Filosofía del sabor espiritual
segundo volumen
Pensar es el habitar cerca, / es
el agradecimiento callado. /
Pensar es el noble tratar con
cuidado, / es el osado giro. / Gi-
rar entre la nada y el ser / por
un camino de oscuros signos. /
Pensar es no evadirse jamás / del
mal ni de la pena. / Pensar
es captar sin aprehender, / es un
franco preguntar. / Pensares
dejarse decir, / es el frío
elixir. / Por el camino se iluminan
tenues / luces sin número, /
rosas sin porqué, que poetizan
dictando, / saludando al río y al
valle. / Pensar sigue siendo
este dejarlo todo libre, /
llamada sin forma / a que los mor-
tales sean siendo en la
diferencia: / ganancia para lo salvo.
El ser en la unidad eterna y en la existencia temporal 1→0→10
Payasita voluntad-¿Existe el mal?
Payasito logos-Noooooo
Payasita voluntad-¿No?
Payasito logos-Nooooo, más bien
el mal es la existencia misma
Payasita voluntad -¿Y cómo
superamos el mal?
Payasito logos- Volviendo a
nuestra interioridad a la unidad divina
1←0←1
Payasita Voluntad-Pero siempre
voy a volver a salir
1→0→1
Payasito logos-Siempre vamos a
hacer el mal y siempre vamos a tener que arrepentirnos
Payasita Voluntad-Estamos
condenados
Payasito logos-Es el precio de la
conciencia
01←0→10
Heidegger reiteró en numerosas
ocasiones que el verdade-
ro pensador es quien ha sido
señalado por el destino para
pensar un único pensamiento, y
que tal pensamiento versa-
rá sobre el ente en su totalidad,
es decir, sobre la existencia
en general. Añadía que los
escritores y los investigadores, en
cambio, «tienen muchos,
muchísimos pensamientos, ocurren-
cias, que pueden aplicar a la tan
apreciada realidad», pero
dichos pensamientos y ocurrencias
solo serán valorados por
su capacidad de aplicación y por
nada más.
Igualmente sostuvo durante toda
su vida que los verdaderos pensadores no
buscarán «ser prácticos», sino la
comprensión del todo en
su conjunto, al revés que los
científicos, quienes se prestan
a comprender parcelas de la
realidad. Los verdaderos pen-
sadores, aseguraba, son
monotemáticos y «unilaterales», y
adoptaron esa característica
desde los albores de la historia
del pensar, tal como la expresaba
una máxima de Periandro
de Corinto — uno de los «Siete
Sabios» de Grecia— que
reza: «Toma a tu cuidado el ente
en su totalidad». Este mis-
mo fue también el lema de
Heidegger. Su única preocupación la constituía el ser y, con ello, ese «tomar a
su cuidado
la totalidad del ente», de lo que
es.
Esa pues ha sido también nuestra
preocupación pero a diferencia de Heidegger
Que se queda solo con la
existencia diciéndonos que la existencia es la esencia misma
Nosotros encontramos una unidad
eterna asi al dasein de Heidegger le oponemos un resein para lograr la síntesis
del sin sein en donde el día eterno se une con el día temporal pero para
comprender esto, comprendamos primero a Heidegger.
Ente es todo aquello sobre lo que
hablamos, de lo que opinamos, aquello con respecto de lo cual nos comportamos
de una manera u otra; ente es
también qué y cómo somos
nosotros mismos. El ser, en
cambio, está en el «qué es» y el
«es así», en la «realidad», en el
«tener delante», en «lo que
consta», que «persiste», en la
«validez», en el «estar aquí»,
en el «hay».
El Da (aquí/ahí) del término
Dasein se refiere a un aquí o
ahí y un ahora temporales y
concretos, reales y «mundana-
les» y no ideales. En cuanto a Seitt
(ser), remite al ser (huma-
no) que existe y se encuentra en
el «aquí» o el «ahí»; Dasein
significa, pues, «el aquí o el
ahí del ser», también «aquí o ahí
[Da] está o hay ser [Sem]». En
castellano la traducción más
común del término ha sido
«ser-ahí», dando a entender que
el ser está ahí, «arrojado» a la
existencia, como veremos más
adelante. Pero como son posibles
otras traducciones («estar
aquí», «estar ahí») ha terminado
por imponerse dejar el tér-
mino en alemán, sin traducir.
«¿Cómo es este Dasein desde el
punto de vista de su ser?».
En primer lugar, el filósofo
advirtió que el ente humano
destaca por algo que lo
diferencia de todos los demás entes:
está constituido por una manera
de ser «óntica» (relativa a
su entidad), aunque no es como
los demás entes (no es igual
que un gato, tampoco como un
árbol, ni puede equiparár-
selo a una casa o a una idea). Es
diferente de todos ellos
porque tiene una relación con el
ser de la que carecen los
. demás entes; según Heidegger,
el Dasein es el único ente al
que, tal y como ya se ha apuntado
previamente, «en su ser le
va este ser mismo». El filósofo
lo explica con una terminolo-
gía ciertamente chocante, ya que
afirma que el Dasein posee
la capacidad distintiva (óntica)
de comprender su ser, por eso, desde este punto de vista será, además, «ontológico».
Al preguntar por el ser — aunque
sea del propio ser— , este
ente al que «en su ser le va el
ser» trasciende lo meramente
«ente» y remite a un punto de
vista universal, «ontológico».
