desvelado como esa fijación del combate en la figura por medio del rasgo. Por otra parte, el propio ser-creación ha sido expresamente creado dentro de la obra y se encuentra en lo abierto como el callado impulso -que hace destacar a la obra- del «que». Pero la realidad efectiva de la obra tampoco se agota en el hecho de haber sido creada. Por el contrario, la contemplación de la esencia de su ser creación nos capacita para consumar ese paso al que tendía todo lo dicho hasta ahora. Cuanto más solitaria se mantiene la obra dentro de sí, fijada en la figura, cuanto más puramente parece cortar todos los vínculos con los hombres, tanto más fácilmente sale a lo abierto ese impulso -que hace destacar a la obra- de que dicha obra sea, tanto más esencialmente emerge lo inseguro y desaparece lo que hasta ahora parecía seguro. Pero este proceso no entraña ninguna violencia, porque cuanto más puramente se queda retirada la obra dentro de la apertura de lo ente abierta por ella misma, tanto más fácilmente nos adentra a nosotros en esa apertura y, por consiguiente, nos empuja al mismo tiempo fuera de lo habitual. Seguir estos desplazamientos significa transformar las relaciones habituales con el mundo y la tierra y a partir de ese momento contener el hacer y apreciar, el conocer y contemplar corrientes a fin de demorarnos en la verdad que acontece en la obra. Detenerse en esta demora es lo que permite que lo creado sea la obra que es. Dejar que la obra sea una obra, es lo que denominamos el cuidado por la obra. Es sólo por amor de ese cuidado por lo que la obra se da en su ser-creación como aquello efectivamente real, o, tal como podemos decir mejor ahora, como aquello que está presente con carácter de obra. En la misma medida en que una obra no puede ser sin haber sido creada, pues tiene una necesidad esencial de creadores, tampoco lo creado mismo puede seguir siendo sin sus cuidadores. Pero cuando una obra no encuentra cuidadores o no los encuentra inmediatamente tales que correspondan a la verdad que acontece en la obra, esto no significa en absoluto que la obra pueda ser también obra sin los cuidadores. En efecto, si realmente es una obra, siempre guarda relación con los cuidadores, incluso o precisamente cuando sólo espera por dichos cuidadores para solicitar y aguardar la entrada de estos mismos en su verdad. El propio olvido en que puede caer la obra no se puede decir que no sea nada; es todavía un modo de cuidar. Se alimenta de la obra. Cuidar la obra significa mantenerse en el interior de la apertura de lo ente acaecida en la obra. Ahora bien, ese mantener en el interior del cuidado es un saber. Efectivamente, saber no consiste sólo en un mero conocer o representarse algo. El que sabe verdaderamente lo ente, sabe lo que quiere en medio de lo ente. El querer aquí citado, que ni aplica un saber ni lo decide previamente, ha sido pensado a partir de la experiencia fundamental del pensar en «Ser y Tiempo». El saber que permanece un querer y el querer que permanece un saber, es el sumirse extático del hombre existente en el desocultamiento del ser. La resolución pensada en «Ser y Tiempo» no es la acción deliberada de un sujeto, sino la liberación del Dasein fuera de su aprisionamiento en lo ente para llevarlo a la apertura del ser. Pero en la existencia el ser humano no sale de un interior hacia un exterior, sino que la esencia de la existencia consiste en estar dentro estando fuera, acontecimiento que ocurre en la escisión esencial del claro de lo ente. Ni en el caso del crear anteriormente citado ni en el del querer del que hablamos ahora, pensamos en la actividad y en la acción de un sujeto que se plantea a sí mismo como meta y aspira a ella.

