lunes, 5 de mayo de 2025

El baile de tijeras del logos

 

El baile de tijeras del logos

«Creo que esta relación seria y fundamental entre la lucha y la verdad, que es la misma dimensión en la que la filosofía se desarrolla durante siglos, ahora tiende a ser teatral, perdiendo consistencia, significado y efectividad para las controversias dentro del discurso teórico. Por lo tanto, voy a proponer sólo un imperativo, pero esta vez

categóricamente y sin condiciones: nunca hacer controversia. "

Michel Foucault,

Seguridad, territorio, población.

 

No hacer controversia es realmente controversial, pero el teatro de los medios será una cruz que cualquier intelectual tiene que pasar, si algo de su pensamiento sobrevive a la banalidad, entonces deberá ser tomado en cuenta ¿Qué mejor prueba para la consistencia y el significado?

 

En el lenguaje cotidiano, la palabra "teoría" suele interpretarse como una suposición o una idea no comprobada. Sin embargo, en el ámbito científico, una teoría es una explicación bien fundamentada que integra hechos, leyes, inferencias y comprobaciones empíricas. Ejemplos de teorías científicas son la teoría de la gravedad, la teoría germinal de las enfermedades y, por supuesto, la teoría de la evolución. Llamar "teoría" a la evolución no la debilita; por el contrario, refleja que es una explicación consolidada por un extenso cuerpo de evidencia.

La evolución biológica describe cómo las especies cambian a lo largo del tiempo mediante mecanismos como la selección natural, la mutación, la deriva genética y la migración. Esta teoría está respaldada por pruebas sólidas provenientes de múltiples disciplinas científicas: los fósiles muestran formas de vida extintas y transiciones evolutivas; la genética revela parientes comunes entre especies a través de similitudes en el ADN; y las observaciones actuales documentan procesos evolutivos en tiempo real, como la resistencia bacteriana a los antibióticos.

Negar la evolución basándose en la interpretación popular de "teoría" es un malentendido profundo del método científico. En ciencia, nada se considera absoluto, pero pocas explicaciones han sido tan probadas y refinadas como la evolución. Al comprender qué significa realmente una teoría científica, podemos apreciar mejor el enorme peso de la evidencia que respalda la historia de la vida en la Tierra.

#ciencia #universo #curiosidades

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Creationismo y ciencia

Creo que la evolución se refuta ante su falta de evidencias caballero.

 

José Mateo

No es cierto. En ciencia, la teoría no es ninguna realidad respaldada por pruebas, eso pasaría a ser una verdad.

En ciencia, teoría es aquel concepto que da una explicación para una realidad, una explicación ni demostrada ni absoluta.

Puede haber otras explicaciones para la misma realidad, otras teorías, las cuales, mientras no estén demostradas, siguen siendo teorías.

Gledys Garcia

🤔🤔🤔🤔 observación directa 🤔🤔, será que ya vieron cada etapa de la evolución de una especie a otra atraves de los años ❓❓🤣🙋

Enrique Ponce Rodríguez

Totalmente de acuerdo, la evolución es un hecho.


Arely Del Valle

La gente no sabe que en ámbito y leguaje científico la teoría es algo ya comprobado y hipótesis es algo aún no comprobado.

Jonathan Andres Quero Valenzuela

El problema es que hay gente que piensa que la evolución se refiere a un proceso lineal como en pokemon, con avances continuos y lineales, siendo que es mucho más compleja que eso. Otros describen la evolución como un argumento para decir que no existe la evolución, solo llamándola diferente o usando sus conceptos por separado, lo cual es irónico.

William Guerrero Lucero

Muchas veces me preguntó que pasará cuando el mundo termine de enterarse que los católicos, pastores, testigos de Jehová y demás religiones los engañaron?.

Adonys Ledón

Ni evolución ni Barro...A mí me Talló Odín a partir de un leño de roble...Y nadie puede probarme lo contrario

Jose Manuel Perez Perez

La evolución biológica describe como las especies cambian a través del tiempo... Ok, pero la teoría de la evolución no es tan sencillo como eso.

Qué una especie cambie, no quiere decir lo mismo que un género cambie de Buenas a primeras. Y más improbable que cambie una familia, aunque esto quiera simplificarse a confirmaciones fenologicas.

No es tan sencillo que se pase de tener 23 cromosomas a 24.

Alejandro Gabriel Molina Sanabria

Jose Manuel Perez Perez los cromosomas son solo macromoléculas frágiles, aunque las mutaciones de cambio de número de cromosomas son las menos comunes que prevalezcan, son igual de frecuentes que cualquier otra 🙃 y la estructura del cromosoma 2 humano, es muestra de esto, pues aunque uno de ellos esta deteriorado, el cromosoma 2 tiene 2 centriolos, además de un par de telomeros aproximadamente en la mitad del cromosoma mostrando que se formó de la fusión de 2 cromosomas previos (razón de que la mayoría de Hominidos tengan 24 pares de cromosomas, pero los Humanos modernos y una pocas especies extintas cercanas tengamos 23 pares)

Sebastián Shnsk

¿Y cuál de todas las teorías de la evolución es la cierta, sabiendo que entre ellas se contradicen? ¿Sabes la importancia, o irrelevancia, del "consenso científico"?

 

 

Marina Chirino

Es comprobado pero me suena que tambien se refiere a. Dios por ese prefijo teo. Y teoria son todos esos estudios

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Cruz Canalez CZ

Aleluyos libros leidos solo 1 pero hablan como si hubiesen leido 100 y mas encima el libro es de magia

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Nestor Muñoz Torres

Ni una teoría está comprobada, sino sería denominada "Ley".

La falta de pruebas no debe ser considerada como un avance.

El oso panda parece oso, pero no es un oso...

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Gledys Garcia

🤔🤔🤔🤔 observación directa 🤔🤔, será que ya vieron cada etapa de la evolución de una especie a otra atraves de los años ❓❓🤣🙋

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Leonardo Vera Muñoz

Que lo demuestre

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Iniciamos con una alteración sexual nuestro camino por el conocimiento, y entonces se da el logos como una apertura consciente a la existencia en esa apertura se construirá el lenguaje primero gestual y luego oral mas este lenguaje miente, esa posibilidad de mentir nos permite imaginar y nuestra imaginación llevada por el deseo contruirá ficciones, que nos pongan en el centro del poder por medio de una transferencia de lo divino a nosotros , mas tras la diputa de ese centro, el deseo se negara así mismo, la ficción se hará real y nacerá el espíritu y con el la religión, este proceso ha sido "artístico" poético, pero ha constituido lo simbólico religioso, el arte es una variación ideoelecta de esta símbolo, creando propios universos linguisticos, la reflexión en esos universo llevara al concepto a la filosofía, pero ya en la religión había expresión del ideolecto de hecho esa expresión es la que va construyendo el símbolo y como tal ese símbolo da una idea , una concepción pero es la filosofía la que se hace consciente del concepto pasando del mito al logos pero comprendamos primero se paso del logos al mito, si se pasa del mito al logos es porque el mito no cumple con realizar al logos, que no es otra cosa que la realización de una existencia plena, mas el concepto esta llevado por el deseo, es decir no es consciente de su logos y creara metafísicas que son mitos racionales desde los que se lograra formular la Retórica racionalidad de convencimiento y afectación de los sentimientos, la lógica cuya prinicpal función es el análisis y la dialéctica cuya principal función es la síntesis, todo lo que hacia el mito ahora lo hace el logos pero aun falta lo empírico y será recién en la modernidad que se podrá tirar abajo el principio de autoridad fundamentado en el mito y en el logos metafísico y dar inicio a la ciencia como tal su conocimiento nunca debería estar basado en ninguna autoridad ni prestigio, pero primero lo empírico se asume positivamente ahí esta Comte pensando que si bien la ciencia tiene un conocimiento limitado es un conocimiento comprobado, luego vendrá Popper y la ciencia se concebirá negativamente pensando que hay una ciencia heroica que puede destruir paradigmas y que si bien nunca puede comprobar si puede falsear, pero Kuhn será claro no hay ciencia heroica, toda ella esta condicionada socialmente así que la ciencia es una convención instrumental donde se éxito esta medido en gran parte por la tecnología que se puede lograr, la ciencia pasara de un paradigma mecánico simple a uno estadístico complejo lo cual llevara a la ciencia a ser cibernética, que no es otra cosa que la lucha entre esos dos paradigmas la observación simple que configura el sistema y la observación compleja autopoiética y entonces la teoría es un campo de lucha donde se configura el sistema instrumentalmente buscando eficacia pero también participación en el mismo, en la evolución hay una lucha teórica tremenda porque si la filosofía creo una analogía al mito con la metafísica, la ciencia la crea con la teoría evolutiva, esto no quiere decir que el mito sea falso, o la metafísica sea falsa, o la teoría evolutiva sea falsa, sino que al igual que el mito función en una negación donde se empodera el deseo y en una negación de la negación del deseo donde hay una espiritualidad inalcanzable es esta espiritualidad la que lleva a la ciencia a un permanente perfeccionamiento para lograr una mejor adaptación evolutiva, más en la filosofía con el existencialismo se vuelve al logos tratando de desenajenarnos del mito que en el caso de la filosofía es la metafísica, así el paradigma de la complejidad trata de superar la enajenación de una ciencia simple pero nos enajena en una multiplicidad teórica que hace imposible el conocimiento y encima lo evolutivo tiene una lucha con el mito creacionista y con la metafísica teleológica, así como con todas las variantes ideoelectas expresivas y es que en juego esta el proyecto humano que entra en una profunda transformación, es ¿Mejor la teoría, que el mito y que la metafisica si en el fondo todos ellos son conocimientos que surgen de la mediación del deseo? pues es mucho mejor en lo concreto porque el conocimiento científico permite una especialización pero en lo general es saber que realmente genera el proceso siempre será mejor la filosofía y de hecho la religión, pero para integrar todos estos conocimientos hace falta una ciencia del logos, que es justamente en lo que trabajamos, porque es el logos el único capaz de vencer la instrumentalización de la ciencia y su condición socio cultural económica política , histórica, entrando en una biodramaturgia que altere y contra altere sistemas hasta lograr una comunión de lo transferencial de la mediación del deseo como de lo retransferencial de la mediación del logos en una sintransferencia donde nuestra existencia por fin sea realizada en plenitud supraconsciente.

 

 

 

Pero Zubiri nos diría

No decimos nada nuevo si afirmamos que la obra de Zubiri es la de un pensador en toda regla, que intenta aclarar la forma en que hemos leído, definido, y articulado una serie de problemas y conceptos metafísicos, pero no los hemos visto de una forma crítica adecuada.

Zubiri dixit:«Ahora bien; podría parecer que esto es una dualidad; que, por un lado, está la idea de las cosas y, por otro lado, la idea de la inteligencia humana. Pero esto no es verdad; y no es verdad porque entre estas dos dimensiones del asunto hay una esencial unidad. Esta esencial unidad es precisamente la diafanidad misma. La diafanidad es la unidad entre la inteligencia y la claridad. La inteligencia tiene una cierta mismidad con las cosas. Esto significa que ella está determinada e importada por las cosas mismas. La diafanidad es un momento de las cosas, lo absolutamente obvio de ellas y, por tanto, aquello desde lo cual la inteligencia es inteligente y tiene su propia intelección. La inteligencia como algo determinado desde las cosas es en este sentido «misma» con las cosas. No porque sean lo mismo la inteligencia y las cosas; jesto no! a las cosas les es indiferente que haya inteligencia que las conozca. Ahora bien, ¿la recíproca es cierta? Es claro que no.

La inteligencia sin cosas no podría tener su función intelectual. La inteligencia es «misma» con las cosas en cuanto «des de» ellas se constituye la intelección. La inteligencia tiene su función intelectual en tanto en cuanto está llevada desde las cosas, es decir, desde su diafanidad. La unidad intrínseca entre la inteligencia y las cosas es la propia diafanidad, la propia transcendentalidad. En tanto en cuanto las cosas no solamen te toleran, sino que importan y arrastran hacia su transcendentalidad, constituyen precisamente el orbe de la inteligencia y de la intelección. Siendo esto así, la inteligencia lo que hace es sumergirnos más en las cosas mismas, en el momento de su última diafanidad. Y esto es lo fundamental de la metafísica».

 

Y nosotros le respondemos:

 

Se nota que Zubiri es católico y como tal un realista ingenuo y asume en el logos una diafanidad pero del día hay que entrar en la noche y logos se hace deseo y si bien es deseo que se niega, en su doble negación construye una espiritualidad inalcanzable, así que no se ciñe a las cosas a estas las hace cultura, las recrea, las imagina y lo puede hacer porque puede mentir y entonces el logos se fundamenta en un autoengaño, que revela una verdad espiritual al anhelo de una completud que perdió al saltar a la conciencia, y el mito , su variación en el arte, la metafísica y la teoría científica están preñadas por ese anhelo.  

 

 

DIOS SÍ ESTÁ MUERTO Y FUE LA HUMANIDAD QUIEN LO ASESINO.

Los fieles cristianos arremeten contra los postulados de F. Nietzsche ignorando lo que en realidad éste quiso afirmar.

La frase "Dios ha muerto" no fue pronunciada porque un filósofo excéntrico y bigotudo del siglo 19 le encantaba blasfemar e irritar a los creyentes o porque se afanaba por alcanzar reconocimiento.

Lo cierto es que fue la propia humanidad siendo vehículo del devenir la que mato a dios, dios muere porque no pudo enfrentar el nacimiento del estado democrático moderno, el triunfo y desarrollo de las ciencias positivistas frente a la teología y la Implementación de un sistema ético utilitarista para reemplazar a la moral cristiana.

dios sucumbe por la propia humanidad o mejor dicho el ideal de dios, porque dios sólo fue eso: un ideal que arrastro a la decadencia y a la oscuridad al mundo y no lo que considera el cristiano que dios es un ser supremo de sustancia inmaterial principio y fin de todo el universo .

Fernando Rincón

 

 

Christian Franco Rodriguez

Dios resucita en la ciencia, en la democracia, en la tecnología y su resurrección es monstruosa, por eso es  tan importante volver a Dios al Dios cristiano a su esperanza y a su fe, como lo único verdaderamente real sin ese horizonte de lo real nuestro conocimiento terminara de enfermarnos sin esperanza de cura

 

 

"He terminado por asumir plena y conscientemente que sólo lugares y situaciones concretos hacen reales los principios y las abstracciones, que elegir quién quieres que sea tu amigo y la estima de quiénes te importa es la elección política radical de la vida. Esperando como espero poco de cualquier revolución comparada con sus ideales, de cualquier solución política comparada con el edén que promete, sólo creo en el precario sujeto político que me sea dado compartir."

José María Ripalda, Los límites de la dialéctica.

Iñaki Marieta

 

 

Ayer un ciego me vio cojo y me dio el teléfono de Dios para que este me curara de mi cojera recitándome de memoria Jeremías 33:3: "Clama a mí, y te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces" y entonces yo le di la dirección de Dios para curarlo en ese mismo instante de su ceguera "donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" Mateo 18:20 pero en vez de quedarse conmigo y disfrutar juntos de la presencia de Dios, el se fue.  

 

No te vayas tu amigo mio, no sin soñar, sin creer sin pensar y realizar nuestro apocalipsis.

 

ARTURO GAETE - La Lógica de Hegel (Iniciación a su Lectura)

En "La Lógica de Hegel (Iniciación a Su Lectura)", Arturo Gaete asume una tarea ambiciosa y necesaria: introducir al lector de habla hispana en uno de los sistemas filosóficos más complejos, densos y determinantes de la tradición occidental. No se trata aquí de una guía para el lector apresurado ni de una vulgarización del pensamiento hegeliano. Muy por el contrario, el texto propone un acompañamiento hermenéutico cuidadoso y paciente, que busca articular la estructura interna de la obra "La Ciencia de la Lógica" sin desvirtuar su dificultad ni perder su tono sistemático. Gaete no pretende traducir a Hegel a un lenguaje externo, sino abrir un camino de acceso desde dentro del propio movimiento conceptual que recorre la lógica especulativa.

Desde las primeras páginas, el autor deja en claro que su preocupación es filosófica antes que filológica o histórica. El objetivo no es reconstruir el contexto en el que Hegel escribe, ni tampoco explicar cada pasaje de manera lineal, sino ofrecer una comprensión de conjunto que permita captar el dinamismo propio del pensar hegeliano. En este sentido, Gaete acierta al poner el acento en el carácter inmanente del desarrollo lógico, es decir, en la forma en que los conceptos surgen, se transforman y se superan a partir de sus propias contradicciones internas. No hay aquí una lógica formal ni un conjunto de reglas abstractas, sino un pensar que se piensa a sí mismo, un proceso vivo que se despliega desde la noción más simple —el ser— hasta alcanzar la idea absoluta.

Uno de los méritos principales del libro es su capacidad para clarificar el estatuto de la lógica dentro del sistema hegeliano. A diferencia de la lógica tradicional, que opera sobre formas vacías o proposiciones aisladas, la lógica de Hegel constituye el punto de partida del sistema y al mismo tiempo su culminación en la forma de la idea absoluta. Gaete insiste en que esta lógica no es un simple preludio de la metafísica ni una etapa previa al estudio de la naturaleza o del espíritu, sino que tiene un valor ontológico y epistemológico radical. Pensar la lógica es, en Hegel, pensar el ser mismo en su despliegue necesario. Por eso, toda lectura que la reduzca a una técnica o a una herramienta argumentativa externa está destinada a malinterpretarla.

El libro está dividido en capítulos que siguen las grandes secciones de "La Ciencia de la Lógica": el ser, la esencia y el concepto. Cada una de estas partes es abordada con detenimiento, no tanto en su dimensión enciclopédica como en su lógica interna. En la sección del ser, por ejemplo, Gaete destaca la importancia del pasaje de lo inmediato a lo mediado, del ser al devenir, y del devenir a la determinación del ser como algo. Aquí ya se advierte el núcleo dialéctico de la propuesta hegeliana: ningún concepto permanece estático, todo término es portador de su propia negación, y esa negatividad es el motor del desarrollo conceptual.

La parte dedicada a la esencia es, quizás, la más ardua del libro, y Gaete no intenta disimular su complejidad. Sin embargo, logra transmitir con claridad la idea central de que la esencia representa una especie de repliegue del ser sobre sí mismo, una etapa en la que el aparecer, la reflexión y la contradicción dominan el movimiento lógico. Es en esta sección donde Hegel despliega con mayor intensidad su crítica a las oposiciones rígidas de la metafísica clásica: sujeto y objeto, forma y contenido, finitud e infinitud son aquí relaciones que deben ser pensadas como momentos de una unidad más profunda y dinámica. Gaete, con notable claridad, muestra cómo la lógica de la esencia prepara el terreno para la afirmación del concepto como la síntesis de ser y esencia.