Al Dasein le va el ser, o lo que
es igual, le importa su ser,
pero ¿qué es este ser que le va
al Dasein, esto que le interesa más que ninguna otra cosa? Heidegger explicó
que es
la «existencia». Con esto
consiguió una de sus definiciones
más logradas, que influyó de
manera radical en el movimiento intelectual del existencialismo posteriormente
puesto de
moda por Sartre. Hela aquí: «Ese
ser mismo con respecto
del cual el Dasein puede
comportarse de una u otra manera,
nosotros lo denominamos
existencia».
El Dasein está aquí, en el mundo,
en tanto que existe; está
aquí «al modo de la existencia»,
dirá Heidegger. Solo porque
existe está aquí y solo por eso
puede ocuparse de ser y de pre-
guntar por el ser. También el
propio ser, como se ha apuntado
anteriormente, es existencia; no
es estático sino existente. Con
esta afirmación Heidegger rompió
con la tradición metafísica
que consideraba al ser como una
entidad más allá de toda
vida. Dasein y ser están inmersos
en la existencia y, como ve-
remos más adelante, también lo
están en el tiempo.
Existenciales
El más evidente de ellos es el
«estar-en-el-mundo». El fi-
lósofo lo escribió con guiones a
fin de mostrar la estrecha e
indisoluble relación estructural
y óntica entre ser-ahí y mun-
do. El Dasein está en el mundo y
de esta certeza proviene
todo lo demás; fuera de este
fenómeno no hay nada (o está
la nada, (Que para nosotros no es
otra cosa que la unidad eterna). El Dasein es
mundano y el mundo «mundea» — en
terminología heideggeriana— alrededor de él.
El Dasein, en tanto que
existente, no puede
contraponerse al mundo, porque lo
«habita» y se ocupa de
él en su modo de ser cotidiano al
realizar las tareas diarias;
interactúa con los objetos y las
cosas del mundo y se preocupa por ellas («preocuparse por», «cuidarse de», constituye
otro existencial importantísimo, como veremos más ade-
lante). Sin embargo, el Dasein
también se despreocupa o se
desentiende de lo que lo
rodea.
Otro existencial es el «estar-con».
El ser-ahí, aunque siempre mío (existencial, también), posee la estructura
constitutiva del estar con los otros. A pesar de que a veces se aísle y
permanezca a solas, el Dasein lleva
en su esencia esta característica: en el mundo hay otros hombres y mujeres, con
los
que puede o no relacionarse; el
habla — otro existencial— le
posibilita estas relaciones.
Gracias al habla se comunica y
conoce. En su conocimiento del
mundo, el Dasein está con-
dicionado siempre por los estados
de ánimo — la manera de
encontrarse (otro existencial)— ;
según esté animado o desanimado, en un estado de ánimo u otro, se enfrentará al
mundo de una o de otra manera, conocerá de un modo u otro.
El uno, propiedad e impropiedad,
el estar arrojado
y caído, la angustia
Heidegger caracterizó al Dasein
como un estar-en y un estar-con y inmerso en el mundo de los útiles, y asimismo
lo entendió como un ente de escasa
personalidad, diluida en
el «uno» o el «se». Por lo
general, mirado en su cotidianeidad, el ente humano no es un sujeto pensante o
un yo
trascendental, al modo en que lo
postularon Descartes o
Kant, sino algo más difuso: es lo
que se piensa y se siente a
escala general. La partícula
alemana man que utilizó Hei-
degger para designar este
existencial equivale al impersonal
«se» castellano en las
expresiones «se piensa», «se dice»,
«se comenta»; la partícula
alemana también está presente
en expresiones como «uno dice tal
cosa», «uno cree en esto
o aquello». En palabras de Heidegger:
«El sí mismo del Dasein cotidiano es el uno mismo, que distinguimos del ser
propio auténtico, esto es, de un
sí mismo asumido por propio empeño». Es decir, el Dasein en su estado «natural»
es
pocas veces auténtico, «propio»,
ya que lo caracteriza una
manera de ser dispersa y
acomodada a la mediocridad de la
mayoría.
Ser «propio» o «impropio»,
auténtico o inauténtico, es
otro existencial que caracteriza
al Dasein. Este puede asu-
mirse por entero a sí mismo o no
asumirse, permanecer di-
luido en el se, o forjarse una
personalidad diferenciada de
los demás. Lo más normal es que
el Dasein permanezca en
la mediocridad; sin embargo, hay
posibilidades de que se
asuma a sí mismo por entero y
tome partido por la autenticidad.
Los existenciales del «cuidado» y
del «ser para la muer-
te» tienen que ver con este
asumirse o no asumirse por en-
tero del Dasein. Antes de tratar
de ellos, en el siguiente
apartado, veamos ya la definición
del Dasein a la que nos
referíamos al comienzo y que
Heidegger esbozó en el capítulo sexto de la primera sección de Ser y tiempo,
con la
que pretendió describir al
ser-ahí en toda su complejidad:
«La cotidianidad media del Dasein
lo define como el estar-en-el-mundo
caido y abierto, arrojado y proyectante, al
que en su ser en medio del
“mundo” y en el ser/estar con
los otros le va el más propio
poder ser mismo». En otras
palabras, el Dasein se halla en
el mundo «al modo» (así lo
dice Heidegger), de la caída y
del arrojamiento — que está
aquí caído y arrojado— ; está
abierto a las posibilidades que
le ofrece un proyecto de futuro y
para ello debe tener en
cuenta a su ser y cuidar de él.