Querer es la lúcida resolución de un ir más allá de sí mismo en la existencia que se expone a la apertura de lo ente que aparece en la obra. Así es como se encamina lo que está dentro hacia la ley. El cuidado por la obra es, como saber, el lúcido internarse en lo inseguro de la verdad que acontece en la obra. Este saber, que como querer habita familiarmente en la verdad de la obra y sólo de este modo sigue siendo un saber, no saca a la obra fuera de su subsistencia, no la arrastra al círculo de la mera vivencia ni la rebaja al papel de una mera provocadora de vivencias. El cuidado por la obra no aísla a los hombres en sus vivencias, sino que los adentra en la pertenencia a la verdad que acontece en la obra y, de este modo, funda el ser para los otros y con los otros como exposición histórica del ser-ahí a partir de su relación con el desocultamiento. Finalmente, el conocer al modo del cuidado está lejos de ese conocimiento guiado exclusivamente por el mero gusto por lo formal de la obra, sus cualidades y encantos en sí. Saber en tanto que haber-visto es estar decidido; es estar dentro en el combate dispuesto por la obra en el rasgo. La única que crea y muestra previamente cuál es la correcta manera de cuidar la obra es la propia obra. El cuidado ocurre en diferentes grados del saber, cada uno de los cuales tiene diferente alcance, consistencia y claridad. Cuando se ofrecen las obras a un mero deleite artístico no por eso se demuestra que estén cuidadas como obras. En cuanto el impulso que hace destacar a la obra, dirigido hacia lo inseguro, queda atrapado en lo corriente y ya conocido, se puede decir que ha comenzado la empresa artística en torno a las obras. Ni la más cuidadosa transmisión de obras, ni los ensayos científicos para recuperarlas, consiguen alcanzar ya nunca el propio ser-obra de la obra, sino un simple recuerdo del mismo. Pero también este recuerdo puede ofrecerle todavía a la obra un lugar desde el que puede seguir contribuyendo a configurar la historia. Por el contrario, la realidad efectiva más propia de la obra sólo es fecunda allí donde la obra es cuidada en la verdad que acontece gracias a ella. La realidad efectiva de la obra se determina en sus rasgos esenciales a partir de la esencia del ser-obra. Ahora podemos retomar de nuevo la pregunta que introdujo estas cuestiones: ¿qué ocurre con ese carácter de cosa de la obra, que debe ser garantía de su inmediata realidad efectiva? Ocurre que ya no nos planteamos la pregunta por el carácter de cosa de la obra, pues, mientras sigamos planteándola, estaremos tomando inmediata y definitivamente por adelantado la obra como un objeto dado. De esta manera nunca preguntaremos a partir de la obra, sino a partir de nosotros mismos. A partir de nosotros, que no le dejamos a la obra ser una obra, sino que tendemos a representárnosla como un objeto que debe provocar en nosotros determinados estados. Sin embargo, en el sentido de los conceptos habituales de cosa, lo que verdaderamente presenta carácter de cosa en la obra tomada como objeto, es -entendido desde la obra- el carácter terrestre de la misma. La tierra se alza en la obra porque la obra como tal se presenta allí, donde obra la verdad, y porque la verdad sólo se presenta estableciéndose en un ente. Pues bien, es en la tierra, como aquella que se cierra esencialmente a sí misma, en donde la apertura del espacio abierto encuentra su mayor resistencia y, por lo mismo, el lugar de su estancia constante en la que debe fijarse la figura. Siendo esto así, ¿estaba de más intentar resolver la pregunta por el carácter de cosa de la cosa? En absoluto. Es verdad que el carácter de obra no puede determinarse a partir del carácter de cosa, pero a partir del saber sobre el carácter de obra de la obra puede introducirse por buen camino la pregunta por el carácter de cosa de la cosa. Esto no es poco si recordamos cómo desde la Antigüedad el habitual modo de pensar ha atropellado el carácter de cosa de la cosa y le ha dado la supremacía a una interpretación de lo ente en su totalidad que es incapaz de comprender la esencia del utensilio y de la obra y que además nos ha cegado para la visión de la esencia originaria de la verdad. Para la determinación de la coseidad de la cosa no basta tener en cuenta el soporte de las propiedades ni la multiplicidad de los datos sensibles en su unidad, así como tampoco el entramado materia-forma que se representa para sí y se deriva del carácter de utensilio. Esa mirada que puede darle peso y medida a la interpretación del carácter de cosa de las cosas debe adentrarse en la pertenencia de las cosas a la tierra. Pero la esencia de la tierra, como aquella que no está obligada a nada, es soporte de todo y se cierra a sí misma, sólo se desvela cuando se alza en un mundo dentro de la oposición recíproca de ambos. Este combate queda fijado en la figura de la obra y se manifiesta gracias a ella. Lo que es válido para el utensilio -que sólo comprendamos propiamente el carácter de utensilio del utensilio a través de la obra-, también vale para el carácter de cosa de la cosa. Que no tengamos un saber inmediato del carácter de cosa, o al menos sólo uno muy impreciso, motivo por el que precisamos de la obra, es algo que nos demuestra que en el ser-obra de la obra está en obra el acontecimiento de la verdad, la apertura de lo ente. Pero -podríamos aducir finalmente- ¿acaso antes de ser creada y para serlo la obra no debe por su parte verse puesta en relación con las cosas de la tierra, con la naturaleza, si es que debe empujar correctamente el carácter de cosa hacia lo abierto? Pues bien, alguien que sin duda lo sabía, Alberto Durero, pronunció esta conocida frase: «Pues, verdaderamente, el arte está dentro de la naturaleza y el que pueda arrancarlo fuera de ella, lo poseerá». Arrancar significa aquí extraer el rasgo y trazarlo con la plumilla en el tablero de dibujo. Pero enseguida surge la pregunta contraria: ¿cómo vamos a extraer el rasgo, a arrancarlo, si el proyecto creador no lo lleva previamente a lo abierto en tanto que rasgo, es decir, si no lo lleva en tanto que combate entre la medida y la desmesura? No cabe duda de que en la naturaleza se esconde un rasgo, una medida, unos límites y una posibilidad de traer algo delante ligada a ellos: el arte. Pero tampoco cabe duda de que tal arte sólo se manifiesta en la naturaleza gracias a la obra, porque originariamente reside en la obra. Los esfuerzos por alcanzar la realidad efectiva de la obra deben preparar el terreno para que podamos encontrar el arte y su esencia en la obra efectivamente real. La pregunta por la esencia del arte, por el camino hacia el saber de ella, debe ser primera y nuevamente dotada de un fundamento. Como toda respuesta auténtica, la respuesta a la pregunta no es más que la salida más extrema al último paso de una larga serie de pasos en forma de preguntas. Las respuestas sólo conservan su fuerza como respuestas mientras siguen arraigadas en el preguntar. La realidad efectiva de la obra no sólo se ha tornado más visible para nosotros a partir de su ser-obra, sino también esencialmente más rica. Al ser-creación de la obra le pertenecen con igual carga esencial los cuidadores que los creadores. Pero es la obra la que, por su esencia, hace posible a los creadores y necesita a los cuidadores. Si el arte es el origen de la obra, esto quiere decir que hace que surja en su esencia aquello que se pertenece mutuamente y de manera esencial dentro de la obra: los creadores y los cuidadores. Pero ¿qué es el propio arte, para que podamos llamarlo con todo derecho un origen? En la obra obra el acontecimiento de la verdad precisamente al modo de una obra. En consecuencia, hemos determinado previamente la esencia del arte como ese poner a la obra de la verdad. Pero esta determinación es conscientemente ambigua. Por una parte, dice que el arte es la fijación en la figura de la verdad que se establece a sí misma. Esto ocurre en el crear como aquel traer delante el desocultamiento de lo ente. Pero, por otra parte, poner a la obra significa poner en marcha y hacer acontecer al ser-obra. Esto ocurre como cuidado. Así pues, el arte es el cuidado creador de la verdad en la obra. Por lo tanto, el arte es un llegar a ser y acontecer de la verdad. ¿Quiere decir esto que la verdad surge de la nada? Efectivamente, si entendemos por nada la mera nada de lo ente y si nos representamos a ese ente como aquello presente corrientemente y que debido a la instancia de la obra aparece y se desmorona como ese ente que sólo pretendidamente es verdadero. La verdad nunca puede leerse a partir de lo presente y habitual. Por el contrario, la apertura de lo abierto y el claro de lo ente sólo ocurre cuando se proyecta esa apertura que tiene lugar en la caída. La verdad como claro y encubrimiento de lo ente acontece desde el momento en que se poetiza. Todo arte es en su esencia poema en tanto que un dejar acontecer la llegada de la verdad de lo ente como tal. La esencia del arte, en la que residen al tiempo la obra de arte y el artista, es el ponerse a la obra de la verdad. Es desde la esencia poética del arte, desde donde éste procura un lugar abierto en medio de lo ente en cuya apertura todo es diferente a lo acostumbrado. Gracias al proyecto puesto en obra de ese desocultamíento de lo ente que recae sobre nosotros, todo lo habitual y normal hasta ahora es convertido por la obra en un no ente, perdiendo de este modo la capacidad de imponer y mantener el ser como medida. Lo curioso de todo esto es que la obra no actúa en absoluto sobre lo ente existente hasta ahora por medio de relaciones causales. El efecto de la obra no proviene de un efectuar. Consiste en una transformación, que ocurre a partir de la obra, del desocultamiento de lo ente, o lo que es lo mismo, del ser. Pero el poema no es un delirio que inventa lo que le place ni una divagación de la mera capacidad de representación e imaginación que acaba en la irrealidad. Lo que despliega el poema en tanto que proyecto esclarecedor de desocultamiento y que proyecta hacia adelante en el rasgo de la figura, es el espacio abierto, al que hace acontecer, y de tal manera, que es sólo ahora cuando el espacio abierto en medio de lo ente logra que lo ente brille y resuene. Si contemplamos la esencia de la obra y su relación con el acontecimiento de la verdad de lo ente se torna cuestionable si la esencia del poema, lo que significa también la esencia del proyecto, puede llegar a ser pensada adecuadamente a partir de la imaginación y la capacidad de inventiva. Debemos seguir pensando la esencia del poema -ahora comprendida en toda su amplitud, pero no por ello de manera indeterminada-, como algo digno de ser cuestionado, que debe ser pensado a fondo. Si todo arte es, en esencia, poema, de ahí se seguirá que la arquitectura, la escultura, la música, deben ser atribuidas a la poesía. Ésta parece una suposición completamente arbitraria. Y lo es, mientras sigamos opinando que las citadas artes son variantes del arte del lenguaje, si es que podemos bautizar a la poesía con este título que se presta a ser mal entendido. Pero la poesía es sólo uno de los modos que adopta el proyecto  esclarecedor de la verdad, esto