En la tercera parte del libro, dedicada al concepto, se alcanza el punto culminante de la lectura. Aquí, Gaete pone en juego todo lo desarrollado en las secciones anteriores para mostrar cómo el pensamiento alcanza su forma más libre y determinada. El concepto, para Hegel, no es una mera generalización ni una abstracción vacía, sino la unidad de universalidad, particularidad e individualidad. Esta tríada, que en otras filosofías podría parecer meramente formal, es en Hegel la estructura misma de lo real en tanto pensable. Gaete insiste en que el concepto no es algo que el sujeto impone a los objetos, sino la forma en que el propio ser se determina como pensamiento. La lógica culmina así en la idea, entendida no como una noción mental, sino como la unidad de lo lógico y lo real, del saber y del ser.

En este punto, el lector que ha seguido el recorrido propuesto por Gaete comienza a entender por qué Hegel puede decir que la lógica es la "metafísica verdadera". El sistema lógico no es una construcción subjetiva, sino el despliegue de la razón en su totalidad. Esta afirmación, que puede sonar desmesurada o incluso dogmática desde una perspectiva contemporánea, es defendida por Gaete con argumentos filosóficos sólidos, mostrando que la pretensión hegeliana no descansa en una autoridad externa ni en una fe irracional, sino en la capacidad del pensamiento para reconocer sus propias mediaciones y desarrollos.

La prosa de Gaete es sobria, precisa y sin concesiones a la retórica vacía. Aunque no renuncia a cierta densidad conceptual, evita los excesos jergales y mantiene un tono didáctico sin ser condescendiente. Se nota que el autor no busca impresionar con citas o tecnicismos, sino acompañar al lector en un proceso de comprensión. En este sentido, el libro cumple con creces su promesa de ser una "iniciación", entendida no como una entrada superficial, sino como un primer paso exigente en el camino del pensamiento especulativo.

Por último, cabe destacar que "La Lógica de Hegel (Iniciación a Su Lectura)" no solo es un aporte valioso para los estudiantes de filosofía, sino también para cualquier lector interesado en comprender los fundamentos de la dialéctica y el proyecto idealista alemán. En tiempos dominados por el análisis fragmentario, la sospecha metodológica y la desconfianza ante los sistemas, Gaete nos recuerda que la filosofía también puede ser una empresa de totalidad, una apuesta por el pensar como experiencia radical. En ese sentido, su lectura de Hegel no es una arqueología del pasado, sino una invitación a pensar de nuevo, desde el origen.

 

 

 

 

Pero lo se amigo tu detectas en Hegel ese sueño al que has renunciado prefieres a Heidegger porque encuentras en el una apertura a la realidad, pero lo que yo propongo es una cibernética de tercer orden y en esta tienes en la filosfofia de una lado a Hegel donde culmina toda la metafísica y en el otro a Heidegger donde se vuelve a la apertura de la realidad existencial  su complejidad, lo que quiero es una guerra una meta física de la violencia que los complemente a ambos para eso nada mejor que el logos andino y su baile de tijeras.

 

https://www.youtube.com/watch?v=2pTBayvt1Yw

 

 

Iñaki Marieta

Christian Franco Rodriguez dios no puede darnos la salud que ya tenemos ni quitarnos la que nos falta; dios solo cumple con su soberanía absoluta que a nosotros, los efímeros, seres de un día, solo puede consolarnos metafísicamente, algo que ningún griego genuino admitiría por voluntad propia. ¿Por qué Platón traicionó a aléthiea en beneficio de la homoíosis? El pecado engendra la culpa, la paideia la responsabilidad. Pero además hace falta la psicología de los gestores de ambas experiencias, la del pecado el sacerdote, la de la paideia el filó-sofo. Por eso Atenas y Jerusalén siempre mantendrán las distancias, de cuya síntesis "im-posible" surge este mundo capitalista fundado en la usura legitimada por la buena educación.

 

 

¿Realmente se puede quitar de la objetividad a Dios? ¿Realmene Jerusalen y Atenas están separadas?   ¿Y el problema es jerusalen?  Miremos las posciones de la objetividad según Hegel para luego seguir con Heidegger.

 

 

 

  'Pero, antes de entrar en este desarrollo introduc torio, quiero deshacer un cquívoco fundamental: la. Ciencia de la Lógica no trata de los conceptos. Lo que en el lenguaje natural y en toda la tradición filosófica se trata de  conceptos Hegel lo llama representaciones (Vorstellungen). En alemán stellen designa el dinamismo de poner algo delante, y la paitícula vor refuerza este significado. En alemán concepto se dice Begriff. En la prehistoria etimológica de esta palabra está la raíz germánica ghreib que lt:· significa agarrar. De ahí_der Griff, la garra, y greifeo, agarrar. Lo que a Hegel le interesa destacar no son los infinitos manojos de realidades que amarran los conceptos universales empíricos y dispersos, sino el agarre fundamental que genera sus propios conceptos, los que jalónan su recorrido. Sobre esto versará la Logica Por supuesto que el alemán corriente  no sospecha los rlos subterráneos que van por debajo de las palabras. Esa . es tarea del filólogo y del filósofo ... alemán. En esta lengua no es raro que . una misma raíz tenga dos significaciones opuestas. Esto lo ilustraré con el caso de apariencia (Schein) en el capítulo V. Ya desde el primer párrafo de la Introducción a la Enciclo~edia de 1830 plantea Hegel la relación entre el concepto y la representación. Y lo hace de manera muy matizada. Por una parte "la filosofía está privada de la ventaja de que gozan las otras ciencias, de poder presuponer sus objetos, como concedidos inmediatamente por la representación, así como el método ... " Pero no todo es "desventaja'' de la ftlosofía. "En verdad, ella tiene sus objetos en común· con la religión. Ambas tienen por objeto la verdad, y esto en el sentido más elevado, -en aquél según el cual Dios es la verdad y él sólo-. En seguida, ambas tratan del ámbito de lo finito, de la Naturaleza y del espíritu humano, de su relación mutua y de su relación a Dios como a su verdad". Finalmente, desde el punto de vista del método, la filosofía cuenta con el hecho de que la conciencia se hace primero "¡·epresentaciones de los objetos antes de hacerse conceptos de ellos, e incluso que un espíritu pensante no accede al conocimiento y a la concepción pensante más que a través de la representación y volviéndose hacia ella''. Desde ya se va perfilando la diferencia: la representación es algo más simple que el concepto, es primero en el tiempo; pero las claves últimas de la. verdad de las cosns está en esta actividad que viene después, la filosofía. 

 

 

El contenido que llena nuestra conciencia. de cualquiera especie que sen. constituye Jo determinidad de los sentimientos, intuiciones, imagcncs, fines, deberes, etc., pensamientos y conceptos. Sentimiento, intuición, imagen, etc .. son en esta medida las formas de tal contenido, que permanece uno y el mismo. ya sea que sea sentido, intuicionado, reprcsentado, querido, ya sea solamente sentido, o bien sentido. intuicionado. etc., con mezcla de pensamiento o pensado totalmente sin mezcla. En cualquiera de -estas formas o en la mezcla de muchas. el contenido  el Qbjeto de la conciencia. Pero en esta objetividad ·las determlnldoees de estas formas se juntan al contenido; de tal manera que scgón cada una de estas fonnas un objeto particular parece surgir y lo que es en sí la misma cosa puede aparecer como un contenido diverso. · Lo que aquí me interesa es mostrar la distancia que hay de Kant a Hegel en lo que toca a las formas y al contenido. Según Kant las categorías ordenan un material sensibJe desde afuera. Querer ir más adentro es un viaje sin retorno, hacia puertos envueltos en la bruma. -¿Y qué se gana con ordenar extrínsecamente el material sensible?-. Se gana que  se lo puede manejar: ya hemos ido a la Luna y estamos explorando el sistema solar con miras a su explotación índustrial le parece  poco? Para Hegel los contenidos son penetrables por el entendimiento y la razón y lo son de múltiples maneras. Por eso se impone un discurso a varios niveles sobre las formas. Esto Jo hace de diversa manera en la Fenomenología del Espíritu, en la Ciencia de la Logica y en la Enciclopedia. Aquí nos referiremos a la diferencia entre  la rcprcscntaciún y el concepto. En el capítulo Ylll .. La teleología" expongo de manera abreviada el análisis que Hegd hace en la Enciclopedia, en el Espíritu Subjetivo. de categorías como intuición, sentimiento, rcprescnlación. tendencia, voluntad. cte. Aquí engloba todns estas formm> bajo el nombre de representación, entendido en sentido amplio.

 La filosofía pone en lugar de representaciones, pensamientos, ategorias y mas precisamente conceptos.  En las categorías hay ya un comienzo de elaboración filosóficn. A veces entiende éstas en el sentido de determinidades  (Bcst.immtheit.en): ser-ahí, ser-para sí, cantidad, medida, etc .... O sea las distintas etapas de la Lógicaa. Pero otras veces cntíendc las categorías en el sentido de Kant: ahi son obras del cntcndimicn·to, no de la razón: hay categorías como causa y efecto. sustancia y accidente. etc. ¡,Y por qué las hay? Porque así las encontramos en la doce maneras de juzgar que tenemos. Otra cosa sucede en la Lógica. ¿Por qué las hay?. Por que así las deducimos. Y a ellas se llega a través de un proceso: no da lo mismo empezar por la cantidad como Kant, a la cantidad se llega cuando la razón ha agotado todas las posibilidades de la cualidad. Y el actor de todo este proceso es el Concepto. Es lo que voy a configurar en líneas generales en la parte segunda de la introduicción.

 

l. HEGEL Y SUS lNTERLOCUTORES En tiempos de Hegel había varias historias de la lilosofía: la de Ruh· le, la de Tenncmann, la de Ticdmann, etc. Estas son lo que él llaman hístorias rwrrativas (Historie). A ellas se contrapone la historia del scntido (Geschicbte). La primera se limita a nnrrar lo que otros han hecho o pensado: Tales pensó esto. Ockham esto otro y Kant esto otro. Es una historia escrita en nivel de la rcprcscmación: el cronista cuenta desde fuera lo que ve en tal filósofo y en tal otro. Distinto ocurre en la historia especulativa  "Esta no es sólo la historia de los pensadores individuales, sino del pensar humano como tal, del cual éstos son los portavoces más autorizados  La Crítica de la Razón pura no podía  Haberse escrito en el siglo XIII sino en el XVIII. Para que ella pudiera surgir de un hombre de genio fueron necesarios otros genios que hayn inventado la mecánica clásica (Galileo y Neton),q ue la humanidad hubiera vivido la experiencia de las cruzadas, la reformad e Lutero, Kant solo puede venir después de Hume y Hegel solo después de Kant.Por eso no es casualidad que de las trecientas noventa y dos pagins de la enciclopedia ciento cuarenta estén dedicadas a una introducción y aun concepto preliminar ye n ellas lo mas importante es exponer las tres    posiciones del pensar frente a Ia objetividad. Eso lo necesita para decir lo suyo. En términos mús generales Hegel no puede desplegar su propio pensamiento sin contar la historia especulativa que lo precede y ln que le sigue. Asf ocurre en la Fenomenología en las secciones "Espíritu'' y "Religión''. De la Lúgic¡¡ nos vamos a ocopur en las páginas que vienen a conlinuación. Por último. la Filosofí:t del Derecho, la Filosofía de la Historia , la Historia de la Filo- .siJfía y la Filosofía de la Religión son parte integrante de la Filosofía del Espíritu. Qué han pensndo los otros sobre la objet.iyidad lo sabremos al término del ·'Concepto Preliminar" y qué piensa él lo sabremos al final de la idea absoluta y del espíritu absoluto.   

 

Con estos antecedentes podemos pasar a la presentación especulativa:

 

 

~A. Primera posición del pensar con respecto a la objetividad 

 

"La primera posición es el proceder ingenuo que  encierra la creencia que gracias a la reflexión (Nathdcnke n). La verdad es conocida, y que lo que los objetos  verdadermente son es llevado a la conciencia   Esra es "la antigua metafísica (vonnalige Metnphysik}. tal Como se constituyo  entre nosotros  antes de la filosofía kantiana.

Esta primera posción llega a constituirse en  una metafisica analítica, una metafísica del entendimiento  y de la fuutud  En la historia de la de la filosofía  no se dlStingue bien el entendimiento (Verstand)  y la razón (Vernunft)  hasta Kant y este que percibe la diferencia no la percibe mal. Para Hegel el entendimiento es la facultad de percibir la identidad de las cosas ye l momento de separación entre estas, es por lo mismo la facultad que percibe las cosas en su momento de fijeza. Este es un momento esencial en la vida del espíritu. El entendimiento es una facultad clasificatoria.

 

 

B Segunda posición del pensar respecto de la objetividad

 

El pensar critico, este que se atreve a dudar.

 

La filosofía crítica tiene en común con el empirismo admitir la experiencia como el único terreno de los conocimientos, que no los toma sin embargo por verdades sino solo por conocimiento de fenómenos.

 

 

Lo que había predominado hasta entonces en el que hacer filosófico es que lo real no es dado. Pero realmente ¿Nos es dado?,Descártes es el primero que duda pero su duda es metódica y recupera caso toda la metaficia, pero Hume y Kant desde esta duda la destruyen toda como posición ingenua, y es que no es malo ser ingenuo cunado se es niño pero cuando se crece es hora de madurar.        

 

C Tercera posición de la objetividad

 

Hegel toma de Jacobi esta posición y se parte del saber inmediato cuando se habla de saber inmediato  se lo entiende  como sinónimo  de fe o creencia. Esta tiene tres Sentidos diferentes. "Nosotros creemos, dice Jacobi.  Qué  tenemos un cuerpo, (también) creemos en la existencia de las cosas sensibles , hay una tercera significación creemos en Dios "Cuando es cuestión de la creencía en el ser verdadero y etemo ... segúm el cual Dios sería revelado, dado en el saber inmediato, la intuición, no se trata de las cosas sensibles, sino de un contenido en sí mismo universal". "

 

La concepcioón jacobiana del inten  de conocer lo incondicionado se halla relacionada con esto: "Tomo al hombre en su lotalidad. y encuenlro que su conciencia se halla formada por dos representaciones originarias, la represeátación de lo cóndicionado y la  de lo incondicionado.Ambas se hallan inseparablemente unidad entre si, pero de tal modo que la representación de lo incondicionado fundamenta la representación de lo condicionado y viceversa.   

 

Y entonces se hace imposible mutilar al logos porque la inticuión de lo eterno trascendente fundamernte la intucion de lo sensible existente sin una no hay la otro, la solución de Hegel es clara, dar cuenta de este proceso que va de lo incondicionado a lo condicionado para vovler a lo incondicionado y lograr la libertad en el hombre y en esa libertad la objetividad.

 

¿Estuvo grecia extenta de concebir lo incondicionado? Nooo, pero tu quiers que platon no toque la zampoña junto a Aristoteles, pero sin platon no hay aristoteles asi como sin Hegel no hay Heidegger.

Iñaki Marieta

Christian Franco Rodriguez apa-bullante. Habrá que dejarlo reposar para no abrasarme.

 

Ja ja ja ja  ja mientras tu reposas yo vovlere a  Heidegger porque el va al fundamento mismo del logos pero a diferencia de una realismo ingenuo Heidegger es plenamente consciente de esta aperturarse de este abrirse que consituira al Dasein y es que no toda cultura se abrirá  del mismo modo, cada una tendrá una distinta creencia, pero en otdas la multilicidad dara paso a una unidad y en las mas desarrolladas la unidad dara paso a la multiplicidad y ninguna hasta ahora llegara a reconciliar lo uno ideal  con lo multiple existencial si que ahí esta el reto ¿Podemos complementar  a Hegel con Heidegger? 

 

La movilidad constitutiva de la vida humana y la pregunta por el tiempo

 

Como hemos expuesto páginas atrás, las huellas de la filosofía práctica de Aristóteles son evidentes en el pensamiento del joven Heidegger y trazan el camino que desemboca en la ontología de la vida humana. Las minuciosas interpretaciones de la Ética a Nicómaco le sirven para destacar los comportamientos eminentemente prácticos y realizativos de la vida. Pero ésta es tanto acción (rpag£15) como movimiento (xv 015). Como recuerda Heidegger: «El problema de la facticidad es un problema de Kiv eig»??? La pregunta por el movimiento y, por ende, aquella otra por el tiempo ocupan, sin duda, un lugar central en la apropiación hermenéutica de la filosofía aristotélica.’ En este sentido, la Física es un punto de referencia fundamental para el proyecto heideggeriano de una destrucción de la historia de la ontología. Desde sus primeras lecciones de Friburgo, el joven Heidegger es plenamente consciente de que la elaboración de una hermenéutica de la vida fáctica y el desmontaje crítico de la tradición ontológica son dos caras de la misma moneda. La apropiación heideggeriana de la Física se mueve en estas mismas coordenadas: por una parte,  la caracterizaciön ontolögica de la naturaleza cinetica de la vida fáctica y, por otra, la revisión crítica de los presupuestos ontológicos con el fin de llegar a las fuentes originarias del fenómeno del movimiento. Y, finalmente, este último, piedra angular del análisis heideggeriano de la facticidad, se retrotrae a su fundamento temporal, a la temporalidad del Dasein.  

 

 

2.6.1 Del movimiento de los entes a la movilidad de la vida

 

Heidegger encuentra en la crítica aristotélica a Platón y en su radicalizada concepción ontológica del movimiento el punto de partida de una auténtica antropología filosófica. La idea aristotélica del movimiento no sólo se halla en el centro de su interpretación indicativo-formal del pensamiento del filósofo griego, sino que se convierte en el fenómeno fundamental de su propia hermenéutica de la vida fáctica. Ésta se caracteriza por su movilidad intrínseca. Heidegger establece aquí una sutil pero importantísima diferencia entre los términos «movimiento» (Bewegung) y «movilidad» (Bewegtheit), que precisa una breve aclaración. El movimiento es una característica común a todos los entes físicos, mientras que la movilidad es una determinación ontológica de la vida. El término «movilidad» se utiliza para expresar el carácter dinámico de la vida humana, que el joven Heidegger identifica en sus diversas interpretaciones del pensamiento griego con la expresión Kivmıs roi iov. Heidegger construye un sustantivo abstracto a partir del verbo bewegen («moverse», «desplazarse») con la intención, por una parte, de resaltar el aspecto móvil y temporal de la vida humana y, por otra, de diferenciar este tipo de movilidad ontológicamente constitutiva del Dasein del movimiento propio de los entes naturales, la kinesis (kives), que Aristóteles analiza en el libro IV de la Física. El término Bewegtheit aparece esporádicamente en Ser y tiempo; en cambio ocupa  una posición central en las primeras tentativas heideggerianas de aprehender la dinámica propia de la vida humana en su facticidad y condición de arrojado. Las lecciones de 1921-1922, Interpretaciones fenomenológicas sobre Aristóteles, y el Informe Natorp, de 1922, insisten en la radical diferencia existente entre la movilidad fundamental del Dasein y el movimiento propio de los entes. Precisamente, el hincapié que Heidegger hace en la naturaleza activa del Dasein permite traducir Bewegtheit también por «actividad», en concreto se refiere a la actividad propiamente humana, que es totalmente diferente del movimiento de los entes físicos (KIvnerıg) y la actividad pura (évépyera).