Estar caído y arrojado son
dos términos — muy famosos
después de Heidegger— que
no indican algo peyorativo, sino
dos nuevos existenciales
del Dasein. Estar caído y
arrojado significa que está en el
mundo sin remisión; no hay escape
ni salida. El Dasein caí-
do se halla constantemente en el
modo de la impropiedad;
es el Dasein entregado al «uno
más», dominado por la opinión
reinante, la mentira y el engaño,
el ansia de lucro, etc. El
estado de caída, ónticamente
descrito, remite a un Dasein,
en palabras de Heidegger,
«fundido en el ser/estar-con-los-
otros» y conducido siempre por
las habladurías, la urgencia
de novedades y la ambigüedad. La
autenticidad del Dasein
será la salida de este estado,
precisamente porque estructuralmente está caído puede dejar de estarlo y llegar
a ser él
mismo, «propio».
Hay otra característica
ontológica del Dasein sumamente
importante: el «estado de
abierto» que le es consustancial.
Aunque esté diluido en la
generalidad de las opiniones, en
la cháchara y en el discurso vano
de la mayoría, el Dasein es
el único existente que se
interesa por entender su ser; en sí
mismo posee la característica de
su estar abierto a la comprensión del mundo y abierto, también, a comprenderse
a
sí mismo. Gracias a este estado,
el Dasein puede «iluminar»
su existencia en el sentido de
que puede aclararse sobre ella;
en otras palabras, puede ser
«lúcido». Y aquí Heidegger recurrió a la metáfora latina que caracteriza al
hombre como lumen naturale, «luz natural». El modo de la apertura es, a su
vez, el modo de la «iluminación»;
el Dasein ilumina su entorno desde sí mismo, ilumina su «aquí». En la filosofía
tardía de
Heidegger esta iluminación y esta
apertura del Dasein desempeñarán un papel muy importante
Nuestro estar en el mundo al
fundirse en un término clave: el
causa angustia. de «claro», que
analizaremos en los
Ser y tiempo capítulos cuarto y
quinto. Cuando el
Dasein ilumina su aquí con el
conocimiento es cuando deja de ser como los otros, diluidos en la mediocre
medianía, y comienza a ser él mismo.
En este contexto del poder llegar
a ser él mismo del Dasein
aparecerá el existencial de la
angustia. La angustia es distinta
del miedo; este es siempre miedo
de algo, pero la angustia es
indeterminada y surge ante el hecho
de estar aquí, en el mundo, y no solo por estar aquí, sino por tener que
decidir. Heidegger tomó el término de Kierkegaard, filósofo que le dedicó un
amplio estudio a la angustia y le dio sentido filosófico
al considerar que es provocada
cuando el ser humano toma
conciencia de que está solo
frente a la infinitud; es causada
por el desvalimiento ante la
totalidad y, en último extremo,
frente a la posibilidad de la
libertad. Heidegger concluyó,
más allá de Kierkegaard, que es
la aplastante realidad del es-
tar-en-el-mundo lo que provoca el
sentimiento de la angustia.
El Dasein abierto se encuentra
ante la posibilidad de ser o no
ser, de ser auténtico o no serlo;
la angustia lo atenaza, en primer lugar, por estar aquí, por no poder evadirse
del aquí; en
segundo lugar, por tener que
decidirse a actuar o no actuar.
El Dasein se angustia ante la
libertad, frente al desarraigo que
siente ante el todo que lo
atenaza con su magnitud.
El filósofo judío Martin Buber
(1878-1965) caracterizó a
este Dasein de Heidegger como «el
hombre al borde del
abismo», sin apoyos; podríamos
decir que es como un trapecista sin red, que en cada salto se juega su ser. Es,
también,
el hombre que ha perdido a Dios y
que clama a solas en el
mundo. En suma, la angustia nace
de esa soledad esencial,
de la existencia y el existir como
tales. Para Heidegger, existencia y esencia son equivalentes: la única esencia
del ser humano es su existencia. Este no es un compuesto de cuerpo y
espíritu, como quería la
tradición filosófica clásica, sino un
Dasein, un existente enfrentado a
su destino, que consiste
en un constante decidir o un no
hacerlo; en ambos casos
surge la angustia.
La angustia tiene, sin embargo,
un efecto positivo: gracias
a ella el Dasein toma conciencia
de su mismidad. Este senti-
miento actúa como principio de
individuación porque obliga
al Dasein a situarse frente a sí
mismo y frente al mundo; de
este modo se le revela su soledad
y, a la vez, su integridad,
ese solus ipse o ser para sí en
tanto que ser único.
El cuidado y el ser para la
muerte
Heidegger dio un valor relevante
a otro existencial fundamental, el «cuidado», Sorge, en alemán, término que
remite
a «cuidarse de» y «velar por», al
«cuidado de las cosas» y al
«cuidado de los otros». Lo
caracterizó como la estructura
fundamental del ser del Dasein,
es más, como el ser de ese
«estar-en-el-mundo». El «cuidado»
es lo que posibilita que
el Dasein se interese por sí
mismo y por el mundo en gene-
ral; sin este, «le traería sin
cuidado» su existencia, ya no le
«iría» su propio ser. De este
modo, la existencia humana ha
de entenderse como preocupación,
cuidado por lo que ha de
ser y por lo que se es. ¿De qué
se cuida el Dasein, cuál es su
mayor preocupación? De su
existencia, de su ser, respondió
Heidegger.
