Buda asesino,
Cristo el condenador
Colaborador estelar
Christian Franco
Rodriguez la única salida es la conexión con el amor.
¿Usted reconoce una sonrisa en cualquier parte del mundo?
Es como si creyéramos que el amor es solo eros y nos olvidáramos que también es
tánatos.
Miremos la película de Roman Polansky la venus de las pieles
https://www.youtube.com/watch?v=Z1MChzl5Z6k&t=4s
En esta película el deseo juega con su contradicción.
Si pensáramos en Trump y en quien lo creo
La mejor respuesta seria el deseo de la izquierda pos
moderna y es que su ideología se basa en
un desplazamiento por medio de repetición y diferencia y entonces ¿Que quiere
alguien que se desplaza hacia el vacío deconstructor?
Que lo contengan, quiere al padre que le ponga el límite y
eso es Trump el que contiene el desplazamiento de los migrantes, el que
contiene el desplazamiento de los transgeneros, el que contiene el
desplazamiento del capital, el gran contenedor que hará lo que sea para detener nuestra
desplazamiento y darnos seguridad.
La ideología progresista se basa en la muerte del padre en
su asesinato mataron a Dios y no pueden vivir sin él, así que lo resucitan una
y otra vez, el patriarcado no se crean sin la relación de quien lo proyecta en
su deseo.
Y acá hay dos
opciones o matas de una vez al padre o dejas que el té mate a ti, los
izquierdistas no eligen ninguna de ambas, ellos optan por la opción de Roman
Polansky la del teatro en su recreación
perversa del deseo y gozan el drama, son castigados por la madre y por el padre y ellos también los castigan
una y otra vez para satisfacer su deseo que nunca es satisfecho.
Aquí el eros nunca llega ser ágape y el tánatos jamás llega
a ser nirvana, jugamos con nuestras neurosis e histerias, tal drogadictos de la
conciencia, saboreando la herida infantil hasta el hartazgo, queremos ser
castigados, humillados, violentados y queremos violentar, humillar, castigar,
nos transferimos y retransferimos sin concluir nunca la transferencia sin
llegar jamás a la sintransferencia. No es como Dice Hegel que el sirvo se deja
oprimir por miedo a la muerte sino que se deja oprimir por el goce perverso de
la dominación así ata a su opresor y lo consume, este juego del deseo es la
base del capitalismo.
En buda este juego se acaba yo extingo el deseo y no hay más
teatro, pero buda es el lado compasivo de Krishna
https://www.youtube.com/watch?v=WR_vSSTPTKA
https://www.youtube.com/watch?v=ROUc7zNVKK4
https://www.youtube.com/watch?v=BJDXdqemE1o
Buda no sacara el disco y cortara la cabeza, porque todas
sus relaciones están mediadas por la compasión:
https://budismolibre.org/docs/sutras/Sutra_de_la_Gran_Perfeccion_de_Manjurhi.pdf
Sutra de la Perfección de la Sabiduría en 700 Líneas,
también conocido como Sutra de la Gran Perfección de la Sabiduría pronunciado
por el Bodhisattva Mañjushri. En sánscrito: Saptasatika Prajnaparamita Sutra.
Traducido del sánscrito al chino durante la Dinastía Liang del Sur, por el
Maestro Tripitaka Mandra, de Funan. Sutra nº 46 del Ratnakuta, Taisho 310.
(Kangyur, Toh: 24) Esto he oído: En una ocasión el Buda permanecía en el Jardín
de Anathapindika, en el Parque de Jeta, en la ciudad de Sravasti, junto con
1000 grandes monjes, y 10000 Bodhisattvas, los Grandes Seres. Estos
Bodhisattvas estaban todos adornados majestuosamente con mérito y sabiduría; y
habían alcanzado el Nivel de la Irreversibilidad. Entre ellos estaban el
Bodhisattva Maitreya, el Bodhisattva Mañjushri, el Bodhisattva Elocuencia Sin
Impedimentos, y el Bodhisattva Nunca Abandonando Un Voto. El Bodhisattva, el
Gran Ser, Mañjushri el Joven, vino al ocaso desde su lugar hasta aquél en el
que se encontraba el Buda, y esperó fuera. Entonces, Grandes Oyentes, tales
como el Venerable Shariputra, Purna-Maitrayaniputra, Mahamodgayana,
Mahakashyapa, Mahakatyayana, y Mahakausthila, también llegaron de sus
respectivos sitios hasta el lugar en el que el Buda se encontraba, y esperaron
fuera. El Buda supo que la asamblea se había reunido. El Tathagata salió de Su
morada, arregló Su manto, y se sentó. Le preguntó a Shariputra: “¿Por qué estás
esperando fuera tan temprano a la mañana?” Shariputra le replicó al Buda:
“Honrado por Todo el Mundo, el Bodhisattva Mañjushri, el Joven, llegó primero
aquí y esperó fuera de la puerta. Yo, realmente, llegué más tarde”. Entonces el
Honrado por Todo el Mundo le preguntó a Mañjushri: “Tú fuiste el primero en
llegar aquí, ¿Deseas ver al Tathagata?” Mañjushri replicó al Buda: “Sin duda,
Honrado por Todo el Mundo; yo vine aquí para ver al Tathagata. ¿Por qué? Yo me
deleito haciendo la contemplación correcta para beneficiar a todos los seres
sintientes. Yo veo al Tathagata por las apariencias de la verdadera Talidad, no
cambiando nunca, no moviéndose nunca, no actuando nunca, sin nacimiento ni
muerte, ni existente ni no existente, ni en alguna parte ni en ninguna, ni en
el pasado, presente o futuro, ni dual ni no dual, ni puro ni impuro. A través
de apariencias como estas, yo observo al Tathagata correctamente, beneficiando
a los seres sintientes”. El Buda le dijo a Mañjushri: “Si uno ve al Tathagata
de esa forma, su mente ni se aferra ni no se aferra; ni acumula ni no acumula”
Shariputra le dijo a Mañjushri: “Es raro para cualquiera el ver al Tathagata en
la forma en la que tu lo describes. Al observar al Tathagata actuando para
beneficio de todos los seres sintientes, tu mente no se aferra a la apariencia
de los seres sintientes. Puesto que enseñas a todos los seres sintientes
dirigiéndolos hacia el Nirvana, tu mente no se aferra a la apariencia del
Nirvana. Puesto que tu muestras tal magnanimidad1 hacia todos los seres
sintientes, tu mente no ve la apariencia de esa magnanimidad” Entonces, el
Bodhisattva, el Gran Ser, Mañjushri el Joven, le dijo a Shariputra:
“Indudablemente, indudablemente, es tal como tú dices. Aunque yo activé la
mente de la gran magnanimidad hacia todos los seres sintientes, nunca veo las apariencias
de los seres sintientes. Aunque yo esté adornado con la gran majestad hacia
todos los seres sintientes, su reino ni crece ni decrece. Supón que un Buda
permanece en el mundo durante un kalpa2 , o durante más de un kalpa. De la
misma forma en que está en un Campo de Buda, hay tantos innumerables Budas como
incontables granos de arena en el rio Ganges. Supón que ellos proclaman el
Dharma3 durante un kalpa, o durante más de un kalpa, día y noche, no
descansando nunca sus mentes. Supón que cada uno de ellos libera a tantos seres
sintientes como innumerables granos de arena hay en el Ganges, posibilitándoles
el entrar en el Nirvana. Aún así, el reino de los seres sintientes ni crece ni
decrece. Esto se aplica a todos los Campos de Buda en las diez direcciones.
Todos los Budas proclaman el Dharma para enseñar y transformar a los seres
sintientes, cada uno de ellos liberando a tantos seres sintientes como
innumerables granos de arena hay en el Ganges, posibilitándoles el entrar en el
Nirvana. Sin embargo, el reino de los seres sintientes ni crece ni decrece.
¿Por qué no? La apariencia definitiva de los seres sintientes no puede ser
aprehendida. Por eso el reino de los seres sintientes ni crece ni decrece”.
Entonces Shariputra le preguntó a Mañjushri: “Dado que el reino de los seres
sintientes ni crece ni decrece, ¿Por qué los Bodhisattvas siempre enseñan el
Dharma a los seres sintientes y buscan la Insuperable, Perfecta y Completa
Iluminación? Mañjushri contestó: “Porque la apariencia de los seres sintientes
es vacía; no existen ni Bodhisattvas buscando la Insuperable, Perfecta y
Completa Iluminación, ni seres sintientes a quienes ellos les expongan el
Dharma. ¿Por qué? Yo digo que en todos los fenómenos4 , ni tan siquiera un solo
fenómeno puede ser aprehendido”. El Buda le preguntó a Mañjushri: “Si los seres
sintientes no existen verdaderamente, ¿Por qué hablas de seres sintientes y de
su reino?” Mañjushri replicó: “La apariencia del reino de los seres sintientes
es como la del reino de los Budas” El Buda preguntó: “¿Hay una medida para el
reino de los seres sintientes?” 1 Las virtudes que adornan al bodhisattva. 2
Eón. 3 La Doctrina del Buda. 4 Dharmas. Mañjushri replicó: “La medida para el
reino de los seres sintientes es la misma que para el reino de los Budas”. El
Buda preguntó de nuevo: “¿Hay un lugar para la medida del reino de los seres
sintientes?” Manjushri replicó: “La medida del reino de los seres sintientes es
inconcebible”. El Buda volvió a preguntar: “La apariencia del reino de los
seres sintientes se apoya en algo” El replicó: “El espacio no se apoya en nada,
ni tampoco los seres sintientes” El Buda le preguntó a Manjushri: “Si uno
cultiva la Perfección de la Sabiduría de esta forma, ¿Cómo mora uno en la
Perfección de la Sabiduría?” Mañjushri replicó: “No permanecer en los fenómenos
es morar en la Perfección de la Sabiduría”. El Buda volvió a preguntar: “¿Por
qué el no permanecer en los fenómenos es llamado morar en la Perfección de la
Sabiduría?” Manjushri respondió: “No permanecer en las apariencias es morar en
la Perfección de la Sabiduría”. El Buda preguntó de nuevo a Mañjushri: “Cuando
alguien se establece en la Perfección de la Sabiduría de esta forma, las raíces
de virtud ¿se incrementan o disminuyen?”. Mañjushri contestó: “Cuando alguien se
establece en la Perfección de la Sabiduría de esta forma, las raíces de virtud
ni crecen ni disminuyen, todos los fenómenos ni crecen ni disminuyen, y la
naturaleza y la apariencia de la Perfección de la Sabiduría ni crece ni
disminuye. Honrado por Todo el Mundo, cultivando la Perfección de la Sabiduría
de esta forma, uno ni abandona el fenómeno de los seres ordinarios, ni
aprehende el fenómeno de los sabios y de los seres santos. ¿Por qué no? Tras
realizar la Perfección de la Sabiduría, uno no ve ningún fenómeno que haya de
ser abandonado o aprehendido. Además, cultivando la Perfección de la Sabiduría
de esta forma, uno no ve el desagrado por el samsara ni el agrado del Nirvana.
¿Por qué no? Si uno ni tan siquiera ve el samsara, mucho menos podría desagradarle.