es, del poetizar en sentido amplio. Con todo, la obra del lenguaje, el poema en sentido estricto, ocupa un lugar privilegiado dentro del conjunto de las artes. Para ver esto sólo es necesario comprender correctamente el concepto de lenguaje. Según la representación habitual, el lenguaje pasa por ser una especie de comunicación. Sirve para conversar y ponerse de acuerdo y, en general, para el entendimiento. Pero el lenguaje no es sólo ni en primer lugar una expresión verbal y escrita de lo que ha de ser comunicado. El lenguaje no se limita a conducir hacia adelante en palabras y frases lo revelado y lo oculto, eso que se ha querido decir: el lenguaje es el primero que consigue llevar a lo abierto a lo ente en tanto que ente. En donde no está presente ningún lenguaje, por ejemplo en el ser de la piedra, la planta o el animal, tampoco existe ninguna apertura de lo ente y, por consiguiente, ninguna apertura de lo no ente y de lo vacío. En la medida en que el lenguaje nombra por vez primera a lo ente, es este nombrar el que hace acceder lo ente a la palabra y la manifestación. Este nombrar nombra a lo ente a su ser a partir del ser. Este decir es un proyecto del claro, donde se dice en calidad de qué accede lo ente a lo abierto. Proyectar es dejar libre un arrojar bajo cuya forma el desocultamiento se somete a entrar dentro de lo ente como tal. El anunciar que proyecta se convierte de inmediato en la renuncia a toda sorda confusión en la que lo ente se oculta y retira. El decir que proyecta es poema: el relato del mundo y la tierra, el relato del espacio de juego de su combate y, por tanto, del lugar de toda la proximidad y lejanía de los dioses. El poema es el relato del desocultamiento de lo ente. Todo lenguaje es el acontecimiento de este decir en el que a un pueblo se le abre histórica-mente su mundo y la tierra queda preservada como esa que se queda cerrada. El decir que proyecta es aquel que al preparar lo que se puede decir trae al mismo tiempo al mundo lo indecible en cuanto tal. Es en semejante decir en donde se le acuñan previamente a un pueblo histórico los conceptos de su esencia, esto es, su pertenencia a la historia del mundo. El poema está pensado aquí en un sentido tan amplio y al mismo tiempo en una unidad esencial tan íntima con el lenguaje y la palabra, que no queda más remedio que dejar abierta la cuestión de si el arte en todos sus modos, desde la arquitectura a la poesía, agota verdaderamente la esencia del poema. El propio lenguaje es poema en sentido esencial. Pero como el lenguaje es aquel acontecimiento en el que se le abre por vez primera al ser humano el ente como ente, por eso, la poesía, el poema en sentido restringido, es el poema más originario en sentido esencial. El lenguaje no es poema por el hecho de ser la poesía primigenia, sino que la poesía acontece en el lenguaje porque éste conserva la esencia originaria del poema. Por el contrario, la arquitectura y la escultura acontecen siempre y únicamente en el espacio abierto del decir y del nombrar. Éstos son los que las dominan y guían. Por eso siguen siendo caminos y modos propios de establecer la verdad en la obra. Son, cada una para sí, una forma propia de poetizar dentro de ese claro del ente que ya ha acontecido en el lenguaje aunque de forma desapercibida. En tanto que el poner a la obra de la verdad, el arte es poema. No es sólo la creación de la obra la que es poética, sino también, aunque de otra manera, el cuidado de la obra. En efecto, una obra sólo es efectivamente real como obra cuando nos desprendemos de nuestros hábitos y nos adentramos en aquello abierto por la obra para que nuestra propia esencia pueda establecerse en la verdad de lo ente. La esencia del arte es poema. La esencia del poema es, sin embargo, la fundación de la verdad. Entendemos este fundar en tres sentidos: fundar en el sentido de donar; fundar en el sentido de fundamentar y fundar en el sentido de comenzar. Pero la fundación sólo es efectivamente real en el cuidado. Por eso, a cada modo de fundación corresponde un modo de cuidado. Ahora sólo podemos hacer evidente la estructura esencial del arte en unas pocas pinceladas y únicamente en la medida en que la anterior caracterización de la esencia de la obra nos ofrezca una primera indicación a tal fin. El poner a la obra de la verdad hace que se abra bruscamente lo inseguro y, al mismo tiempo, le da la vuelta a lo seguro y todo lo que pasa por tal. La verdad que se abre en la obra no puede demostrarse ni derivarse a partir de lo que se admitía hasta ahora. La obra rebate la exclusividad de la realidad efectiva de lo admitido hasta ahora. Lo que el arte funda no puede nunca, precisamente por eso, verse contrarrestado por lo ya dado y disponible. La fundación es algo que viene dado por añadidura, un don. El proyecto poético de la verdad, que se establece en la obra como figura, tampoco se ve nunca consumado en el vacío y lo indeterminado. Lo que ocurre es que la verdad se ve arrojada en la obra a los futuros cuidadores, esto es, a una humanidad histórica. Ahora bien, lo arrojado no es nunca una desmesurada exigencia arbitraria. El proyecto verdaderamente poético es la apertura de aquello en lo que el Dasein ya ha sido arrojado como ser histórico. Aquello es la tierra y, para un pueblo histórico, su tierra, el fundamento que se cierra a sí mismo, sobre el que reposa con todo lo que ya es, pero que permanece oculto a sus propios ojos. Pero es su  mundo, el que reina a partir de la relación del Dasein con el desocultamiento del ser. Por eso, todo lo que le ha sido dado al ser humano debe ser extraído en el proyecto fuera del fundamento cerrado y establecido expresamente sobre él. Sólo así será fundado como fundamento que soporta. Por ser dicha extracción, toda creación es una forma de sacar fuera (como sacar agua de la fuente). Claro que el subjetivismo moderno malinterpreta de inmediato lo creador en el sentido del genial resultado logrado por el sujeto soberano. La fundación de la verdad no sólo es fundación en el sentido de la libre donación, sino también en el sentido de ese fundar que pone el fundamento. El proyecto poético viene de la nada desde la perspectiva de que nunca toma su don de entre lo corriente y conocido hasta ahora. Sin embargo, nunca viene de la nada, en la medida en que aquello proyectado por él, sólo es la propia determinación del Dasein histórico que se mantenía oculta. La donación y fundamentación tienen el carácter no mediado de aquello que nosotros llamamos inicio. Ahora bien, el carácter no mediado del inicio, lo característico del salto fuera de lo que no es mediable, no sólo no excluye, sino que incluye que sea el inicio el que se prepare durante más tiempo y pasando completamente desapercibido. El auténtico inicio es siempre, como salto, un salto previo en el que todo lo venidero ya ha sido dejado atrás en el salto, aunque sea como algo velado. El inicio ya contiene de modo oculto el final. Desde luego, el auténtico inicio nunca tiene el carácter primerizo de lo primitivo. Lo primitivo carece siempre de futuro por el hecho de carecer de ese salto y salto previo que donan y fundamentan. Es incapaz de liberar algo fuera de sí, porque no contiene nada fuera de aquello en lo que él mismo está atrapado. Por el contrario, el inicio siempre contiene la plenitud no abierta de lo inseguro, esto es, del combate con lo seguro. El arte como poema es fundación en el tercer sentido de provocación de la lucha de la verdad, esto es, es fundación como inicio. Siempre que, como ente mismo, lo ente en su totalidad exige la fundamentación en la apertura, el arte alcanza su esencia histórica en tanto que fundación. Esta ocurrió por vez primera en Occidente, en el mundo griego. Lo que a partir de entonces pasó a llamarse ser, fue puesto en obra de manera normativa. Lo ente así abierto en su totalidad se convirtió a continuación en lo ente en sentido de lo creado por Dios. Esto ocurrió en la Edad Media. Lo ente se transformó nuevamente al principio y en el transcurso de la Edad Moderna. Lo ente se convirtió en un objeto dominable por medio del cálculo y examinable hasta en lo más recóndito. En cada ocasión se abrió un mundo nuevo con una nueva esencia. Cada vez, la apertura de lo ente hubo de ser instaurada en lo ente mismo por medio de la fijación de la verdad en la figura. Cada vez aconteció un desocultamiento de lo ente. El desocultamiento se pone a la obra y el arte consuma esta imposición. Siempre que acontece el arte, es decir, cuando hay un inicio, la historia experimenta un impulso, de tal modo que empieza por vez primera o vuelve a comenzar. Historia no significa aquí la sucesión de determinados sucesos dentro del tiempo, por importantes que éstos sean. La historia es la retirada de un pueblo hacia lo que le ha sido dado hacer, introduciéndose en lo que le ha sido dado en herencia. El arte es el poner a la obra de la verdad. En esta frase se esconde una ambigüedad esencial, puesto que la verdad puede ser tanto el sujeto como el objeto de ese poner. Pero aquí, sujeto y objeto son nombres poco adecuados. Impiden pensar esa doble esencia, y es aquí donde la dialéctica sujeto objeto nos lleva al espíritu y donde el dasein ya no puede  seguir estando en el mundo sino que vuelve al ser en un resein en un redimirse en un retornar al ser y se absuelve del mundo he aquí el espíritu absoluto y de pronto el arte es religión símbolo instituido que oculta su combate y entonces el espíritu revelado el arte se hace arcaico y vuelve a su combate primigenio en un real imaginario, esto lo llevara a un estilo clásico donde se expresa el símbolo pero ahí no está  su síntesis sino en lo barroco en lo desequilibrado la realidad exige el desequilibrio, lo real como este equilibrio simbólico no expresa la vida, el espíritu revelado exige cierta desmesura para acontecer como realidad la cual será negada por un neoclasisimo el cual será negado por un romanticismo, esta negación de estilos es volver al origen pero en cada vuelta el origen es distinto así el romanticismo será negado por un realismo y este por las vanguardias donde primara la experimentación informal la que será negada  por un  minimalismo abstracto logrando una síntesis en el arte conceptual el que será negado por un arte conceptual empírico multi medial el que será negado por una vuelta a las técnicas de las bellas artes que será negado por el arte cibernético, el cual será negado por arte cibernético de segundo orden donde al algoritmo alcanza autonomía el cual deberá ser negado por un arte cibernético de tercer orden donde él hombre logra su integración .  El arte es histórico, pos histórico pero sobre todo meta histórico  y en cuanto tal es el cuidado creador de la verdad en la obra. El arte acontece como poema. Éste es fundación en el triple sentido de donación, fundamentación e inicio. Como fundación el arte es esencialmente  meta histórico. Esto no quiere decir únicamente que el arte tenga una historia en el sentido externo de que, en el transcurso de los tiempos, él mismo aparezca también al lado de otras muchas cosas y él mismo se transforme y desaparezca ofreciéndole a la ciencia histórica aspectos cambiantes. El arte es  meta historia en el esencial sentido de que funda historia. El arte hace surgir la verdad. El arte salta hacia adelante y hace surgir la verdad de lo ente en la obra como cuidado fundador. La palabra origen [Ur-sprung] significa hacer surgir algo por medio de un salto, llevar al ser a partir de la procedencia de la esencia por medio de un salto fundador. El origen de la obra de arte, esto es, también el origen de los creadores y cuidadores, el Resein meta  histórico de un pueblo, es el arte. Esto es así porque el arte es en su esencia un origen: un modo destacado de cómo la verdad llega al ser, de cómo se torna histórica. Pero el arte también puede ser pos histórico es decir perderse en el transito sin llegar al origen y sin empezar ningún comienzo, quedándose en el intersticio, renunciando al hecho creador  y cayendo una y otra vez como entretenimiento sofisticado.    Preguntamos por la esencia del arte. ¿Por qué preguntamos tal cosa? Lo preguntamos a fin de poder preguntar de manera más auténtica si el arte es o no un origen en nuestro Resein meta histórico, dándonos nuestro dasein Histórico y aun algo más nuestro sinsein que puede integrar la historia superando el al dasman pos histórico  y si puede y debe serlo y bajo qué condiciones.  Una reflexión semejante no puede obligar al arte ni a su devenir. Pero este saber reflexivo es la preparación preliminar, y por lo tanto imprescindible, para el devenir del arte. Este saber es el único que le prepara a la obra su espacio, que le dispone al creador su camino y al cuidador su lugar. Es en este saber, que sólo puede crecer muy lentamente, en donde se decide si el arte puede ser un origen y, por lo tanto, debe ser un salto previo, o si debe quedarse en mero apéndice y, por lo tanto, sólo podemos arrastrarlo como una manifestación cultural tan corriente como las demás. ¿Estamos en nuestro Resein  meta históricamente en el origen?¿Puede el dasein convertirse en un alterador del mundo elevándolo al sufrir la gravedad del devenir? ¿Puede el sinsein ser creador de un nuevo mundo? ¿Sabemos o, lo que es lo mismo, tomamos en consideración la esencia del origen? ¿O, por el contrario, en nuestra actitud respecto al arte nos limitamos a invocar conocimientos ilustrados acerca del pasado? Para solucionar este dilema existe un signo que no engaña.