Por otra parte, el cuidado tiene
que ver con el tiempo.
Todo cuidado es «temporal» en
tanto que «cuenta con el
tiempo», afirmó Heidegger; se
hacen planes siempre con
vistas a un tiempo concreto: d
fu-
Frente a la muerte, turo. El
Dasein es siempre un pro-
el hombre tiene que yectante,
alguien preocupado por
decidirse a ser él mismo. su
futuro, por el tiempo; su ser es
Ser y tiempo temporal y, a la
vez, finito.
Con d tiempo y la finitud tiene
que ver otra de las reflexiones
más populares de Heidegger: d
análisis de la muerte en cuanto
existencial dd Dasein. La ra-
zón de pensar la muerte es
simple: con esta se acaba todo; ella
cierra la existencia. El ser del
Dasein, que Hddegger caracte-
rizó como cuidado y como
posibilidad, es también temporal.
Nadie vive en un eterno presente,
sino en una constante sucesión de instantes, según lo estableciera san Agustín,
uno de
los primeros pensadores del tiempo.
Y los instantes tienen un
final en el tiempo: he aquí la
gran prueba para Heiddegger del
carácter temporal del Dasein, que
nace y muere en el tiempo.
Y del ser, pues «solo hay ser si
hay Dasein», afirmó Heidegger.
Más el instante es eterno en su
unidad interior perder esta unidad es la segunda muerte de la que hablaba
kierkegaard pero esto no lo comprende Heidegger este uno es el ser como esencia
así como la nada es el ser en la existencia y la fin y al cabo son lo mismo
como lo comprende Hegel en su ciencia de la lógico y nosotros en la ciencia del
logos.
1=0 Ser y no ser son lo mismo
Pero sigamos con Heidegger
El vocablo éxtasis — del griego
ék-stasis— significa originariamente un salir más allá de sí, un estar en
suspenso
y previo a algo. La palabra
«existencia» posee esa misma
raíz en alemán: ek-sistenz.
Heidegger la interpretó en este
sentido como un estar a la espera
de algo. Y precisamente
es en el presente donde mejor se
observa este estado «extá-
tico» del Dasein, puesto que
presente es siempre un estar a
la espera de lo que ha de
advenir. Es en el presente donde se
prepara el porvenir; en este
sentido también es una situación
de actividad. El Dasein es
temporalidad porque él mismo es
tiempo y activo en el tiempo. Su
presente es también consecuencia del pasado y espera del porvenir, al que él
mismo
llama cuando está a la espera de
sus posibilidades.
El ser-ahí, al proyectarse,
anticipa el futuro. Al resolverse a
hacer una cosa u otra piensa en
un más allá temporal desde
un presente que deja de serlo al
instante para convertirse en
pasado. El pasado influye en el
Dasein para que se encuentre
en un determinado presente y,
desde este, proyecta el futuro.
Pasado, presente y futuro
convierten al Dasein en «histórico».
La extensa y prolija
investigación de Heidegger sobre la
temporalidad del Dasein, toca
asuntos como la historia, el
destino..., para terminar insistiendo
en una conclusión cla-
ve: la temporalidad es lo que
otorga sentido al cuidado y,
con ello, al Dasein como
totalidad. El tiempo se revela para
Heidegger como el sentido del
cuidado, y con ello, también
como lo que da sentido al Dasein.
Fuera del tiempo del Da-
sein, enunció Heidegger, «no hay
nada».
O más bien hay la nada así desde
esta lado del espejo el otro lado se ve como nada y desde el otro lado del
espejo este lado se ve como nada asumiéndose ambos lados como unidad una la
unidad eterna y otra la unidad mundo, pues ambas unidades son la misma. Pero
acabemos por ahora con Heidegger.
El tiempo no «es» en el sentido
en que «es» un absoluto; el
tiempo «se temporiza». Ni «es» un
ente ni «es» una presen-
cia, a semejanza del ser, que
tampoco «es» — pues solo vemos
entes y no el ser— , pero el
tiempo «domina», actúa en su tem-
porizarse, siendo tiempo. Se
temporiza en los éxtasis ya descri-
tos: pasado, presente y futuro,
que no pueden verse como una
mera sucesión de «ahoras», tal
como lo pensaba la tradición
desde Aristóteles; una sucesión
de «ahoras» en el sentido de
que cuando un ahora es, el
anterior ha dejado de ser.
El tiempo se refiere y pertenece
siempre a un Dasein con-
creto, pues al no ser un
absoluto, se convierte en el tiempo
de cada cual, en el tiempo vivido
por cada ser-ahí. El tiem-
po de cada Dasein es solo suyo;
él debe llenarlo y darle sen-
tido a lo largo de su vida. Su
tiempo concluye con la llegada
de la muerte. Cuando el Dasein
fallece termina también su
tiempo y «ya no hay más tiempo».
El tiempo originario del
estar-aquí se revela así como
algo finito, y será dentro de esta finitiul donde habrá que buscare! ser, unido
originariamente al tiempo y la temporalidad. Imposible será pensar
el ser fuera del tiempo. El Dasein
es un «ser en el tiempo».