Cultivando la Perfección de la Sabiduría de esta forma, uno no ve ni
aflicciones que haya que abandonar, ni méritos que hayan de ser acumulados. La
propia mente de cada uno ni crece ni decrece con respecto a todos los
fenómenos. ¿Por qué no? Uno ve que no hay ni crecimiento ni decrecimiento en el
Reino del Dharma5 . Honrado por Todo el Mundo, entrenarse de esta forma es
llamado la Perfección de la Sabiduría. Honrado por Todo el Mundo, ver que no
hay ni nacimiento ni muerte en los fenómenos es cultivar la Perfección de la
Sabiduría. Honrado por Todo el Mundo, uno no ve nada ni hermoso ni feo, ni alto
ni bajo, ni nada a qué aferrarse o abandonar. ¿Por qué? Los fenómenos no son ni
bonitos ni feos, porque están libres de las apariencias. Los fenómenos no son
ni altos ni bajos, 5 Dharmata, la verdadera realidad. porque son iguales en la
naturaleza del dharma (dharmadhatu). Los fenómenos están más allá del ser
aprehendidos o abandonados, porque permanecen en la verdadera realidad. Esta es
la forma de cultivar la Perfección de la Sabiduría”. El Buda le preguntó a
Mañjushri: “¿Es el Dharma del Buda magnífico?” Mañjushri replicó: “No veo
ninguna apariencia magnífica en los fenómenos. Puede ser verificado, a través
de la propia realización de los Tathagatas, que todos los fenómenos son vacíos”
El Buda le dijo a Mañjushri: “Indudable, indudable, el Tathagata ha obtenido la
Perfecta Iluminación a través de la realización de la vacuidad de todos los
fenómenos”. Mañjushri le dijo al Buda: “Honrado por Todo el Mundo, en el
fenómeno de la vacuidad, ¿hay algo majestuoso que pueda ser aprehendido?” El
Buda dijo: “¡Muy bien, muy bien! Mañjushri, lo que tú dices ¡es el verdadero
Dharma!” El Buda le preguntó a continuación: “¿Es lo Insuperable llamado el
Dharma del Buda?” Mañjushri respondió: “Como el Buda dice, lo Insuperable es
llamado el Dharma del Buda. ¿Por qué? Ese “no fenómeno” que puede ser
aprehendido, es llamado Insuperable. Uno que cultiva la Perfección de la
Sabiduría de esta forma, es llamado un Vaso del Dharma (que es utilizado para
coger cosas). No viendo fenómenos que puedan transformar a los seres
ordinarios, no viendo el Dharma del Buda, y no viendo incrementarse los
fenómenos, se está cultivando la Perfección de la Sabiduría. Además, Honrado
por Todo el Mundo, mientras se cultiva la Perfección de la Sabiduría, uno no ve
ningún fenómeno que pueda ser diferenciado o contemplado”. El Buda le preguntó
a Mañjushri: “¿No contemplas el Dharma del Buda?” Mañjushri respondió: “No,
Honrado por Todo el Mundo, en mi contemplación no veo el Dharma del Buda. Ni
diferencio fenómenos en los seres ordinarios, en los Oyentes, ni en los
Pratyekabuddhas. Por lo tanto, es llamado el Insuperable Dharma del Buda.
Además, puesto que uno cultiva la Perfección de la Sabiduría no viendo ni las
apariencias de los seres ordinarios, ni las apariencias del Dharma del Buda, ni
las definitivas apariencias de los fenómenos, está cultivando la Perfección de
la Sabiduría. Mientras se cultiva la Perfección de la Sabiduría, uno no ve el
reino del deseo, ni el reino de la forma, ni el reino de la no forma, ni el
reino del nirvana. ¿Por qué no? No viendo los fenómenos con la apariencia de la
extinción6 , se está cultivando la Perfección de la Sabiduría. Mientras se
cultiva la Perfección de la Sabiduría, uno no ve ni a uno siendo gentil, ni a
otro demandando amabilidad. El contemplar las apariencias de objeto y de sujeto
sin diferenciación, es cultivar la Perfección de la Sabiduría. Cuando uno
cultiva la Perfección de la Sabiduría, el no ver el Dharma del Buda que ha de
ser adoptado, ni el fenómeno de los seres ordinarios que ha de ser abandonado,
es estar cultivando la Perfección de la Sabiduría. Conforme uno practica la
Perfección de 6 Sin nihilismo. la Sabiduría no estar viendo finalizar el
fenómeno de los seres mundanos7 , ni realizar el Dharma del Buda, aún cuando
estén dirigiéndose hacia esa realización, eso es cultivar la Perfección de la
Sabiduría”. Entonces el Buda alabó a Mañjushri: “¡Muy bien, muy bien! Tú puedes
describir tan bien las apariencias de la profunda Perfección de la Sabiduría,
la cual es el Sello del Dharma, que los Bodhisattvas, los Grandes Seres, están
aprendiendo. Incluso los Oyentes8 , entre los cuales algunos aún están
aprendiendo y otros no tienen nada más que aprender, y también los
Pratyekabuddhas9 , deberían de entrenarse para lograr el fruto de la
iluminación, sin separarse de este Sello del Dharma” El Buda le dijo a
Mañjushri: “Si aquellos que han oído este Dharma no están escandalizados o
aterrorizados, tienen que haber plantado ya sus raíces de iluminación, no solo
bajo miles de Budas, sino incluso bajo miles de millones de Budas. Entonces son
capaces de no estar escandalizados o aterrorizados por esta profunda Perfección
de la Sabiduría” Mañjushri le dijo al Buda: “Ahora continuaré explicando el
significado de la Perfección de la Sabiduría” El Buda le dijo: “Habla entonces”
Mañjushri dijo: “Honrado por Todo el Mundo, mientras se cultiva la Perfección
de la Sabiduría, uno no debería de ver si se permanece en un fenómeno, ni debiera
de ver si un objeto posee una apariencia que pueda ser motivo de apego o de
abandono. ¿Por qué no? Los Tathagatas no ven los fenómenos como apariencias de
objetos. Ni siquiera ven los estados de los Budas, por no mencionar los estados
de los Oyentes, de los Pratyekabuddhas, o de los seres ordinarios. Uno no
debiera de apegarse a las apariencias, sean concebibles o inconcebibles. No
viendo diferentes apariencias de fenómenos, uno realizará, en sí mismo, el
inconcebible fenómeno de la vacuidad. Todos los Bodhisattvas que se entrenan de
esta forma, tienen que haber hecho ofrendas a innumerables billones de millones
de Budas, ante quienes tienen que haber plantado sus semillas de virtud.
Consecuentemente, son capaces de no escandalizarse o aterrorizarse por esta
profunda Perfección de la Sabiduría. Además, puesto que uno cultiva la
Perfección de la Sabiduría, no viendo ni atadura ni liberación, ni haciendo
distinciones entre los seres ordinarios, o entre los Tres Vehículos10, está
cultivando la Perfección de la Sabiduría”. El Buda le preguntó a Mañjushri: “¿A
cuántos Budas les has hecho tú ofrendas?” Mañjushri replicó: “Los Budas y yo,
tenemos una apariencia ilusoria, en la que no somos ni receptores, ni donantes”
7 La extinción. 8 Shravakas, seguidores del Vehículo Inferior, o Hinayana. 9
Realizadores Solitarios, pertenecientes al Vehículo Inferior. 10 Los Vehículos
de los Shravakas u Oyentes, y el de los Pratyekabuddhas, que pertenecen al
Vehículo Inferior o Hinayana; y el Vehículo Universal, o Mahayana, también
conocido como el Vehículo de los Budas o Bodhisattvas. El Buda le preguntó a
Mañjushri: “¿Moras ahora en el Vehículo del Buda?” Mañjushri respondió: “No veo
ni un solo fenómeno en mi contemplación, ¿cómo podría morar en el Vehículo del
Buda?” El Buda preguntó: “Mañjushri, ¿No has obtenido el Vehículo del Buda?”
Mañjushri replicó: “El Vehículo del Buda es solo un nombre, que no puede ser
aprehendido o visto, ¿cómo podría conseguirlo?” El Buda preguntó: “Mañjushri.
¿Has logrado el ilimitado conocimiento de la sabiduría?” Mañjushri respondió:
“Yo soy lo ilimitado. ¿Cómo puede lo ilimitado realizar lo ilimitado?” El Buda
le preguntó: “¿Te sentaste en el asiento de la Iluminación11?” Mañjushri
contestó: “Ninguno de los Tathagatas se sienta en un asiento de la Iluminación;
¿cómo debiera, yo solo, sentarme en el asiento de la iluminación?
Verdaderamente, yo veo que los fenómenos moran en la verdadera realidad” El
Buda preguntó: “¿Qué es llamado la verdadera realidad?” Mañjushri respondió:
“La visión de que uno tiene un yo, es la verdadera realidad” El Buda preguntó:
“¿Por qué la visión de que uno tiene un yo, es la verdadera realidad?”
Mañjushri contestó: “Tomar esta visión como una apariencia de la verdadera
Talidad, la cual no es ni real ni irreal, ni viene ni va, ni es un yo ni un no
yo, es llamado verdadera realidad” Shariputra le dijo al Buda: “Honrado por
Todo el Mundo, aquellos que pueden llegar a una comprensión definitiva de este
significado, son llamados Bodhisattvas. ¿Por qué? Porque ellos han aprendido
las apariencias de tan profunda Perfección de la Sabiduría; y sus mentes no
están escandalizadas, ni aterrorizadas, ni confusas, ni arrepentidas” El
Bodhisattva Maitreya le dijo al Buda:”Honrado por Todo el Mundo, aquellos que
han aprendido todas las apariencias del fenómeno de la Perfección de la
Sabiduría, están cerca del asiento de un Buda. ¿Por qué? Los Tathagatas son
siempre conscientes de estas apariencias de los fenómenos”. El Bodhisattva
Mañjushri le dijo al Buda: “Honrado por Todo el Mundo, si aquellos que han
escuchado esta profunda Perfección de la Sabiduría, pueden no estar
escandalizados, no estar aterrorizados, ni confusos, ni arrepentidos,
deberíamos de saber que en efecto, ellos ven a los Budas. Entonces la Upasika12
Sin Apariencia le dijo al Buda: “Honrado por Todo el Mundo, los fenómenos, al
igual que los seres ordinarios, los Oyentes, los Realizadores Solitarios, los
11 Bodhimanda. Bodhisattvas, y los Budas no tienen apariencias. Por
consiguiente, después de oír la Perfección de la Sabiduría, nosotros no estamos
estupefactos, ni aterrorizados, ni confusos, ni arrepentidos. ¿Por qué no? Los
fenómenos nunca han tenido ninguna apariencia”. El Buda le dijo a Shariputra:
“Si los buenos hombres y las buenas mujeres, tras haber escuchado esta profunda
Perfección de la Sabiduría, pueden llegar a generar la determinación en sus
mentes, y no se escandalizan, ni se aterrorizan, ni se confunden, ni se
arrepienten, sabed que ellos entrarán en el Nivel (Bhumi) de la
Irreversibilidad. Si aquellos que han escuchado esta profunda Perfección de la
Sabiduría, no se escandalizan, ni se aterrorizan, ni se confunden, y no se
arrepienten; sino que lo creyeron, aceptaron, lo apreciaron, y lo escuchan
infatigablemente, ellos en efecto han completado la Perfección de la
Generosidad (Dana-paramita), la Perfección de la Ética (Sila-paramita), la
Perfección de la Paciencia (Ksanti-paramita), la Perfección del Esfuerzo
(Virya-paramita), la Perfección de la Concentración (Dhyana-paramita) y la
Perfección de la Sabiduría (Prajna-paramita). Además pueden revelar y explicar
las enseñanzas a otros, y pueden entrenarlos de forma adecuada”. El Buda le
preguntó a Mañjushri: “En tu opinión, ¿qué se quiere decir por alcanzar la
Insuperable, Completa y Perfecta Iluminación13; y por permanecer en la
Insuperable, Completa, y Perfecta Iluminación?”. Mañjushri replicó: “Yo no
tengo una Insuperable, Completa y Perfecta Iluminación que lograr, ni
permanezco en el Vehículo del Buda. Entonces, ¿cómo podría alcanzar la
Insuperable, Completa, y Perfecta Iluminación? Lo que yo describo es tan solo
la apariencia de la Iluminación”. Entonces, el Buda alabó a Mañjushri: “Muy
bien, muy bien. Tú has explicado magistralmente el significado de este profundo
Dharma. Tú plantaste tus anteriores raíces de virtud bajo anteriores Budas,
entrenándote con pureza en la forma de vida de Brahma14, de acuerdo al fenómeno
de la no apariencia” Mañjushri replicó: “Si uno ve apariencias, entonces puede
hablar de no apariencias. Ahora, yo no veo ni apariencias, ni no apariencias.
¿Cómo se me puede decir que me entrene en la vida de Brahma, de acuerdo al
fenómeno de la no apariencia?” El Buda le preguntó a Mañjushri: “¿Tú ves los
preceptos de los Oyentes?” Mañjushri respondió: “Si. Los veo” El Buda preguntó:
“¿Cómo los ves?” Mañjushri respondió: “Yo no sostengo la visión de los seres
ordinarios, la visión de los seres santos, la visión de aquellos que aún están
aprendiendo, o la visión de aquellos que no tienen más que aprender. Ni
sostengo la gran visión, ni la visión pequeña, ni la 12 Laica. 13 Anuttara
Samyak Sambodhi. 14 Brahmacharya, una vida de castidad dedicada al cultivo del
Dharma. visión que ha de ser superada, ni la visión que no ha de ser superada.