Hölderlin, el poeta cuya obra aún es una tarea por resolver por parte de los alemanes, nombró este signo cuando dijo:

Difícilmente abandona su lugar lo que mora cerca del origen. (Die Wanderung, vol. IV; Hellingrath, p. 167).

 

 

Epilogo

 

Hemos reflexionado sobre la verdad y esta se revela como una creación, como un poema, como una transferencia, lo que exige una retransferencia pero entendamos su estructura otra vez:

0←1←0

Aquí está  la acumulación sensible, el artista no se hace la pregunta por el ser para ir a la nada ,su propia percepción lo lleva hasta la nada, es como si la pregunta se la hiciera inconscientemente o es que no es una pregunta sino más bien un llamado lo que hay, el origen llama al místico, al profeta, al poeta y en vez de preguntar como el filósofo , el artista acude al llamado  e incuba.

0→1→0→←1←0←1

Y viene todo este proceso de lucha con el material y el ¿Mundo?  No, es el espíritu, siempre será el espíritu el que dona el ser  y supera al no ser

Y entonces la obra

  0←1←0 ←→0→1→0

Esa sin transferencia ¿Entre quién? Entre el Espíritu y al anti espíritu, la figura del mundo y la tierra, es el espíritu que levanta al mundo hasta la levedad del ser y el anti espíritu que hunde al mundo en la gravedad del devenir, esto es lo dionisiaco y apolíneo, lo sublime y lo abyecto, pero la lucha y la comunión no están separadas en el arte

  0←1←0 ←→0→1→0 →0→1→0→←1←0←1 ←0←1←0 ←→0→1→0

Y en el arte sublime el espíritu triunfa en esa armonía dándonos el desequilibrio de la vida

0←1←0 ←0←1←0← 1←0←1 →0→1→0→←1←0←1 ←0←1←0 ←→0→1→0

Y en el arte abyecto triunfa el anti espíritu 

0←1←0 ←→0→1→0 →0→1→0→←1←0←1→0→1→0 →0→1→0 →0→1→0 

 

El anti espíritu empieza con las vanguardias sobre todo con el dadaísmo dando comienzo a la pos modernidad la que es una pos historia donde ir a la nada ya no significara un comienzo sino un establecerse en el vacío al igual que la edad media se estableció  en el ente divino y luego la modernidad se estableció  en la razón subjetiva la pos modernidad se establece en el vacío pero no en cualquier vacío sino en el vacío del capital

¿Cómo salir de ahí?

En la meditación más detallada -por haber sido pensada desde la metafísica- que posee el mundo occidental acerca de la esencia del arte, en las «Lecciones sobre Estética» de Hegel, se encuentran las siguientes frases: «Para nosotros, el arte ya no es el modo supremo en que la verdad se procura una existencia» (Obras Completas, vol. X, 1, p. 134) «Seguramente cabe esperar que el arte no dejará nunca de elevarse y de consumarse, pero su forma ha cesado de ser la exigencia suprema del espíritu» (ibid., p. 135). «En todos estos aspectos, en lo tocante a su supremo destino, el arte es y permanece para nosotros un pasado»

 

Claro para Hegel es un pasado porque la razón subjetiva llega a su absoluto con la revolución francesa y en especial con su filosofía que reflexiona esa revolución.

Pero el espíritu objetivo, que es el marxista también necesitara su arte

 Y en anti espíritu desde el dadaísmo tiene el suyo

Luego el espíritu desintegrado cibernético se llena del “arte” producido por la inteligencia artificial

¿Hoy tiene el arte una verdad que develar?  

Por supuesto en tanto haya un nuevo espíritu a este nuevo espíritu lo llamamos el espíritu integrado, Zizek da unos pasos hacia este espíritu pero lo que descubre en esta agonía este Espíritu y voluntad es el síntoma pro lo mismo lo que realmente se expresa es la herida interior  

Que se produce en el choque de nuestra voluntad y el espíritu, dicho lacanianamente el significante y el significado no coinciden  y entonces el objeto A con su promesa de goce nos hace resistir el permanente trauma, de lo real, que lejos de ser una armonía es una imposibilidad constitutiva de ahí deviene toda la dialéctica de esa imposibilidad y todo ideología es un enmascaramiento de esa imposibilidad siendo la ideología objetiva es decir no ideal sino la forma como los sistemas funcionan, toda promesa de síntesis o realización es ideológica y falsa.

Y entonces el sujeto tachado, el objeto tachado el absoluto tachado, toda negación de la negación es un infierno que intenta salir de la imposibilidad constitutiva.

¿Pero hay esa imposibilidad constitutiva?

Dicho de otras manera

¿Estamos todos enfermos desde el origen?

 

La respuesta es si

La religión nos habla de pecado

El arte de una permanente insatisfacción donde la armonía no se logra

La filosofía de una existencia sin sentido o de una esencia inalcanzable por los que están en la caverna

La ciencia de una imposibilidad de prueba por nuestra limitación que cada vez se descubre como algo mayor ante una física inconmensurable 

Pero otra vez el problema del logos, lo inventamos por una angustia ante la nada y su imposibilidad constitutiva  o nos viene como donación divina en toda la naturaleza, la respuesta de Heidegger parece ir por la donación, por esta inspiración     Espiritual, Dios nos da el logos en su espíritu para que nosotros tomemos conciencia del nuestro es decir de nuestra libertad.

Si es así urge entonces un nuevo arte que integra oriente y occidente y que se devele en la vida misma superando todo medio y por lo mismo este arte lo tiene que cambiar todo y esto pasa por cambiar la propia dialéctica la cual tiene que ser poética.   

 

Así la tesis no es otra cosa que la transferencia del ser en el misterio pascual

1→0→1

La antítesis la retransferencia del no ser en el misterio dharmico

0←1←0

Y la síntesis, la sintransferencia que tiene en su seno la contra transferencia

  0←1←0 ←→0→1→0 →0→1→0→←1←0←1 ←0←1←0 ←→0→1→0

¿Está  dialéctica cancela la dialéctica Hegueliana?  

       

  No la integra porque por medio de ella podemos dar cuenta de lo simbólico, de lo artístico, de lo filosófico tanto lógico como dialectico, de lo científico, pasando por los modelos mecánicos, estadísticos, orgánicos, de la trandiciplinariedad con toda su decosntrucción del algoritmo y su inteligencia artificial hasta llegar a la noumenologia donde recuperamos la intuición a este arte lo llamamos el arte del biotejido sus dimensiones técnicas pre expresivas, meta espresivas, impresivas, a expresivas, expresivas desintegradas, expresivas integrales ya las hemos expuesto en otras textos pero seguiremos haciéndolo más adelante.

