La ciencia de la cruz
Noche por Noche (negación de la negación)
«En este entregarse el alma se siente como asida por este
Dios oscuro e incomprensible, y por ello esta oscura contemplación, que Dios
mismo comunica al alma le es a un mismo tiempo luz y amor.»
«Ningún humano corazón ha penetrado jamás en una tan oscura
noche como el Verbo Encarnado en Getsemani y en el Gólgota. Ningún espíritu
humano podrá, por mucho que in- vestigue, penetrar en el secreto del abandono
divino de Cristo moribundo. Pero Jesús puede dar a gustar a las almas escogidas algo de
esta amargura. Son sus más fíeles amigos a quienes exige la suprema prueba de
amor»
«El que quiera tomar parte en su vida debe como El caminar a
la muerte de cruz, crucificar como El la propia naturaleza con una vida de mortificación
y de negación de sí mismo y ofrecerse a la crucifixión en la Pasión y en la muerte
como Dios quiere.»
La primera noche es la activa del sentido. Así la entiende
Edith: «Deben ser arrancadas (las tinieblas-placeres) con todas sus raíces si
se ha de dejar sitio en el alma para Dios. Responder a esta exigencia significa
presentar batalla en toda la línea a la propia naturaleza, tomar sobre si la
Cruz y entregarse a la crucifixión... Entablar la lucha (contra los apetitos),
o sea tomar sobre sí la Cruz, es penetrar activamente en la Noche Oscura.-
Se subraya aquí el deseo de la persona de querer cargar
voluntariamente con la Cruz, como factor decisivo en el camino. El m omento
sucesivo es el de la noche pasiva, en que Dios viene en auxilio del alma porque
las propias fuerzas son insuficientes para llegar a la cima del Calvario: «...
pero con sólo llevar la Cruz no se muere y para atravesar la Noche por completo
tiene el hombre que morir al pecado. Puede entregarse p ara ser crucificado mas
no cru- cificarse él mismo. Por ello lo que la Noche activa ha comenzado ha de
completarlo la Noche pasiva, esto es el mismo Dios.» (KWS 42-43; CC 62)
Quedarían por tratar la noche pasiva del sentido y la noche
activa del espíritu, pero para am- bas la explicación corresponde a las ya
presentadas. Para la pasiva del sentido la misma que para la pasiva del
espíritu, y para la activa del espíritu la misma que para la activa del
sentido. En este anális de las noches va a acentuar Edith, de modo especial, el
carácter de crucifixión que tiene la Noche pasiva: «No hay pues ningu n a
exageración cuando llamamos crucifixión a los sufrimientos del alma en este
estado. Se encuentran como clavadas en
su incapacidad para usar de sus propias fuerzas. A la sequedad se añade el
tormento del miedo a ir equivocadas.» (KWS 45; CC 66)
En el camino de la noche como camino de cruz hay elementos
que constituyen auténticas cruces y que hacen del desarrollo de la vida
espiritual un auténtico «Via Crucis»: la fe misma por todo lo que conlleva en
sí de oscuridad (KWS 71; CC 100) y por lo que representa para el alma: «...
presenta delante de los oios a Cristo: pobre, humillado, crucificado y en la mism
a cruz abandonado por su Padre. El alma en su pobreza y abandono se encuentra
con la pobreza y abandono de Cristo. Sequedad, desgana, fatiga son las «puras
cruces espirituales» que se le ofrecen. Si las acepta, experimenta que son yugo
suave y carga ligera. Le servirán de cayado para ascender rápidamente monte
arriba.» (KUS 106- 107; CC 148)
Sólo en fe puede ser vivido este camino. Le fe es el medio
que la sostiene y que mejor acerca al auténtico misterio del Cristo. Es en la
fe que se prepara el paso de la muerte a la vida, de la crucifixión a la
resurrección. Muerte que consiste, como la muerte de Cristo, en el
aniquilamiento: «Cuando conoce que Cristo en su mayor hum illación y aniquilamiento
en la Cruz fue cuando precisamente realizó su mayor proeza, la Redención y la
unión del hom bre con Dios, se despierta en ella el pensamiento de que también
para ella el aniquilamiento, que es «una viva m uerte de cruz sensitiva y
espiritual, la lleva a la unión con Dios.» (KWS 107; CC 148)
De este modo queda preparado el salto para entrar en la
Llama, meta a la que se llega cuando entrados en el cam ino del seguimiento
«Cristo nos va llevando a través de su Pasión y de su Cruz, a la gloria de la
Resurrección». Es Cristo el agente de la resurrección. Es el cumplimiento de la
promesa hecha, al inicio del seguimiento, a todos los que fielmente
perseverarán en el camino: «tras la Noche Oscura brillan los resplandores de la
Llama de Amor viva» (KWS 165; CC 230).