Yo no sostengo ni una visión, ni la visión opuesta” Shariputra le dijo a
Mañjushri: “Esta es la forma en la que ves el Vehículo de los Oyentes, ¿cómo
ves el Vehículo del Buda15?” Mañjushri dijo: “Yo no veo el fenómeno de la
Iluminación. Ni veo a nadie entrenándose para la Iluminación, o alcanzando la
Iluminación” Shariputra preguntó a Mañjushri: “¿Qué es llamado Buda16? ¿Cómo
observa uno a un Buda?” Mañjushri replicó: “¿Qué es el yo?” Shariputra
contestó: “El yo es tan solo un nombre, y la apariencia de un nombre es vacía”
Mañjushri dijo: “Indudablemente, indudablemente. De la misma forma en la que el
yo es tan solo un nombre, también Buda es solo un nombre. Realizar la vacuidad
de un nombre es la Iluminación. Uno debería de buscar la Iluminación sin
utilizar nombres. La apariencia de la Iluminación está libre de palabras. ¿Por
qué? Las palabras y la iluminación, ambas, son vacías. Además, Shariputra, tú
me preguntaste qué es llamado Buda, y cómo debiera uno de observar a un Buda.
Eso que no ha nacido ni ha muerto, que no es ni nombres ni apariencias, y que
ni viene ni se va, es llamado “Buda”. De la misma forma en la que uno observa
la realidad del propio cuerpo, uno observa a un Buda, de esa misma forma. Solo
el sabio puede entender que esto es llamado “estar observando a un Buda”
Entonces Shariputra le dijo al Buda: “Honrado por Todo el Mundo, la Perfección
de la Sabiduría, tal y como ha sido expresada por Mañjushri, no es comprensible
o cognoscible para los Bodhisattvas en ciernes” Mañjushri le dijo: “No solo los
Bodhisattvas en ciernes son incapaces de conocerlo, sino que incluso quienes
están en los Dos Vehículos, y que han logrado el estado de Arhat o de
Pratyekabuddha, son incapaces de entenderlo y de conocerlo. Nadie puede conocer
el Dharma expuesto de esta forma. ¿Por qué no? La apariencia de la Iluminación
no puede ser concebida a través de fenómenos tales como la visión, la audición,
la aprehensión, el pensamiento, el hablar, o el escuchar. La Iluminación es
vacía y silente en naturaleza y apariencia; sin nacimiento, ni muerte, sin
logro, sin conocimiento, sin forma, ni substancia. ¿Cómo puede haber entonces
un sujeto que logre la Iluminación?” Shariputra le preguntó a Mañjushri: “¿No
ha logrado el Buda, en el Reino del Dharma, la Insuperable, Completa y Perfecta
Iluminación?” Mañjushri contestó: “No, Shariputra. ¿Por qué no? El Honrado por
Todo el Mundo es el Reino del Dharma. Verificar el Reino del Dharma por medio
del Reino del Dharma, sería 15 Budhayana. Otra forma de referirse al Mahayana.
16 Despierto. una contradicción. Shariputra, la apariencia del Reino del Dharma
es la Iluminación. ¿Por qué? En el Reino del Dharma, los seres sintientes no
tienen apariencias, porque todos los fenómenos son vacíos. La vacuidad de todos
los fenómenos, es la Iluminación, la cual no es dual, y está libre de
diferenciación. Shariputra, sin diferenciación, no hay conocedor. Sin un
conocedor, no hay palabras. Sin palabras, no hay ni existencia, ni no
existencia; ni conocimiento, ni no conocimiento. Esto es cierto para todos los
fenómenos. ¿Por qué? Los fenómenos no pueden ser identificados por lugares, lo
que implicaría una naturaleza concreta. Por ejemplo, la apariencia pecaminosa
de las cinco acciones rebeldes17, es inadmisible. ¿Por qué? Porque la verdadera
realidad de los fenómenos es indestructible. Por lo tanto, la falta por haber
cometido uno de los cinco actos rebeldes carece de existencia propia. La
verdadera realidad no es ni el nacer en el cielo, ni el caer en el infierno, ni
hace entrar en el nirvana. ¿Por qué no? Todas las condiciones kármicas
permanecen en la verdadera realidad, la cual ni va, ni viene; ni es causa, ni
efecto. ¿Por qué? El Reino del Dharma no tiene un límite, ni un frente o una
espalda. Por lo tanto, Shariputra, en realidad, los seres entrenados
espiritualmente puros, no entran en el nirvana; y los monjes con graves faltas,
no caen en el infierno. Ellos no son dignos ni indignos de recibir ofrendas; ni
están finalizando, ni no finalizando sus aflicciones. ¿Por qué no? Porque todos
los fenómenos están establecidos en la igualdad, en la vacuidad” Shariputra
preguntó: “¿Qué es llamado la inamovible resistencia en la realización del no
nacimiento de los fenómenos?”. Mañjushri respondió: “El no ver la aparición del
nacimiento o muerte en incluso un átomo de fenómeno, es llamado la inamovible
resistencia en la realización del no nacimiento de los fenómenos” Shariputra
preguntó: “¿Quién es llamado un monje que no tiene nada que superar?” Mañjushri
contestó: “Un Arhat 18, el cual no tiene más aflicciones que pagar, es quien no
tiene nada que superar. ¿Por qué? Todas sus aflicciones han sido erradicadas, y
al no tener nada que superar, es llamado el que no tiene que superar. Aquellos
que tienen acciones mentales equivocadas, son llamados seres ordinarios. ¿Por
qué? Los seres ordinarios no actúan de acuerdo con el Reino del Dharma y, por
tanto, son llamados los engañados. Shariputra dijo: “Muy bien, muy bien. Ahora
me has explicado bien lo que es un Arhat, el cual ha terminado con sus
aflicciones, y ha pagado sus deudas kármicas.” Mañjushri dijo: “Sin duda, sin
duda. Yo soy un verdadero Arhat, que ha finalizado sus aflicciones. ¿Por qué?
Yo he aniquilado el deseo hacia el Vehículo de los Oyentes, y el deseo hacia el
Vehículo de los Pratyekabuddhas. Por esta razón, yo soy llamado un Arhat, el
cual ha terminado sus aflicciones. El Buda le preguntó a Mañjushri:” Cuando un
Bodhisattva se sienta en un lugar de la iluminación, ¿Logra la Insuperable
Completa y Perfecta Iluminación?” 17 Matar a la madre, al padre, hacer sangre a
un Buda, matar a un Arhat, destruir la Sangha. 18 El Arhat es el fruto del
Vehículo de los Oyentes, o Hinayana; también tiene el significado de alguien
que es merecedor de ofrendas, que es el significado aplicable aquí. Mañjushri
respondió: “Cuando un Bodhisattva se sienta en un asiento de la iluminación, no
logra la Insuperable, Completa y Perfecta Iluminación. ¿Por qué no? La
apariencia de la iluminación es la verdadera Talidad. No encontrando ni una
mota de fenómeno que aprehender, es llamado la Insuperable, Completa y Perfecta
Iluminación. Puesto que la iluminación carece de apariencia, ¿quién puede
sentarse, y quién puede levantarse? Por esta razón, yo no veo ni a un
Bodhisattva sentado en el lugar de la iluminación, ni a nadie realizando la
Insuperable, Completa y Perfecta Iluminación. Honrado por Todo el Mundo, la
Iluminación es los cinco actos rebeldes, y los cinco actos rebeldes, en su
verdadera naturaleza, son la Iluminación. ¿Por qué? La Iluminación y los cinco
actos rebeldes, en su verdadera realidad, están libres de dualidad porque no
hay aprendizaje o aprendiz; ni percepción, ni perceptor; ni conocimiento, ni
conocedor; ni diferenciación, ni diferenciador. Estas apariencias son llamadas
Iluminación. Uno debería de ver las apariencias de los cinco actos rebeldes del
mismo modo. Si hubiera algunos que dijeran que ven la Iluminación, y que la han
logrado, deberíamos de saber que son gente con exceso de arrogancia.” El
Honrado por Todo el Mundo preguntó a Mañjushri: “¿Quieres decir que yo soy el
Que Así ha Ido19, y que te diriges a mí como el Tathagata?” Mañjushri
respondió: “No, Honrado por Todo el Mundo, yo no diría que el nombre de
Tathagata es el que Así ha Ido. La Talidad no tiene una apariencia que pueda
ser llamada Talidad. Ni hay una sabiduría del Tathagata que pueda conocer la
Talidad. ¿Por qué no? El Tathagata y Su sabiduría, están libres de la dualidad.
Puesto que la vacuidad es el Tathagata, lo cual es solo un nombre, ¿qué podría
decirse que es el Tathagata?” El Buda le preguntó a Mañjushri: “¿Dudas del
Tathagata?” Mañjushri respondió: “No, Honrado por Todo el Mundo, no tengo duda
porque, en mi observación, el Tathagata, sin nacimiento ni muerte, no tiene una
naturaleza concreta” El Buda preguntó a Mañjushri: “¿Quieres decir que el
Tathagata ha aparecido en el mundo?” Mañjushri replicó: “Si el Tathagata
apareciera en el mundo, todo el reino del dharma debiera de aparecer también”
El Buda le preguntó a Mañjushri: “¿Quieres decir que los Budas, tan numerosos
como las arenas del rio Ganges, han entrado en el Paranirvana?” Mañjushri
respondió: “Los Budas tienen la apariencia única, la inconcebible apariencia”
El Buda estuvo de acuerdo con Mañjushri: “Sin duda, sin duda. Los Budas tienen
la apariencia única, la inconcebible apariencia” Mañjushri le preguntó al Buda:
“Honrado por Todo el Mundo, ¿está el Buda ahora morando en este mundo?” 19
Tathagata. El Buda contestó: “Indudablemente, indudablemente” Mañjushri dijo:
“Si el Buda estuviera morando en este mundo, entonces Budas tan numerosos como
las arenas del Ganges, también estarían morando en sus mundos. ¿Por qué? Todos
los Budas tienen la misma única apariencia, la inconcebible apariencia. La
inconcebible apariencia no tiene ni nacimiento, ni muerte. Si los Budas futuros
fueran a aparecer en sus mundos, entonces todos los Budas del pasado, presente
y futuro, también tendrían que aparecer en sus mundos. ¿Por qué? En lo que es
inconcebible, no hay apariencia de pasado, presente o futuro. Sin embargo, los
seres sintientes están atados a sus percepciones, y dicen que hay Budas que
aparecen en el mundo, y Budas que entran en el nirvana” El Buda le dijo a
Mañjushri: “Esta es la comprensión de los Tathagatas, Arhats y Bodhisattvas en
el nivel de No Regreso (Avinivartaniya) ¿Por qué? Estos tres tipos de seres,
habiendo escuchado el profundo Dharma, son capaces de no criticarlo ni
alabarlo” Mañjushri se mostró de acuerdo con el Buda: “Honrado por Todo el
Mundo, ¿quién podría criticar, y quién podría alabar el inconcebible Dharma?”
El Buda le dijo a Mañjushri: “Los Tathagatas son inconcebibles, y los seres ordinarios
son inconcebibles” Mañjushri le preguntó: “¿Los seres ordinarios también son
inconcebibles?” El Buda respondió: “También ellos son inconcebibles. ¿Por qué?