 

La vida humana, como se repite con insistencia en los escritos de juventud, no es un simple proceso objetivo (Vorgang), sino que se caracteriza por su capacidad de apropiarse comprensivamente el mundo que la envuelve (Ereignis). Es cierto que Heidegger podría haber recurrido a los términos Handlung o Tätigkeit para insistir en la actividad del Dasein, pero en su intento de alejarse de los conceptos consagrados por la tradición filosófica acuña la expresión Bewegtheit. Por otro lado, como señala el diccionario de María Moliner, «“movilidad” indica la cualidad de movible», y «“movible” remite a lo que es susceptible de moverse o de ser movido». He aquí dos tipos de movilidad, una pasiva y otra activa, que encajan muy bien con la idea heideggeriana de que la vida humana realiza su ser de dos formas básicas e irreconciliables entre sí: la primera, impropia y gobernada por la normatividad de las opiniones públicas del «uno»; la segunda, propia y al alcance de quienes se proyectan resueltamente hacia la propia muerte. Desde la perspectiva de estas dos modalidades fundamentales de existencia, puede hablarse de dos tipos de movilidad: por un lado, la pasiva e impropia, que responde a la inercia impuesta por el uno y por la que la vida del Dasein se deja llevar de un lado a otro, de una ocupación a otra, sin más criterio que el de las modas de una época determinada   y las habladurías del momento; y, por otro, la movilidad activa y propia que emana de una decisión que el Dasein en cada caso mío toma con resolución a la hora de encarar el fenómeno de la muerte. Un gesto de autodeterminación que lo distancia del mundo públicamente vertebrado, que lo singulariza con respecto a las demás personas.*%*

 

Una vez realizada esta aclaración terminológica, puede seguirse con el comentario de la apropiación hermenéutica de la física aristotélica que Heidegger pone en juego en las lecciones del semestre de verano de 1924, Conceptos fundamentales de la filosofía aristotélica. La idea fundamental de Heidegger es que la vida fáctica es kinesis (xtv mic). Precisamente, el tema fundamental de la Física es el fenómeno de la kinesis. Mucho antes de que con la implantación moderna del modelo mecánico el movimiento se redujera a un fenómeno simplemente espacio-temporal, Aristóteles contempla el movimiento como un caso singular del fenómeno general de la vida.*% Su investigación se centra en los entes físicos como tales, es decir, en la physis (bucıs) misma como el principio inmanente del devenir, que es pensado en términos de movimiento. Éste es el alcance eminentemente ontológico de la categoría del movimiento que encontramos tanto en la Física como en la Metafísica. En la determinación de la physis, pensada como el principio de todo movimiento y cambio, es decir, pensada como el ser de los entes físicos, se trata de mostrar que la totalidad de los entes físicos queda reducida al principio inmanente de la misma physis.*S

 

El análisis aristotélico del movimiento señala que los entes físicos pertenecen a un mundo, a saber, el mundo sublunar caracterizado por la generación y la degeneración. La caracterización de los seres vivos como seres en el mundo sublunar es estructuralmente similar a la determinación heideggeriana del estar-en-el-mundo de los entes. La Física descubre las diferentes modalidades ontológicas de lo vivo (plantas como entes vegetativos, animales como entes perceptivos), incluido el ser humano 37 La kinesis misma adquiere el rango de una determinación ontológica primaria de todo ente físico que (como ente pensante).

 

Comparece en el mundo. Heidegger justifica su radicalizada apropiación de la Física afirmando que detrás de la perspectiva fisicalista de Aristóteles se esconde la posibilidad de una primera tematización del Dasein como un ente en un mundo en movimiento. El movimiento aristotélico no es tanto una característica mundana como un principio fundamental sobre el que descansa todo ente en el mundo y cualquier relación con el mundo. Una vez consumada la deconstrucción heideggeriana de la noción de movimiento, que extiende el movimiento más allá de la esfera simplemente física, la teoría aristotélica de la kinesis se transforma en una analítica del Dasein. Con esta ontologización, se pasa de la categoría aristotélica del movimiento a la movilidad del estar-en-el-mundo, se produce un desplazamiento del concepto óntico de movimiento (Bewegung) al concepto ontológico de movilidad (Beweglichkeit). La apropiación heideggeriana de la teoría aristotélica del movimiento está dirigida a comprender la vida en su movilidad originaria (Urbewegtheit), tema central  de la hermenéutica de la vida fáctica: «Se trata —como se señala en 1921— de penetrar interpretativamente en un movimiento que determina la movilidad propia de la vida, en la que y por la que la vida es, y desde la que también puede definirse el sentido del ser de la vida de esta o aquella manera».

 

Las diferentes modalidades y formas de estar en el mundo remiten a esta movilidad esencial como modo fundamental de la facticidad. La categoría del movimiento, que Aristóteles contempla como principio ontológico, no remite, según Heidegger, a una propiedad sustancial, sino a una simple orientación de sentido, que tiene que devolverse a sus raíces originarias: la movilidad fundamental de la vida fáctica. Las estructuras de ésta apuntan hacia las maneras como la vida se ocupa y se relaciona con el mundo y consigo misma. Este sentido de relación, inherente a las estructuras ontológicas que indican formalmente el modo de ser de la vida en el mundo, muestra una triple movilidad: la inclinación (Neigung), el distanciamiento (Abstand) y la oclusión (Abriegelung) la primera tendencia observa la absorciónd e la vida  en el mundo, la segunda señala la ruptura con el mundo y la tercera indica la propensión de la vida a cerrarse sobre sí misma y a aislarse en torno a sí. Estas tres tendencias caracterizan la movilidad propia de la existencia que Heidegger denominará en Ser y tiempo el «estado de caída» (Verfallenheit).  

En las lecciones de 1921, se introduce la idea de la ruina (Ruinanz), definida como «la movilidad de la vida fáctica, que realiza esta última en sí misma, para sí misma, fuera de sí misma y contra sí misma». La ruina expresa una tendencia fundamental hacia el encubrimiento, la desfiguración y la pérdida de sí mismo. A partir de este fenómeno fundamental de la ruina, se establecen las categorías del movimiento que están relacionadas con la cancelación del distanciamiento, a saber, la relucencia (Reluzenz) y la prestrucción (Praestruktion). Mientras que la relucencia indica «el movimiento de la vida dirigida a sí misma en su propio modo de comparecencia» la prestrucción señala el movimiento   contrario por el que la vida se comprende externamente desde las formaciones simbólicas. El sentido fundamental de la vida entendido como ruina permite pensar de forma unitaria estos dos movimientos. La vida fáctica está determinada por una doble tendencia: un movimiento centrípeto de descentramiento, que se dirige al mundo propio de la vida, y un movimiento centrifugo de recentramiento, que permite que la vida se descubra a sí misma. Todas estas modalidades de movimiento indican formalmente diferentes modos de expresión de la vida, es decir, modos en los que la vida se anuncia y vive de manera fáctica. Sin embargo, el análisis heideggeriano de la movilidad no se limita a señalar sólo los aspectos meramente negativos. Frente a la tendencia a quedar preso del movimiento de caída propio de la ruina, la filosofía emerge como antídoto, como un verdadero contra-movimiento, que es tan fundamental como el movimiento natural de los entes.?* En la medida en que la vida se mueve habitualmente en sus quehaceres cotidianos, la corriente fresca de la filosofía permite a la vida ser ama de sí misma y explicitar los presupuestos en los que de ordinario se mueve. En otras palabras, la filosofía se vuelve contra la propia ruina fáctica de la vida. Este tipo de contra-movimento se origina en una movilidad específica que Heidegger ilustra de la mano de la resolución, la preocupación y la decisión. La filosofía es contra-movimiento en cuanto destrucción de las certezas de la vida cotidiana, en tanto que «destrucción concreta de la facticidad».** Aquí radica el sentido de la destrucción como reapropiación, como el primer origen de un verdadero movimiento de la existencia humana opuesto al inicial movimiento de caída por el que la vida se reconquista a sí misma. La radicalización del análisis de la kív4j 015, que en Heidegger desemboca en la afirmación de la movilidad propiamente  humana, es inseparable de una destrucción de los presupuestos ontológicos de la concepción aristotélica del movimiento, especialmente el presupuesto teleológico según el cual todo movimiento está dirigido por una causa final y la determinación del movimiento como un paso de la potencia (duvawıs) al acto (évépyera).>**

 

Como se señala en las lecciones del semestre de verano de 1924, Conceptos fundamentales de la filosofía aristotélica, Aristóteles reduce el fenómeno del movimiento como principio ontológico a su dimensión ousiológica. Precisamente la interpretación del movimiento es la que lleva a Aristóteles a completar su teoría de la sustancia (ova):

 

El establecimiento del sentido del ser dominante en la ontología griega

 

hasta su culminación en Aristóteles [...] se centra en la interpretación

 

del movimiento. 

 

 

La reapropiación del concepto aristotélico de movimiento requiere, por tanto, un arduo y simultáneo trabajo de desmontaje que ponga al descubierto tanto los presupuestos ousiológicos implícitos en la propia teoría del movimiento como las posteriores deformaciones escolásticas y medievales de la filosofía aristotélica. La tendencia oculta que late en la ontología griega y, por ende, en la ontología aristotélica es el predominio que se otorga

al modelo de la physis (ée cl y la producción (moimeıs) a costa de la propia acción humana (mp&Sıs). A través de este paradigma de la roy 015 (pofesis) todo ente se reduce a lo que está dado establemente como presente y de lo que podemos hacer uso. Heidegger subraya:

 

«Ser» significa «ser-producido». Esto se corresponde con el sentido o e D E # > , D D . D D

 

originario de oùg ía. Ovcia significa «bien», «patrimonio», «hogar»,

 

«aquello de lo que se dispone en la existencia cotidiana», «aquello

 

que está a disposición». «Ser» significa: «estar-a-disposición».*%

 

En las lecciones del semestre de verano de 1927, intituladas Los problemas fundamentales de la fenomenología, se recuerda en otro alarde de síntesis:

 

[...] las posesiones y los bienes disponibles, el haber, es el ente por antonomasia, en griego, la ova. En la época de Aristóteles, cuando ya tenía un significado filosófico y teórico terminológicamente firme, la expresión oucia era todavía sinónimo de «propiedad», «posesión», «riqueza». El auténtico significado prefilosófico de ova ía se mantenía aún. De acuerdo con él, ente significa tanto como «lo

 

disponible que subsiste ahí delante».

 

La destrucción heideggeriana saca a la luz cómo este predomino de lo sustancial, de lo ousiológico, se asienta en una presuposición básica del mundo griego: el ordenamiento del mundo cotidiano a partir de los utensilios (rea/yu oa) disponibles en el  plano intramundano. A la luz de esta interpretación «ingenua» y «totalmente natural», los griegos habrían comprendido «el sentido del ser desde el mundo como mundo circundante».?% El ser del ente queda así determinado por su disponibilidad y su uso cotidiano. Por ello, la filosofía antigua interpreta la realidad de lo real, el ser del ente como presencia, como subsistencia (oùs ia). El ente ontológicamente ejemplar, es decir, «el ente en el que puede leerse el ser y su sentido, es la dere, la naturaleza en el sentido más amplio, los productos naturales y los utensilios fabricados a partir de ellos o, en el lenguaje habitual desde Kant, los objetos»? Y según el principio teleológico, el movimiento físico se ordena en última instancia desde la perspectiva de la entelequia (como el producto acabado) en detrimento de la producción misma que, por su parte, se piensa como el movimiento de la potencia al acto o también como el movimiento de la materia a la realización de la forma.

 

La producción se realiza con respecto a un arquetipo, de un ente acabado y plenamente realizado que sirve de modelo (e1005) para la fabricación del producto: «[...] el ser, como se lo comprende en el comportamiento productivo, es el ser en sí de lo terminado». El rango ontológico del ente depende en cada caso de la posición que ocupa en el proceso de producción: en el estado inferior, se determina como algo todavía en potencia (duvauıs), en el estadio intermedio, se comprende como algo que se está realizando (evepyeıa) y, en el estadio superior, se concibe como algo que ya ha alcanzado su fin (evreAexeıa). Por consiguiente, el ente sólo se descubre en su simple presencia, de tal manera que lo accidental (cuu eB ros), el cambio (uera oA) y el movimiento (xv 915) se piensan como características secundarias y

 

derivadas.*%! El concepto de la ovoia, desde la cual se piensa el movimiento, está determinado por el primado de la utilizabilidad y la disponibilidad del ente.

 

En opinión de Heidegger, la tendencia de la ontología antigua de pensar el ser en la modalidad de la presencia impregna el curso de la historia de la filosofía hasta la actualidad: desde la figura platónica del Demiurgo hasta la concepción cristiana del ente creado por la acción de Dios. Precisamente el hecho de que «[...] el ser-creado, en el sentido más amplio del ser-producido de algo, es un momento estructural esencial del concepto del ser propio de la Antigijedad»* de una destrucción que ponga de manifiesto el fundamento ou-

 

justifica por sí mismo la necesidad

 

siológico implícitamente presupuesto en la ontología griega. Pero a pesar de esta destrucción de los presupuestos ontológicos operativos en la Física, Heidegger se sirve del esquema propuesto por Aristóteles para articular una nueva forma de comprender la mo-

 

vilidad de la vida.  

 

 

2.6.2 Movilidad y temporalidad:

 

el tránsito de la naturaleza a la historia

 

La investigación aristotélica de la naturaleza proporciona una serie de categorías que permite el conocimiento de los entes físicos presentes. Pero esas categorías —opina Heidegger— no pueden aplicarse al análisis de las estructuras de la vida humana sin caer en el riesgo de reducirla a una cosa presente entre otras cosas. Aquí está en juego nada menos que el reconocimiento de la diferencia ontológica entre los entes que están simplemente ahí en movimiento y la existencia humana, para la cual Heidegger se reserva el concepto de «Dasein». Heidegger ya hace uso del término técnico «Dasein» en el Informe Natorp, de 1922, pero ahí todavía no se establece la diferencia entre entes físicos y Dasein. Este último se caracteriza por su facticidad (Faktizitát) como un rasgo ontológico constitutivo del Dasein, se diferencia radicalmente de la simple presencia (Vorhandenheit) de los entes intramundanos. Como se dice en las lecciones del semestre de invierno de 1925-1926:

 

Por facticidad (Faktizität) entiendo una determinación ontológica específica del Dasein que no debe confundirse con la factualidad (Tarsáchlichkeit) de algo presente.’

 

Y aunque es un hecho que el Dasein vive en el mundo de manera Óntica, su ser no se reduce al ser de lo simplemente presente. El Dasein es un ente inacabado en esencia, en constante proceso de realización, por lo que su ser no puede reducirse a las estructuras productivas de los entes fabricados (ens creatum). Su carácter inconcluso remite a un estado de abierto que, como en el caso de la producción de un utensilio, no responde a la realización efectiva de una finalidad concreta (télos). Ese fin no tiene, como en Aristóteles, un sentido teleológico, sino que se piensa como una estructura propia de la existencia del Dasein que Heidegger ya denomina en 1924 un «estar vuelto al fin» (Sein zum Ende). El único criterio de existencia es la propia inmanencia del existir del Dasein, su estar siempre abierto a nuevas posibilidades.

 

En este punto, la hermenéutica de la facticidad desarrollada por Heidegger a partir de 1923 se distancia de forma decisiva de la concepción aristotélica del movimiento. El movimiento de la existencia humana no se puede pensar desde su posición en el mundo, precisamente porque la precomprensión del mundo en  a que se mueve la vida se funda en la movilidad del Dasein constitutiva del cuidado (Sorge). La movilidad (Bewegtheit) ya no se puede pensar, como en la Física, sólo desde el movimiento (Bewegung) como el modo de ser de un ente. Ya no es posible reducir la existencia al simple estar ahí, al estar en el mundo en el sentido de la presencia. El Dasein se realiza más bien desde las diferentes modalidades del cuidado, es decir, desde las diversas maneras de relacionarse prácticamente en el mundo. El mundo, por consiguiente, tampoco puede seguirse pensando como el receptáculo que contiene la totalidad de los entes existentes. Es el horizonte hacia el que tiende la movilidad entendida como cuidado, la dirección en la que se mueve el desarrollo de la vida. Se abre en el mismo despliegue de la actividad del Dasein, es decir, «con la kivncıs, con el desvelamiento de la articulación categorial del Dasein, se hace primeramente visible el mundo».*** El mundo no es tanto el elemento en el que se mueven la existencia humana y los restantes seres vivos como el horizonte significativo previamente comprendido por el Dasein.

 

En este sentido, no cabe duda de que los textos Ética a Nicómaco y Sobre el alma ofrecen una caracterización mucho más rica de los modos de comportamiento propios del Dasein. En estos dos escritos, el concepto de movimiento siempre está referido a las posibilidades comprensoras del Dasein que, según la interpretación heideggeriana, responden a su carácter descubridor y desvelador. El hombre, en la medida en que habita en  la verdad (aAndeıa) y está determinado por la inteligencia (voüg), es él mismo portador de tal principio descubridor. Este habitar en la verdad permite separar la esfera de los entes simplemente físicos, que se rigen por el principio inmanente de movimiento descrito en la Física, de la esfera de la acción humana, gobernada por el alma (Puyn). El alma inteligente diferencia al hombre de los restantes seres vivos. El pensamiento inteligente encierra un principio de movimiento. De esta manera, la vida humana ya no queda mecänicamente sometida al modelo técnico de la producción (roy a 15) señalado con anterioridad, sino que se determina libremente desde el esquema de la acción (rpag15). El alma ayuda al hombre a concebir el sentido de su propia situación fáctica en el marco de su existencia en el mundo.

 

La interpretación heideggeriana retrotrae el movimiento aristotélico al principio ontológico de la movilidad del Dasein, es decir, atribuye el movimiento dinámico de descubrimiento de los entes a la movilidad inmanente del Dasein. Por tanto, la movilidad no está determinada por la presencia pura, sino por la temporalidad. Después de haber puesto al descubierto los presupuestos ontológicos de la kfvyo1s aristotélica, se trata de mostrar cómo la movilidad emana de la temporalidad originaria del Dasein. Heidegger pone en juego la misma estrategia deconstructiva aplicada al análisis del fenómeno del movimiento en su examen del concepto aristotélico de tiempo. Este tema, anunciado en el plan general de Ser y tiempo, se desarrolla finalmente en las lecciones del semestre de verano de 1927, Los problemas fundamentales de la fenomenología. El propio Heidegger presenta estas lecciones como una «nueva elaboración de la tercera sección de la parte primera de Ser y tiempo». 