 

Apéndice

 En las páginas 55 y 62 al lector atento se le plantea una dificultad esencial ante la impresión aparente de que las palabras «fijación de la verdad» y «dejar acontecer la llegada de la verdad» nunca pueden llegar a estar de acuerdo. En efecto, en la palabra «fijación» está implícito un querer que le cierra las puertas a la llegada y, por lo tanto, la hace imposible. Por el contrario, en el dejar acontecer se anuncia un plegarse, esto es, un no querer, que permite toda libertad de movimientos. Esta dificultad se resuelve cuando pensamos la fijación en el sentido en el que está entendida a lo largo de todo el texto y sobre todo en la determinación directriz del «poner a la obra». Al lado de «situar» y «poner» también debe entrar «depositar», pues estas tres palabras estaban englobadas todavía de modo unitario en el latín ponere. Debemos pensar el término «situar» en el sentido de la wis¡y. Por ejemplo, en la página 52 se dice así: «Disponer y ocupar se han pensado siempre aquí (¡) a partir del sentido griego de la thesis y, que significa poner en lo no oculto». El «poner» griego quiere decir situar, en el sentido de dejar surgir, por ejemplo, dejar surgir una estatua, es decir, poner, depositar una ofrenda sagrada. Situar y depositar tienen el sentido del alemán Her [hacia aquí], vor [ante, delante] y bringen [traer], es decir, traer hacia lo no oculto o traer a la presencia, en definitiva, traer delante: ‘Hervorbringen’. Situar y poner no significan aquí nunca esa manera provocadora de ponerse en frente de (del Yo-sujeto) tal como lo concibe la modernidad. El alzarse de la estatua (es decir, la presencia del resplandor que nos contempla) es diferente del alzarse de eso que se alza enfrente al modo del objeto. «Erigirse, establecerse» es (vid. p. 29) la constancia del resplandecer. Por el contrario, en el contexto de la dialéctica de Kant y del Idealismo alemán, tesis, anti-tesis y síntesis significan una manera de situar dentro de la esfera de la subjetividad de la conciencia. En consecuencia, Hegel interpretó la wis¡y griega -desde su punto de vista con toda la razón- en el sentido de un poner inmediato del objeto. Si, para él, este poner sigue siendo no verdadero es porque no está mediado todavía por la antítesis y la síntesis (vid. Hegel und die Griechen, en Wegmarken, 1967). Nosotros no es tamos en ese contexto pro lo mismo superamos el campo subjetivo de Hegel, el campo objetivo de Marx , el campo del anti espíritu que inicia con Nietzsche y el campo delo desintegrado de nuestra realidad cibernética.  Con todo, tengamos presente el sentido griego de la thesis y en este ensayo sobre la obra de arte: dejemos que yazca ante nosotros en su resplandor y presencia y, así, la «fijación» no tendrá nunca el sentido de algo rígido, inamovible y seguro. «Fijo» significa rodeado de un contorno, dentro de unos límites (peros), introducido en el contorno (p. 54). Tal como se entiende en griego, los límites no cierran todas las puertas, sino que son los que hacen que resplandezca lo presente mismo en tanto que traído delante él mismo. El límite pone en libertad en lo no oculto; gracias a su contorno bajo la luz griega, la montaña se alza hacia lo alto y reposa. El límite que fija es aquello 2 que reposa -concretamente en la plenitud de la movilidad- y todo esto es válido para la obra en el sentido griego del ergon¦, cuyo «ser» es la energeia, que agrupa dentro de sí infinitamente más movimiento que las «energías» modernas. Por lo tanto, la «fijación» de la verdad, pensada convenientemente, no puede de ninguna manera entrar en oposición con el «dejar acontecer». En efecto, por un lado este «dejar» no es ningún tipo de pasividad, sino el quehacer supremo (vid. «Vorträge und Aufsätze», 1954, p. 49) en el sentido de la thesis y, un « efectuar» y un «querer» que en el presente ensayo, véase la página 58, es caracterizado como el «sumirse extático del hombre existente en el desocultamiento del ser». Por otro lado, este «acontecer» del dejar acontecer de la verdad, es el movimiento que reina en el claro y el encubrimiento, y más exactamente en su unidad, concretamente es el movimiento del claro del autoencubrimiento como tal, del que procede a su vez todo lo que se ilumina. Este «movimiento» exige incluso una fijación en el sentido del traer delante, un traer que hay que comprender en el sentido explicado en la página 53 en la medida en que el traer delante creador «es más bien un recibir y tomar dentro de la relación con el desocultamiento». Conforme a lo que se acaba de explicar puede determinarse el significado de la palabra «com-posición», mencionada en la pagina 55, es la agrupación del traer delante (del producir), esto es, del dejar-venir-aquídelante (dejar aparecer) al rasgo como contorno (peras). Por medio de la «com-posición», así pensada, se aclara el sentido griego de morfe en tanto que figura. Efectivamente, la palabra «com-posición», utilizada más tarde como palabra clave para la esencia de la técnica moderna, está pensada a partir de aquella com-posición citada (y no en el sentido de armazón, dispositivo, andamiaje, montaje, etc.). Esta conexión es esencial, puesto que determina el destino del ser. En tanto que esencia de la técnica moderna, la com-posición procede de la concepción griega del ser de ese dejar-yacer-ante-nosotros, esto es, el logos, así como del griego poiesis y thesis. En el poner de la com-posición, esto es, en el mandato que obliga a asegurar todo, habla la aspiración de la ratio reddenda, es decir, del logon didonai, de tal manera que hoy esta aspiración de la composi-ción se hace cargo de la dominación de lo incondicionado y que -basándose en el sentido griego de la percepción- la represen-tación (poner-delante) toma su forma como un modo de fijar (poner-fijo) y asegurar (poner-seguro). Cuando en el ensayo sobre «El origen de la obra de arte» oímos las palabras fijación y com-posición debemos, por una parte, apartar de nuestra mente el significado moderno de poner (Stellen) y armazón (Gestell) pero, sin embargo, no debemos pasar por alto el hecho de que el ser que determina la Edad Moderna en tanto que com-posición proviene del destino occidental del ser, que no ha sido pensado por los filósofos, sino pensado para los que piensan (vid. «Vorträge und Aufsätze», 1954, pp. 28 y 49). Lo que sigue siendo difícil es explicar las determinaciones dadas brevemente en la página 52 acerca del «establecer» y «establecer de la verdad en lo ente». Una vez más, debemos evitar entender el término «establecer, instalar» en el sentido moderno, como en la conferencia sobre la técnica, esto es, como un «organizar» y poner a punto. Por el contrario, este «establecer, instalar» piensa en la «tendencia [de la verdad] hacia la obra» citada en la página 53, que hace que la verdad que se encuentra en medio de lo ente, y que es ella misma con carácter de obra, alcance el ser (p. 53). Debemos pensar en qué medida la verdad en tanto que desocultamiento de lo ente no dice otra cosa más que la presencia de lo ente como tal, es decir, del ser (vid. p. 62, y de este modo el discurso acerca del establecerse de la verdad -es decir, del ser-dentro de lo ente, tocará la parte cuestionable de la diferencia ontológica (vid. «Identität und Differenz», 1957, pp. 37 y ss.). Por eso, en «El origen de la obra de arte» (p. 52) se dice cautamente: «Cuando alude a ese establecerse de la apertura en el espacio abierto, el pensar toca una región que no podemos detenernos a explicar todavía». Todo el ensayo sobre «El origen de la obra de arte» se mueve, a sabiendas aunque tácitamente, por el camino de la pregunta por la esencia del ser. La reflexión sobre qué pueda ser el arte está determinada única y decisivamente a partir de la pregunta por el ser. El arte no se entiende ni como ámbito de realización de la cultura ¿Ni como una manifestación del espíritu?: tiene su lugar en el Ereignis, lo primero a partir de lo cual se determina el «sentido del ser» (vid. «Ser y Tiempo») Pero nosotros queremos la unión de la ciencia de la lógica con el ser y el tiempo en una ciencia del  logos  porque encontramos al espíritu presente desde el inicio en Dios no como en Hegel como síntesis de la lógica y la naturaleza sino como ser revelado en el logos, donde el ser y el no ser luchan y se reconcilian permanentemente. Qué sea el arte es una de esas preguntas a las que no se da respuesta alguna en este ensayo ni en nuestras alteraciones donde respondemos esperando recibir una contra alteración ya sea del lado Hegueliano a Heideggueriano. Lo que parece una respuesta es una mera serie de orientaciones para la pregunta. (Vid. las primeras frases del Epílogo.) Una de estas orientaciones la tenemos en dos importantes indicaciones que se hacen en las páginas 61 y 66. En ambos lugares se habla de una «ambigüedad». En la página 66 se habla de una «ambigüedad esencial» respecto a la determinación del arte como el «poner en obra de la verdad». Aquí, la verdad es tanto «sujeto» como «objeto» de la frase. Ambas caracterizaciones son «inadecuadas». Si la verdad es «sujeto», la definición que habla de un «poner a la obra de la verdad» quiere decir en realidad el «ponerse a la obra de la verdad» (vid. pp. 61 y 29). Por lo tanto el arte es pensado como Ereignis. Sin embargo, el ser es una llamada hecha a los hombres y no puede ser sin ellos. En consecuencia, el arte también ha sido determinado como un  poner a la obra de la verdad, esto es, ahora la verdad es «objeto» y el arte consiste en la creación y el cuidado humanos. Pero si no estamos en el campo del sujeto ni del objeto queda claro que el arte es revelación de lo absoluto es decir de lo libre es decir de Dios en el hombre. Es dentro de la relación humana con el arte donde se da la segunda ambigüedad del poner a la obra de la verdad, que en la página  es nombrada como creación y cuidado. Según lo que puede leerse en las páginas 62 y 48, la obra de arte y el artista reposan «al tiempo» en lo esencial del arte. En la frase «poner a la obra de la verdad» -en la que queda sin determinar pero es determinable quién o qué de qué manera «pone»-, se esconde la relación del ser y la esencia del hombre, relación que en este caso ha sido pensada de manera inadecuada. Ciertamente se trata de una dificultad muy considerable y que veo con toda claridad desde «Ser y Tiempo», habiéndola expresado después en muchos lugares (vid. por último «Zur Seinsfrage» y en la página 52 del presente ensayo, el texto que empieza: «Diremos simplemente que...»). Todo lo que resulta cuestionable aquí se congrega, a partir de este momento, en el auténtico lugar de la explicación, allí donde se tocan de pasada la esencia del lenguaje y la poesía, una vez más con la mirada dirigida exclusivamente hacia la mutua pertenencia del ser y el decir. Y entonces nace la ciencia transferencial donde el ser y el no ser se donan recreando simbólica, artificial, conceptual, formal, informal, algorítmico e integral esta experiencia.    El lector, que como es lógico llega a este ensayo desde fuera, se verá constreñido al inevitable esfuerzo de detenerse primero durante largo tiempo a tratar de representarse e interpretar los asuntos tratados sin acudir al callado ámbito de donde brota lo que hay que pensar. Vera con el tiempo que esto es imposible y tendrá tarde o temprano como Van Gohg que cortarse la oreja. Por su parte, el autor se ha visto obligado a alterar  el discurrir de esta reflexión pero sin lograr la poesía que la reflexión intentaba develar por lo mismo este discurrir no ha acabado hasta encontrar al Gauguin que se atreva a cercenarnos.