Todas las apariencias mentales son inconcebibles” Mañjushri dijo: “Si Tú dices
que los Tathagatas son inconcebibles, y que los seres ordinarios son también
inconcebibles, entonces los innumerables Budas lo único que hacen es cansarse
en su búsqueda del nirvana. ¿Por qué? Los inconcebibles fenómenos, son el
nirvana; en el que no hay diferencia. Tal condición de inconcebible de los
seres ordinarios y de los Budas, solo pueden ser entendidos por los hombres y
las mujeres buenos, que han desarrollado grandes raíces de virtud, y que
permanecen cerca los benefactores amigos con conocimiento20” El Buda le
preguntó a Mañjushri: ¿Quieres que el Tathagata sea el supremo entre los seres
sintientes? Mañjushri respondió: “Yo quiero que el Tathagata sea el más
destacado entre los seres sintientes. Sin embargo, las apariencias de los seres
sintientes no pueden ser aprehendidas” El Buda preguntó: “¿Quieres que el
Tathagata obtenga el inconcebible fenómeno?” Mañjushri respondió: “Yo quiero
que el Tathagata adquiera el inconcebible fenómeno21, sin tomarlo como un
fenómeno de logro” 20 Kalyanamitra, los amigos espirituales. 21 La Insuperable,
Completa, y Perfecta Iluminación. El Buda le preguntó a Mañjushri: “¿Quieres
que el Tathagata exponga el Dharma, y lo enseñe, y transforme a los seres
sintientes?” Mañjushri contestó: “Yo quiero que el Tathagata exponga el Dharma,
y lo enseñe, y transforme a los seres sintientes. Sin embargo, ni el que habla,
ni quien escucha, pueden ser aprehendidos. ¿Por qué no? Porque moran en el
Reino del Dharma. Los seres sintientes, en el Reino del Dharma, carecen de
apariencias diferenciadas.” El Buda preguntó a Mañjushri: “¿Quieres que el
Tathagata sea el insuperable campo de la fortuna22?” Mañjushri respondió: “El
Tathagata, con la apariencia de la infinitud, es el inagotable campo de la
fortuna. La apariencia de la inagotabilidad es el insuperable campo de la
fortuna. Porque el Tathagata no es ni un campo de la fortuna, ni un campo
desafortunado, El es llamado el campo de la fortuna. Porque El no tiene
apariencias, tales como luz u oscuridad, nacimiento o muerte, El es llamado el
campo de la fortuna. Si uno puede entender las apariencias del campo de la
fortuna de este modo, las semillas de virtud que uno planta profundamente, ni
crecerán ni menguaran.” El Buda preguntó a Mañjushri: “¿Por qué las semillas
plantadas, ni crecen ni disminuyen?” Mañjushri respondió: “Las apariencias del
campo de la fortuna son inconcebibles. Cultivar méritos en el campo, de acuerdo
al Dharma, también es inconcebible. Plantar las semillas de esta forma, es
llamado no incrementar y no decrecer, y es también el insuperable, espléndido
campo de la fortuna” Entonces, por la virtud del poder espiritual del Buda, la
gran tierra tembló de seis formas diferentes, manifestando las apariencias de
la impermanencia. Dieciséis mil personas lograron la resistencia en la Realización
del no Nacimiento de los Dharmas. Además, 700 monjes, 3000 laicos, 40000
laicas, y 60 millones de dioses de los seis cielos del mundo del deseo, en
medio de los fenómenos, agotaron sus impurezas, y adquirieron el Ojo del
Dharma. Parte 2ª En aquel tiempo, Ananda se levantó de su asiento, descubrió su
hombro derecho, y se arrodilló sobre su rodilla derecha. Él le preguntó al
Buda: “Honrado por Todo el Mundo, ¿por qué la gran tierra tembló de seis formas
diferentes?” El Buda le contestó a Ananda: “Este auspicioso signo fue
proyectado porque yo dije que el campo de la fortuna no tiene apariencias
diferenciadoras. Cuando los Budas del pasado proclamaron, en este lugar, las
apariencias del campo de la fortuna para 22 Existen tres campos de la fortuna
en los que las semillas de virtud plantadas dan mayores frutos; el Campo
afortunado de los Budas, bodhisattvas, y gurús; el de los padres y maestros
ordinarios; y el de los enfermos, necesitados, y animales. beneficiar a los
seres sintientes, también todo el mundo tembló de seis formas diferentes”
Shariputra le dijo al Buda: “Honrado por Todo el Mundo, Mañjushri es
inconcebible. ¿Por qué? Por que las apariencias de los fençomenos que él
explica son inconcebibles” Entonces el Buda alabó a Mañjushri: “Sin duda, sin duda.
Tal y como Shariputra dice, lo que tú has dicho es verdaderamente inconcebible”
Mañjushri le dijo al Buda: “Honrado por Todo el Mundo, lo inconcebible es
inefable; y lo concebible también es inefable. Las naturalezas concebibles e
inconcebibles son ambas inefables. Todas las apariencias del sonido no son ni
concebibles, ni inconcebibles” El Buda le preguntó: “¿Has entrado tú en el
samadhi inconcebible?” Mañjushri replicó: “No, Honrado por Todo el Mundo, yo
soy lo inconcebible. No viendo una mente que pueda concebir, ¿cómo puede
decírseme que entre en el samadhi inconcebible? Cuando yo generé por primera
vez la mente de la iluminación (bodhicitta) yo decidí entrar en ese samadhi.
Ahora pienso que he entrado en ese samadhi sin ningún tipo de apariencias mentales.
Para aprender a tirar con un arco, uno ha de practicar durante mucho tiempo
para adquirir la destreza. Debido a esta prolongada práctica, ahora es capaz de
disparar sin tener que pensar, y todas sus flechas dan en el blanco. Yo me he
entrenado de la misma forma. Cuando comencé a aprender el samadhi inconcebible,
yo tuve que enfocar mi mente en un objeto23. Tras practicar durante mucho
tiempo, yo he llegado a la realización. Ahora estoy continuamente en ese
samadhi, sin pensar” Shariputra le preguntó a Mañjushri: “¿Hay un samadhi
silente que sea aún más maravilloso?” Mañjushri replicó: “Si hubiera
verdaderamente un samadhi inconcebible, entonces podrías preguntar por un
samadhi silente. De acuerdo a mi comprensión, incluso el samadhi inconcebible no
puede ser aprehendido, así que ¿cómo puedes preguntar por un samadhi silente?”
Shariputra preguntó: “¿El samadhi inconcebible no puede ser logrado?” Mañjushri
contestó: “El samadhi concebible tiene una apariencia de logro, mientras que el
samadhi inconcebible tiene la apariencia del no logro. Todos los seres
sintientes han logrado el samadhi inconcebible. ¿Por qué? Es llamado samadhi
inconcebible porque todas las apariencias mentales, no son la verdadera mente.
Por lo tanto, las apariencias de todos los seres sintientes, y la apariencia
del samadhi inconcebible son lo mismo, no son diferentes”. Entonces el Buda
alabó a Mañjushri: “¡Muy bien, muy bien! Tú has plantado hace mucho tiempo tus
raíces de virtud bajo los Budas, y te has entrenado con pureza en la 23
Samatha. forma de vida de Brahma. Por ello eres capaz de exponer tan profundo
samadhi. ¿Estás asentado ahora en la Perfección de la Sabiduría?” Mañjushri
dijo: “Si pudiera decir que yo estoy establecido en la Perfección de la
Sabiduría, esto sería una percepción basada en la visión de que uno tiene un
“yo”. Establecerse en la visión de que uno tiene un “yo”, significa que la
Perfección de la Sabiduría tiene un lugar. El que yo no esté establecido en la
Perfección de la Sabiduría, es también una percepción basada en la visión de
que uno tiene un yo, y que por tanto hay un lugar. Libre de estos dos lugares
(sujeto y objeto) yo me establezco en la no permanencia, al igual que los Budas
permanecen en el inconcebible estado de paz y silencio. Tal estado inconcebible,
es llamado morar en la Perfección de la Sabiduría. Morando en la Perfección de
la Sabiduría, todos los fenómenos carecen de apariencia y acción. La Perfección
de la Sabiduría es inconcebible. El estado inconcebible es el Reino del Dharma,
el cual carece de apariencia. No teniendo apariencia, es el estado
inconcebible; el estado inconcebible, es la Perfección de la Sabiduría. La
Perfección de la Sabiduría y el Reino del Dharma son lo mismo, sin no algo
distinto. No teniendo ni diferenciación ni apariencia, es el Reino del Dharma;
el Reino del Dharma es el reino de la Perfección de la Sabiduría. El reino de
la Perfección de la Sabiduría, es el estado inconcebible; el estado
inconcebible, es el reino en el que no hay nacimiento ni muerte. El reino de un
Tathagata, y el reino del yo, son la apariencia de la no dualidad. Aquellos que
cultivan la Perfección de la Sabiduría de esta forma, no buscan la Iluminación.
¿Por qué? Porque la Iluminación, la cual está libre de apariencias, es la
Perfección de la Sabiduría. Honrado por Todo el Mundo, conocer las apariencias
del yo, significa no ser esclavo de él. No conociendo, y no estando
esclavizados por nada, así es el conocimiento de los Budas. El estado
inconcebible del no estar conociendo y del no estar esclavizados por nada, es
lo que los Budas conocen. ¿Por qué? Porque ellos saben que la verdadera
naturaleza de todo carece de apariencia. Entonces, ¿qué conduce al Reino del
Dharma? Lo que en su verdadera naturaleza no tiene ni una existencia inherente
propia, ni apego, es llamado “vacio”; y está libre de lugar, dependencia y
fijación. El estar libre de lugar, dependencia y fijación, significa que no
tiene ni nacimiento, ni muerte; el no tener nacimiento ni muerte, es la virtud
de todos los fenómenos producidos y no producidos. Con este conocimiento, uno
no tiene percepción. Sin percepción, ¿cómo puede conocerse la virtud de
cualquier fenómeno producido o no producido? El no conocer24 es el estado
inconcebible. El estado inconcebible es lo que los Budas conocen como ni
aferramiento, ni “no aferramiento”; no viendo ni la apariencia del pasado,
presente o futuro; ni la apariencia del ir o del venir; ni el aferramiento ni
al nacimiento ni a la muerte; ni la cesación ni la perpetuación; ni el surgir
ni el actuar. Este conocimiento es llamado la verdadera sabiduría del
conocimiento, la inconcebible sabiduría del conocimiento. 24 Puesto que no se
perciben sujeto y objeto. Lo mismo que el cielo abierto, en el que no hay ni
apariencias ni características, no hace comparaciones, en la inigualada
igualdad no existe esto contra a aquello, ni lo bueno contra a lo malo. El Buda
le dijo a Mañjushri: “Este conocimiento es llamado la sabiduría del
conocimiento que nunca se desvanece” Mañjushri dijo: “La sabiduría del
conocimiento de no actuar, también es llamada la sabiduría del conocimiento que
nunca se desvanece; pero es como el oro, el cual ha de ser procesado para saber
si es bueno o malo. Si el oro no está refinado, no hay forma de conocer su
calidad. Lo mismo es verdad con respecto a la apariencia de la sabiduría del
conocimiento que nunca se desvanece. Uno necesita tener la experiencia del no
pensar, del no estar esclavizado, del no surgir, y del no actuar. Cuando la
mente de uno está completamente quieta, sin que nada surja ni desaparezca,
entonces será revelado”. Entonces el Buda le dijo a Mañjushri: Cuando los
Tathagatas hablan de su propia sabiduría, ¿quiénes pueden creerlo?” Mañjushri
dijo: “Tal sabiduría ni es el fenómeno del nirvana, ni es el fenómeno del
samsara. Es el camino del silencio, y el camino de quietud; ni aniquilando el
apego, odio e ignorancia, ni no aniquilándolos. ¿Por qué? Porque la sabiduría
es ilimitada e indestructible, y ni está apartada del samsara, ni unida a él.
Se consigue a través de ni de entrenarse, ni de no entrenarse para alcanzar la
Iluminación. Esta comprensión es llamada la creencia correcta” El Buda alabó a
Mañjushri: “¡Muy bien, muy bien! Lo que dices es una profunda comprensión de su
significado” Entonces Mahakashyapa le preguntó al Buda: “Honrado por Todo el
Mundo, si semejante profunda verdad respecto al Dharma es pronunciada en el
futuro, ¿quién será capaz de creerla, entenderla, aceptarla, y practicar de
acuerdo a ella?” El Buda le contestó a Mahakashyapa: “Si los monjes, monjas,
laicos y laicas que han escuchado este Sutra en esta asamblea vuelven a
escuchar este Dharma en los tiempos venideros, ellos lo creerán y entenderán
definitivamente. Serán capaces de leer y recitar este Sutra de la profunda
Perfección de la Sabiduría, de aceptarlo y sostenerlo, y exponérselo a otros.
Haciendo una analogía, es como una persona mayor que ha perdido sus preciosas
joyas, y que se siente triste y apenado. Si él posteriormente las encuentra, se
sentirá muy dichoso. Por tanto, Kashyapa, lo mismo ocurrirá con los monjes,
monjas, laicos y laicas de esta asamblea. Tienen la mente de la fe y el
deleite. Si ellos no escuchan el Dharma, se sentirán apenados. Si llegan a
escucharlo, con gran alegría, lo creerán y lo entenderán, lo aceptarán y lo
sostendrán, y siempre encontrarán deleite en leerlo y recitarlo. Sabe que esta
gente, en efecto, ven a los Budas, y que ellos, en efecto, sirven y hacen
ofrendas a los Budas. Haciendo una analogía, cuando los dioses del Cielo de los
Treinta y Tres (Trayastrimsa) ven brotar las yemas del árbol celestial
parijata, se regocijan. Saben que las yemas de este árbol se abrirán rápido en
su floración. Idénticamente, si entre los monjes, monjas, laicos y laicas,
están aquellos que pueden creer y entender la Perfección de la Sabiduría que
ellos ya oyeron, ellos también harán florecer pronto todo el Dharma del Buda.