En la condición terrestre no se adquiere la plenitud del
estado de resurrección. Esto quiere decir que, aún en el estado que describen
Llama y Cántico, el signo de la cruz sigue estando presente. Y es lo que
constituye el tormento fundamental en este estado de unión, el abandono de
Dios: «Esta idea está expresamente confirmada en el Cántico espiritual, donde
el ansia de ver a Dios escondido constituye el
m artirio que dom ina todo el cam ino m ístico M artirio que no cesa ni
en medio de la felicidad de la unión m atrim onial: a n tes bien, al crecer
el conocim iento y am or de Dios, en cierto m odo aum enta tam bién aquel,
puesto que entonces presiente m ás claram ente lo que la clara e inm ed iata
visión de Dios tiene reservado al alma.» (KWS 227; CC 316-317)
Edith encuéntra otro motivo de sufrimiento p ara el alma, a
pesar de vivir en el estado de unión, precisamente en lo que este estado
conlleva de «conocimiento del bien y del mal». Este conocimiento es para el alma
un agudísimo padecer, fruto del «reconocimiento de la propia íntima condición
pecadora» (KWS 228; CC 319). Por último queremos concluir toda esta exposición
steniana con un texto del Cántico de Juan de la Cruz en su re - dacción B 36,
13, texto que también cita Edith (KWS 236; CC 329). Creemos que este texto
viene a confirm ar y legitim ar la lectura que nuestra autora hace de la
doctrina sanjuanista:
»¡Oh, si se acabase
ya de entender cómo no se puede llegar a la espesura y sabiduría de las
riquezas de Dios, si no es entrando en la espesura del padecer de muchas
maneras, poniendo en eso el alma su consolación y deseo! ¡Y cómo el alma que de
veras desea sabiduría divina, desea primero el padecer, para entrar en ella, en
la espesura de la Cruz! (...) Porque, p ara e n trar en estas riquezas de su
sabiduría, la puerta es la Cruz, que es angosta.»
Día por Día (afirmación de la afirmación)
"Yo, Bertolt Brecht,
nací en tiempos difíciles. Pero ustedes, que sobrevivirán a la marea en la que
nosotros perecimos, recuerden que también el odio contra la bajeza endurece los rasgos, que también la
cólera contra la injusticia enronquece la voz. Nosotros, que quisimos preparar
el camino para la bondad, no pudimos ser bondadosos, pero ustedes, que vivirán
en el momento en que el hombre va a ser un amigo del hombre, traten de
recordarnos con indulgencia."
<Las ideas de la clase dominante
son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase
que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su
poder espiritual dominante.
La clase que tiene a su disposición
los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de
los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al
propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios
necesarios para producir espiritualmente.
Las ideas dominantes no son otra cosa
que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas
relaciones materiales dominantes concebidas como ideas; por tanto, las
relaciones que hacen de una determinada clase la clase dominante, o sea, las
ideas de su dominación.>
Mas la idea que domina no es la idea
que lleva a la verdad porque
está tratando de sostener un código
impuesto, la idea que lleva la libertad
es la idea que se ha atrevido a negarse a sí misma y purificada por la noche
oscura, se hace luz en la acción y como tal se afirma en su singularidad inaprensible,
ese es el secreto de toda creación de todo nuevo día.
K.
Marx y F. Engels - La ideología alemana alterada
Y entonces puedo decir junto a Sócrates y a Herman Hesse: No soy un hombre que sabe.
He sido un hombre que busca y lo soy aun. Pero no busco ya en las estrellas o
en los libros: comienzo a escuchar las enseñanzas que mi sangre murmura en mí.
Y es que al escuchar murmurar mi sangre puedo escuchar murmurar la tuya esto
no es empatía es compasión:
Consideremos el caso más de cerca. Yo me represento
vivamente una alegría pasada, vg., sobre un examen aprobado. Me transfiero
dentro de ella, es decir, en ella me dirijo al feliz acontecimiento, me lo
imagino en toda su satisfacción y de repente me doy cuenta de que yo, el yo
originario que recuerda, estoy lleno de alegría; yo me acuerdo del
acontecimiento feliz y tengo alegría originaria por el acontecimiento
recordado. Pero la alegría recordada y el yo recordado han desaparecido o, como
mucho, persisten junto a la alegría originaria y al yo originario.
Esta alegría originaria de acontecimientos pasados es
también posible directamente, a través de la mera presentificación del
acontecimiento, sin que me acuerde de la alegría de entonces y sin que primero
tenga lugar el paso del vivenciar recordado al originario. Finalmente existe la
posibilidad de que yo tenga alegría originaria por la alegría pasada, con lo
cual se destaca de manera especialmente nítida la diferencia entre ambas.
Tratemos ahora de la vivencia empática paralela. Mi amigo
viene hacia mí radiante de alegría y me cuenta que ha aprobado su examen.