 

 

La ontología fundamental de Ser y tiempo muestra que el Dasein existe como comprensión de su propio ser y del ser de los entes intramundanos. Y esa comprensión se funda, a su vez, en la temporalidad originaria del Dasein (Zeitlichkeit). El problema es si esta apertura temporal se identifica con el sentido del ser en general:

 

¿Hay algún camino que lleve desde el tiempo originario hacia el sen-

 

tido del ser? ¿Se revela el tiempo mismo como el horizonte del ser? 36

 

Ser y tiempo concluye con este interrogante, dejando al lector en un estado de perplejidad similar al que nos produce la lectura del pasaje del Sofista platónico que encabeza el tratado heideggeriano. La respuesta a este interrogante se elabora en las mencionadas lecciones del semestre de 1927 en el marco de una compleja interpretación fenomenológica de las tesis sobre el ser de Kant, la filosofía medieval, la ontología moderna y la lógica. Pero la cuestión de fondo es la fundación temporal de la pregunta misma por el ser, un problema que obliga a diferenciar entre la temporalidad como el sentido del ser del Dasein (Zeitlichkeit) y la temporaneidad como el sentido del ser mismo (Temporalität), en una palabra, el tiempo como sentido del ser en general.

 

 

Aquí resulta decisiva la introducción de la diferencia ontológica, la cual constituye el hilo conductor de la elaboración de la ontología de la temporalidad. El tránsito de la temporalidad existenciaria a la temporaneidad del ser no puede ser pensado ni expresado sin los términos de esta diferencia ontológica: la distinción entre ser y ente. Ésta ya está ahí latente en el Dasein y su existencia.?°® Tanto es así que la articulación del proyecto temporáneo del ser coincide con la interpretación y la elaboración de la diferencia ontológica. Desde esta perspectiva, puede decirse que el itinerario de las lecciones de Marburgo pasa por tres estadios: el análisis de la temporalidad del Dasein, la temporaneidad del ser y la diferencia ontológica. Se trata, en definitiva, de transformar la ontología fundamental en la ciencia temporal y transcendental del ser.?? Pero la misma naturaleza de este proyecto hace imposible su realización, ya que la diferencia ontológica muestra que el sentido del ser en general no puede fundarse en el ente. Precisamente la introducción de la diferencia ontológica en Los problemas fundamentales de la fenomenología intenta evitar el riesgo todavía presente en Ser y tiempo de que la comprensión ontológica del ser en general se disuelva en lo óntico. De ahí que la diferencia ontológica establezca la originaria copertenencia entre el ser y el Dasein, evitando así el doble riesgo que ha corrido la investigación filosófica hasta la fecha: el de disolver lo öntico en lo ontológico (es decir, el Dasein) y el de disolver lo ontológico en lo óntico (desconociendo la precomprensión ontológica de todo ente). De ahí que en el último curso de Marburgo de 1928 se proponga transformar la ontología fundamental en una meta-ontologia (Metontologie) que evidencia un cambio estructural en el planteamiento de la cuestión del ser: la analítica del Dasein tiene que comprenderse desde la analítica de la temporaneidad del ser y no al revés, como en el caso de Ser y tiempo. La necesidad y la prioridad de llevar a cabo esa misma analítica temporánea anuncian el giro de su pensamiento (Kehre).?4

 

En este sentido, el análisis y la interpretación del concepto aristotélico del tiempo realizados en el curso Los problemas fundamentales de la fenomenología resulta clave para comprender el proyecto de Ser y tiempo en su totalidad y no quedarse sólo en la fase preparatoria de la analítica existenciaria del Dasein. Más allá de sus pormenorizadas reflexiones sobre el libro IV de la Física y de corregir muchos de los errores que determinan la concepción moderna del tiempo,?** lo que realmente resulta interesante  desde el punto de vista del propio pensamiento heideggeriano es el tránsito de la experiencia cotidiana del tiempo al sentido latente de temporalidad de la que ésta emerge. Se trata de mostrar cómo los análisis aristotélicos se fundan en la temporalidad originaria del Dasein:

 

Lo que Aristóteles pone de manifiesto como tiempo corresponde a la comprensión precientífica y vulgar del tiempo. El tiempo entendido vulgarmente remite, de acuerdo con su propio contenido fenomenoló-

 

gico, a un tiempo originario, la zemporalidad.??

 

Como se ha sefialado, la interpretación heideggeriana tiene que valorarse desde su propio proyecto filosófico que, segün el plan de Ser y tiempo, consiste en establecer la pregunta por la diferencia entre ser y ente, es decir, plantear la pregunta por el ser y el tiempo de tal manera que permita pensar el ser y el tiempo en su diferencia con respecto al ente. Heidegger reserva el concepto latinizado Temporalität para este tercer significado del tiempo.

 

Aristóteles no se ocupó explícitamente del tiempo del ser. Pero a pesar de esta insuficiencia, ningün estudio serio del tiempo puede dispensarse de un debate con Aristóteles:

 

[...] es él quien por primera vez, y siendo durante mucho tiempo el ánico, tradujo claramente en conceptos la comprensión vulgar del tiempo, de tal modo que su concepción del mismo corresponde al concepto natural de tiempo. Aristóteles fue el ültimo de los grandes filósofos que tuvo ojos para ver y, lo que es aun más decisivo, dis-

 

puso de la energía y la tenacidad para dirigir la investigación una y otra vez a los fenómenos y a lo visto, y para desconfiar por principio de todas las especulaciones descabelladas y locas, por concordantes

 

que sean con el corazón del sentido común.?*%

 

¿Por qué se siente Heidegger tan próximo a Aristóteles? ¿Qué explica su parentesco filosófico? Evidentemente, no sólo su fuerza fenomenológica, sino sobre todo su profunda capacidad interrogativa a la hora de determinar la naturaleza del tiempo.

 

El tratado aristotélico sobre el tiempo se despliega en dos direcciones: por una parte, he aquí la pregunta acerca de la existencia del tiempo y, por otra, está la cuestión de la naturaleza del tiempo. Aristóteles se ocupa ampliamente de la esencia del tiempo, mientras que dedica a la cuestión de su modo de ser sólo el

 

capítulo final del libro IV de la Física.

 

La existencia del tiempo

 

A pesar de la escasa atención que Aristóteles presta a la pregunta de dónde y cómo existe el tiempo, su presentación de las aporías y las dificultades implícitas en esta cuestión resulta extremadamente importante para la comprensión del problema del tiempo. Como comenta Heidegger:   [...] al tiempo pertenece lo pasado y lo futuro. El pasado y el futuro tienen el carácter de una nihilidad. [...] De acuerdo con sus conceptos, el pasado y el futuro no son: en el fondo, sólo el presente, el

 

«ahora», es.?°*

 

Tenemos así que el tiempo es, por una parte; pero, por otra, no es. Hay distintas razones que explican esta ambigüedad: el  tiempo es una propiedad universal y esencial de todo ente; este último es temporal, lo que significa que todo lo que existe es en el tiempo. Y, sin embargo, el tiempo rebasa la línea de lo particular y lo universal. Si el tiempo que existe es él mismo en el tiempo, entonces la pregunta por la existencia del tiempo acaba por moverse en un círculo. La misma pregunta por la esencia y por el ser del tiempo problematiza el concepto aristotélico de sustancia (ousía) y señala sus límites: o bien el tiempo es una sustancia dependiente o bien su naturaleza como un ente existente es puramente accidental. Pero esta disyuntiva queda en entredicho por el mismo carácter del tiempo: el tiempo pertenece al ente en la medida en que éste se mueve y reclama tiempo, pero, en otro sentido, este último está separado del movimiento.*% El movimiento del ente no tiene ninguna influencia sobre el tiempo:

 

El tiempo pasa, mientras que el movimiento está detenido. [...] Las

 

posiciones permanecen, el tiempo corre. 34

 

El movimiento de las agujas de un reloj muestra el paso del tiempo, pero éste no se identifica con las agujas. Acompaña a todo aquello que se mueve, pero no pertenece a ningún ente concreto. La pregunta de si el tiempo es una sustancia o un accidente, al igual que la pregunta de si el tiempo es algo o nada, no puede responderse, lo cual demuestra que el tiempo oscila de alguna  manera entre ambas determinaciones. Cuestiona la diferencia entre ser y no-ser y pone en entredicho el principio aristotélico de no contradicción. Sin embargo, la imposibilidad de responder a la cuestión de la existencia del tiempo no tiene influencia alguna sobre la pregunta acerca de su naturaleza.

 

La naturaleza del tiempo.

 

La definición aristotélica del tiempo se expresa en el libro IV de la Física en los siguientes términos: «roÜTo yap ÉTTIV 0 xpovos, &piÜuoc KIVYTEWS KATA TO TTPOTEPOV kai Va Tepovy»?? La traducción ampliada de Heidegger de esta definición dice:

 

El tiempo es algo numerado que se muestra ez la perspectiva y para la perspectiva del antes (Vor) y del después (Nach) respecto del movimiento: o, dicho más brevemente, algo contado del movimiento con el que nos encontramos en el horizonte de lo anterior (Früher)

 

y de lo posterior (Später).?°®

 

La definición es compleja. De entrada, se muestra que el tiempo es algo que encontramos en conexión con el movimiento. Su definición remite a la localización del tiempo. Éste se halla de alguna manera referido al movimiento de los entes. El transcurso del tiempo se mide a partir del movimiento del ente que tiene extensión y que se mueve de un lugar a otro o que permanece en su lugar.?? La cantidad de tiempo transcurrido se determina por el transcurrir de las agujas del reloj en movimiento, por la medición de la distancia del sol recorrida sobre el horizonte o por el espacio de tiempo entre lo anterior y lo posterior.

 

Heidegger realiza algunas observaciones muy interesantes acerca de la relación aristotélica entre tiempo, movimiento y cambio de lugar. Por de pronto, no hay que limitar el movimiento a nuestra comprensión moderna del cambio de lugar (como movimiento en el espacio). Los griegos no entendieron el espacio como un receptáculo en el que se mueven las cosas. El lugar (rorros) se comprende desde el ente natural y no desde el sentido moderno de la posición que ocupa una masa en movimiento. Aristóteles nunca reduce un ente natural a su extensión material, sino que lo comprende como un tóde ti (rode 71). Un ente se mueve en su lugar y permanece en él hasta que algo lo saca de ahí, esto es, un ente tiende en cada caso al lugar natural que le corresponde. Así, por ejemplo, el aire se mueve hacia arriba y la tierra hacia abajo. El ente natural, por tanto, tiene una dirección que le es propia. De ahí que sea un error interpretar el análisis aristotélico del lugar y del tiempo desde nuestra comprensión moderna del cambio de lugar. En la concepción moderna, un ente es movido y cambia de lugar por un influjo externo. Para Aristóteles, en cambio, el movimiento pertenece a la naturaleza del ente. Esta discusión sobre el róroç lleva a Heidegger a uno de sus descubrimientos centrales en la interpretación del texto aristotélico: la afirmación de que la extensión y el movimiento de los cuerpos no se comprenden en el sentido moderno de espacio, sino primariamente en el del tiempo. No resulta difícil apreciar que la interpretación heideggeriana de Aristóteles se mueve en  cierto modo en las coordenadas del concepto de la espacialidad de los entes intramundanos desarrollado en Ser y tiempo, liberando la ontología aristotélica del movimiento del concepto cartesiano de res extensa. Cuando uno lee en este contexto la frase «[. ..] el útil tiene su lugar propio. [Y...] el lugar propio es siempre el preciso “ahí” o “aquí” al que un útil pertenece en propiedad»,

 

 

no puede sino asombrarse de la increíble capacidad de Heidegger de dejar hablar a Aristóteles en su propio lenguaje.

 

La relación entre tiempo y movimiento.

 

¿Cuál es la relación entre tiempo y movimiento? Obviamente, no son lo mismo, a pesar de que experimentamos el tiempo en relación con el movimiento. Este último (x1v9 015) es para Aristóteles mucho más que un simple cambio de lugar. Un ente puede moverse incluso cuando permanece en el mismo sitio, por ejemplo, en el sentido de que sufre una transformación que no altera su posición. De ahí la afirmación aristotélica de que «[...] el carácter más general del movimiento es la uera 8024, o sea, la transformación o, mejor, el tránsito de algo a algo».?"' La forma más simple que Aristóteles menciona con mayor frecuencia en su análisis del movimiento es el desplazamiento, el cambio de lugar, es decir, el movimiento que conocemos como físico. Sin embargo, también contempla otras formas de movimiento, como la transformación, el menguamiento o el crecimiento. El crecimiento de una planta en una maceta también es un movimiento que no implica cambio de lugar. La transformación del color de un objeto es un cambio cualitativo. También aquí hay un tránsito de algo hacia algo. Esta estructura del movimiento se denomina su «dimensión», que en su sentido formal no tiene ningün rasgo espacial. La dimensión significa «distensión» (Deh nung) más que «extensión» (Ausdehnung) en el sentido espacial:

 

A la distensión pertenece también la determinación de lo auvexes, el mantenerse unido, el continuum, la continuidad. Aristóteles designa el carácter de dimensión como ué'ye8oc. Tampoco la determinación de weyedos, de extensión o magnitud, tiene un carácter

 

primariamente espacial, sino el de la distensión. 

 

Con la idea del movimiento como el tránsito de algo a algo Aristóteles habría permitido, a juicio de Heidegger, conectar el movimiento con el tiempo.

 

Este último se piensa como medida del movimiento y el reposo. Aristóteles distingue entre movimiento y tiempo: mientras que el primero está siempre en el móvil y sólo allí donde se halla el móvil, el tiempo está en todas partes.?”? de Heidegger, la cuestión de la esencia del tiempo está ligada a la pregunta acerca de la relación que el tiempo guarda con el movimiento.?"* Sólo experimentamos cosas en movimiento, pero no el movimiento mismo. El tiempo no cesa aun cuando el ente moviente entre en reposo. Es sólo este tránsito, este pasar, este dis-

 

Pero, en opinión

 

currir. Por ejemplo, no está en el movimiento de las agujas de un reloj, aunque podamos medir tiempo con su movimiento. Ésta es una indicación de que la esencia del tiempo no está vinculada al espacio. La cosa que se mueve está siempre en el espacio. Pero el tiempo no es la medida del espacio, ya que también pasa cuando las agujas permanecen inmóviles. Transcurre inagotablemente. El movimiento no es tiempo; antes bien, el movimiento es en el tiempo. Éste se experimenta en conexión con aquél, pero siempre permanece fuera, al margen de la cosa que se mueve.

 

Cuando seguimos el movimiento, encontramos en él el tiempo sin que propiamente lo comprendamos. En la experiencia concreta del movimiento, nos quedamos primariamente en el móvil y los lugares que recorre:

 

Solamente experimentamos el movimiento, esto es, el paso, cuando vemos el móvil en su tránsito desde un allí hasta un aquí. [...]

 

Cuando vemos de este modo la multiplicidad de lugares en el horizonte

 

 

de «desde allí — hacia aquí» y recorremos en este horizonte los lugares individuales viendo el movimiento, la trayectoria, entonces retenemos el lugar recorrido primeramente como un «desde allí» y anticipamos el lugar siguiente como un «hacia aquí». Al retener el precedente y anticipar el próximo, vemos la trayectoria

 

en cuanto tal.?/?

 

Algo análogo sucede cuando miramos un reloj. El tiempo obviamente no está en el reloj mismo. Éste sólo numera el tiempo pasado a partir de un ahora. De manera similar al horizonte de los lugares del movimiento, lo que numeramos cuando seguimos la trayectoria de las agujas del reloj son los ahoras (Jetzte), es decir:

 

[...] contamos una serie de «ahoras» y, por tanto, de «después» y de «antes». E] «después» es el «todavía no ahora» o el «ahora todavía no»; el antes es el «ya no ahora» o el «ahora ya no». [...] El tiempo es lo numerado en conexión con el movimiento que se experimenta

 

en la perspectiva del antes y del después."

 

La concepción aristotélica del tiempo queda presa de una visión óntica y espacial que interpreta el tiempo como una sucesión de ahoras (Jetztfolge). Ésta es la forma vulgar de experimentar el tiempo. El tiempo aristotélico se mueve en un horizonte cronométrico y naturalista que impide comprender la constitución temporal de la vida humana. El hecho de que el filósofo griego contemple el movimiento desde el presupuesto ontológico de la presencia no le permite ver el fenómeno del tiempo desde la temporalidad extáctica del Dasein. La temporalidad no puede reducirse al proceso de un móvil. De la misma manera que la existencia no se deja limitar a su simple posición en el mundo, tampoco es posible reducir el tiempo a un ahora presente. La temporalidad propia del Dasein rebasa el tiempo presente de lo ónticamente dado, es decir, transciende el tiempo presente en cuanto proyecta siempre nuevas posibilidades.

 

Heidegger ve en el análisis aristotélico del antes y del después que miden el tiempo algo así como el tiempo del mundo (Weltzeit), el horizonte en el que se experimentan los entes. Podemos contar y ver el tiempo porque somos temporales. El «ahora ya no» que ha pasado, el «todavía no» que habrá de pasar y el «ahora-aqui» del hacer presente lo que es, esbozan un acceso fenomenológico a la temporalidad entendida como el horizonte de esta tensión entre pasado y futuro en la que se encuentra todo ente. De ahí que Heidegger escriba:

 

Estas tres determinaciones conocidas por Aristóteles, el «ahora» (Jetzt) y las modificaciones del «hace un rato» (Damals) entendido como ahora-ya-no y del «luego» (Dann), como el ahora-todavía-no son la autointerpretación de los comportamientos que caracterizamos

 

como anticipar, retener y presentificar.?""

 

Como se sabe, este sentido originario no fue desarrollado por Aristóteles, pero Heidegger lo recibe con brazos abiertos como un regalo para su exploración del sentido de la temporalidad. Esta triple dimensión del tiempo como pasado, presente y futuro obliga a ver el tiempo de una manera distinta. Ya no se trata de la medición de una serie de ahoras. El tiempo se despliega en cada instante conservando el eco del pasado y proyectándose hacia el futuro. No es reversible, sino que está dirigido al futuro. De ahí que el futuro muestre cierta prioridad en el transcurrir y el pasar del tiempo.

Alma y tiempo.

 

La definición aristotélica del tiempo, que según el comentario de la traducción abreviada de Heidegger «[...] es algo numerado respecto del movimiento que se encuentra en el horizonte de lo anterior y lo posterior (en la perspectiva del antes y del después)»,?? no se centra en el número del movimiento (pues, al fin y al cabo, el número no es temporal), sino en el número del movimiento en cuanto se numera un ente movido. El tiempo pertenece tanto a lo que numera, el alma, como a lo que es numerado, el ente. Es tanto un contar como un ser-contado. En este contexto, Heidegger se hace eco de la conexión que Aristóteles establece entre tiempo y alma:

 

El tiempo es lo numerado. Si no hay alma, entonces no hay ningún numerar, nada que numere, y si no hay nada que numere, no hay

 

numerable ni numerado. Si no hay alma, no hay tiempo.??