 

 

 


 

 

 Diacrítica : Yo si separo, las opiniones políticas de un artista, de su vida profesional y su música, es muy común, y muy de cliché progresista, siempre vincular a la persona y sus opiniones políticas, con la música que produce y esto viene al caso del recién fallecido, Pedro Suarez Vertíz o por ejemplo a Mario Vargas Llosa (que aún vive, pero ya imagino la misma reacción cuando se nos vaya), ¿Cómo puedo vincular ‘’la guerra del fin del mundo’’ ‘’La ciudad y los perros’’ o ‘’Historia de Mayta’’ con su acérrimo liberalismo económico? Son

dos cosas diferentes. Lo mismo sucede con Pedrito, ¿Cómo puedo vincular canciones como ‘’y es que sucede así’’ ‘’El rey del ah ah’’ o ‘’cuando la cama me da vueltas’’ con sus opiniones políticas? Es un absurdo

 

Christian Franco Rodriguez

lamentablemente no es un absurdo, la metáfora artística te da la ideología como una composición pero en esa consonancia y disonancia esta presente lo que luego se hará concepto así cuando leo la guerra del fin del mundo me queda clara la critica en la personificación de este desmesurado profeta a cualquier ideología absoluta así como la critica a la republiquéta que aun no ha logrado su liberación del antiguo régimen feudal monárquico, ambos no pueden comprenderse porque la razón liberal aun no se ha desarrollado y crean un espejismo maligno del otro lo que retratara la tragedia latinoamericana vista desde una visión liberal. En la ciudad y los perros la critica a la autoridad violenta dictatorial basada en la fuerza y no en la razón queda mucho mas claro los no liberales somos perros y con respecto a Mayte te dejo este documento http://www.scielo.org.pe/scielo.php?script=sci_arttext... aquí un extracto: La perspectiva autoritaria del narrador-escritor se podría sintetizar cuando describe la vida de Mayta de un plumazo a través de una fotografía: la frustración y la marginalidad se notan no solo en la presencia del protagonista que refleja la imagen, sino hasta en el mismo objeto físico que sirve para representarlo. Sin embargo, podríamos inferir que el narrador-escritor hace concesiones a la buena imagen de Mayta, a través de la exageración, pero con la finalidad de ridiculizar su idealismo. Y como producto de la imagen positiva-compasiva que tiene la gente que reniega del legado andino, tiende a atribuir al indio virtudes de humildad, honradez y buenas intenciones, pero siempre manteniéndolo lejos como un paria. En consecuencia, a simple vista la lucha de Mayta por cambiar las injusticias del Perú no fue un destello de irresponsable emoción, sino de un convencimiento de principios. Sin embargo, esta imagen de un hombre convencido se pierde en el transcurso de la novela, porque la lucha y la ideología del protagonista caen en el fanatismo que conlleva a un final patético. La presentación de Mayta con bellos ideales se diluye, ya que es llevado a la exageración y el ridículo. Elogia al protagonista hasta la cumbre de sus ideales, a la cima, pero para que la caída, al final de la novela, sea más estrepitosa y ruidosa8. El final de Mayta acentúa no solo su marginalidad, sino su ideología errónea, alucinada y ridícula. Tal es la intención del narrador-escritor9, quien pretende generar un tipo de conciencia propia

del pensamiento liberal: las consecuencias catastróficas del Perú del relato es efecto de la revolución iniciada por unos fanáticos e irresponsables y no por las causas de la injusticia social (Cornejo Polar, 1989, p. 254). Así, esta ficción de Vargas Llosa manifiesta «su posición política e ideológica conservadoras que se reflejan a través de la complacencia frente al estado actual de las cosas (Del Castillo, 2013, p. 119). Aprovecha el abordaje literario para responder a la izquierda y criticar el socialismo (como si estuviese continuando el debate de la década de 1970, cuando empieza a cambiar su posición política), con referencias políticas muy claras que antes no se apreciaban tan directamente en sus novelas. Pero que de hecho estaban presentes. Ahora con relación a Pedro no hay mucho que pensar son historias de un niño bien intentando siempre tener los globos del cielo para que su carro salte como una rana y pueda ser el rey del ah ah ah ego liberal purito y súper pegajoso, que en momentos piensa en volver a la tierra de la degeneración total.

 

 

     

 

sábado, 16 de diciembre de 2023

Sócrates o el indio

 

         Sócrates o el indio

 Purgatorio para ser el Sócrates amauta

(alteración del texto Sócrates y yo de Fausto Reinaga)

 

El indio dice: Lo absoluto es Sócrates. De 500 años a. de C. a nuestros días, el hombre del planeta Tierra es pensamiento, acto y hábito socrático. La esclavitud para Sócrates es una institución divina. El esclavo es bestia. El esclavo no tiene ley. La voluntad de “ su amo” es su ley. El esclavo si piensa, piensa lo que piensa su amo; y hace lo que manda su amo. Atenas, Roma, Europa han establecido la existencia humana dentro de una “ norma de hierro” socrática. Atenas, Roma, Europa han encajado a la humanidad los cánones que dicta Sócrates. La religión, filosofía, ciencia y poder de Sócrates, han penetrado en la forma y la esencia física y psíquica del hombre del planeta Tierra. Durante el paganismo, los continentes y pueblos conquistados por Atenas y Roma, viven en la esclavitud. Las Colonias dan su cerebro, su “ fuerza de trabado” y su sangre a su Metrópoli. En la Era da! cristianismo, cuando Europa alcanza el Poder Centra! del Mundo, la “ norma de hierro” no varía un ápice. Europa manda, y sus esclavas: Asia, Africa y América, obedecen. Europa piensa y hace ciencia; y Asia, Africa, América trabajan para que Europa piense y haga ciencia pura y aplicada. Europa con la ciencia llega a fabricar la Bomba Atómica. Y la Bomba Atómica. Europa no arroja contra Europa; arroja a una de sus esclavas; ¡Arroja contra Asia! Sócrates nace libre. Sofronisco era escultor, y Fenareta partera. Yo nací esclavo. Mi padre era una bestia; mi madre otra bestia. Sócrates tuvo todo. Yo no tuve más que mí esclavitud. Sócrates hizo poco -casi nada- para ser lo que fue. Yo hice todo, todo para llegar a ser lo que soy. Y es más. Lo inexplicable: en esta sociedad que es una cueva de falsarios, ladrones y asesinos; no robé, no mentí, no maté. América, América india era yo. Filósofos, sacerdotes y escritores de Europa, al indio de América le negaron la condición humana. Para Europa, yo no era más que un “ homúnculo” , “ un animal llamado indio” '. Cincuenta años íntegros puse mi cerebro, mi pluma, mi verbo, mi acción para alcanzar la liberación india. Mi lucha por la conquista de la libertad del indio de América y del mundo, Europa no me perdonó. Europa me llevó al ostracismo, a los Campos de Concentración, a las cárceles, al Patíbulo. Me confiscó mi biblioteca de 14.000 volúmenes. La epopeya arranca estas palabras: “ Yo a pura dentellada, a pura garra, a puro golpe de puño he buscado la verdad y la libertad. Mi búsqueda ha sido una búsqueda dolorosa, desgarradora. Mi adhesión a Sócrates, mi unidad ontológlca y entltativa con Sócrates, Descartes, Kant, Hegel y Mane; con el Cristo católico de Torquemada y Loyola, y con el Cristo apóstata y protestante de Lutero y Calvino, no me dieron ni verdad ni libertad. Hasta que descubrí el pensamiento amáutico. Y fue el pensamiento amáutico el que aplacó mi quemante sed de verdad y me alumbró con el Sol de la Libertad. Lo quo no encontré en Sócrates ni en Cristo, me ha dado el pensamiento amáutico. Yo respiro la verdad y la libertad gracias al pensamiento amáutico Y ahora ¿alguien conoce un hombre más libre que yo?!