Aprehendo empáticamente su alegría y en tanto que me transfiero dentro de ella
comprendo la satisfacción del acontecimiento, y por ello tengo ahora alegría
originaria propia. También es posible esta alegría sin que primero aprehenda la
alegría del otro: apenas entra el candidato a examen en el expectante círculo
familiar que aguarda y comunica el resultado satisfactorio, se alegrarán
originariamente desde el principio por este resultado. Y sólo cuando se han
«alegrado bastante» ellos mismos, se alegrarán de su alegría y tal vez —ésta es
la tercera posibilidad— se deleitarán por su alegría”. Pero aquello por lo que
su alegría nos está dada no es ni la alegría originaria por el resultado ni la
alegría originaria por su alegría, sino aquel acto no originario que antes
designábamos como empatía y hemos descrito más de cerca.
En cambio, si nos ponemos en lugar del yo ajeno según el
modo antes descrito para el recuerdo, en tanto que lo suplantamos y nos circundamos
de su situación llegamos a una vivencia «correspondiente» a esa situación, y en
tanto que emplazamos de nuevo al yo ajeno en su lugar y le adscribimos aquella
vivencia llegamos a un saber sobre su vivenciar. (Según Adam Smith, éste es el
modo de darse el vivenciar ajeno.) Este procedimiento puede aparecer como
complementario cuando la empatía falla, pero no es propiamente experiencia.
Este sucedáneo de la empatía bien se podría imputar a las «suposiciones», pero
no —como quiere Meinongí— a la empatía misma. Y si la empatía ha de tener el
sentido definido rigurosamente por nosotros, a saber, experiencia de la
conciencia ajena, entonces es empatía sólo la vivencia no-originaria que
manifiesta una originaria, pero no la originaria ni la «supuesta».
Mas la compasión es entrar en la experiencia originaria en
la nada misma:
Vacío en el aire
Silencio, la nada abraza
El ser se disuelve
Y es que ahora soy el amado y me enfrento a mis resistencias
a mis defensas que me alejan de una experiencia pura, más al ser el amado yo
solo me afirmo y las resistencias caen, son ellas las que se oponen, yo actúo.
Llega el día eterno
Sin fin, la nada fluye envolviéndonos
Nuestras almas se aquieten.
Así no se trata de recordar o contemplar una experiencia
originaria desde lo no originario sino de recrear juntos la experiencia
originaria.
¿Pero cuál es la experiencia originaria?
Siempre
será solo una la del Tinkuy
1. (ESPOSA:) Béseme de besos de su boca;
que buenos [son] tus amores más que el vino.
2. Al olor de tus
ungüentos buenos, [que es] ungüento derramado tu nombre; por eso las doncellas
te amaron.
3. Llévame en pos de
ti, correremos. Metiome el rey en sus retretes: regocijarnos hemos y alegrarnos
hemos en ti, acordarnos hemos; membrársenos han tus amores más que el vino. Las
dulzuras te aman.
4. Morena yo, pero
amable, hijas de Jerusalén, como las tiendas de Cedar, como las cortinas de
Salomón.
5. No me miréis que
soy algo morena, que mirome el sol; los hijos de mi madre porfiaron y
forcejaron contra mí; pusiéronme [por] guarda de viñas. La mi viña no guardé.
6. ¡Enséñame, Amado
de mi alma, dónde apacientas!, dónde sesteas al mediodía; porque seré yo como
descarriada entre los ganados de tus compañeros.
7. (ESPOSO:) Si no te
lo sabes, ¡oh hermosa entre las mujeres!, salte [y sigue] por las pisadas del
ganado, y apacentarás tus cabritos junto a las cabañas de los pastores.
8. A la yegua mía en
el carro de Faraón te comparo, amiga mía.
9. Lindas [están] tus
mejillas en las perlas, tu cuello en los collares.
10. Cercillos de oro
te haremos esmaltados de plata.
11. (ESPOSA:) Cuando
estaba el rey en su reposo, mi nardo dio su olor.
12. Manojuelo de
mirra el mi amado a mí; morará entre mis pechos.
13. Racimo de Cofer
mi amado a mí, de las viñas de Engedon.
14. (ESPOSO:) ¡Ay,
cuán hermosa, amiga mía, cuán hermosa! Tus ojos de paloma.
15. (ESPOSA:) ¡Ay,
cuán hermoso, amado mío y [también] dulce! Nuestro lecho florido.
16. Las vigas de
nuestra casa de cedro, el techo de ciprés.
Edith Stein
https://www.teresianum.net/wp-content/uploads/2016/11/Ter_44_1993-2_323-352.pdf
https://www.mscperu.org/espirit/santos_y_sabios/Stein%20Edith/La_ciencia_de_la_Cruz.pdf
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