 

Pero no es posible que Aristóteles quiera decir aquí que el tiempo existe sólo en el alma o que es un fenómeno puramente subjetivo. En la medida en que declara la independencia del tiempo con respecto al movimiento, también concibe el tiempo como el horizonte que delimita el cosmos que abarca todo lo que existe y que, como tal, permite que las cosas en el mundo existan en el tiempo. Segün la provocativa y sugestiva interpretación heideggeriana, el tiempo en Aristöteles estä tanto en el alma como tambien en el mundo, no es ni subjetivo ni objetivo. Heidegger llama la atenciön sobre el hecho de que el filösofo griego no desarrolla la pregunta por la existencia del tiempo. Con todo, destaca el esfuerzo aristotélico por conectar el tiempo con el alma humana. Una intuición que más tarde Heidegger magnificará ontológicamente con la equiparación de Dasein y temporalidad que se encuentra en el centro de la analítica existenciaria de Ser y tiempo.

 

La destrucción heideggerina del concepto aristotélico de tiempo pone de relieve que la concepción vulgar de este último presupone la comprensión del tiempo originario. Heidegger se propone precisamente la tarea de explicitar ese otro sentido de tiempo. Esa tarea se lleva a cabo en Ser y tiempo y, a pesar de criticar el concepto vulgar de tiempo desarrollado por Aristóteles, encontramos en la interpretación heideggeriana de la Física numerosas fuentes para este proyecto que muestran una estrecha conexión con las reflexiones del pensador griego. Heidegger muestra que en la definición aristotélica del tiempo roorepov y Vorepor significan «anterior» y «posterior» y no tanto «antes» y «después» en un sentido espacial. Esto allana el camino a una comprensión del tiempo entendido como tránsito. Aristóteles también muestra que este carácter del tiempo se hace visible en el hecho de que el alma perceptiva se remite a su mundo en términos temporales:

 

Sólo puedo decir «luego» si estoy a la espera de alguna cosa, es decir,

 

sólo si el Dasein, en cuanto existente, está a la espera.

 

 

En otras palabras, cuando utilizo las expresiones temporales «luego», «antes» o «ahora», me estoy refiriendo al mundo, a lo que pasa en el mundo que me rodea. El tiempo normal que hace presente las cosasy en el que se manifiestan los entes intramundanos remite  en última instancia a la temporalidad originaria del Dasein. Con ello queda abierto el camino de Ser y tiempo y la determinación del tiempo como horizonte de manifestación del ser. Buena parte de estas ideas ya fueron desarrolladas por el joven Heidegger en la segunda parte de las lecciones del semestre de invierno de 19251926 en torno a lo que en ellas denomina una «cronología fenomenológica», es decir, una investigación de la temporalidad de todos los fenómenos, que tiene a Kant como su principal interlocutor.  

 

Primera posición e Heidegger con respecto a la objetividad ingenua, el tiempo es un estar en espera  del  Dasein pero en espera de que, pues es claro para los cristianos en espera de la parusía es decir que si en esa concepción mitica religiosa no hay concepción del tiempo pero  veamos la segunda posición critica ahora con Kant.   

 

KANT COMO ANTESALA DEL PROBLEMA DE LA TEMPORALIDAD: LA TEMPRANA CONFRONTACIÓN HEIDEGGERIANA CON KANT

 

3.1 «Estoy a menudo en Königsberg»

 

Desde la publicación del libro Kant y el problema de la metafísica, de 1929, se hizo patente la importancia que Kant tuvo para el pensamiento posterior de Heidegger. Él mismo ha dejado constancia de ello en diversas cartas dirigidas a sus amigos de juventud: Karl Jaspers, Elisabeth Blochmann y Hannah Arendt. En una carta a Jaspers de 1925, comunica a su amigo la satisfacción que le proporcionan sus seminarios, en los que la figura de Kant va adquiriendo una presencia creciente: «La cosa más hermosa es que comienzo a amar realmente a Kant».No deja de ser una afirmaciön sorprendente, teniendo en cuenta que procede de alguien que años atrás se había movido en las coordenadas de la teología y del catolicismo filosófico de Friburgo. Los primeros contactos con la filosofía moderna y Kant se enmarcan inicialmente en la controversia del modernismo. Para la encíclica Pascendi y para los antimodernistas, «filosofía kantiana», «idealismo alemán» y «teología protestante» son conceptos intercambiables. Kant, el filósofo del protestantismo, y Tomás de Aquino, el filósofo del catolicismo, se hallaban implacablemente enfrentados. Fue Heinrich Rickert quien enseñó a Heidegger a reconocer los problemas filosóficos. Mientras que éste en 1911-1912 todavía criticaba a Kant y Hegel, no tardó mucho en sacudirse sus reservas confesionales respecto a ambos. En una carta de 1913, escribe a Rickert:

 

Hasta la fecha no existe en toda la literatura de la «filosofía católica» ni un solo libro, ni un solo ensayo en el que se ofrezca una compren-

 

sión aproximadamente correcta de Kant.

 

 

Ahora bien, ;cuándo empieza Kant a convertirse en un personaje realmente decisivo para el pensamiento heideggeriano? ;Qué explica ese amor que Heidegger declara por Kant en su carta a Jaspers? En el epistolario entre el primero y su amante y confidente en los primeros años de estancia en Marburgo, Hannah Arendt, encontramos un valioso testimonio. Heidegger escribe en una carta fechada el 23 de agosto de 1925:  Estoy a menudo en Königsberg: no sölo porque leo a Kant «para reponerme» y, al hacer esto, me doy cada vez más cuenta de que aquello que hoy se impone con el nombre de filosofía se ha vuelto

 

una miseria, incluso por estilo y por actitud.??

 

En 1927, vuelve a hacer hincapié en la impronta de Kant. En una carta del 21 de octubre de ese mismo año a Elisabeth Blochmann, señala:

 

He vuelto a leer de un tirón la Crítica de la razón pura, de Kant, y he obtenido de esta admiración muchas enseñanzas, fortalecimientos

 

y esclarecimientos.?**

 

Y el 12 de febrero de 1928, en una nueva carta a su amigo Jaspers, escribe:

 

Actualmente, me estoy «reponiendo» cotidianamente con Kant, que puede ser interpretado con un ímpetu todavía mayor que Aristóteles. Creo que tiene que ser redescubierto de manera completamente nueva.

 

 

  Todas estas referencias epistolares vienen a confirmar el creciente interés que Heidegger muestra por Kant en el transcurso de la segunda mitad de los años veinte. El resultado de la ocupación sistemática con Kant, que se inicia hacia finales de 1925, se intensifica en todo el período de Marburgo (1924-1928) y continúa vivo durante algunos años después de su regreso a Friburgo (1929) es sobradamente conocido: nos hallamos ante uno de los  diálogos más serios y productivos del siglo xx con el pensamiento kantiano. Pero no es menos cierto que abre una ruta de interpretación difícil de seguir por sus múltiples violencias exegéticas, al igual que sucede en el caso de las muchas otras interpretaciones heideggerianas de las grandes figuras de la historia de la filosofía (Heráclito, Parménides, Platón, Aristóteles, Leibniz, Hegel, Schelling y Nietzsche, por citar sólo los ejemplos más relevantes).

3.2, Líneas de interpretación de la apropiación heideggeriana de Kant

 

En la literatura crítica, encontramos dos líneas fundamentales de trabajo: por una parte, disponemos de estudios de inspiración heideggeriana que se dedican a profundizar o ampliar problemas no desarrollados por el propio filósofo;?96 por otra, contamos con investigaciones que resaltan la diversidad temática y las diferentes orientaciones que caracterizan el debate heideggeriano con Kant,%” especialmente a partir del libro Kant y el problema de  la metafísica, de 1929, y las lecciones del semestre de invierno de 1935-1936, La pregunta por la cosa (editadas en 1962, justo un año después de la publicación de la conferencia «La tesis de Kant sobre el ser», de 1961).?8

 

Sin embargo, la aparición póstuma de los cursos de Friburgo (1919-1923) y, especialmente, los de Marburgo (1924-1928) ha puesto de relieve que el libro sobre Kant, sacado a luz en 1929, viene precedido de un debate a fondo con el autor nacido en Konigsberg.?* A este respecto, cabe recordar el capítulo dedicado a discutir la tesis kantiana de que el ser no es un predicado real, capítulo que forma parte de las lecciones del semestre de verano de 1927, Los problemas fundamentales de la fenomenología. A éstas les siguen inmediatamente después las lecciones del semestre de invierno de 1927-1928, Interpretaciones fenomenológicas de la Crítica de la razón pura de Kant, que ofrecen un análisis mucho más detallado del texto kantiano que el presentado en  Continua pagina 341  https://archive.org/details/escudero-j.-a.-heidegger-y-la-genealogia-de-la-pregunta-por-el-ser-ocr-2010/page/341/mode/1up?view=theater

 










Kant y el problema de la metafísica.   De regreso a Friburgo, Heidegger consagra la mayor parte del curso del semestre de verano de 1930 a la cuestión de la causalidad y la libertad en la filosofía kantiana.Y, aunque en algunas ocasiones se olvida, encontramos ya en la segunda parte de las lecciones del semestre de invierno de 1925-1926, Lógica. La pregunta por la verdad, la primera interpretación exhaustiva de la Crítica de la razón pura, en la que se analizan la estética y la analítica transcendentales y se destaca el papel otorgado a Kant en relación con el problema de la temporalidad.

 

No nos interesa aquí ofrecer una comparación detallada de los textos citados, sino más bien indagar en las razones que llevan al joven Heidegger a desplazar sus previos intereses filosóficos en torno a Husserl y Aristóteles a Kant alrededor de 1926, precisamente en los momentos en los que está trabajando en la redacción de Ser y tiempo (1927). Sin deslegitimar las dos líneas de trabajo antes mencionadas, cabe la posibilidad de abrir una tercera vía de exploración de la relación de Heidegger con Kant. A la luz del material del que disponemos gracias a la publicación de los cursos de Marburgo, puede reconstruirse el modo en que Heidegger no sólo hace suyos algunos problemas fundamentales planteados por Kant, sino también cómo los integra de forma productiva en su propio programa filosófico, justo después de haber completado su asimilación de la filosofía práctica de Aris tóteles y de haberse separado definitivamente de la fenomenología de Husserl (como tendremos ocasión de mostrar en el próximo capítulo). Heidegger presta especial atención a la formulación kantiana de la constitución ontológica de la subjetividad en cuanto finita y la oportunidad de fundar sobre ella una metafísica. Lo que está en juego no es nada menos que la posibilidad de comprender y articular la peculiar movilidad de la existencia humana a partir de una ciencia de la vida fáctica capaz de plantear la pregunta por el ser. En otras palabras, nos hallamos ante el problema y el reto planteado en la analítica existenciaria de Ser y tiempo.

 

En este sentido, el debate con Kant se vuelve decisivo y explica el repentino cambio de programa que se produce en el curso de 1925-1926, Lógica. La pregunta por la verdad. La presencia recurrente de Kant en las lecciones marbuguesas muestra que no nos hallamos ante un simple ejercicio de interpretación, sino ante un momento constitutivo de la argumentación desarrollada en Ser y tiempo. El proyecto filosófico de Heidegger arranca de la necesidad de un replanteamiento del problema de la pregunta por el sentido del ser, olvidada sistemáticamente por la historia de la metafísica. La estrategia de Heidegger consiste en pensar el ser en relación con el tiempo a partir de un análisis preliminar del particular modo de existencia de aquel ente que se interroga por el propio ser, por el ser del ente en general y por el sentido del ser mismo. Ese ente, como es sabido, es el Dasein que, en cuanto cuidado, está constituido ontológicamente en términos de temporalidad originaria (Zeitlichkeit). A juicio de Heidegger, Kant es el único que anticipa el nexo entre el sujeto y el tiempo. El filósofo de Kónigsberg articula la estructura del sujeto según la forma del tiempo en todos los niveles: en el plano de la sensibilidad (donde el tiempo es la intuición pura más importante), en el plano del entendimiento (donde el yo pienso, en cuanto organizador de las representaciones, funciona según un esquema temporal) y en el plano de la imaginación transcendental (entendida como la raíz común de la sensibilidad y del entendimiento). Todo esto no viene más que a confirmar la dirección en la que se estaba moviendo el quehacer filosófico de Heidegger en ese período. Las lecciones de Marburgo permiten ahora comprender mejor el trasfondo y la amplitud del diálogo de Heidegger con Kant. Asimismo, confirman que este último, junto con Husserl y Aristóteles, representa el tercer gran interlocutor a la hora de plantear el problema del ser a partir de un análisis del Dasein y que, por lo tanto, su descubrimiento desempeña un papel fundamental en la génesis misma de Ser y tiempo.

2.3 De Husserl a Kant bajo la atenta mirada de Aristóteles

 

En la página final del curso de 1927-1928, dedicado íntegramente a la interpretación fenomenológica de la Crítica de la razón pura, Heidegger confiesa que cuando leyó de nuevo el texto de Kant desde el trasfondo de la fenomenología de Husserl:

 

[...] se me cayeron las vendas de los ojos y Kant se convirtió para mí en la confirmación esencial de la exactitud del camino que yo

 

estaba buscando.??

 

En concreto, el trasfondo al que alude Heidegger remite al problema del modo de ser del sujeto y su constitución temporal. Segün la interpretación heideggeriana, Husserl, Kant y él mismo estaban de acuerdo con la tesis de que la constitución de la subjetividad está conectada con la síntesis temporal. Sin embargo, Husserl no piensa la conexión entre subjetividad y temporalidad   en toda su radicalidad al relegarla al ámbito de las síntesis pasivas, es decir, a una dimensión inferior del sujeto. Además, la fenomenología husserliana no precisa el modo de ser de la subjetividad transcendental, esto es, no determina la naturaleza ontológica de la subjetividad como fundamento de toda constitución. El idealismo transcendental de /deas 1 no responde a esta cuestión. Por lo demás, Heidegger no cuestiona los descubrimientos esenciales de la fenomenología, tales como la intencionalidad, la función del a priori y la intuición categorial; es más, incluso los reconoce abiertamente, algo poco habitual en alguien parco en dispensar elogios a otros pensadores.”

 

De hecho, en las lecciones del semestre de verano de 1925, se aprecia tanto la cercanía como el distanciamiento con Husserl. Por una parte, Heidegger critica el teoreticismo y el cartesianismo husserlianos, pero, por otra, como pone de manifiesto el título originario de estas lecciones, Prolegómenos para una fenomenología de la historia y del tiempo, todavía se mueve en el horizonte de problemas planteados por Husserl, entre los que destaca sobremanera el de la subjetividad constituyente en su estructura temporal. El mismo Heidegger no sólo editó en 1928 las lecciones de Husserl Sobre la fenomenología de la conciencia interna del tiempo, preparadas por Edith Stein, sino que también tuvo acceso al manuscrito del segundo libro de las /deas, en el que se concibe la temporalidad como cualidad común de todos  los actos psiquicos. Estas investigaciones plantean el dilema de una conciencia absoluta que constituye las diversas percepciones temporales y los diferentes objetos temporales inmanentes, sin ser por su parte temporal. En escritos posteriores, Husserl intentó resolver el problema de la unidad de la subjetividad como temporalidad mediante la distinción entre una intencionalidad transversal, que constituye los objetos temporales singulares, y una intencionalidad longitudinal, que se dirige al mismo flujo de la conciencia constituyente del tiempo. Sin embargo, Heidegger  no toma en consideración esta diferencia, en gran medida porque Husserl ofrece un tratamiento de los actos intelectivos inferiores, como la fantasía, la percepción, la imaginación o el recuerdo. En los años de Marburgo, Heidegger se movía en otra dirección: sus intereses se dirigían a comprender la unidad de sensibilidad y entendimiento a partir de la temporalidad originaria del Dasein. Y en este punto entra en escena la figura de Kant.

 

En el mencionado curso de 1925-1926, la repentina interrupción del análisis del tema de la verdad en el contexto de una interpretación pormenorizada de diferentes pasajes de la Metafísica de Aristóteles da paso a un tratamiento de la relación entre yo pienso y tiempo, entre apercepción transcendental y autoafección del yo que, en gran medida, prefigura la interpretación desarrollada luego en el libro sobre Kant, de 1929.?9 Heidegger se pregunta cuál es el fundamento, la raíz común, de aquellas dos fuentes del conocer que establece Kant, a saber, la espontaneidad del entendimiento y la receptividad de la sensibilidad. Heidegger piensa que Kant intuye que esa unidad se halla en la temporalidad, pues ésta es tanto forma pura de la intuición en cuanto autoafección pura del yo pienso como acto de la espontaneidad.?^? Ahora bien, si espontaneidad y receptividad, si entendimiento y sensibilidad encuentran su raíz comün en la temporalidad, surge la pregunta de cómo se constituye esa raíz comün. En otras palabras, ;cuál es el modo de ser fundamental del sujeto? Kant parece no preocuparse por la unidad de ambas facultades. Heidegger, en cambio, está convencido de que el pensador de Königsberg presupone y opera con esa unidad, a pesar de no tematizarla expresamente. Ésta es al menos la presuposición sobre la que se basa la interpretación del libro Kant y el problema de la metafísica, motivo de la famosa disputa con Cassirer en Davos. En opinión de Heidegger, es la imaginación transcendental la que proporciona la raíz común de sensibilidad y entendimiento. Cabe atribuir a Kant el mérito de definir los rasgos esenciales de las dos fuentes del conocimiento del sujeto y plantearse su unidad; sin embargo, su concepción naturalista del tiempo le habría impedido ver en la temporalidad la raíz unitaria del sujeto.

 

Ésta es precisamente la columna vertebral de la argumentación heideggeriana: la concepción del Dasein como temporalidad originaria muestra que, liberándose de la concepción naturalista del tiempo, es posible asomarse al abismo de la subjetividad frente al cual Kant retrocedió asustado.*% Comprendiendo la relación entre el tiempo como autoafección originaria y el «yo pienso» como espontaneidad desde la óptica de un Dasein entendido en términos de temporalidad originaria, Heidegger llega a la conclusión de que «[...] el “yo pienso" no es en el tiempo (y Kant tiene absoluta razón en rechazar esto), sino que es el tiempo mismo».

 

 

[El hecho de que esta interpretación] [...] no sea del todo extraha a los nexos fenoménicos que Kant mismo tiene en vista está documentado en la determinación que ofrece del yo en un pasaje (A 123): «El yo que está y permanece (de la percepción pura) constituye el correlato de todas nuestras representaciones». Pero esta determinación del yo es, casi literalmente, la determinación del tiempo, el cual, según Kant, está y permanece de forma absoluta y es en general el correlato de todos los fenómenos. Tiempo y yo, allí donde Kant apunta a indagar los fenómenos, son aproximados uno al otro, de manera que las definiciones de los dos fenómenos coinciden, por decirlo así; y, sin embargo, Kant, a partir de un dogma  que para él es determinante, separa con rigor tiempo y «yo pienso», de modo que para él está establecido a priori que su unión es del

 

todo imposible.*9?