Si en el futuro, entre los monjes, monjas, laicos y laicas, están aquellos que,
tras haber oído esta Perfección de la Sabiduría, pueden creerlo y aceptarlo, y
leerlo y recitarlo, sin arrepentimiento o escandalizarse; sabe que ellos ya han
oído y aceptado este Sutra en esta asamblea. También serán capaces de
pronunciarlo y darlo a conocer ampliamente al público, en pueblos y ciudades.
Sabe que ellos serán protegidos y recordados por los Budas. Si entre los buenos
hombres y las buenas mujeres, están aquellos que pueden creer y deleitarse en
esta Profunda Perfección de la Sabiduría, sin albergar dudas, ellos tienen que
haberse entrenado durante mucho tiempo, y haber aprendido bajo anteriores
Budas, y haber plantado sus raíces de virtud”. Haciendo una analogía, es como
un hombre que está enhebrando cuentas en un hilo con sus manos, y de repente
llega a sus manos una joya genuina e insuperable. Su corazón se llena con una
gran alegría. Sabe que esta persona tiene que haber visto antes una de esas
joyas. Por tanto, Kashyapa, cuando los buenos hombres, o las buenas mujeres,
que están aprendiendo otras doctrinas, de repente se encuentran con la Profunda
Perfección de la Sabiduría, se alegran de la misma forma, sabiendo que tienen
que haberla oído antes. Supón que hay seres sintientes que, tras oír la
Profunda Perfección de la Sabiduría, pueden creer y aceptarlo con gran alegría
en sus corazones. Ellos también tienen que haber servido a innumerables Budas,
de los cuales ellos tienen que haber escuchado la Perfección de la Sabiduría,
que ellos tienen que haber practicado y estudiado anteriormente. Usando una
analogía, es como una persona que ha pasado por un pueblo o ciudad y lo ha
visto. Más tarde, el oye a otros alabar lo hermosos que en esa ciudad son los
jardines, los estanques, las fuentes, las flores, los frutos y los árboles, al
igual que los hombres y mujeres que allí residen; y el se encuentra muy feliz
de oír estas cosas. El incluso les pregunta para que describan esta ciudad con
sus jardines, sus hermosas decoraciones, sus diversas flores, estanques y
fuentes, y la abundancia de dulces frutas, las diversas clases de maravillas, y
todas las cosas hermosas. Tras escuchar estas descripciones otra vez, esta
persona aún se sentirá más feliz. Aquellos que reaccionen del mismo modo que
esta persona, tienen que haberlo visto con anterioridad. Si entre los buenos
hombres y las buenas mujeres, están aquellos que tras oír la Perfección de la Sabiduría,
son capaces de escucharla y aceptarla con fe, de sentir alegría, de deleitarse
oyéndola sin cansarse, e incluso pedir que sea repetida, sabe que ellos ya han
escuchado esta Perfección de la Sabiduría de Mañjushri” Mahakashyapa le dijo al
Buda: “Honrado por Todo el Mundo, si en el futuro, entre los buenos hombres y
las buenas mujeres, están aquellos que habiendo oído esta Profunda Perfección
de la Sabiduría, la escuchan y la aceptan con fe y deleite, deberíamos de saber
por estos indicios que ellos también lo han oído de anteriores Budas, y que lo
han estudiado y cultivado”. Mañjushri le dijo al Buda: “Honrado por Todo el
Mundo, el Buda dice que los fenómenos no tienen apariencia ni actúan, y que
están inherentemente en el nirvana. Si los buenos hombres y las buenas mujeres,
pueden entender verdaderamente este significado, y proclamarlo tal y como lo
han oído, ellos serán alabados por todos los Tathagatas. Sus afirmaciones
relacionadas con las apariencias de los fenómenos, en efecto, es el pronunciamiento
de los Budas. Es llamado la brillante apariencia de la Perfección de la
Sabiduría; y también es llamado la brillante totalidad del Dharma del Buda, y
revela la verdadera realidad de un modo inconcebible”. El Buda le dijo a
Mañjushri: “Cuando yo estaba en el Camino del Bodhisattva, yo desarrollé mis
raíces de virtud. Aquellos que aspiren a estar en el Bhumi de Avinivartaniya
(Nivel del No Retorno) deberían de aprender la Perfección de la Sabiduría.
Aquellos que aspiren a realizar la Insuperable, Completa y Perfecta
Iluminación, deberían de aprender la Perfección de la Sabiduría. Si los buenos
hombres y las buenas mujeres aspiran a comprender todas las apariencias de los
fenómenos, y a conocer la igualdad en el reino mental de los seres sintientes,
deberían de estudiar la Perfección de la Sabiduría. Mañjushri, aquellos que
aspiran a aprender todo el Dharma del Buda sin obstrucciones, deberían de
estudiar la Perfección de la Sabiduría. Aquellos que aspiran a comprender desde
el logro de la Insuperable, Completa y Perfecta Iluminación de los Budas, su
sublime apariencia25, sus majestuosas cualidades, y las innumerables
actividades del Dharma, deberían de aprender la Perfección de la Sabiduría.
¿Por qué? Porque en el fenómeno de la vacuidad, uno no percibe Budas, ni
Iluminación, etc. Si entre los buenos hombres y las buenas mujeres están
aquellos que aspiran a conocer dichas apariencias sin dudas, deberían de
aprender la Perfección de la Sabiduría. ¿Por qué? Porque tras cultivar la
Perfección de la Sabiduría, uno no ve los fenómenos tales como el nacer o
morir, puro o impuro. Por lo tanto, los buenos hombres y las buenas mujeres
deberían de aprender la Perfección de la Sabiduría de esta forma. Aquellos que
aspiren a conocer que todos los fenómenos no tienen apariencias tales como
pasado, presente o futuro, deberían de aprender la Perfección de la Sabiduría.
¿Por qué? Porque en su verdadera naturaleza, y en su apariencia, el Reino del
Dharma no tiene ni pasado, ni presente, ni futuro. Aquellos que aspiren a conocer,
sin obstáculos en sus mentes, que todos los fenómenos constituyen el Reino del
Dharma, debería de aprender la Perfección de la Sabiduría. Aquellos que aspiren
a oír los Tres Giros de la Rueda del Dharma, en sus doce apariencias26, y
conocerlos a través de la autorrealización, sin aferrarse a ellos o ser cautivo
de ellos, deberían de aprender la Perfección de la Sabiduría. Aquellos que
aspiren generar una mente de amor desinteresado para ser el refugio de todos
los seres sintientes, donde quiera que se encuentren, y sin un límite, sin que
tengan el pensamiento de la apariencia de los seres, deberían de aprender la
Perfección de la Sabiduría. Aquellos que aspiren a conocer los Diez Poderes de
un Buda, tales como el conocer lo correcto o incorrecto de cualquier situación,
conocer sus Cuatro Ausencias de Miedo, morar en su sabiduría, y adquirir su
elocuencia sin impedimentos, deberían de aprender la Perfección de la
Sabiduría. Mañjushri le dijo al Buda: “Honrado por Todo el Mundo, yo observé
correctamente los fenómenos, y encontré que son no producidos, sin apariencia,
sin logro, sin beneficio, sin nacimiento, sin muerte, sin venir, sin ir, sin
conocedor, sin perceptor, y sin actor. No 25 Las marcas mayores y menores. 26
Los doce modos de la enseñanza del Buda. vi ni la Perfección de la Sabiduría,
ni realización, ni no realización. Yo no hago distinciones, ni ninguna
afirmación absurda. Todos los fenómenos son ilimitados, sin un final. No hay un
fenómeno de los seres ordinarios, ni un fenómeno de los Oyentes, ni un fenómeno
de los Pratyekabuddhas, ni un fenómeno de los Budas. No hay ni logro, ni no
logro; ni samsara que abandonar, ni nirvana que realizar; ni lo concebible, ni
lo inconcebible; ni acción, ni no acción. ¡Solo son apariencias de fenómeno!
Entonces, ¿Cómo aprender la Perfección de la Sabiduría? El Buda le dijo a
Mañjushri: “Conocer todas las apariencias de los fenómenos, es llamado aprender
la Perfección de la Sabiduría. Si los Bodhisattvas, los Grandes Seres, aspiran
a aprender el Samadhi que Conduce a la Iluminación, porque aprendiéndolo pueden
iluminar todo el profundo Dharma del Buda, conocer los nombres de todos los
Budas, y comprender sus mundos, sin obstrucciones, ellos deberían de aprender
la Perfección de la Sabiduría tal y como la explicó Mañjushri” Mañjushri
preguntó: “¿Por qué es llamada la Perfección de la Sabiduría? El Buda
respondió: “La Perfección de la Sabiduría no tiene impedimentos, es ilimitada,
sin nombre, y sin apariencia ni concepción. Al igual que el Reino del Dharma,
el cual no tiene divisiones o límites, no tiene refugio ni carece de una isla
segura, no tiene mérito ni demérito, ni luz ni oscuridad. Es llamada Perfección
de la Sabiduría, y también es llamada el Campo de Acción de los Bodhisattvas,
los Grandes Seres. Siendo ni el Campo de la Acción, ni el Campo de la no
Acción, en el Vehículo Único27 es llamado Campo de la no Acción. ¿Por qué?
Porque es el campo de la no percepción, y de la no acción” Mañjushri le
preguntó al Buda: “Honrado por Todo el Mundo, ¿Qué acciones puede uno realizar
para lograr rápidamente la Insuperable, Completa y Perfecta Iluminación?” El
Buda respondió: “Mañjushri, aquellos que cultivan la Perfección de la Sabiduría
tal y como fue explicada, alcanzarán rápidamente la Insuperable, Completa y
Perfecta Iluminación. Además está el Samadhi de la Acción Única. Si los buenos
hombres y las buenas mujeres se entrenan en este samadhi, también lograrán
rápidamente la Insuperable, Completa y Perfecta Iluminación”. Mañjushri
preguntó: “Honrado por Todo el Mundo, ¿Qué es el Samadhi de la Acción Única?”
El Buda respondió: “El Reino del Dharma tiene una sola apariencia. Enfocar la
mente en el Elemento del Dharma28 es llamado el Samadhi de la Acción Única. Si
entre los buenos hombres y las buenas mujeres, están aquellos que aspiraron a
entrar en el Samadhi de la Acción Única, deberían de sentarse adecuadamente en
un espacio abierto, mirando en dirección a un Buda, abandonando los
pensamientos distractores y las apariencias, enfocando sus mentes en ese Buda,
y repitiendo su nombre. Si pueden continuar, pensamiento tras pensamiento,
pensando en un Buda, serán capaces de ver en sus 27 Mahayana. 28 Dharmadhatu.
mentes a los Budas del pasado, presente y futuro. ¿Por qué? Porque el mérito
adquirido al pensar en un Buda es inmensurable e ilimitado; no es diferente del
mérito logrado al pensar en innumerables Budas, pues el inconcebible Dharma de
los Budas es idéntico y no diferenciado. Todos ellos lograrán realizar la
verdadera naturaleza, la Talidad, y alcanzarán la Perfecta Iluminación,
adquiriendo inmensurable mérito y elocuencia. Aquellos que entran en el Samadhi
de la Acción Única de esta forma, conocerán que no hay apariencias
diferenciadas en el Cuerpo del Dharma29 de los Budas, los cuales son tan
numerosos como las arenas del Ganges. Aunque de entre todos los Oyentes, Ananda
es el más aventajado en la Doctrina30 del Buda que él ha oído, en su prodigiosa
memoria que retiene todo, y en su elocuencia y sabiduría, sin embargo su logro
tiene una medida y un límite. Si uno ha logrado el Samadhi de la Acción Única,
será capaz de diferenciar una por una las Puertas del Dharma en los Sutras, y
de conocerlas a todas ellas sin obstrucciones. Uno será capaz de exponerlas día
y noche, incesantemente, con sabiduría y elocuencia. Por comparación, la
elocuencia de Ananda y su escucha del Dharma no es ni tan siquiera una cien
milésima parte de ella. Los Bodhisattvas, los Grandes Seres, deberían de tener
este pensamiento: “¿Cómo podría yo lograr este Samadhi de la Acción Única, que
traerá tan inconcebible mérito y tan innumerable buenos nombres?”. Los
Bodhisattvas, los Grandes Seres, deberán de pensar siempre en el Samadhi de la
Acción Única, y asiduamente hacer enérgicos esfuerzos, no siendo nunca
negligentes o indolentes. A través de un entrenamiento y aprendizaje gradual
paso a paso, entrarán en el Samadhi de la Acción Única, como es evidente debido
a su inconcebible mérito. Sin embargo, aquellos que corrompen el verdadero
Dharma, o que no creen que los obstáculos estén causados por el mal karma, no
serán capaces de entrar en él. Además, Mañjushri, haciendo una analogía, una
persona ha adquirido una piedra preciosa, y se la enseña al joyero. El joyero
le dice que es una joya genuina, de un valor incalculable. Entonces él le pide
al joyero:”Púlela para mí. Que no pierda su brillo y color”. Después de que la
joya se hubo pulido, esta preciosa cuenta llega a ser más brillante y
transparente. Mañjushri, si los buenos hombres o las buenas mujeres se entrenan
en el Samadhi de la Acción Única para alcanzar mérito inconcebible,
innumerables buenos nombres o buenas mujeres, en el curso de su entrenamiento
conocerán las apariencias de los fenómenos con una comprensión clara, sin
obstrucciones. Sus méritos crecerán de la misma forma. Mañjushri, usando el Sol
como ejemplo, su luz es penetrante y no disminuye. Similarmente, si uno logra
el Samadhi de la Acción Única, uno adquirirá todos los méritos sin ninguna
deficiencia, como la luz del Sol iluminando el Dharma del Buda. Mañjushri, el
Dharma que yo he proclamado tiene un solo aroma diferente de todos los aromas,
que es el aroma de la liberación, el aroma del silencio y de la quietud. Si los
buenos hombres y las buenas mujeres han alcanzado este Samadhi de la Acción
Única, lo que ellos expongan también tendrá un aroma diferente de todos los
aromas, que es el aroma de la liberación, el aroma del silencio y la quietud,
completamente de acuerdo con el verdadero Dharma, sin error o equivocación.