Por supuesto el Dasein es un ser
en el tiempo y el Resein es un ser en el tiempo que vuelve al paraíso perdido,
a su eternidad interior en Dios y el Sinsein es el ser que integra el tiempo y
la eternidad.
EL TIEMPO Y EL SER COMO
ACONTECIMIENTOS
En Ser y tiempo Heidegger efectuó
un extraordinario análisis
del Dasein, pero dejó en suspenso
las partes que debían ver-
sar sobre el tiempo y su relación
con el ser, las cuales ni fueron
publicadas ni se conservaron
borradores de ellas. Sin embar-
go, una pista para conocer una
versión concluyente de lo que
pensaba el filósofo sobre el
tiempo y su relación con el ser la
aporta la conferencia «Tiempo y
ser» de 1962, que fue inclui-
da en el volumen H ada el asunto
d el pensar. En ella, Heideg-
ger retomó el problema de la
afinidad entre ser y tiempo para
concluir que el ser y el tiempo
se pertenecen, pero también
que igual que del ser no puede
decirse que «es» (puesto que
no es un ente), tampoco puede
enunciarse lo mismo del tiem-
po: «Ser y tiempo se determinan
recíprocamente, pero de una
manera tal que ni aquel — el ser—
se deja apelar como algo
temporal ni este — el tiempo— se
deja apelar como ente».
Heidegger establecía, además, una
conclusión que igualmen-
te se extraía de lo expuesto en
Ser y tiempo: «Del ente deci-
mos: es. Pero en relación al
asunto ser y al asunto tiempo,
nos conducimos con sumo cuidado.
No decimos: el ser es, el
tiempo es, sino: se da el ser y
se da el tiempo». Con la expre-
sión «se da el ser y se da el
tiempo», Heidegger eliminaba el
«es» — que remite a que algo está
presente como ente— , sus-
tituyéndolo por el «se da».
Heidegger concluía la conferencia
afirmando que es innegable que se
da el ser y que se da el
tiempo; ambos están estrechamente
vinculados, pero ambos
son impensables desde la
tradición filosófica que los convierte en entes absolutos y desde la
observación de los entes que
son o desde el tiempo medido con
el reloj.
En definitiva, Heidegger concluyó
afirmando que al darse
o haber ser, lo mismo que al
darse y haber tiempo, ambos
«se donan» al ser humano, y deben
ser albergados bajo un
nuevo concepto: el de
«acontecimiento». En palabras del
filósofo: «A lo que determina a
ambos, ser y tiempo, en su
propiedad, esto es, en su
recíproca correspondencia, lo de-
nominamos el “acontecimiento”».
tanto el ser como el tiempo
aconte-
cen, y el hombre debe
ingeniárselas para reflexionar acerca
de tal acaecer con
propiedad.
Y eso es justamente lo que
hacemos en la filosofía del sabor espiritual reflexionar tal acontecer desde la
propiedad, pero Sartre nos dirá que actuamos de mala fe evitando la angustia y
es que si hay un primer ateísmo en Feuerbach en el que se concluye que el
hombre crea a Dios partiendo de Hegel hay un segundo ateísmo Sartre que parte
de Heidegger en el que cualquier cosa que se tome como creencia para evitar
la angustia que proviene de conciencia
de la muerte es un acto de mala fe y aquí nosotros volvemos a Kierkegaard para
decir que la segunda muerte esta perdida de la unidad es una angustia doble y
es que el hombre no muere solo biológicamente sino también existencialmente,
siendo la conciencia en su para sí la existencia, así es claro los animales no
existen solo existe el dasein pero cuando este Dasein vuelve a su unidad
inspira, inhala se integra dentro en tanto supera sus sombras, complejos y
traumas y entonces solo ahí se sufre la
muerte, el pecado como separación dela unidad en la luz, así la angustia humana
no tiene su fundamento en la finitud sino en haber perdido la infinitud, porque
el hombre interior el resein se sabe eterno, una vez redeconstruido todo lo
único que queda es este uno en el que los neoplatónicos se religaron y en el
que los místicos cristianos se encuentran.
La filosofía del sabor espiritual
plantea estos dos encuentros y estas dos muertes la del misterio pascual en la
unidad
1→0→10
Y la del misterio dharmico en la
nada
10←1← 0
He aquí la ciencia del logos
ciencia del ser ye l no ser traspasándose hasta lograr el Sinsein
10←1← 0←→1→0→10
El ser integro la invitaciones a
leer el segundo tomo de la filosofía del sabor espiritual que es justamente el
tomo en que la ciencia del logos se expone siendo el logos el mediador entre el
Ser 1 →y 0(logos) el →Espíritu 10.
Más hay un segundo Heidegger y hasta
un tercero que ira por el camino de la humildad del pastor del ser donde se
comprende que la apertura del Dasein es una trascendencia del Dasein mismo y
aquí la metafísica se reconfigura como
un trascender del ente para escuchar el llamado del ser el cual no viene del
Dasein sino del Seyn o Seyn tachado en la cuaternidad naturaleza, mundo Dioses
, Hombre ,a hi esta nuestro resein el ser que se redime yendo en por del
llamado.
El hombre es el lugarteniente de
la nada; el ser humano está sos-
tenido en la nada y esta se asemeja
al ser en tanto que no es ente.