 

Esta imposibilidad descansa en la asunción kantiana de los presupuestos metafísicos implícitos en la noción moderna de subjetividad y en una concepción naturalista del tiempo que se enmarca en la tradición filosófica de Leibniz y Newton. En otras palabras, el tiempo se entiende como esquema de ordenación de la naturaleza.*! En las lecciones del semestre de verano de 1927, Los problemas fundamentales de la fenomenología, se acentúa la crítica a Kant, insistiendo en que éste todavía se mueve en el horizonte de la moderna metafísica de la subjetividad:

 

Kant se atiene en el fondo a la determinación de Descartes. Por esenciales que sean las investigaciones kantianas sobre la interpretación ontológica de la subjetividad, el yo, el ego es para él, como para Descartes, res cogitans, res, algo que piensa, representa, percibe, juzga, aprueba, rechaza, pero también algo que ama, odia, aspira y así sucesivamente. [...] El yo es sujeto, en el sentido de la autoconciencia.

 

En este contexto, Heidegger recuerda cómo Kant tiene presente la necesidad de determinar la autoconciencia no sólo como autoconciencia teorética que se mueve en el ámbito de los actos meramente cognoscitivos del sujeto, sino también como autoconciencia práctica que se constituye en la acción y en la interacción del sujeto con otros sujetos. Sin embargo, como en el caso anterior, Kant se queda en el simple reconocimiento de un yo teoré tico y de un yo práctico, pero lamentablemente «[...] no logra determinar en modo originario la unidad de yo teorético y yo práctico».10

 

Curiosamente, Heidegger encontró en Aristóteles, sobre todo en su filosofía práctica, una forma de comprender la vida humana de manera unitaria. Sostiene de una manera provocativa que el pensador griego sienta las bases para determinar la naturaleza ontológica de la vida humana. Como hemos mostrado en el apartado anterior, la filosofía práctica aristotélica desarrolla el programa de una completa hermenéutica de la vida humana, que permite descubrir el cuidado como el modo de ser fundamental del hombre que posibilita los comportamientos del producir (pofesis), del conocer (theoria) y del actuar (práxis). Se trata de un existencia humana que se define tanto en términos de acción (práxis) como de movimiento (kínesis). También la pregunta por el movimiento y, por ende, por el tiempo, se enmarcan en una radicalización de la filosofía aristotélica. En este caso, el texto de referencia es la Física. La idea aristotélica del movimiento no sólo se halla en el centro de la interpretación heideggeriana, sino que se convierte en el fenómeno fundamental de su propia hermenéutica de la facticidad. En la radicalización heideggeriana de la Física, la kinesis adquiere el rango de una determinación ontológica primaria del Dasein. Así, una vez consumada la deconstrucción del concepto de la noción de movimiento (que extiende el movimiento más allá de la esfera física), la teoría aristotélica de la kinesis se transforma en una analítica del Dasein. En última instancia, la apropiación heideggeriana de la teoría aristotélica del movimiento está dirigida a comprender la vida en su movilidad originaria (Urbewegtheit) y, por extensión, en su temporalidad originaria (Zeitlichkeit). Heidegger retrotrae el movimiento aristotélico (Bewegung) al principio ontológico de la movilidad (Bewegtheit) del Dasein, es decir, retrotrae el movimiento dinámico de descubrimiento de los entes a la movilidad inmanente del Dasein. Por tanto, la movilidad no está determinada por la presencia pura, sino por la temporalidad. Después de poner al descubierto los presupuestos ontológicos de la kinesis aristotélica, se trata de mostrar cómo la movilidad emana de la temporalidad originaria del Dasein.‘ Ello explica mejor el interés que Heidegger empieza a mostrar por Kant a partir de la segunda mitad de los años veinte. Esta breve referencia a Aristóteles deja entrever la importancia que el Estagirita, Husserl y Kant han adquirido en el desarrollo del programa filosófico del joven Heidegger y, sobre todo, permite comprender los motivos que lo llevan primero a una intensa ocupación con Husserl, luego a un enorme trabajo de exégesis de Aristóteles y finalmente a una discusión pormenorizada con Kant.

3.4

 

Kant y la tarea de una cronologia fenomenolögica

 

Heidegger celebra la prudencia reflexiva de Kant al no querer someter prematuramente los fenömenos al tribunal del entendimiento, una actitud que se pone de manifiesto en el tratamiento del problema del tiempo:

 

En este caso, como en todos los demás, Kant deja horizontes abiertos. [...] Cuando llega a los límites, deja subsistir los problemas, lo que es mucho más positivo para las investigaciones venideras que la violenta organización de puntos de vista medio claros en un sis-

 

tema. 105

 

En este sentido, Kant se caracteriza por entrelazar de manera singular un tratamiento por aspectos fenomenológicos y dogmáticos de la cuestión del tiempo, respectivamente. De ahí que Heidegger afirme que Kant vendría a ser un fenomenólogo que se ignora como tal, al igual que Aristóteles, pues ambos defienden la idea de un pensamiento fiel a los fenómenos. Pero, por otra parte, este entrelazamiento entre fenomenología y dogmatismo explica la oscuridad inextricable de la estética transcendental.

 

A diferencia del neokantismo, el cual propone una interpretación lógica de la Crítica de la razón pura que pretende reabsorber la estética en la analítica, Heidegger pone el acento sobre la estética.“ De esta manera, se distancia del dominio que ejerce en su época la interpretación de Cohen. Si bien este autor reco noce que la apercepción transcendental y el giro copernicano a él asociado —es decir, la idea de que el sujeto desempeña un papel «constitutivo» con respecto al objeto— es el verdadero corazón del pensamiento kantiano, se deja llevar por una interpretación unilateral que intenta pensar toda la crítica desde la analítica. Con ello, la estética pierde su autonomía por completo, lo que significa diluir todo el carácter receptivo de la sensibilidad en la espontaneidad del entendimiento. En el fondo, esta interpretación se mueve en la tradición metafísica que desde Platón y Aristóteles distingue entre la percepción (aro9 yo 15) y la facultad de razonamiento (voy 915); en términos kantianos, entre la estética y la lógica. Pero —como añadirá Heidegger en el libro sobre Kant, de 1929— hay que tener presente que el conocimiento no se constituye únicamente por medio de la lógica categorial, sino también mediante la sensibilidad pura en cuanto receptividad creadora. En la interpretación logicizante de Cohen, desaparece el elemento decisivo de la donación. Para Heidegger, el aporte esencial de Kant consiste en reconocer la pasividad inherente a todo proceso de conocimiento, es decir, el aspecto creativo de la intuición. Heidegger evoca la siguiente afirmación kantiana:

 

Hay dos fuentes del conocimiento humano que parten de una raíz común, pero desconocida para nosotros, a saber, la sensibilidad y el entendimiento; por medio de la primera, los objetos nos son dados,a través de la segunda, son pensados. 

 

 

El propio Kant reconoció en la primera edición de la Crítica de la razón pura la separación abrupta entre estas dos fuentes de conocimiento y resolvió el problema otorgando la prioridad al entendimiento sobre la sensibilidad. La Escuela de Marburgo interpretó de forma radical esta solución kantiana expuesta luego en la segunda edición de la Crítica de la razón pura, que fue reelaborada profusamente por el propio Kant, considerando la estética transcendental un resto precrítico y disolviéndola consiguientemente en la lógica transcendental.

 

Heidegger, en cambio, intenta resolver el problema de la unidad entre sensibilidad y entendimiento. De entrada, no acepta que la estética sea un asunto contingente. Para ello trata de mostrar que el reconocimiento del papel fundamental de la receptividad creativa de la sensibilidad expresa una necesidad interna del proyecto kantiano. La estética transcendental privilegia la intuición pura del tiempo. Según el propio Kant, «[...] el tiempo es la condición formal a priori de todos los fenómenos en general» ^?? cierta primacía al tiempo sobre el espacio: todas nuestras repre-

 

y no sólo de los fenómenos internos. Incluso concede

 

sentaciones, independientemente de su contenido, son temporales en cuanto se insertan en el flujo de la conciencia. El tiempo es la condición inmediata de los fenómenos interiores y la condición mediata de los fenómenos exteriores que se dan en el espacio.*? Todos los fenómenos, por tanto, se dan en el tiempo. Éste es el contexto en el que se enmarca la discusión en torno a Kant y el tiempo de la segunda parte de las citadas lecciones de 1925-1926, Lógica. La pregunta por la verdad.

 

En esta segunda parte, como se ha comentado anteriormente, se produce un brusco cambio de la temática: después de una larga consideración preliminar sobre la crítica husserlina del psicologismo y un intenso tratamiento del problema de la verdad en Aristóteles, Heidegger altera el curso de la exposición para dedicar el grueso de la segunda parte a la concepción kantiana del tiempo en  el marco del desarrollo de lo que llama una «cronología fenomenológica». Su principal tarea es «[...] la investigación de la determinación temporal de los fenómenos, es decir, su temporalidad, y con ello la investigación del tiempo mismo».*! A partir de este nuevo planteamiento, los primeros parágrafos de la segunda parte de estas lecciones abordan preliminarmente la cuestión de la temporalidad del cuidado, el papel que Hegel otorga al tiempo en la Enciclopedia y la influencia de Aristóteles sobre la interpretación hegeliana y bergsoniana del tiempo para, finalmente, dar paso a un profundo análisis de la interpretación el tiempo en la estética y la lógica transcendentales de Kant, que pone el énfasis en la relación entre «yo pienso» y tiempo.*? A primera vista, el repentino cambio de tema puede sorprender, pero si se atiende al problema de fondo, resulta comprensible. Heidegger trata de poner de manifiesto los presupuestos no interrogados de la concepción aristotélica de la verdad, en particular la comprensión del ser y del tiempo que le subyacen. Según Heidegger, Kant es el único que intuye tímidamente la conexión entre el ser y el tiempo, indicándole la senda a seguir. Una afirmación que se repite en Ser y tiempo:

 

El primero y el único que recorrió en su investigación un trecho del camino hacia la dimensión de la temporaneidad (Temporalitát), o

 

que, más bien, se dejó arrastrar hacia ella por la fuerza de los fenómenos mismos, es Kant.

 

Heidegger comienza por citar un pasaje de las Reflexiones de Kant que luego reaparece tambien en Ser y tiempo:

 

La tarea de la filosofia no consiste en dar reglas, sino en analizar los

 

juicios secretos de la razón común.“

 

Esto significa que la tarea de la filosofia consiste en poner al dia los comportamientos que fundamentan la conducta cotidiana de la existencia. En este sentido, comprende la analitica kantiana no solamente como la descomposiciön de cualquier cosa en sus elementos según el paradigma químico de análisis, sino como la reconducción de cualquier cosa a su lugar de procedencia. Se trata, por tanto, de remontarse a la génesis de los fenómenos, de mostrar las condiciones de posibilidad últimas de su donación. De ahí que Heidegger mismo hable en un tono kantiano de una «analítica» de la existencia, es decir, de un análisis que ponga al descubierto las condiciones ontológicas de posibilidad de los diferentes modos de comportamiento del Dasein.

 

Así pues, el análisis de la proposición y la verdad a partir de Aristóteles, que se lleva a cabo en la primera parte de las citadas lecciones, da paso a un estudio pormenorizado del tiempo. ¿Cómo se explica ese cambio de temática? La proposición no tiene necesariamente la forma del juicio, sino que más bien descubre algo en el acto de presentar (gegenwärtigen). El ser es la presencia de algo que puede ser descubierto (verdad) o encubierto (falsedad):

 

Ser significa presencia (Anwesenbeit). Verdad significa presente (Gegenwart). Presencia y presente como modos de la Präsenz son modos del tiempo. 

 

 

Esto implica que el análisis de la proposición, es decir, el Aoyos arodavrıkos, se orienta ahora hacia el tiempo, poniendo de relieve el carácter temporal de los fenómenos lógicos. Aristóteles mismo no se interroga por el sentido de esta identidad entre el ser y la verdad. Por ello, es necesario radicalizar la cuestión de la verdad para llegar a la raíz de su génesis a partir de la temporalidad.

 

Aquí es donde entra en juego el mencionado proyecto de una cronología fenomenológica que analiza la estructura temporal de los fenómenos y que, a la postre, implica una investigación del tiempo mismo. La lectura en clave analítica y genética de la Crítica de la razón pura, obra que presenta una excepcional concepción filosófica del tiempo, es una tarea que compete a esta cronología fenomenológica. El efímero nombre de «cronología fenomenológica» no indica tanto la fundación de una nueva disciplina filosófica como una redefinición de la tarea de la filosofía. Desde un punto de vista estrictamente etimológico, la cronología fenomenológica consiste en concebir el pensamiento (/ógos) en su propia temporalización (chrónos). Esta idea evita caer en una simple subjetivación del tiempo (Agustín) o en una subjetividad absoluta (Husserl), a la vez que permite pensar esta extraña identidad de Dasein y tiempo como la que Heidegger presiente en el esquematismo kantiano.

 

Ahora bien, ¿en qué sentido esta cronología fenomenológica exige un debate a fondo con Kant? Si la tarea de tal cronología consiste en la investigación de la temporalidad de todos los fenómenos, hay que dejar de considerar el tiempo como algo que ofrece el marco (Rahmen) de manifestación de los fenómenos y pasar a comprenderlo como su estructura misma (Struktur). En palabras de Heidegger, el tiempo no opera en términos de marco general (rahmenmäfig), sino como estructura (strukturmáfíig) de los fenómenos mismos. Y en cuanto estructura, esto implica una nueva concepción del tiempo que ya no se entiende en clave na turalista de sucesiön. La problemätica cronolögica pone de relieve que la temporalidad es un rasgo fundamental del comportamiento del Dasein y no un rasgo del mundo.** O, como se dice en la conferencia de 1924 «El concepto de tiempo» y en el tratado homónimo del mismo año, el Dasein es el tiempo.*” Esto no significa una subjetivación del tiempo, emplazándolo en el alma o en el sujeto. Por el contrario, se trata de reconocer la intrínseca constitución temporal del Dasein y distinguir con claridad la comprensión vulgar del tiempo de la temporalidad originaria.***

 

La breve historia del concepto de tiempo que Heidegger traza en las lecciones de 1925-1926 otorga a Kant un lugar de privilegio frente a Aristóteles, Hegel y Bergson. El motivo ya es conocido: Heidegger ve en la teoría kantiana del esquematismo una aproximación esencial de la problemática cronológica, en la que entra en juego un concepto de tiempo que no se comprende sólo en el marco de aparición de la naturaleza y del mundo objetivo, sino sobre todo como un elemento constitutivo de todos los fenómenos de la conciencia. Kant encuentra en las profundidades del alma humana y el esquematismo transcendental una manifestación de la temporalidad de los comportamientos del Dasein que Kant, en un lenguaje todavía tradicional y cartesiano, nombra «apercepción transcendental», el «yo pienso» que acompaña los actos del entendimiento. Heidegger da un paso más y se interroga por la determinabilidad del tiempo, es decir, se plantea  la pregunta no formulada directamente por Kant: ¿cuál es la condición de posibilidad de una conexión entre el tiempo en general y el «yo pienso» en general? *? Esta cuestión de la unidad entre sensibilidad y entendimiento, que en el fondo es la de la unidad de la subjetividad, es la que intenta resolver la filosofía poskantiana, pero sin interrogarse por los presupuestos de Kant mismo. De ahí que la filosofía poskantiana —como diagnostica Heidegger— siga moviéndose en las coordenadas cartesianas del «yo pienso». Precisamente, Ser y tiempo intenta explicar esta unidad a partir de la estructura total del cuidado que determina ontológicamente al Dasein en términos de temporalidad originaria.

 

 

El baile de tijeras recién ha empezado pero ya podemos montar y desmontar la objetividad:

 

Primero nos abrimos ingenuamente creyendo que podemos conocer el objeto empíricamente.

 

Segundo Dudamos dando paso a la critica, haciendo pasar al objeto por la experiencia

 

Tercer nos damos cuenta que el objeto deviene en un proceso y este proceso es el de nuesro espíritu de tal manera que el objeto realiza al sujeto.

Cuarto  y entonces imponemos  el proceso para que su cumpla el objeto, esta cuerta parte la comprenderá mucho mejor Marx

 

 

Y entonces se hace necesaria una quinta parte la  del desmontaje y esta es la parte de Heidegger la cual no es deconstruccitva sino redeconstrutiva porque se trata de volver al origien y entonces hemos visto como Heidegger redeconstruye la nocion de timpo en Aristoteles siendo el tiempo la espera y hemos visto como rdecontruye la visión de Kant comprendiendo el tiempo como el mismo pensar en un acontecer del cuidado, asi Heidegger desmonta la primera posición de la objetividad ingenua y la segunda posición de la objetividad critica , pero y ¿Como desmonta la tercera posición procesual en al que el objeto realiza al sujeto?  Veamoslo rápidamente en este articulo:

 

 

El marco teórico desde el cual Heidegger[1] lee a Hegel.

Para Heidegger, el acontecimiento esencial que determina tanto a la filosofía como a la historia de occidente es que se piensa al ser del ente como fundamento mientras que el ser mismo y la diferencia como tal se sustraen. Es decir, Heidegger sostiene que en esta historia hay un “olvido del ser” (Seinsvergessenheit). Esta noción puede ser comprendida desde dos perspectivas relevantes: por un lado, tal ocultación está dada por el ser mismo; pero por otro lado, el hombre olvida el acontecimiento de dicha ocultación. Para Heidegger, a partir de esta estructura acontecimental de la metafísica, es posible reconstruir la historia occidental cuyo carácter peculiar es ser onto-teo-lógica, desplegada desde los griegos hasta la modernidad. Desde esta perspectiva, Hegel consuma la construcción de un sistema donde todas las diferencias entitativas son superadas a través de la mediación dialéctica y llevadas hacia el saber absoluto, y es considerado como punto cúlmine de un modo de pensamiento onto-teo-lógico. Pero ¿es posible sostener que Hegel sea un filósofo “metafísico” en el sentido que le da Heidegger?