Mañjushri, los Bodhisattvas, los Grandes Seres, que han logrado este Samadhi de
la Acción Única, 29 Dharmakaya. 30 Dharma. todos ellos completan los Treinta y
Siete Factores de la Iluminación, y rápidamente realizan la Incomparable,
Completa y Perfecta Iluminación. Además Manjushri, los Bodhisattvas, los
Grandes Seres, que ven que en el Reino del Dharma no hay apariencias
diferenciadas, ni la apariencia única, obtendrán rápidamente la Insuperable,
Completa y Perfecta Iluminación. Aquellos que pueden soportar, sin
escandalizarse, sin temer o dudar, su creencia de que todos los fenómenos son
el Dharma del Buda, lograrán rápidamente la Insuperable, Completa y Perfecta
Iluminación”. Mañjushri le preguntó al Buda: “Honrado por Todo el Mundo, ¿puede
lograrse la Insuperable, Completa y Perfecta Iluminación a través de esas
causas?” El Buda respondió:”La Insuperable, Completa y Perfecta Iluminación es
obtenida, pero ni a través de causas, ni de no causas. ¿Por qué? Porque el
estado inconcebible es realizado, pero ni a través de causas, ni de no causas.
Si los buenos hombres y las buenas mujeres que han oído estas palabras, no se
vuelven negligentes o indolentes, sabe que ellos ya han plantado sus raíces de
virtud bajo los Budas del pasado. Además, si los monjes y monjas que han
escuchado esta Profunda Perfección de la Sabiduría, no están ni escandalizados
ni aterrorizados, ellos habrán renunciado verdaderamente a la vida en familia
para seguir al Buda. Si los laicos y laicas que han escuchado esta Profunda
Perfección de la Sabiduría, no están escandalizados un aterrorizados, ellos habrán
tomado verdaderamente refugio en el Buda. Mañjushri, los buenos hombres y las
buenas mujeres que no estudian la Perfección de la Sabiduría, no se están
entrenando en el Vehículo del Buda. Tomando a la gran tierra como un ejemplo,
todas las plantas medicinales tienen que crecer a partir de la tierra.
Mañjushri, idénticamente, las raíces de virtud de los Bodhisattvas, los Grandes
Seres, tienen que depender de la Perfección de la Sabiduría para desarrollarse,
de forma que su logro de la Insuperable, Completa y Perfecta Iluminación no
tenga obstrucciones” Mañjushri preguntó al Buda: “Honrado por Todo el Mundo,
¿En qué ciudades y pueblos de Jambudvipa deberíamos de pronunciar esta Profunda
Perfección de la Sabiduría?” El Buda dijo a Mañjushri: “Supón que aquellos que
han escuchado la Perfección de la Sabiduría en esta asamblea, toman el voto de
que en sus vidas futuras siempre atenderán a la Perfección de la Sabiduría para
fortalecer su fe y su comprensión, y de que sean capaces de escuchar este Sutra
de nuevo. Sabe que esa gente no llegó con pocas raíces de virtud, porque son
capaces de aceptar y apreciar lo que oyen. Mañjushri, si están aquellos que han
escuchado la Perfección de la Sabiduría de ti, ellos debieran de decir esto:
“En la Perfección de la Sabiduría, no hay un fenómeno de los Oyentes, ni un
fenómeno de los Pratyekabuddhas, ni un fenómeno de los Bodhisattvas, ni un
fenómeno de los Budas. Ni existe un fenómeno de los seres ordinarios, ni un
fenómeno del samsara”. Mañjushri la dijo al Buda: “Honrado por Todo el Mundo,
si los monjes, monjas, laicos y laicas me preguntan: “¿Cómo pronuncia el
Tathagata la Perfección de la Sabiduría?” Yo deberé de contestar:”Dado que los
fenómenos no tienen la apariencia de la discusión, ¿Cómo podría el Tathagata
pronunciar la Perfección de la Sabiduría? El no ve fenómenos sobre los que
disputar, ni ve que las mentes y las consciencias de los seres sintientes
puedan conocer los fenómenos”. Además, Honrado por Todos el Mundo, yo debería
de proclamar la realidad última. ¿Por qué? Porque todas las apariencias de los
fenómenos permanecen iguales en la realidad verdadera. El estado de Arhat, no
es un fenómeno particularmente espléndido. ¿Por qué? Porque el fenómeno de los
Arhats y el de los seres ordinarios no son ni lo mismo, ni diferentes. Además,
Honrado por Todo el Mundo, de acuerdo a esta explicación del Dharma, ningún ser
sintiente ha realizado ya el nirvana, lo está realizando, o lo realizará. ¿Por
qué? Porque los seres sintientes carecen de una apariencia inherentemente existente.
Si están aquellos que desean oír la Perfección de la Sabiduría, yo les diré que
quienes escuchan no piensan en, no oyen, o aprehenden nada, ni son esclavizados
por nada, de la misma forma que le ocurriría a una persona nacida de un conjuro
mágico, a la que nadie puede percibir. Esta afirmación es una enseñanza
verdadera del Dharma. Por tanto, los Oyentes no deberían de construir
apariencias duales de sujeto y objeto. Deberían de entrenarse en el Dharma del
Buda, sin abandonar otras visiones, y deberían de no aferrarse al Dharma del
Buda, ni abandonar el fenómeno de los seres ordinarios. ¿Por qué? Porque los
Budas y los seres ordinarios, en cuanto a que son dos fenómenos, tienen
apariencias vacías, más allá del apego o del abandono. Cuando alguien me pregunta,
yo doy estas respuestas, confortándolos y poniéndolos en el sendero correcto.
Los buenos hombres y las buenas mujeres deberían de hacerse estas preguntas y
establecerse en este camino, sin que sus mentes retrocedan o caigan en el
desconcierto. Ellos deberían de hablar de las apariencias de los fenómenos de
acuerdo a la Perfección de la Sabiduría”. Entonces el Honrado por Todo el Mundo
alabó a Mañjushri: “¡Muy bien, muy bien! Tal y como dijiste, si los buenos
hombres y las buenas mujeres desean ver a los Budas, ellos deberían de aprender
la Perfección de la Sabiduría. Si desean servir a los Budas, y hacerles
ofrendas a ellos de acuerdo al Dharma, deberían de aprender la Perfección de la
Sabiduría. Si desearan decir que para ellos el Tathagata es el Honrado por Todo
el Mundo, deberían de aprender la Perfección de la Sabiduría. Incluso si
desearan decir que el Tathagata para ellos no es el Honrado por Todo el Mundo,
deberían de aprender la Perfección de la Sabiduría. Si desean lograr la
Insuperable, Completa y Perfecta Iluminación, deberían de aprender la
Perfección de la Sabiduría. Incluso si no desearan alcanzar la Insuperable,
Completa y Perfecta Iluminación, deberían de aprender la Perfección de la
Sabiduría. Si desearan realizar todos los samadhis, deberían de aprender la
Perfección de la Sabiduría. Incluso si no desearan realizar todos los samadhis,
deberían de aprender la Perfección de la Sabiduría. ¿Por qué? Porque el Samadhi
de la No Acción no tiene apariencias distintas, y porque los fenómenos no
tienen nacimiento ni muerte. Si están aquellos que desean conocer que todos los
fenómenos son falsos nombres imputados, deberían de aprender la Perfección de
la Sabiduría. Si aquellos que desean conocer, sin que sus mentes retrocedan o
caigan en el desconcierto, que todos los seres sintientes que se entrenan en el
Camino de la Iluminación, no buscan las apariencias de la iluminación, deberían
de aprender la Perfección de la Sabiduría. ¿Por qué? Porque todos los fenómenos
son la apariencia de la iluminación. Si están aquellos que desean, sin que sus
mentes retrocedan o caigan en el desconcierto, conocer las apariencias de las
acciones y de las no acciones de los seres sintientes, y saber que no actuar es
Iluminación, que la Iluminación es el Elemento del Dharma, y que el Elemento
del Dharma es la Verdadera Realidad, deberían de aprender la Perfección de la
Sabiduría. Si están aquellos que desean conocer que todos los poderes
transcendentales de los Tathagatas, y sus proyecciones mágicas carecen de
apariencia, ni de obstrucciones, ni de lugares, deberían de aprender la
Perfección de la Sabiduría”. El Buda le dijo a Mañjushri: “Si los monjes,
monjas, laicos y laicas, no desean caer en los senderos de la mala vida,
deberían de aprender una stanza de cuatro versos de la Perfección de la
Sabiduría, deberían de aceptarlo y sostenerlo, leerlo y recitarlo, y
explicárselo a otros de acuerdo a la verdadera realidad. Sabe que esos buenos
hombres y esas buenas mujeres, alcanzarán definitivamente la Insuperable,
Completa y Perfecta Iluminación, y residirán en los Campos de los Budas. Si
están aquellos que, tras oír esta Perfección de la Sabiduría, no están
escandalizados ni aterrorizados, sino que desarrollan fe y entendimiento en sus
mentes, sabe que ellos están santificados por los Budas con un sello, el Sello
del Dharma del Mahayana, el cual solo poseen los Budas. Si los buenos hombres y
las buenas mujeres aprenden este Sello del Dharma, ellos transcenderán no solo
las malas transmigraciones, sino también los Senderos de los Oyentes y
Pratyekabuddhas” En ese momento, el rey de los dioses del Cielo de los Treinta
y Tres, como una ofrenda a la Perfección de la Sabiduría, al Tathagata, y a
Mañjushri, trajo unas maravillosas flores celestiales de utpala, kumuda,
pundarika, y mandarava, al igual incienso de sándalo celestial, incienso en
polvo, diversos tipos de joyas de oro, y música celestial. Después de presentar
estas ofrendas, les dijo: “Yo deseo en todo momento aprender la Perfección de
la Sabiduría, el Sello del Dharma” Entonces el rey de los dioses,
Sakra-Devanan-Indra hizo este voto: “Yo ruego para que todos los buenos hombres
y la buenas mujeres en Jambudvipa puedan oír siempre este Sutra, el definitivo
Dharma del Buda, y que crean en él y lo comprendan, que lo acepten y sostengan,
que lo lean y reciten, y que lo expongan a otros. Todos los dioses los
protegerán y apoyarán” En ese momento, el Buda le dijo a Sakra-Devanan-Indra:
“Kausika, sin duda, sin duda; estos buenos hombres y estas buenas mujeres
definitivamente lograrán la Iluminación de un Buda. Mañjushri le dijo al Buda:
“Honrado por Todo el Mundo, los buenos hombres y las buenas mujeres que acepten
y sostengan este Sutra de esta forma, conseguirán grandes beneficios e
inmensurable mérito” Entonces, en virtud del poder espiritual del Buda, toda la
gran tierra tembló de seis formas diferentes. El Buda sonrió, y emitió una gran
radiación iluminando todo en los Tres Mil Grandes Mundos de Mil Formas.