Tales son algunas de las
paradójicas sentencias de Heidegger. Con
ellas, reivindicó el papel que
desempeña la nada en la comprensión
del ser que tiene el Dasein. La
nada es el fundamento de la angustia
y abre al hombre al ámbito del
ser. Nada y ser son lo no ente y, por
lo tanto, ámbitos trascendentes
equiparables. Heidegger se separó
de este modo de la tradición
griega — que no creía en la nada— y
también de la cristiana, la cual
vio la nada como un absoluto opues-
to a la existencia o el lugar
vacío del que Dios creó el mundo. Con su
novedosa interpretación de la
nada, Heidegger demostraba de otra
manera la condición ontológica y
existencial del Dasein, arrojado
a la existencia, sostenido en la
nada, solo ante la decisión de ser él
mismo o no serlo; además,
demostraba la potencia metafísica del
ser humano, «animal metafísico
por excelencia».
De la nada es todo ente en cuanto
que es ente y por lo mismo de la unidad también.
En ¿Q ué es metafísica? Heidegger
demostró cómo debía
procederse desde un punto de
vista metafísico «auténtico»
con el ejemplo de su reflexión
sobre la nada; a la vez, lan-
zó su propuesta de deconstrucción
de toda la historia de la
metafísica — ya que consideraba
que esta necesitaba de una
revisión y de un nuevo lenguaje—
, y zahirió al Dasein para
que tuviera el valor necesario de
formular las preguntas filo-
sóficas fundamentales con la
libertad que le proporciona el
saberse sostenido sobre la nada —
o sobre el ser mismo— , y
apoyado en la seguridad de tener
la capacidad innata que lo
caracteriza de trascender lo
inmediato y los entes. La meta-
física es algo connatural al
Dasein, según Heidegger; gracias
a ella demuestra que es un ente
trascendente: puede salir de
lo ente y abrirse al ser.
El descubrir cosas por parte del
Dasein es una manera de
su estar-en-el-mundo. El Dasein
es descubridor de los entes;
estos son «lo descubierto». Pero
los entes son «descubiertos»
y son «verdad» en un sentido
secundario, pues lo primaria-
mente verdadero es el propio
«estado de descubierto» o la
«apertura» del Dasein, que, a su
vez, posibilita y fundamenta
el hecho de ese poder ser
descubiertos de los entes. Así pues,
en tanto que tal apertura
pertenece existenciariamente al Da-
sein conjuntamente con el hecho
de que este sea descubridor,
el Dasein mismo se halla en la
verdad, «es en la verdad». Tal
afirmación posee únicamente
sentido ontológico. Heidegger
no se refirió a que el ente
humano sea poseedor de la verdad,
de toda la verdad, sino que la
apertura y la capacidad de des-
ocultar lo oculto son sus
fundamentos constitutivos.
Heidegger entendió que lo
verdadero es lo desoculto. En
lo desoculto, en lo abierto es en
donde se manifiesta la ver-
dad. También el ser tendrá que
manifestarse como lo hace la
verdad, desocultándose en el
espacio abierto que le posibi-
lite el Dasein, y este, para
estar en la verdad del ser, tendrá
que dejarse sorprender por ese
desocultamiento, que será
un acontecimiento para el cual
tendrá que estar preparado.
Una preparación previa exige que
el Dasein se libere de lo
ente, puesto que lo ente oculta
el ser. Generalmente, el Da-
sein encerrado en los entes no
está bien dispuesto para el
acontecer del ser; en ese estado
se halla sumido en la no
verdad y en lo oculto del ser,
sometido a su olvido.
Más la muerte de Dios es una oportunidad
increíble para salir del olvido del ser,
Oportunidad que según Heidegger
Nietzsche desperdicia pero ¿Es así?
Para nosotros hay dos movimientos
ontológicos transferenciales el de la inversión
1→0
El ser pasa al no ser y se da el
Dasein
Y el de la conversión
El no ser vuelva al ser para ser
1→0→10
El primer movimiento lo da
Nietzsche el segundo es de Platón
A ambos Heidegger censurara
porque en Platón el ser es idea y por lo tanto se olvida
Y en Nietzsche el no ser la nada
es voluntad de poder y por lo tanto también se olvida, pero lo que no se
comprende es que en estos entes el ser se oculta realmente para develarse, así
Heidegger no hacer otra cosa que revelar a Platón y a
Nietzsche cometiendo un grave error si
se los deja de lado porque uno es realmente el revelador del ser en su unidad
de luz ye l otro es el develador del no ser en su profunda oscuridad necesaria
para que la luz platónica brille.
«El Dios cristiano ha perdido su
poder sobre el ente y
sobre el destino del hombre».
Pero este «Dios» es, además,
la representación que remitía a
lo «suprasensible» en gene-
ral y sus diferentes
subordinaciones, esto es, a los «ideales»
y las «normas», los «principios»
y las «reglas», los «fines» y
«valores», a los que se situó más
allá del ente o sobre lo ente
a fin de otorgarle a este en su
totalidad un orden superior y
un «sentido». Al «morir» Dios, su
muerte arrastra consigo
todo lo que pertenece a su
esfera. La muerte de Dios fue
aconteciendo a lo largo de la
historia, lenta pero inexora-
blemente, y el nihilismo en sí es
un proceso histórico cuyos
albores se remontan a la
filosofía de Platón, el cual «inventa»
un mundo «suprasensible» que
prevalece sobre el mundo
real de la vida.
Según Heidegger, Nietzsche se
mostró incapaz de com-
prender la esencia del nihilismo
desde este punto de vista y
por eso lo hizo desde la
perspectiva del valor y desde la moral.