Contrapunto entre Heidegger y Hegel

Heidegger se ocupa especialmente con el pensamiento de Hegel en cuatro oportunidades. En las dos primeras, entre 1942 y 1943, confronta con Hegel. En esta etapa de la evolución de su pensamiento, por lo menos según se desprende del título que le da a sus notas, Heidegger no tiene resuelta su relación con Hegel.[2] En las dos últimas oportunidades, en 1957 y 1960, propone un diálogo con Hegel, al parecer desde la seguridad de su propia posición[3].[4]

Heidegger sabía que los más grandes críticos de Hegel terminaron siendo “los más grandes de los hegelianos”[5] y que para confrontar con Hegel, era necesario salir del marco problemático planteado por su pensamiento, en el cual la filosofía como sistema se identifica con la historia de la filosofía. Heidegger, por su parte, identifica la historia de la filosofía con la historia de la metafísica y el pensar, como filosofía no metafísica, con “el preguntar de la pregunta por el ser”[6], la pregunta ontológica. Entonces, desde antes de comenzar la confrontación, la filosofía de Hegel queda enmarcada dentro de la historia de la metafísica (como su consumación) y su pensamiento como el más grande olvido de la pregunta ontológica. A partir de este marco, Heidegger destacará los rasgos característicos del pensamiento de Hegel: 1. Olvido de la pregunta ontológica, con la subsecuente reducción de lo ontológico a lo óntico, que encierra a la filosofía de Hegel dentro del marco de la metafísica con la consecuente imposibilidad de pensar lo nuevo (Ser como acontecimiento). 2. Reducción de la verdad a certeza

Reducción del Ser a Sujeto

A esta delimitación responderá con un pensar que se caracteriza por su apertura al Ser, por una restauración de la verdad como Άλήθεια y por una recuperación de la pregunta por la diferencia ontológica. Éste es el esquema de la ‘con-frontación’: Se exponen los rasgos de la posición de Hegel y se los con-fronta mostrando lo im-pensado en ese pensamiento. La confrontación consiste en poner una filosofía frente a otra para compararlas u oponerlas entre sí. Pero Heidegger pone (interpretándola) la filosofía de Hegel dentro de un marco que le es ajeno y extraño, sin dejar que el mismo Hegel se ex-ponga, es decir, que se ponga desde sí. Por esta razón, en este trabajo de aquí en adelante, se buscará un diálogo[7], más que una confrontación, dejando hablar al propio Hegel.

En un lugar central de su confrontación, Heidegger ‘interpreta’ la conocida expresión del prólogo de la Filosofía del Derecho que afirma: “Lo que es racional, es real y lo que es real, es racional”.[8] Desde su punto de vista, esta ‘proposición’ “dice el fundamento esencial de la entidad del ente [der Seiendheit des Seienden]”[9], de manera que la pregunta por el Ser se respondería determinando el fundamento de la representatividad de lo que es. Es manifiesto que la ‘interpretosis’ genera una doble distorsión al proceder de esta manera ya que, por un lado, el fundamento está puesto en lo subjetivo del representar, reduciendo la dimensión objetiva a mera subjetividad unilateral y, por otro lado, el conjunto de la respuesta se despliega dentro del horizonte ‘óntico’, de lo ente, ‘olvidando’ o ‘encubriendo’ el plano ontológico. La reducción de lo ontológico a lo óntico y de lo óntico a la subjetivo es el doble efecto de la ‘interpretosis’, no de lo dicho por Hegel. Al interpretar, Heidegger fuerza y distorsiona la posición de Hegel, encontrando en la interpretación lo que él mismo había puesto de antemano.

En este artículo no proponemos una crítica de la ontología de Heidegger, como la realizada por Adorno, o una recuperación de la filosofía del idealismo alemán como fundamentación de los descubrimientos del psicoanálisis sobre la constitución del sujeto, como propone Žižek, sino (y éste es su aporte original) una ‘repetición’ de Hegel que permita leer los textos de este autor, no desechando la ontología heideggeriana sino volviendo a pensar lo que ésta ‘olvida’. ¿Cómo hay que interpretar, entonces, la conjunción de proposiciones inversas del Prólogo de la Filosofía del Derecho? Cuando Hegel habla de ‘razón’ no hay que comprenderla solamente como una capacidad o facultad humana, ni mucho menos como raciocinio o representación, sino como el sentido de la realidad, como el orden mismo de la realidad, como el Ser de las cosas. Además, no hay que entender ese orden real y esa facultad humana como algo puramente dado o como objeto de contemplación, sino como algo producido y como resultado de la acción. Hegel lee la razón teórica o el orden natural desde la razón práctica, desde la acción, desde el proceso de su producción (pero no desde el pensamiento de un sujeto racional a la manera del cartesianismo o del kantismo). La acción pone su ley o su orden en el mundo o en la realidad, al crear o construir ese mundo. La acción es libre. La acción es racional. Consecuentemente, razón y libertad no se oponen ni se excluyen. Por eso dice Žižek que esta identidad es “el más extraño de los principios especulativos de Hegel según el cual autoconciencia, libertad y razón son una sola cosa”.[10]

Entender a la razón en este texto como una facultad del ‘sujeto’ racional (moderno), cuyo ‘objeto’ es la “idea como perceptum de la perceptio como cogitatio —como ‘conciencia’ [y la]Con-ciencia (como ego cogito de la relación sujeto-objeto) y pensar enel sentido de la ratio y del νους del animal rationale”[11] es un forzamiento y una distorsión derivadas de la ‘interpretosis’, en la cual el Ser es reducido a representación, que a su vez depende del sujeto representante, es decir, de la conciencia. Desde el punto de vista de Hegel: Ser es acaecer y acontecimiento del acaecer; acaecer absoluto.[12]

Ser es razón-real o realidad-racional. Pero razón-real es la razón realizada y realidad-racional es la realidad devenida racional. Lo que no está explícito en estas dos proposiciones es el devenir, el desarrollo, la historia. La razón-real y la realidad-racional es lo desplegado en la historia de la filosofía.

La filosofía es sistema. Por tanto, para comprender una parte o un momento es necesario comprender la totalidad que lo determina. Por eso, pensar la época presente requiere una comprensión de la totalidad de la historia. Ésta es una posibilidad abierta por Hegel, “debido a que Hegel determina la historia en cuanto tal, de manera que en su rasgo fundamental ella tiene que ser filosófica.”[13] Hegel identifica ciertamente la filosofía con su historia. Más aún: identifica la historia con la razón, es decir, con la filosofía, en tanto despliegue de la razón misma. En otras palabras, hay una racionalidad histórica, que no se reduce a la racionalidad de los sujetos que obran en la historia.

A partir de este resultado, Heidegger pregunta: “¿Hasta qué punto la historia de la filosofía, en cuanto historia, tiene que ser filosófica en su rasgo fundamental? ¿Qué significa aquí ‘filosófica’? ¿Qué significa aquí ‘historia’?”[14] Para responder a estas preguntas, curiosamente, Heidegger no apela ni al comienzo ni a la culminación, ni a los griegos ni a Hegel, sino a Descartes. ¿Por qué? ¿No es esta ‘elección’ arbitraria o unilateral? Descartes es el símbolo de la filosofía moderna y de la constitución del sujeto [de pensamiento] autónomo, lo cual le va a permitir (a Heidegger) definir la filosofía hegeliana como la consumación del pensamiento subjetivo. Esta elección de la posición cartesiana no solamente hace del proceso un desarrollo unilateral, basado en la subjetividad del sujeto opuesto a la objetividad de los objetos, sino que pone el centro de la cuestión gnoseológica, entendiendo al sujeto como sujeto de conocimiento y no como sujeto de acción o como ‘existente’. Esta introducción injustificada del sujeto cartesiano da pie para una interpretación igualmente injustificada de la dialéctica, que estaría contenida en la etimología del término: “Διαλέγεσθαι, dialéctica –escribe Heidegger- significa aquí que el sujeto, en el mencionado proceder (proceso), y en cuanto tal, extrae su subjetividad, la produce”[15]. Esta es otra muestra de lo que hemos llamado la ‘interpretosis’[16] heideggeriana.

Heidegger tiene razón al decir que la dialéctica es un movimiento concreto, en el sentido de “lo que crece conjuntamente (con-crescit)”[17]. Lo que crece conjuntamente es el movimiento complementario de los contrapuestos: movimiento del ser hacia el sujeto (ontología) y movimiento del sujeto hacia el ser (gnoseología). La totalidad de estos movimientos es lo que Hegel llama ‘especulativo’. “A ello pertenece la aprehensión del aparecer los contrapuestos uno en el otro y uno frente al otro”.[18] La dialéctica especulativa no tiene que ser representada como un método subjetivo o como un instrumento para asegurar la verdad de los conocimientos ya que, para Hegel, el método es “‘el alma del ser’, el proceso de producción, a través del cual se realiza la trama del todo de la realidad de lo absoluto”.[19] Pero Heidegger identifica este proceso con “el más interno movimiento de la subjetividad”[20], distorsionando así el conjunto de la interpretación. Necesita identificar el proceso de producción de la realidad de lo absoluto con el movimiento de la subjetividad absoluta porque se propone mostrar que el dominio de esa subjetividad es lo que se ejerce en la época actual como dominio de la técnica. Esto es lo que significa el resultado ‘enigmático’ que extrae de lo anterior: “‘El método’: ‘el alma del ser’ –esto suena fantástico. Se supone que nuestra época habría dejado atrás semejantes extravíos de la especulación. Pero vivimos justo en medio de esta supuesta fantasía.”[21] Descartes, el ‘discurso del método’, la matematización de la naturaleza, la calculabilidad, la ciencia moderna, la dominación de la técnica… todo esto puede ser ahora explicado en su acabamiento y consumación hegelianas. “Ahora se hace claro –remata Heidegger- hasta qué punto la historia de la filosofía es el más interno movimiento en la marcha del espíritu, es decir, en la marcha de la absoluta subjetividad hacia sí misma.”[22] Hegel se propuso comprender los problemas de la modernidad para que pudiéramos enfrentarlos y resolverlos, pero Heidegger cree que Hegel terminó atrapado por este modo de pensar y condenado a su temporalidad. Aquí no proponemos una crítica de la ontología de Heidegger o de su interpretación de la filosofía de Hegel sino prestar mayor atención a lo dicho por Hegel que permanece olvidado en la interpretación heideggeriana.

¿Qué es, para Hegel, la dialéctica? Para dar respuesta a esta pregunta veamos brevemente algunos textos hegelianos[23]: “El entendimiento determina y mantiene firmes las determinaciones.” La función del entendimiento es definir los conceptos, determinar los significados, delimitar y evitar la confusión y el equívoco. En los orígenes mismos de la filosofía, Sócrates planteó esta necesidad propia de la ciencia y de la filosofía y por ello se le reconoce como el ‘inventor’ del concepto. La definición es un proceso de abstracción de lo singular y de lo particular. La fijación de los significados hace posible la comparación. Pero, “la razón es negativa [negativ] y dialéctica, porque resuelve en la nada las determinaciones del entendimiento; es positiva, porque produce [erzeugt] lo universal, y en ello comprende lo particular.” La razón es negativa porque disuelve las determinaciones fijadas. Al hacerlo, va más allá del entendimiento. Lo que está más allá del entendimiento no es la ilusión o la nada, sino lo absoluto, que para el entendimiento es incognoscible. La razón es también positiva, porque crea, genera o produce lo universal (en el que se incluye lo particular e individual). La razón es positiva porque es inclusiva: tiende a totalizar las partes, los fragmentos o los momentos de un desarrollo. La razón une y pone en movimiento lo que el entendimiento separó y, al hacerlo, disuelve esas determinaciones. El resultado de este movimiento es señalar la insuficiencia de las determinaciones fijadas, mostrar que el límite es también un más allá. ¿Por qué es insuficiente la determinación? Porque la realidad es cambiante y el tiempo destruye todo lo anteriormente se había determinado. La función de la razón es comprender una realidad que cambia, que se transforma, que fluye.

“El espíritu es lo negativo [Negative]”. El espíritu es actividad, el espíritu es libertad, el espíritu es creación de lo nuevo. El espíritu niega la naturaleza pero al mismo tiempo la incluye. “…Es lo que constituye las cualidades tanto de la razón dialéctica como del entendimiento; niega lo simple, y fundamenta así la determinada diferencia del entendimiento; al mismo tiempo la resuelve, y por tanto es dialéctico.” Lo real no es simple, no es atómico o indivisible. Es decir, toda realidad es compleja, toda realidad es mediada, toda realidad es movimiento, desarrollo, evolución. Para definir, el entendimiento separa lo que algo es de lo que no es. Toda realidad, cualquier realidad puede ser escindida en dos: es, no es; positivo, negativo. Porque toda realidad está escindida en sí misma: es y no es, en tanto se mueve y cambia. Toda realidad contiene un ‘no’ que la inquieta. La razón dialéctica no se detiene en la contradicción sino que la resuelve. ¿Cómo? Derivando los opuestos uno del otro.

“Pero no se detiene en la nada de esos resultados, sino que en esto es igualmente positivo, y de esta manera ha restaurado lo primero simple, pero como un universal, que es concreto en sí mismo; bajo aquél no se subsume un particular, sino que en esa definición y en la solución de la misma lo particular ya se ha determinado.” Hay un resultado escéptico, negativo, una nada, una disolución. Pero esto no es lo último sino un momento o un paso. Todo flujo de lo real atraviesa la disolución y todo proceso de conocimiento pasa por el escepticismo. Ya en Descartes hay una comprensión del lugar y la función de la duda y el escepticismo como medio y no como fin. El movimiento de los contradictorios se resuelve en una nueva unidad, que no es un retroceso a los momentos previos al movimiento, sino una nueva quietud inquieta, una nueva realidad más compleja.

“Este movimiento espiritual, que en su simplicidad se da su determinación y en ésta se da su igualdad consigo mismo, y representa al mismo tiempo el desarrollo inmanente del concepto, es el método absoluto del conocimiento, y al mismo tiempo, el alma inmanente del contenido mismo. Sólo sobre estos senderos que se construye por sí misma, creo yo, puede la filosofía ser una ciencia objetiva, y demostrativa”.[24] Descartes había explicitado un método útil para el desarrollo del conocimiento; Hegel sostiene que la dialéctica es el método y justifica su postura señalando que el método no es subjetivo sino el camino de desarrollo de la cosa misma, de la realidad. No hay otra forma de comprender el camino que sigue la realidad que haciendo ese camino. Por eso hay que decir que el método es práctico, pero no subjetivo. El curso de la cosa misma y el curso de la demostración son uno solo y el mismo. El despliegue de la realidad y el desarrollo del conocimiento se identifican, como ya había señalado Spinoza.

La dialéctica es ‘objetiva’, pero lo objetivo no es entendido como ‘lo arrojado frente al sujeto’ o como lo que el sujeto aprehende a partir de los datos sensibles de los objetos, sino como el sentido de la cosa misma.

Pero, Heidegger necesita no solamente identificar a Hegel como el pensamiento del dominio de la subjetividad absoluta sino que necesita también mostrar que la filosofía de Hegel ‘cierra’ la historia de la filosofía (metafísica): “En el sistema de idealismo especulativo [hegeliano] está consumada la filosofía, esto es, alcanza su culminación y está desde entonces cerrada.”[25]Marcuse[26] ha mostrado, en reiteradas oportunidades, que no puede interpretarse la filosofía de Hegel como un sistema cerrado ni histórica ni filosóficamente. Sin embargo, para la interpretación heideggeriana, el origen cartesiano de la filosofía moderna explica su consumación de la filosofía en Hegel y el “alma del ser” se trueca en la “total calculabilidad” de la ciencia actual. Heidegger tiene razón al explicar la “brutal inversión y contraposición masiva” del pensamiento posthegeliano de Marx y Kierkegaard. Sin embargo, restringe los efectos de esta consumación al referirse solamente “a los más grandes de los hegelianos”[27], sin considerar también a Schopenhauer, Nietzsche, la fenomenología, la hermenéutica, el existencialismo, la deconstrucción y también la logística, el neo-kantismo y el neo-positivismo, por nombrar algunas corrientes de pensamiento desplegadas bajo la extensa sombra[28] proyectada por Hegel. Además, Heidegger se detiene solo en el carácter de ‘cierre’ de la consumación y no considera el ‘acontecimiento’ hegeliano como irrupción de lo nuevo, como apertura revolucionaria, como un nuevo modo de pensar.

Para Heidegger, el movimiento dialéctico es un proceso en el que el espíritu, inicialmente abstracto, se libera de esta abstracción para alcanzar la verdad, entendida como “la absoluta certeza del sujeto absoluto que se sabe”.[29] Pero la verdad así entendida solo puede ser alcanzada como culminación de la filosofía moderna del sujeto y consecuentemente, no pudo ser aprendida por los antiguos griegos. Pero, entonces, ¿qué ocurre con la Άλήθεια [verdad], tal como fue concebida por ellos? “Según esto, la Άλήθεια no puede ser lo determinante para la verdad, en el sentido de la certeza”.[30] En consecuencia, la Άλήθεια, la verdad como “desocultamiento y desalbergamiento”[31] permanece impensada para Hegel cuando es “el enigma mismo, el asunto del pensar”.[32] Así, el asunto mismo del pensar queda impensado e impensable para la filosofía desde los griegos hasta Hegel.

Así, con la mirada puesta en la Άλήθεια, experimentamos que con ella nuestro pensar es interpelado por algo que antes del comienzo de la ‘filosofía’ y a través de toda su historia, ha pedido ya para sí al pensar. La Άλήθεια ha precedido a la historia de la filosofía, pero de manera que ella se reserva la determinabilidad filosófica, como aquello que exige su dilucidación por el pensar. La Άλήθεια es lo impensado digno de ser pensado, el asunto del pensar. Así, la Άλήθεια sigue siendo entonces para nosotros lo que ante todo está por pensar -por pensar en cuanto absuelta de lareferencia a la representación, engendrada por la Metafísica, de la ‘verdad’, en el sentido de la rectitud, y del ‘ser’, en el sentido de la efectividad.[33]

El ‘asunto del pensar’ permanece enigmático e impensado y se ha hecho impensable cuando el pensamiento de los griegos se convirtió en filosofía y en metafísica. Para pensarlo es necesario retrotraerse a la experiencia presocrática del μύθος [mitos]. Al movimiento histórico de la Ilustración debemos una cierta estructuración de la historia como progreso de la razón que ha prevalecido desde el siglo XVIII hasta la segunda parte del siglo XX, según la cual la razón se origina en la antigüedad griega y llega a su maduración y adultez en la edad moderna, superando lo que está en el medio (el oscurantismo y la superstición). El pensamiento de Heidegger, en cambio, es heredero del romanticismo contra-ilustrado y consecuentemente aboga por un retorno a una verdad no-ilustrada o anti-ilustrada. Tal es la verdad como Άλήθεια, como desocultación.