Mañjushri le dijo al Buda: “Honrado por Todo el Mundo, esta es la apariencia
del Tathagata sellando la Perfección de la Sabiduría” El Buda le dijo a
Mañjushri: “Mañjushri, indudablemente, indudablemente. Este signo auspicioso
siempre aparece después de que la Perfección de la Sabiduría sea proclamada. Es
para sellar la Perfección de la Sabiduría, y para permitir a la gente aceptarla
y sostenerla, no para alabarla ni criticarla. ¿Por qué? Porque la libre
apariencia del Sello del Dharma está más allá de la alabanza y de la crítica.
Ahora yo, con este Sello del Dharma, evito que los demonios puedan encontrar
alguna oportunidad para crear problemas” Después de que el Buda hubiera
terminado de pronunciar estas palabras, los Grandes Bodhisattvas y los cuatro
grupos de discípulos, habiendo escuchado la explicación de la Perfección de la
Sabiduría, se alegraron grandemente. Todos creyeron en ella, la aceptaron, y
reverenciándolas, siguieron las enseñanzas. FIN DEL SUTRA DE LA GRAN PERFECCIÓN
DE LA SABIDURÍA, PRONUNCIADO POR EL BODHISATTVA MAÑJUSHRI.
El ultimo gran teatro
el del maestro y del alumno en el que el maestro le enseña a superar la
dualidad del deseo.
¿Pero una vez superada la dualidad del deseo que es el
budista?
El vacío destructor tánatos puro detrás de la misericordia,
esta tanatos la muerte no violenta , la muerte dharmica.
El samurái Miyamoto Musashi lo sabe bien al superar el
manuscrtio de la tierra, no hagas nada
que se inútil , el manuscrito del agua, golpear
sin pensamiento ni forma, el manuscrito del fuego conociendo la desintegración
y la renovación , el manuscrito del aire pasando de lo esotérico a lo
exotérico, llegamos al vacío:
Al escribir sobre la ciencia de las artes marciales de la
escuela de los Dos Sables en el Manuscrito del Vacío, el significado de vacío
consiste en que existe el reino en el que nada existe, o no puede ser conocido,
o se ve como vacío. Por supuesto, el vacío no existe. Se conoce de la no
existencia cuando se sabe que la existencia es vacío. Cuando la gente no
entiende algo, considera erróneamente que eso es vacío. Éste no es el vacío
real; es una ilusión. Igualmente, en el contexto de esta ciencia de las artes
marciales, cuando se sigue la vía del guerrero, no conocer las leyes de éstos
no significa vacío; al estar confuso puede uno llamarle un estado de vacío
desesperado, pero esto no es vacío real. Los guerreros aprenden con precisión
la ciencia militar y continúan practicando diligentemente las técnicas de las
artes marciales. La forma en que los guerreros las practican no es oscura en lo
más mínimo. Sin ninguna confusión de espíritu, sin relajarse en ningún momento,
puliendo la mente y la atención, afilando el ojo que observa y el ojo que ve,
uno llega al vacío real como el estado en el que no hay oscuridad y las nubes
de la confusión han desaparecido. Mientras que no conocen la auténtica vía, ya
sea en el budismo o en los asuntos mundanos, todo el mundo piensa que su camino
es seguro y es algo bueno, pero desde el punto de vista de la vía correcta del
espíritu, comparada con las pautas sociales generales, la gente se aparta de la
verdadera vía por desviaciones personales de su mente y por desviaciones
individuales de su visión. Conociendo esta mentalidad, pronunciando
esencialmente palabras honradas, tomando el espíritu real como la vía,
practicando las artes marciales en el sentido más amplio, pensando correcta,
clara y comprensivamente, y tomando el vacío como vía, podéis ver la vía como
vacío. En el vacío hay bien, pero no hay mal. La sabiduría existe, la lógica
existe, la mente está vacía.
Así los poetas del haiku saben que ellos no destruyen sino
que lo hace el dharma mismo
Watanabe Hakusen
Anoche cubrí
mis hijos dormidos
y el ruido del mar.
Kobayashi Issa
Pareciera que el sapo
Va a expeler
una nube
Mil pequeños peces blancos
Como si hirviera
El color del agua
Mi cuenco de mendigar
Acepta hojas caídas
Siendo la máxima obra de arte la gran ola de kanaga
http://japonbarcelona.com/literatura/blog/?p=941
Pero y si la gran ola somos nosotros en nuestro ego si
tomamos el sable del samurái para nuestra venganza, si nos creemos los
portadores de la naturaleza, ¿No pervertiremos el budismo? Por supuesto el
budismo se convierte en ideología y nosotros en asesinos.
¿Es posible una violencia sin violencia?
Lo es, desaparece la dualidad y ya no hay violencia el deseo
se hace productivo dharmico y realmente nos abrimos a la realidad, toda idea
queda superada, en una experiencia pura y todo teatro aún el del maestro y el
discípulo cierra su telón.
1→←1→1
¿Pero como saberlo?
Sin sentir el anhelo del deseo y su teatro es imposible
saber el cese de la dualidad ¿Si ya estamos libres de todo anhelo de todo
sufrimiento? ¿Estamos iluminados? O ¿vivimos plenamente nuestra ideología
convertidos en psicópatas?
La clave siempre estará en la misericordia.
El cristianismo se basa en ella y el infierno no es otra
cosa que el retiro del eros, el retiro del amor.
y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el
crujir de dientes.
Y los echarán en el horno de fuego. Allí será el lloro y el crujir
de dientes.
y echarán a los malos en el horno de fuego. Entonces vendrán el
llanto y la desesperación.»
y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el crujir
de dientes.
y arrojarán aquéllos al fuego. Allí será el llorar y el crujir de
dientes.
y arrojarán a los malos en el horno ardiente, donde habrá llanto y
rechinar de dientes.
Luego los arrojarán al horno encendido, donde habrá llanto y
crujir de dientes».
y los arrojarán al horno encendido, donde habrá llanto y rechinar
de dientes.
A los malos los van a lanzar a las llamas del fuego y llorarán y
crujirán los dientes.
Y arrojarán a los malos al horno encendido donde llorarán y les
rechinarán los dientes.
Y arrojarán a los malos al horno encendido donde llorarán y les
rechinarán los dientes.
y los echarán en el horno de fuego. Allí habrá llanto y crujir de
dientes.
y a esta gente la echarán en el horno de fuego. Allí habrá llanto
y rechinar de dientes.»
y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir
de dientes.
y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el
crujir de dientes.
y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir
de dientes.
Y los echarán en el horno del fuego: allí será el lloro y el
crujir de dientes.
Y los echarán en el horno del fuego: allí será el lloro y el
crujir de dientes.
A las malas las echarán en el infierno, y allí tendrán tanto
horror que llorarán y les rechinarán los dientes.»
¿Pero este Cristo iracundo no es acaso un condenador que se
venga por no haber recibido su amor, por no haber aceptado su sacrificio y como
tal no es la ideología encarnada administrando el mal?
Lo es, cuando nosotros nos arrogamos este castigar y siempre
lo hacemos los cristianos nos cruzamos y
echamos al infierno a nuestros seres queridos por no habernos correspondido.
En 1 Corintios Pablo escribe para tratar cuestiones
increíbles de inmadurez entre la gente, y en un momento dado dice a la iglesia
que ejerza la disciplina eclesiástica contra un miembro en particular: "el
tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el
espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús" (1
Corintios 5:5; cf. 1
Timoteo 1:20). Este era el caso de un hombre que vivía con
la mujer de su padre (1
Corintios 5:1). En vez de lamentar un pecado tan grande, los
corintios se habían vuelto arrogantes y no expulsaron a la persona de su
iglesia como deberían haber hecho (1
Corintios 5:2).
Pablo sabía que este tipo de comportamiento
inmoral no debía quedar sin castigo. Aunque Pablo no estaba físicamente en
Corinto, podía emitir un juicio sobre esta situación (1
Corintios 5:3). El hecho de que pudiera juzgar desde la
distancia ponía de relieve la incapacidad de los corintios para juzgar a los
que estaban entre ellos. El juicio que Pablo anuncia tiene autoridad. Apela al
nombre y al poder de Jesús y a la unidad que tiene con los corintios en
espíritu (1
Corintios 5:4). Pablo pronuncia que este hombre sea entregado
a Satanás (1
Corintios 5:5a).
A primera vista, este juicio de ser entregado a
Satanás parecería ser tan severo como para hacer que el transgresor pierda su
salvación. Sin embargo, Pablo deja claro que este no es el caso. El propósito
de Pablo al entregar a este a Satanás es para que la carne del ofensor sea
destruida, pero aun así su espíritu se salve en el día del Señor (1
Corintios 5:5b). Anteriormente en la carta, Pablo expresó su
confianza en que los corintios serían confirmados como irreprensibles en el día
del Señor (1
Corintios 1:8). El día del Señor incluye los juicios finales
y parecería incluir el juicio del tribunal que Pablo también menciona en 1
Corintios 3:12-15. Ese juicio no deshace ni cambia el juicio
final. Ese juicio no deshace ni cambia la posición de uno en Cristo. En 1
Corintios 5, Pablo entrega el ofensor a Satanás; mientras
esta persona tendrá consecuencias severas en su carne, la posición espiritual
del hombre en Cristo no se ve amenazada.
¿Pero que es entregar a Satanas?
En la práctica es una excomunión:
La excomunión es
la expulsión, permanente o temporal, de una persona de una confesión religiosa.1
Durante el período de la excomunión, el afectado sigue formando parte de la
comunidad, pero debe cumplir sentencia; de ahí el nombre de la misma, del latín ex
communicatio[ne]. En los casos más severos, pierde la facultad de concurrir
al culto normalmente, y de tomar parte en las ceremonias religiosas. Las
diversas iglesias cristianas cuentan con normas para la excomunión o el trato
con los excomulgados.2
Pena de excomunión para robo de libros, en la biblioteca de
la Universidad de Salamanca.
Es
practicado por todas las denominaciones cristianas, pero también
se usa de manera más general para referirse a tipos similares de prácticas
religiosas institucionales de exclusión y rechazo entre otros grupos religiosos.
Por ejemplo, muchas denominaciones protestantes, utilizan el término
"expulsión" para referirse a su forma de excomunión.
La
palabra excomunión significa poner a un individuo o grupo
específico fuera de la comunión. En algunas denominaciones, la excomunión
incluye la condena espiritual del miembro o grupo. La excomunión puede implicar
el destierro,
el rechazo y la vergüenza, según el grupo, la ofensa que causó la excomunión o
las reglas o normas de la comunidad religiosa. El acto grave a menudo se revoca
en respuesta a un arrepentimiento manifiesto.
Con la autoridad espiritual es quedar fuera del amor de Dios,
no para siempre, sino para sentir el infierno en la tierra y así volver al amor
divino pero hecho ideológico social y
político como todo en el hombre significaba un anatema al punto que nadie podía dirigirse al
excomulgado.
A principios de la Edad Media, antes del
siglo XI, los aristócratas poderosos no tenían por qué preocuparse por la
excomunión, porque, en general, eran más poderosos que la Iglesia. Carlomagno,
por ejemplo, era un polígamo declarado, pero ningún obispo se habría atrevido a
excomulgarlo simplemente porque los obispos lo necesitaban a él más de lo que Carlomagno
necesitaba a los obispos. Por cierto, eso también se aplica al Papa. E incluso
si un obispo excomulgara a un rey, este probablemente se reiría y seguiría con
sus asuntos, o, mejor aún, simplemente depondría al obispo y lo reemplazaría
por alguien más dispuesto a seguir las órdenes.
La excomunión no se convirtió en una
herramienta realmente poderosa hasta las reformas gregorianas del siglo XI. Esa
es la primera vez que vemos que la Iglesia medieval se volvió lo
suficientemente poderosa como para amenazar a poderosos gobernantes seculares.
Los dos ejemplos clásicos de esto son Enrique II en Inglaterra y Enrique IV en
Alemania. En Inglaterra, Enrique fue excomulgado por su participación en el
asesinato de Thomas Becket, el arzobispo de Canterbury. Se vio obligado a hacer
las paces con el Papa y, como penitencia, construyó una serie de monasterios y
prometió ir a la cruzada.
En Alemania, Enrique IV fue excomulgado
cuando desafió al Papa y nombró un nuevo arzobispo para Milán. Su excomunión
significó que la nobleza alemana ya no estaba obligada a permanecer leal a
Enrique, por lo que necesitaba la absolución para evitar una rebelión. Luego,
como es bien sabido, se vistió con harapos y pasó tres días en la puerta del
Papa en Canosta literalmente pidiendo perdón.