Estas palabras se han convertido en himno de triunfo, himno de victoria. . . Saqué de mi cerebro toda fa inmundicia criminal que Europa me había encajado en 25 siglos de opresión esclavista. Con mi cerebro limpio, con mi conciencia limpia, vi en mi persona el Cosmos. La Hélade, el Imperio de los Césares, el Medio Evo cristiano, y la Europa de la revolución francesa, rusa, nazi, la Primera y la Segunda Guerra Mundial, que habían llenado de horrorosas cicatrices mi mente y mi carne, desaparecieron de mi ser. Y viví la llegada del hombre a la iuna; y tuve en mi mano un pedazo lunar que trajeron los astronautas. El día 21 de julio de 1969, descubrí la VERDAD sobre el planeta Tierra y sobre el “ protozoario infinitésima!” , que se llama hombre. Ya sin Sócrates, Cristo ni Marx en mi cerebro. Limpio de mancha y polvo me erguí. Y levanté la frente al espacio sideral del Universo. Y ahí estaba el milagro: la vida en el planeta Tierra; la vida del Universo, palpitante y chispeante, brotando de la entraña telúrica. Y aquí vi a Sócrates. Aquí estaba Sócrates.

Tal que en este momento sobre el planeta Tierra hay dos personas: Sócrates y yo. Sócrates “ castigando al hombre con escorpiones” , para que el hombre “ mienta y mate” . Y yo, luchando para poner luz en la tiniebla del cerebro de la humanidad. Al imperativo socrático: ¡Miente y mata! Arrojo la réplica del imperativo amáutico: ¡No mientas ni mates! ¡Sé la Verdad y la Vida!

Y aquí el Sócrates que llevo adentro pregunta al indio:

¿Soy absoluto?

Si

Entonces me sabes libre y como tal me sabes en toda la cultura occidental, me has reconocido en Marx, en Hegel, en Kant, en el propio Cristo.

Te he reconocido demonio, hasta llegaste a entrar a mí y casi logras podrir mis entrañas

¿Con mi libertad?

Tu libertad es falo, panza y muerte

¿Cómo puede ser un hombre libre si esta presa de su falo?

Empiezas con tus preguntas para hacerme caer en tus contradicciones

¿Yo te hago caer o le temes a tus propias contradicciones?

Me retas demonio de la muerte pero la libertad en mi es cosmos, pregunta lo que quieres tu juego no    me hará temblar más yo soy ciencia y como tal verdad.

Dime, entonces ¿Cómo puede ser libre alguien que está  preso de su falo?

Tu no estas preso demonio, tu eres el falo y lo único que puedes hacer es mentir y matar

Entonces solo soy falo pero aún no consigo comprender ¿En que consiste mi libertad?

La clásica ironía Socrática, en la que te haces el imbécil pero yo sé bien que sabes, tu libertad es trascendente a la tierra y al cosmos, con tu conciencia has conseguido elevarte, creando otro mundo, tu mundo de ideas y en este mundo reinas, porque has conseguido que tu mundo reine sobre el mundo verdadero    y desde el matas y mientes a ti te costó  la vida construirlo pero demonio te conozco estas en todo y en todos ­los occidentales, matando y mintiendo desde tu mundo a este mundo , por eso sé  que solo quedaremos los dos, pero así  como no podre matarte tú tampoco podrás tocarme y es que la tierra te abomina con toda tu razón , con toda tu divinidad , con toda tu propiedad privada en mí y en los nuestros tú no tienes más poder.

¿Piensas?

Por supuesto pero no es tu pensamiento es el pensamiento de la tierra

¿Y entonces crees que hay dos pensamientos el de la tierra y el del cielo?

Si el de los indios que es verdadero y ciencia y el de ustedes que es falso

¿Cómo piensa el pensamiento de la tierra no la hace por ideas?

No, nuestra base no está  en las ideas sino en los hechos

¿Pero los hechos no se formulan en ideas como ahora tú lo estás haciendo?

Pero no son tus ideas que te llevan a otro mundo sino que son las ideas de este mundo

Oh pero ya estamos de acuerdo que ambos pensamientos los “míos” como tú los refieres y los de la tierra se formulan en ideas

Ah demonio se ha donde me quieres llevar, pero las ideas de la tierra son tan distintas que descubrirás en ellas la intuición viva, mientras que en las tuyas solo hay muerte y mentira.

Las “mías” se basan en encontrar la esencia de los entes y así poder conceptuar y conocer ¿Las “tuyas” en que se basan

Eres mentiroso demonio al único ente que buscas es a ti mismo, tu pensamiento no es otra cosa que la masturbación de tu falo, te crees la medida de todas las cosas y con tu alma racional   las ordenas según tu panza y tu falo.

¿Y tú no buscas conocerte?

Me conozco y lo logre cuando me arranque tu falo de mi mente y tu panza de mi estómago yo soy la tierra y nada más que ella y como tal vida y verdad.

¿Entonces hablo con la tierra y no con un hombre?

No te burles Sócrates, soy el verdadero runa hijo de la tierra

¿Y no lo soy yo también?

No tú vendiste a tu madre, y te creaste a imagen de tu propia filosofía, eres constructor de hombres pero no son hombres de la tierra lo que construyes sino hombres del dominio por la razón como tal tú no tienes hermanos, tienes esclavos.

¿Comprendes que al llamarte el verdadero y al decirme a mí el falso el único camino que te queda es eliminarme?

Lo haría si pudiera pero se de tu libertad y de tu poder más liberare a muchos de tu influencia, te eliminare de la cabeza de todos mis hermanos.

¿Cuándo se formula un sí y un no racionalmente puedo comprender  hasta llegar a un bien común pero cuando la irracionalidad formula su sí y su no solo hay intereses particulares, heridas que claman venganza, comprendes que no me estas matando a mi sino a la razón?

Comprendo que  lo que tú llamas razón es solo falo y panza

¿No es el hambre ni la violencia lo que mueve a la razón sino justamente lo que ella intenta es superar esa voluntad irracional?

Mentira, tu sublimación del hambre y la violencia solo condensan al hambre y a la violencia en tus ideas de mundos perfectos, pero una vez se intenten realizar tus utopías de reinos divinos, republicas comunistas o espíritus absolutos cae esa violencia y hambre como tempestad sobre el mundo, yo no le hare eso a la tierra la acepto tal y como es, no intentare transformarla en un mundo ideal, porque a diferencia de ti amo a mi madre.

¿La has contemplado?

No seré el espejo de la tierra, soy su conciencia interior ella es mi sangre

¿La escuchas?

Por supuesto, ella dice él miente

¿Y entonces la tierra niega?

La tierra es la gran afirmación todo lo que no es ella está  negado

¿Pero tu conciencia no es ella, por lo tanto estas negado por tu madre?

Mi conciencia es ella

No hay posibilidad de un yo entonces si ella no te niega tú  no tienes particularidad y no podrías hablarme, serias como un grano de arena uno más en el desierto.

Es como me ves no demonio como una masa perdida en la masa como alguien carente de individualidad y de conciencia no comprendes la conciencia colectiva de los granos de arena.