Ahora bien, si atendemos a lo enigmático de la Άλήθεια, que impera sobre el comienzo de la filosofía griega y sobre la marcha de toda la filosofía, entonces se muestra la filosofía de los griegos, también para nuestro pensar, como un ‘todavía no’. Sólo que éste es el ‘todavía no’ de lo impensado, no un ‘todavía no’ que no nos satisface, sino un ‘todavía no’ al que nosotros no satisfacemos y para el cual no damos abasto.[34]

Desde esta perspectiva, la filosofía antigua de los griegos no es comprendida como la infancia de la razón (Ilustración) o como el comienzo de la filosofía (Hegel) que ‘todavía no’ se ha desarrollado completamente a sí misma, sino como lo enigmático, lo todavía por pensar, lo impensado del pensar. Contra esta postura heideggeriana, Hegel habría hecho notar que ya los griegos antiguos resolvieron lo enigmático expresado en la tradición anterior por el símbolo de la esfinge proveniente de Egipto:

Los griegos resolvieron el enigma egipcio: que lo interno, humano, es lo espiritual, lo que el significado es en y para sí y sólo se significa a sí mismo. Hombre, conócete a ti mismo; conocer el espíritu, no el hombre en su particularidad. Un famoso lema que habría estado en el templo de Neith en Sais, en una figura femenina con un velo, [reza]: “Yo soy lo que es y lo que fue, y mi velo no lo ha levantado ningún mortal. El hijo que he dado a luz es el sol”, recogido según algunas citas. Los griegos han alzado el velo y expresado, sabido y expuesto lo que lo interno es: el espíritu que se sabe a sí mismo.[35]

En sus clases, Hegel solía burlarse de los egiptólogos que trataban de desentrañar los enigmas y los misterios de la antigüedad, diciendo que los enigmas de los antiguos egipcios eran también enigmáticos para los mismos egipcios. En este artículo quisiéramos destacar una cuestión, que está presente en la confrontación y el diálogo entre Hegel y Heidegger, pero sobre la que no se ha avanzado lo suficiente (a pesar de los avances de la Dialéctica de la ilustración de Adorno y Horkheimer o de los aportes del postmodernismo: el pensamiento de la Ilustración. Así como Heidegger advierte que hay algo que permanece impensado respecto al ‘asunto del pensar’, quisiéramos insistir aquí sobre lo impensado en el pensamiento de la ilustración, advirtiendo al mismo tiempo que una repetición de la filosofía hegeliana ofrece sendas no transitadas para pensar esa cuestión.

Heidegger focaliza su confrontación en el concepto de negatividad.[36] Desde su interpretación, la ‘negatividad’ hegeliana se reduce a “una diferencia de la conciencia”[37], o sea, una diferencia óntica. La base de su interpretación la encuentra en la afirmación de que ‘toda determinación [= diferencia, para Heidegger] es negación’[38] y solo el ‘algo’ es ‘ser determinado’, mientras que el puro Ser es indeterminado,[39] no es algo y en eso idéntico a la Nada. Para Heidegger, “la negatividad no puede ser determinada a partir de la nada hegeliana”, ya que al ser in-determinada, excluye la negatividad, aunque parezca “ser la ‘encarnación’ de la noedad [Nichtheit]”.[40] El ‘punto de vista’ de Heidegger se reduce a una tautología. La totalidad de la historia de la metafísica es el progresivo olvido de la diferencia ontológica y Hegel pertenece a la historia de la metafísica: es su culminación. Por tanto, en Hegel debe poder constatarse el olvido de la diferencia ontológica.

Teniendo como base la negación/exclusión de la pregunta ontológica, el problema del comienzo se encamina decididamente hacia lo ente. Desde este contexto, “lo primero verdadero, es decir, ‘ente’ en sentido más amplio es el devenir.”[41] Heidegger tiene razón al considerar al devenir como la primera verdad, pero no es ‘ente’ sino acaecer, motilidad.[42]Heidegger entiende el devenir como ‘in-estabilidad’ [Un-beständigkeit], pero Hegel dice: “El devenir es una inquietud irremediable [haltungslose Unruhe], que se hunde/desvanece en un resultado quieto/tranquilo/calmo”.[43]

“La negatividad es sólo para el pensar metafísico [de Hegel] absorbida en la positividad; la nada es el abismal contra el ser [Seyn], pero, en tanto esto, su esencia. […] Pensar la nada significa: interrogar a la verdad del ser [die Wahrheit des Seyns] y experimentar la indigencia[44] del ente en totalidad.”[45] En tanto la negatividad es absorbida en la positividad –piensa Heidegger-, no es tomada en serio. Ya sea que se la piense como vacío en la naturaleza, o como mal en la moralidad, o como pecado en la religión, o como injusticia en la sociedad y el Estado, siempre es reabsorbida en la positividad de la naturaleza, del bien, de la salvación o de la justicia. Incluso cuando se la piensa como la muerte resulta finalmente reabsorbida en la vida:

La negatividad como desgarramiento y separación es la ‘muerte’ — el señor absoluto, y ‘vida del espíritu absoluto’ no significa otra cosa[46] que soportar y solventar la muerte.[47] (Pero esta ‘muerte’ no se puede tomar nunca en serio; ninguna καταστροφή posible, ninguna caída y subversión posible; todo amortiguado y allanado. Todo está ya incondicionalmente asegurado y acomodado).[48]

Tomar en serio la negatividad sería pensarla como la Nada, pero como la Nada que no puede ser reabsorbida en lo positivo, “la nada como el ab-ismo [Ab-Grund], [esto es] el ser [Seyn] mismo. Pero aquí el ser (Seyn) no metafísicamente, hacia el ente y desde él, sino desde su verdad.”[49] Este camino está vedado para la metafísica y, por lo tanto, para Hegel. Heidegger entonces consigue definir el significado de la negatividad como diferencia en Hegel:

La diferencia es el esencial triple diferenciarse del saber absoluto, es decir, el referir-se-a-sí-mismo como inclusión de lo diferente. Esta diferencia es negatividad absoluta, en tanto justamente afirma lo diferente como lo otro en su pertenencia a lo uno y de este modo convierte lo uno mismo en lo otro.[50]

La negatividad que no se toma en serio muestra su verdadera cara: reducción óntica, reducción de toda diferencia a identidad, a lo uno, a lo positivo. Expresado con ‘claridad’ heideggeriana: “El no de la apropiación verdadera, es decir, precisamente re-presentativa de modo incondicional, de lo sabible en su plena sabiblidad del incondicionado saberse-a-sí-mismo.”[51]

Sin embargo, desde Hegel, esta interpretación de lo negativo es completamente abstracta. En la Fenomenología ya se hizo referencia a ella: “El escepticismo que finaliza con la abstracción de la nada o de la vaciedad no puede seguir avanzando desde esta última, sino que tiene que quedarse a la expectativa de que se le ofrezca algo nuevo, y de qué se le ofrezca, para precipitarlo al mismo abismo [Abgrund] vacío.”[52]

Hasta aquí se ha considerado la negatividad desde el punto de vista interpretativo de Heidegger. Considérese ahora el punto de vista de Hegel.

Hegel dice que la ‘Negación’ es un concepto especulativo, es decir, que contiene ‘determinaciones opuestas’, albergando una contradicción. Sin embargo, la contradicción no señala un límite infranqueable sino una oposición superada, una unidad de momentos opuestos. Este tipo de conceptos es, por lo tanto, ininteligible para la ‘sana razón’ (ratio). La negación es así una unidad en la que los momentos contradictorios son conservados. Que sean momentos de una unidad superior implica que han perdido su autonomía y unilateralidad para ser-en-relación.

Lo negativo indica, en primer lugar, un problema nuevo. El marco histórico-filosófico concreto que permite plantear este problema es la Ilustración y las filosofías ilustradas de Kant y Fichte principalmente, a las que Hegel llama ‘filosofías de la reflexión’. Éstas lograron por primera vez fundamentar la nueva ciencia, la ciencia moderna, que ha extendido su modelo del ámbito empírico natural al conjunto de los conocimientos verdaderos. A través de estos autores ‘el entendimiento reflexivo[53] se apoderó de la filosofía’ convirtiéndola en un procedimiento de abstracción, separación, definición y fijación. Según esta perspectiva dominante “la verdad tendría por base la realidad sensible, las ideas no serían más que ideas, en el sentido de que sólo la percepción sensible les daría su contenido y su realidad, y que la razón, al permanecer en sí y para sí, crea sólo quimeras”. Este dominio tiene como efecto la renuncia a la razón como comprensión del sentido del Ser y la pérdida del concepto de verdad que se identifica con ese sentido. ¿Por qué se ha renunciado a la razón y a la verdad verdadera? ¿Por qué motivo se ha aceptado el punto de vista del entendimiento reflexivo?

El motivo de esta representación, que se ha generalizado, tiene que ser buscado en la observación de la necesaria contradicción de las determinaciones del entendimiento para consigo mismas. La mencionada reflexión consiste en lo siguiente: superar lo concreto inmediato, determinarlo y dividirlo. Pero tal reflexión debe también superar sus determinaciones divisorias, yante todo, tiene que relacionarlas mutuamente. Pero desde el punto de vista de establecer esta relación surge su contradicción. Esta relación de la reflexión pertenece en sí a la razón; elevarse sobre aquellas determinaciones, hasta alcanzar a conocer el contraste contenido en ellas, es el gran paso negativo hacia el verdadero concepto de la razón.[54]

El entendimiento reflexivo (y la ciencia moderna que se fundamenta en él) se ha puesto un límite infranqueable que, en caso de no ser respetado, conduciría irremediablemente al extravío, a la quimera y a la ilusión. En este contexto de la ciencia moderna, donde el problema principal es determinar un fundamento y un método seguros que permitan el progreso de la ciencia, lo negativo consiste en “elevarse sobre aquellas determinaciones, hasta alcanzar a conocer el antagonismo contenido en ellas”. En otras palabras, lo negativo consiste en superar las contradicciones del entendimiento científico. Éste “es el gran paso negativo [negative] hacia el verdadero concepto de la razón”.[55] Se trata de un nuevo concepto de razón, “un concepto superior, más rico que el precedente; porque se ha enriquecido con la negación de dicho concepto precedente o sea con su contrario; en consecuencia lo contiene, pero contiene algo más que él, y es la unidad de sí mismo y de su contrario. Por este procedimiento ha de formarse, en general, el sistema de los conceptos, y completarse por un curso incesante, puro, sin introducir nada del exterior.”[56]Aquí el significado de lo negativo está acotado a un contexto meramente epistemológico o gnoseológico. Pero lo negativo no está contenido solo en el pensamiento del sujeto sino en toda realidad concreta. Hegel rechaza la concepción tradicional de la dialéctica, desde Platón hasta Kant inclusive, en la que lo negativo es un límite para el entendimiento y la ciencia. Cuando Hegel dice que el verdadero elemento dialéctico, esto es, lo negativo es “aquello por cuyo medio el concepto se impele adelante por sí mismo”, no se está refiriendo a los conceptos de las ciencias empíricas, es decir, a ‘meros conceptos’, sino que se está refiriendo al sentido del Ser de todo lo que es verdaderamente real. Pensar la negatividad como sentido del Ser en el contexto del replanteo del pensamiento de la ilustración es la cuestión que este artículo quiere proponer como problema olvidado y todavía irresuelto para la filosofía del porvenir.

Conclusiones

Para Heidegger, entonces, la metafísica occidental y específicamente la metafísica moderna se constituye y se caracteriza en su devenir histórico a partir de una lógica onto-teo-lógica (se comprende al ser como fundamento de lo ente). Esta última, comienza con Descartes y es consumada en la filosofía de Hegel; porque si el ‘yo pienso’ es concebido como fundamento, lo verdadero es la substancia en sí, que deviene sujeto para sí, como saber de sí. Lo verdadero es el todo, la substancia devenida sujeto –es la unidad sujeto-objeto–, es decir, el saber absoluto. Aquí estamos ante la dialéctica, donde no es ya lógica formal, sino que es la ciencia en donde método y contenido van unidos. La forma está unida al principio. De este modo, se explica la multiplicidad de entes a partir de la identidad del pensar con el ser. Pero aquí también la multiplicidad es fenómeno, porque al identificar la verdad con lo absoluto y lo absoluto con la unidad, solo reduciendo lo múltiple a la unidad estaremos en posesión de la verdad. En este sentido, para Heidegger, Hegel vuelve a reproducir la lógica onto-teo-lógica propia de la metafísica occidental. Así, uno de los elementos relevantes que hemos alcanzado refiere a que el acontecimiento, cumple una función crítica; pues, por un lado, Heidegger piensa de un nuevo modo la relación esencial que aparece entre el acontecimiento y la historia ya no concebida como historiografía (Historie) sino como acontecimiento histórico (Geschichte). De este modo, el acontecimiento permite delimitar a la historia de la filosofía occidental como onto-teo-lógica; pues Heidegger muestra lúcidamente, que el acontecimiento decisivo de occidente es la destinación del ser y la reunión o recogimiento de este por parte del hombre de un modo metafísico. Este acontecimiento determina la historia occidental de un modo peculiar; pues el modo de comprensión y fundamentación que el hombre recoge en el devenir histórico se resuelve en torno a una fundamentación onto-teo-lógica. Es decir, Heidegger piensa que en esta historia hay un “olvido del ser” (Seinsvergessenheit). Para Heidegger, a partir de esta estructura acontecimental de la metafísica es posible reconstruir la historia occidental cuyo carácter peculiar es ser onto-teo-lógica, y cuyo epicentro resulta ser el giro copernicano desplegado en la modernidad.[57]

También, en este artículo se determinaron algunos puntos en la confrontación que Heidegger llevara adelante contra Hegel. El primero reside en la concepción de la noción de historia; porque mientras que para Hegel la historia es el movimiento del espíritu que se reencuentra a sí mismo, pues este es en sí y para sí; y, en este sentido, el saber absoluto consuma la historia; para Heidegger, el ser se dona en lo ente a la vez que él mismo se retrae, desocultando la entidad de los entes. En este sentido la metafísica es la historia del ser; pero la historia del ser no es concepto, sino que acontece; y, en cuanto acontecimiento, no es posible saber de modo sistemático qué sea y en qué devendrá. Así pues, para Hegel, la verdad es concebida como la identidad de ser y tiempo en el espíritu absoluto, mientras que para Heidegger la verdad (Άλήθεια) es donación acontecimental del ser y el tiempo.

En segundo lugar, en Die Negativitat, Heidegger discute en torno a esta determinación fundamental del sistema hegeliano. Esto coloca la discusión dentro de la oposición ser/nada del sistema de la lógica. Como es sabido, Hegel considera que estas ideas se identifican porque carecen de determinaciones. La negatividad, entonces, introduce el devenir, y con ello la energeia de la realidad efectiva. De este modo, Heidegger se aboca a mostrar que la determinación que aporta la negatividad es entidad (realidad efectiva), por lo cual Hegel no pensaría al ser mismo como diferencia sino que la negatividad mostraría la comprensión hegeliana del ser como fundamento de lo ente (realidad efectiva); y en este sentido Heidegger muestra que en Hegel se aprecia la forma metafísica de comprensión y justificación del ser como fundamento del ente; y en este sentido, reproduce la misma lógica onto-teo-lógica que sus antecesores en la historia de la filosofía.

Sin embargo, el problema planteado por Heidegger se refiere a la pregunta por la diferencia entre ser y ente. Pero poner la pregunta en el ‘entre’ ¿no supone todavía un punto de vista dualista aunque pretenda situarse en una instancia previa? El dualismo ser-ente se presenta como una versión nueva del dualismo sujeto-objeto o incluso del más antiguo dualismo entre pensamiento y ser. Hegel pone la diferencia no en el ‘entre’ sino en el ser mismo. El ser tiene/es en sí la diferencia consigo mismo. Lo diferente del ser es el no ser. El ser contiene el no ser, así como el no ser contiene el ser (como lo negado). En una concepción dualista se pone el acento en la separación, en lo diferenciado. En la concepción hegeliana se pone el acento en la relación del ser al ente y del ente al ser. Ser es ser de lo que es. Ente es lo que es, aquello de lo que se predica el ser. El ser es un predicado de lo que es. El ser se dice de lo que es como existencia pero también se dice como esencia, significado o sentido. Ser es acaecer y acontecimiento del acaecer; acaecer absoluto. Hegel no se limita a anteponer lo uno a la dualidad o a la multiplicidad, ni a postular una dualidad originaria, ni a reducir la diferencia a la identidad. En este sentido, ¿es posible sostener la lectura que Heidegger hace sobre Hegel? La diferencia heideggeriana ¿no parece ser una versión más de un modo de pensar onto-teo-lógico?

El mismo Heidegger vuelve sobre Hegel en varias oportunidades pero, como se ha mostrado, forzando y distorsionando la interpretación desde su propio marco; pero nosotros postulamos volver a Hegel no como la consumación y el cierre de la historia de la metafísica sino como la filosofía del advenimiento de lo nuevo. Se trata de retornar no al olvido de la diferencia ontológica sino a la compleja identificación de la lógica y la ontología. Se trata no de la reducción de la verdad a certeza sino de la concepción de la verdad como revelación, manifestación y encarnación de lo absoluto. No se trata de volver al Ser subsumido en el sujeto sino de un devenir sujeto como realización de lo negativo. No se trata de volver al Hegel que eludiría la nada de la negatividad sino del que se demora ante lo negativo.

Para finalizar, creemos que el aporte original de este artículo radica en que ha logrado una relectura de algunos elementos relevantes de la filosofía de Hegel no desechando la ontología heideggeriana, pero volviendo a pensar lo que ésta (la interpretación de Heidegger) ‘olvida’ de aquella.

 

Juan Pablo Esperón *

Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM)Argentina

Ricardo Etchegaray **

Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM)Argentina

 

 

A diferencia del artículo nosotros si creemos quwe Heidegger logra desmontar toda la objetividad es decir toda la metifisica movimiento de desmontaje que se realiza plenamente en la escuela de Kioto, donde la nada es concebida no como negatividad, ni positividad sino como mu integración total  y asi tenemos nuestra meta dialecitca:

 

Primero la retorica que devine de una estética que deviene de uan religiosida que deviene de una magia transferencial.

 

Segundo la analiticia con la lógica formal y el principio de no contradicción

 

Tercero una dialéctica la negatividad en su negación de la negación

 

Y cuarto una adialectica donde el logos nos da una afirmación de la afirmación, lo cual no es una tautologia como mal entienden los  autores del artículo, la afirmación de la afirmación nos lleva a una singularidad fáctica inconceptuable.

 

Y quinto comprendiendo que la dialéctica es el movimiento transferencial en el que el sujeto se convierte en Dios esperando a que todos se transfieran a el y que la adialectica es la retransferencia esta  redeconstrución  Heideggeriana de la que procederán las deconstrucciones donde se mata al ente y con el a toda ontoteologica, siendo la transferencia

Y la retransferencia complemenetarias en una sintraferencia, tenemos la metadialectica sintransferencial.

 

 

Y es que el conocimiento no empiza en la dialéctica observando el proceso

Ni en el análisis lógico

Ni en la retorica valorativa

Sino en la apertura, esta apertura es la que nos desoculta Heidegger

Mas la apertura siemrpe es doble a lo sensible ya lo inteligible

Siendo que la apertura es en si misma el amor

Es el amor es que nos permite conocer

Esto es lo que nos enseña la cultura andina, esta doble apertura, que el evangelio revelara como amor y que ya antes Platon en Socrates nos hacia comprender en el banquete.

 

 

Y entonces el dasein no se puede quedar en el desmontaje posmoderno, pesando que la tarea es acabar con la metafísica y volver al ser sino que el dasein se convierte al espíritu para hacer de nuevo sujeto en un espíritu integrdo que tiene como base la Yana la complementariedad andina en la que se logra la coincidencia de opuestos dando paso a una modernidad complementaria , esa es mi critica mi querido amigo jamas me coformare con la precariedad política, mucho menos al ser peruano y ser consciente que aun no hemos logrado nuestra modernidad.  


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