Nietzsche pensó también de manera
metafísica, firmemente
aferrado a la lógica del pensar
metafísico; olvidado del ser y
de la nada, pretendió sustituir
unos valores metafísicos cadu-
cos por otros supuestos valores
nuevos que, desgraciadamen-
te, también se hallarían situados
en el plano de la metafísica.
Su «transvaloración de todos los
valores» consistía en
la idea de instaurar valores
nuevos pero que nada tenían
que ver con la verdad del ser y
de la nada. En este sentido,
si Platón proclamó el culto al
mundo suprasensible, Nie-
tzsche quería instaurar la
valoración del mundo sensible.
Si el cristianismo rendía culto
al alma, él pretendía rendir
culto al cuerpo. Nietzsche
tampoco superó la metafísica,
simplemente le habría «dado la
vuelta»; he aquí el porqué
de que Heidegger lo denominase
«el último metafísico de
Occidente».
¿Pero que es la trasferencia? Pues
es la metáfora y la metonimia la metáfora hace la unidad y la metonimia la nada
que es ese transferir del cero, así el pensar verdaderamente es poetizar.
1→0→10 metáfora
10←1←0 metonimia
la obra de arte es, ante todo,
«elabo-
ración o construcción de la
tierra». Levantar un mundo y
elaborar la tierra, hacerla
presente, son, pues, los dos rasgos
esenciales de la obra de arte.
Ambos, mundo y tierra, apa-
recen merced a la unidad del
ser-obra y le pertenecen. El
mundo surge así fundado sobre la
tierra y la tierra se alza a
través del mundo. Sin embargo,
reposando sobre la tierra
el mundo aspira a estar por encima
de ella, pues se trata de
dos realidades contrapuestas y
enfrentadas. El mundo anhe-
la claridad y apertura, mientras
que la tierra cobija y oculta
e intenta atraer el mundo hacia
sí. Pero ambos se necesitan
y sostienen mutuamente, la obra
de arte tiende a relajar las
tensiones existentes entre ambos;
esta las armoniza.
En el alzarse del templo acontece
la verdad. Ello no significa
que aquí se haya representado y
se reproduzca algo de ma-
nera exacta, sino que lo ente en
su totalidad es conducido al
desocultamiento y mantenido en
este. El significado origina-
rio de mantener es guardar,
proteger.
La obra muestra al ser de lo ente
en su desoculta-
miento, el ente «brilla a la luz
de la verdad» y tal brillo es la
belleza: «Belleza es un modo de presentarse
la verdad como
desocultamiento», en palabras de
Heidegger.
El concepto de claro será
fundamental en la última filoso-
fía de Heidegger. El claro
heideggeriano en el que aparece el
ser a la luz recuerda al claro
del bosque, el lugar en el que no
hay espesura y está bañado por la
luz. El filósofo dijo a este
respecto que entender bien qué es
el concepto de claro será
comprender el sentido final de su
filosofía. Volveremos a él
en el capítulo siguiente,
dedicado al humanismo.
Dentro de las artes como
iluminadoras de la verdad del ser,
Heidegger dio una importancia
especial a la poesía. Él mis-
mo en cuanto filósofo se
consideró un artista del concepto
y la reflexión y un poeta del
pensamiento, y no solo por-
que dejase escritos numerosos
poemas ciertamente crípticos
y filosóficos. Pensaba que el
arte, además de ser técne en el
sentido griego y originario del
término, un saber, era además
potesis, de nuevo creación en el
sentido originario. Heideg-
ger lo traduce como el dejar
hablar a la verdad desde más
allá de lo ente. Más allá de lo
ente está la nada. El artista crea
desde la nada, algo que no es
ente actúa en él iluminándolo
y tomándolo como medio a través
del cual se muestra la ver-
dad, o lo que es lo mismo, el
ser.
Heidegger afirmaba que todo arte
es en su esencia poe-
tizar, poema, en tanto que el
poetizar es un dejar acontecer
la verdad de lo ente como tal. La
esencia del arte, en la que
residen a la vez la obra de arte
y el artista, es ese ponerse ma-
nos a la obra de la verdad, y
donde mejor se observa su po-
nerse manos a la obra es
precisamente en el poetizar.
«Poéticamente habita el hombre
sobre la tierra»;
Y por último el tercer Heidegger el
que vislumbra el sinseyn el ser integrado
01←0←1←→1→0→10
¿Podrá ese humanis-
mo traer al mundo los nuevos dioses
que necesitan de verdad
los hombres para recuperar la
trascendencia, para recuperar
lo sagrado y para pensar de nuevo
el sentido del ser?
En su Carta sobre el humanismo
Heidegger afirma
que el hombre es «el pastor del
ser»; desde una
nueva concepción de lo humano
tiene que cuidarlo,
abrirse a su luz sin caer en los
entes y mostrarse dis-
puesto a la serenidad.
ser hombre significa estar
dispuesto en
el claro del ser, y esta
disposición lo diferencia de todos los
demás seres vivos.