En tanto un grano salte a la conciencia de su propia individualidad y lleve a los otros a la conciencia para construir la polis comprendo  sabiendo que no sería todo este posible sino hubiera esa conciencia colectiva  que intuyes en la tierra pero esta debe develarse, explicarse , conocerse.

¿Para qué? Si queda claro que jamás terminara ese juego

Al menos que se dé un salto de fe una vuelta la intuición que tanto defiendes pero en el espíritu.

No no eso es traicionar a la tierra    

Darla vuelta completa no es traicionarla, abandonar a la madre es necesario para crecer, volver a ella convertido en un hombre es amarla

Tú no amas a la tierra, tú vendiste a tu madre, tú hiciste en todo tiempo sufrir a Jantipa

Yo aprendí  de la tierra a hacer parir hombres  a su propia conciencia

Abortos todos, monstros andantes, filósofos de la muerte

   Te das cuenta aún no soy absoluto, nuestra madre aun no puede abrazar a su hijo, absoluto es solo Dios

Tú creaste a Dios, tú con tu filosofía, el cristianismo es platonismo para el vulgo

 Yo no logre amar a Jantipa como ella se merecía, me buscaba y buscándome me mataron ¿Porque mataron los hombres a Sócrates?

Porque eres un demonio

¿O porque la conciencia de los hombres lo es hasta que no se reconcilien con Dios y con la tierra?

 

Yo no tengo padre

Entonces tampoco tienes madre, pero la tienes así que tienes padre no cometas el error de no reconciliarte con él, porque sin la reconciliación con el padre, no te podrás reconciliar con el padre  

Tú no eres mi hermano

Lo soy somos hijos de las misma madre y del mismo padre

¿Quién dices tú que es mi padre?

 El Espíritu que es amor y nos redime

Demonio quieres perderme tu redención solo nos lleva al infierno, no cerrare los ojos otra vez, al abrirlos habrás saqueado a mi tierra

Busca la medicina para tu madre dentro tuyo, esa medicina no es otra cosa que el amor del padre, sin ese amor la tierra es yerma

Si es así, ¿Porque nadie encontró la medicina? Estás loco Sócrates te crees tus propias ideas, una y otra vez aplicaras la medicina a la tierra y solo será hambre y violencia, como no te das cuenta, tu presencia le da fiebre

¿Y la tuya?

Ella me recibe en su seno

En su seno de muerte, es la vuelta a ella lo que propones pero la ciencia es formulación, poder y dominio no sabiduría no saberte ni saberla no hay conciencia en la ciencia porque no hay nadie   que sepa ni se ilumine ¿Quieres ser un algoritmo y a eso le llamaras verdad?

Prefiero serlo antes de ser como tú y violentar a mi madre

El logos se impuso al eros en la cultura occidental, la razón tapo nuestro corazón pero recuerda es al amor el que lleva a la filosofía, es el amor el que lleva a la razón.

Amor al falo y a la panza

  Nadie ama la violencia y el hambre, la razón no viola infiere orgánicamente como una vida que crece y este saborear el conocimiento no es el hambre que devora todo a su paso sino aquella que discierne calmadamente disfrutando del banquete del amor

Mentira, mentira, mentira  tuviste tu tiempo y fue el de la noche más oscura del mundo, es hora del nuestro   deja de atormentarnos con tus ideales

Eso es imposible porque en la ausencia de ideal en el aceptar las cosas tal y como son, está el máximo ideal  el del reencuentro de la conciencia con el cosmos.

Yo soy el amauta y en mí ese ideal esta logrado:

    ¿Qué creer? ¿Qué esperar? ¿A quién seguir? ¿Qué pensar? ¿Qué hacer? ¡Creer en la ciencia! ¡Esperar en la ciencia! ¡Seguir a la ciencia! ¡Pensar la ciencia! ¡Hacer la ciencia! ¿Qué es ciencia? La ciencia es la verdad. ¿Qué es la verdad? La verdad es la vida. ¿Qué es la vida? La vida es el hombre. ¿Qué es el hombre? El hombre es tierra. Tierra que piensa. ¿Qué es filosofía? Filosofía es sabiduría. Filosofía es saber. ¿Saber qué? Saber: ¿Qué soy? ¿Quién me ha hecho? ¿Para qué? ¿Qué soy? Soy tierra; tierra que piensa. ¿Quién me ha hecho? Me ha hecho el Cosmos. ¿Para qué? Para ser pensamiento; pensamiento hecho conciencia. ¿Conciencia de qué? Conciencia del Cosmos.

Mientras que tú imperativo afirma:

Imperativo socrático Sócrates, el imperativo socrático afirma: Dios ha creado a! hombre. Dios es la vida. La filosofía es la conciencia de la ciencia. La filosofía sale de Dios. La verdad es divina.

Imperativo amáutico La réplica a Sócrates, la réplica del imperativo amáutico: No ha hecho Dios ai hombre. El hombre ha hecho a Dios. Dios no es la vida. El hombre es la vida. La filosofía no es la conciencia de la ciencia. La ciencia es la conciencia de la filosofía. La filosofía no sale de Dios. La filosofía sale del hombre. La verdad no es divina. La verdad es humana.

Dios no es la verdad. El hombre es ¡a verdad.

Un hombre sin padre  no es la verdad solo es voluntad de poder inflada

Un hombre sin madre tampoco es verdad solo es ego racional

Entonces dadme a la madre yo te daré al padre

La madre te aborrece

El padre te ama

Tu padre nos odia, a todos nosotros, a todos los indios de la tierra

Tu madre nos ama a nosotros los hijos del padre santo

Demonio, demonio, demonio

Hermano, hermano, hermano   

Tendré  que matarte Sócrates

Viviré  en ti

Entonces mejor termina tu misión prefiero morir libre mátame

No se matar   

¿Y como es que todos los tuyos han matado?

¿Estás seguro que la cultura occidental es Socrática? Porque nadie después de mi salió  de la caverna   

Te siguieron Sócrates

Como a Cristo, ¿Pero quién siguió a Cristo hasta la cruz? ¿Quién tomo conmigo la cicuta?

Ese es tu verdadero mensaje, en la cicuta encontrare la medicina para mi madre   

Eso es lo único que el mundo te puede dar bien, veneno el resto es reconocimiento para enfermarte, la filosofía no debe de recibirlo

¿Envidias mi éxito?

Me duele tu existir sin retorno ene l mundo no  hay padre, ni madre, ni hermanos solo un cruel competir en la banalidad del mal

¿Entonces eres el bien?

  Soy el que lo saboreo

¿Eres el sabio?

Solo en el momento de mi muerte en mi vida y en los que viven siempre seré el filósofo

Lo vez nadie puede alcanzarte nadie tiene el valor y entonces con su cobardía maldicen la tierra   

¿Tienes tú el valor?

No los ves   los tuyos no me han vencido 

 ¿No te llenaron de odio y miedo, no quieres al igual que ellos matarme?

Ahhhh acabare con el ideal que los sublima para que se vean tal y como son monstruos

¿Serás el monstruo que develas monstruos?

Si lo seré

La tierra ya no podrá reconocerte

¡Quieres que tome la cicuta eso quieres!

¿Hay algo mejor que te puede dar el mundo sino tu propia libertad?

Dime si tomo la cicuta me liberare de ti 

Lo harás

¿Cómo?

Seremos uno no te atormentare ni tú me atormentaras

Pero tú ¿Qué  tomaras?

Tu cuerpo, la tierra

Tomando mi cuerpo vencerás a los que maldicen la tierra

Venceré 



Lei tu artículo
Herbert
Pero noto en el duelo o diálogo que hay 3 personas
Herbert
Herbert Soto
Tu, Socrates, y Reinaga
Enviaste
es cierto
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y aun no logra la síntesis
Enviaste
no logro la sintesis
Herbert
Herbert Soto
Cierto, pero el inicio del texto de reinaga coincide con los hechos ahora... Sabes a que refiero
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ahí tengo un problema epistemologico no puedo separar a los hechos e la interpretación ambas son partes de la experiencia del espíritu y yo no comparto del todo la experiencia de Reinaga
Enviaste
Y es en la síntesis que se revela la verdad como intuición por eso intento esta síntesis
Enviaste
Pero no lo podre hacer con reinaga necesito a lalguien de carne y hueso al queme puede traferir y que el me pueda transferir a mi
Enviaste
Y así lograr algo tan hermos como la musica de lo italianos que me mandaste
Enviaste
Ahíhabia una sintesis para mi muy valiosa
Enviaste
Hermano tengo que ir a recoger a mi hija, espero poder seguir este camino contigo un fuerte abrazo
Herbert
Herbert Soto
Ok