El hombre es hombre, añade
Heidegger, porque ha sido
arrojado a la ex-sistencia; he
ahí por qué es algo más que
mero rationale en cuanto que
también es algo menos que el
hombre total, concebido a partir
de la subjetividad de la
razón. Además, «el hombre no es
el señor de lo ente, de
aquello que es capaz de conquistar
con su razón». En ese
su «ser menos animal racional» el
hombre «gana» en vez
de perder, puesto que «gana la
esencial pobreza del pas-
tor», cuya dignidad radica en ese
«ser interpelado por el
ser mismo que lo reclama». El
hombre es, pues, ese ente
que mora en la proximidad del
ser. «Él es el vecino del ser y
el ser lo reclama»; cuanto más
humilde sea — es decir, me-
nos racionalista— , mejor sabrá
atender a su llamada. Solo
así, será posible que el hombre
supere su desarraigo y la
caída en el mundo, la inmersión
en lo ente. En suma, como
el hombre pastorea el ser, se
hace humilde para recibir su
llamada; solo así podrá el ser
interpelarlo.
En
las etapas finales de su
filosofía Heidegger también escribió
la palabra Sein tachada con un
aspa con el fin de explicitar que el ser así escrito necesitaba de un nuevo
lenguaje para
describirlo y comprenderlo. El
aspa simbolizaba, además,
la cuaternidad que une a los
hombres, los dioses, la tierra y
el mundo en el acontecimiento del
ser, algo indescriptible
con el lenguaje humano y acaso
solo percibido mediante la
reflexión y el silencio.
Otra palabra que utilizó mucho
Heidegger en los Apor-
tes a la filosofía es el término
wesen, una fórmula anticuada
del verbo ser alemán. Heidegger
anotó varias veces das Seyn
west; con ello ya no quería decir
que el ser simplemente «se
da», sino que el ser «prevalece»,
que el ser se «despliega» en
el mundo. E igual que el ser,
también la verdad «prevalece»
y se desarrolla o domina tanto
como aquel; mas el hombre
no la capta, la olvida y la
aparta para mantenerse la mayor
parte de su tiempo en la no
verdad.
En la serenidad se oculta
un obrar más elevado
que en todas las gestas
del mundo y en las
maquinaciones de los
hombres.
El último mensaje que lanzó al
mundo
apareció impreso después de su
muerte en la mencionada
entrevista en Der Spiegel. En
ella proclamaba hacia la mitad
del diálogo una de sus sentencias
más celebradas: «Solo un
dios puede salvarnos». Parecía
profetizar que la situación
del mundo tecnologizado en el que
imperan el final de la
metafísica y el nihilismo es tan
catastrófica que ni siquiera el
propio hombre podrá ser el
artífice de su «salvación»; para
ello necesita de la ayuda divina.
¿Qué les queda a los pobres seres
humanos, inmersos en
lo ente, anegados de ente? Al
final de su conferencia «La
pregunta por la técnica»,
pronunciada en 1953, el filósofo
dio una respuesta: «La devoción
del pensamiento». Solo si
el hombre aprende a pensar de
nuevo podrá preparar la ve-
nida para su «salvación».
La ciencia no piensa dirá Heidegger pero es que la ciencia no es ciencia
para que lo sea el idealismo debe ser absoluto y el empirismo puro logrando la
comunión de ambos revelando y develando así al Dios escondido que no puede ser
nombrado y que nosotros conocemos como el logos o el verbo no enunciado aquel
que religa y desliga todo para volver a religarnos.
Pero ¿Qué es lo que tiene
que ver Heidegger con nosotros?
Todo y nada ya lo decía Gamaliel Churata nuestro problema es ontológico
y entonces lo que nos toca pensar es ese
mestizaje esa choledad que inicia con El Inka Garcilazo de la Vega como un proyecto ontológico
https://www.youtube.com/watch?v=vMhXkYPpV4E
El inca Garcilazo y la invención del Perú
Entonces no se trata de una raza chola sino de una permanente
transferencia para logar el país de todas las sangres ese es nuestro proyecto
de permanente alteración ontológica en una cibernética de tercer orden:
Lo primero o más bien la nada antes de lo primero
El teatro loco juego transferencial
1→0 Teatro loco interactivo
0←1
Teatro loco arte interdisciplinario
1→←0 Teatro loco Alteración de
sistemas
0 0 1→←1 Teatro loco poética de la
calle
1←→0 Teatro loco Biotejido
Ahí descubriremos la experiencia cero
Ahora si lo primero :
1→0→1
Símbolo Evangelio de la Matria primera contra alteración
Religiosa
1→0→1→0→1→0
Imagen poética El arca de la libertad contra alteración artística
1→0→1→0→1→0→1→0→10
Concepto la cocina del sabor espiritual contra alteración filosófica
10←1←0←1←0←1←0←1←0←→1→0→1→0→1→0→1→0→10
Comunión
Sintérgica, Sintransferencial, Sincrónica, sincausualidad, sinsein
10←1←0←1←0←1←0←1←0
Voluntad 7 ensayos bidramaturgicos del no ser peruano alteración biodramaturgica
1←0←1←0←1←0
Deseo Comunidades en biotejido alteración redeconstructiva
0←1←0 Trabajo El santo evangelio
cómico según San Juan alteración Científica
Primero son las alteraciones y estas estaban ahí pero no nos dábamos
cuenta el verbo actuaba en nosotros y no lo notábamos, así que empezamos
conscientemente con las contra alteraciones en una lucha contra Dios pues bien
Dios ha vencido y por eso podemos decir:
De tal manera amo Dios al mundo que ha dado a su hijo unigénito para que todo aquel que crea no se pierda más tenga vida eterna.
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