El caso es que, aunque el Papa había
humillado a dos de los hombres más poderosos de Europa occidental, se trataba
de una victoria de corta duración. La muestra de sumisión de Enrique IV puede
haber sido espectacular, pero también mostraba la debilidad de la posición del
Papa: ningún sacerdote puede negarse a conceder la absolución. No pasó mucho
tiempo hasta que los reyes se dieron cuenta de este hecho y simplemente
escribían una carta de disculpa al Papa si eran excomulgados. Como resultado,
la excomunión se convirtió gradualmente en un inconveniente menor.
Incluso en el apogeo del poder papal,
Felipe II de Francia fue básicamente capaz de ignorar su excomunión.
La otra cosa que hay que tener en cuenta
es que a finales del siglo XIII los reyes eran más poderosos que la Iglesia. El
ejemplo clásico es el del papa Bonifacio VIII, que emitió una bula en la que
básicamente afirmaba que era el legítimo gobernante del mundo y acabó en guerra
con el rey de Francia, Felipe IV. La guerra acabó con Bonifacio siendo
brutalmente golpeado por los matones de Felipe y probablemente murió por
complicaciones. No sólo eso, sino que durante los siguientes 68 años, los papas
fueron en gran medida marionetas leales a Francia. Se puede apostar a que el
resto de Europa estaba prestando atención a esa situación.
Esa
lucha también envió un mensaje claro a la Iglesia. Si bien hubo casos en los
que obispos individuales podían ser bastante poderosos y los papas generalmente
provenían de familias de comerciantes italianos extremadamente ricas y
poderosas, eran lo suficientemente astutos políticamente como para no buscar
peleas que no podían ganar. Un papa poderoso como Alejandro VI o Julio II
podría ser capaz de excomulgar a un duque italiano y convertir eso en una
herramienta política, pero la mayoría de las veces los reyes de finales de la
Edad Media eran lo suficientemente poderosos como para simplemente ignorar la
excomunión, o declarar la guerra a un papa que llevara las cosas demasiado
lejos.
Pero y
los que nunca entraron en la comunión con Dios, como todos los paganos y los indio
americanos o los que nunca han querido
entrar como los judíos y los musulmanes o están en la comunión con satanás como
las brujas ahí si ellos sintieron, el infierno en la tierra.
Más el
verdadero infierno es algo interior, la conciencia de la segunda muerte la
angustia más profunda.
Lo
que me importa es entender el propio sentido y definición de mi ser, ver lo que
Dios quiere de mí, lo que debo hacer. Es preciso encontrar una verdad, y la
verdad es para mí hallar la idea por la que esté dispuesto a vivir y morir… ¿De
qué me serviría que la verdad estuviera frente a mí fría y desnuda, indiferente
a si la reconocía o no, provocando más bien un angustioso estremecimiento que
una entrega confiada? Con esto no pretendo ciertamente afirmar que yo no admita
ya un imperativo del conocimiento, o que a través del mismo haya que operar en
los hombres, pero en este caso ha de encarnarse en mí de una manera viva, y
esto es a lo que ahora atiendo como a la cosa principal […] Lo que me hacía
falta era llevar una vida completamente humana y no solamente una vida de puro
conocimiento, hasta llegar a cimentar mis reflexiones mentales sobre algo,
sobre algo no objetivo, desde luego, pues en ningún caso sería propiedad mía,
sino sobre algo tan hondo como las más profundas raíces de mi existencia, por
las que estoy, por así decirlo, inserto en lo divino […] Ese interior actuar
del hombre, ese lado de Dios es lo que importa, no una masa de conocimientos;
porque así vendrán después tales conocimientos, no como agregados casuales, no
como una serie aditiva de unidades meramente yuxtapuestas, sin un sistema, sin
un centro focal que reúna todos los radios. ¡Este eje de luz es lo que yo he
buscado![
https://web.seducoahuila.gob.mx/biblioweb/upload/La%20enfermedad%20mortal.pdf
En
primer término viene la desesperación de lo temporal o de algo temporal; luego
la desesperación de sí mismo en cuanto a la eternidad. Después llega el desafío
que, en el fondo, es desesperación gracias a la eternidad, y en la cual el
desesperado abusa desesperadamente de la eternidad inherente al yo para ser él
mismo. Pero precisamente porque se ayuda con la eternidad, es que esa
desesperación se aproxima tanto a la verdad suya a causa de que está tan
próximo a ella, el desesperado va infinitamente lejos. Esa desesperación, que
conduce a la fe, no existiría sin ayuda de la eternidad; gracias a ella, el yo
encuentra el coraje de perderse para volver a encontrarse; aquí, por el
contrario, se niega a comenzar por perderse, pero quiere ser él mismo. En esta
forma de desesperación, se tiene de más en más conciencia de su yo y, por lo
tanto, de más en más sobre lo que es la desesperación y de la naturaleza
desesperada del estado en que uno se encuentra; aquí la desesperación tiene
conciencia de ser un acto y no llega de afuera como un sufrimiento pasivo; bajo
la presión del ambiente, sino que surge directamente del yo. Y así, en relación
a la desesperación por ser débil, ese desafío es verdaderamente una
calificación nueva. La desesperación en la cual se quiere ser uno mismo exige
la conciencia de un yo infinito, que en el fondo no es más que la forma más
abstracta del yo, la más abstracta de sus posibles. Es ese el yo que el
desesperado quiere ser, desprendiéndolo de toda relación con un poder que lo ha
planteado, arrancándolo a la idea de la existencia de un poder semejante. Con
ayuda de esa forma infinita, el yo quiere desesperadamente disponer de sí mismo
o, creador de sí mismo, hacer de su yo el yo que él quiere devenir, elegir lo
que admitirá o no en su yo concreto. Pues éste no es una concreción cualquiera,
es la suya, y ella comporta, en efecto, nece- sidad, límites, es un determinado
preciso, particular, con sus cualidades, sus recursos, etc., surgido de hechos
concretos, etc. Pero con ayuda de la forma infinita que es el yo negativo,
primero el hombre se empecina en transformar ese todo para lograr así un yo a
su gusto, producido gracias a esa forma infinita del yo negativo... después de
lo cual quiere ser él mismo. Es decir, que desea empezar un poco antes que los
demás hombres, no por el principio, ni con él, sino al comienzo; y negándose a
endosar su yo, a ver su tarea en ese yo que le ha tocado en suerte, quiere
mediante la forma infinita que se encarniza en ser, construir él mismo su yo.
Si fuese necesaria una etiqueta general para esta desesperación, podrías
llamarla estoica, sin pensar únicamente en la secta. Y para mayor claridad aún,
podrías distinguir un yo activo y un yo pasivo, y se vería cómo el primero se
relaciona a sí mismo y cómo el segundo, en su sufrimiento pasivo, se refiere
también a sí mismo: la fórmula, por lo tanto, continúa siendo siempre la de la
desesperación en la cual se quiere ser uno mismo. Si el yo desesperado es un yo
activo, su relación consigo mismo no es en el fondo más que experimental, por
grande y asombroso que sea lo que emprenda y por tenaz que sea. No reconociendo
a ningún poder por encima de él, carece interiormente de seriedad, o no puede
fabricar por obra de magia más que una apariencia, cuando él mismo pone en sus
experiencias todos sus más ambiciosas preocupaciones. Esto no es más que una
seriedad fraudulenta: como el fuego robado por Prometeo a los dioses... aquí se
roba a Dios el pensamiento que nos observa, y en ello está la seriedad; pero el
desesperado no hace más que mirarse, pretendiendo conferir de este modo a sus
empresas un interés y un sentido infinitos, en tanto que no es más que un
hacedor de experiencias. Pues sin llevar su desesperación hasta erigirse expe-
rimentalmente en Dios, ningún yo derivado puede, mirándose, prestarse más de lo
que posee; en última instancia, allí no hay nunca más que el yo, incluso
multiplicándolo, el yo ni más ni menos. En este sentido, en su desesperado
esfuerzo por ser él mismo, el yo se hunde en su contrario, hasta terminar por
no ser más un yo. En toda la dialéctica que encuadra su acción no hay ningún
punto fijo; lo que es el yo, en ningún momento permanece constante, de una
eterna constancia. El poder que ejerce su forma negativa desliga tanto como
liga; cuando quiere, puede volver a partir del principio y cualquiera que sea
la consecuencia que ponga en perseguir un pensamiento, su acción siempre
continúa siendo una hipótesis. Lejos de lograr ser cada vez más él mismo, por
el contrario se revela de más en más un yo hipotético. En él el yo es amo, como
se dice, absolutamente el amo, y la desesperación es eso, pero al mismo tiempo
también lo que él considera su satisfacción, su gozo. Pero un segundo examen os
convence sin esfuerzo que ese príncipe absoluto es un monarca sin reino, quien,
en el fondo, no gobierna nada; su situación, su soberanía está sometida a esta
dialéctica: que en todo instante es legítimo el motín. Al fin de cuentas, en
efecto, todo depende de la arbitrariedad del yo. El hombre desesperado, pues,
no hace más que construir castillos en el aire y tomárselas siempre con molinos
de viento. ¡Hermoso brillo el de todas esas virtudes de hacedor de
experiencias! Encantan un momento como un poeta de Oriente; tanto dominio de
sí, esa firmeza de roca, toda esa ataraxia, etc., confinan con la fábula. Y es
fábula de verdad, sin nada detrás. En su desesperación, el yo quiere agotar el
placer de crear él mismo, de desarrollarse por sí mismo, de existir por sí
mismo, reclamando el honor del poema, de una trama tan magistral, en resumen,
por haberse sabido comprender tan bien. Pero lo que entiende por esto, en el
fondo, permanece siendo un enigma; en el instante mismo en que cree terminar el
edificio, todo puede desvanecerse, arbitrariamente, en la nada. Si el yo que
desespera es pasivo, la desesperación continúa siendo sin embargo aquella en la
cual se quiere ser uno mismo. Acaso un yo experimentador como el que se ha
descrito, queriendo orientarse de antemano en su yo concreto, choca con alguna
dificultad, con algo que los cristianos llamarían una cruz, un mal fundamental,
cualquiera que sea, por otra parte. El yo, que niega los datos concretos
inmediatos del yo, quizá comenzará por tratar de arrojar ese mal por la borda,
de simular que no existe, y no querrá saber nada de él. Pero fracasa, su
habilidad en las experiencias no llega hasta ello, ni incluso su destreza de
abstracto; como Prometeo, el yo negativo infinito se siente clavado a esa
servidumbre interna. Por lo tanto, tenemos aquí un yo pasivo. ¿Cómo se revela
entonces la desesperación en la cual se quiere ser uno mismo? Recordemos: en
esa forma de la desesperación, descrita anteriormente, que es la desesperación
de lo temporal o de algo temporal, se ha demostrado que en el fondo es y se
revela también desesperación en cuanto a la eternidad; es decir, que no se
desea ser consolado ni curado por la eternidad, que se da tanto precio a lo
temporal, que la eternidad no puede ser ningún consuelo. ¿Pero no es otra forma
de la desesperación negarse a esperar como posible que una miseria temporal,
una cruz de aquí abajo pueda sernos quitada? Es lo que niega ese desesperado
que, en su esperanza, quiere ser él mismo. Pero si está convencido que esa
espina en la carne (exista verdaderamente o su pasión lo persuada de su
existencia) penetra demasiado profundamente para que él pueda eliminarla por
abstracción, entonces desearía hacerla eternamente suya. Se transforma para él
en un motivo de escándalo o, más bien, le da la oportunidad de hacer de toda la
existencia un motivo de escándalo; entonces, por desafío, quiere ser él mismo,
no a pesar de ella, ser él mismo sin ella (lo que sería eliminarla por
abstracción, cosa que no puede, u orientarse hacia la resignación). ¡No!
Quiere, a despecho de ella, incluirla y sacar como insolencia de su tormento.
Pues suponer una posibilidad de socorro, sobre todo por medio de ese absurdo de
que a Dios todo le es posible, eso no. ¡No!, ¡no!, no lo quiere. Por nada en el
mundo buscaría en otro, deseando más -incluso con todos los tormentos del
infierno- ser él mismo que clamar socorro. ¿Y, verdaderamente, es tan cierto
decir que es lógico que el hombre que sufre, no pida nada mejor de que se lo
ayude, siempre que alguien lo pueda? ... Muy distinta es la realidad, aunque la
repugnancia por pedir socorro no siempre tenga un acento tan desesperado. He
aquí como es. Generalmente el hombre que sufre no pide na- da mejor que una
ayuda, pero de tal o cual forma. Si la ayuda es de la forma que él desea, la
aceptará de buen grado. Pero en un sentido de muy otra gravedad, cuando se
trata de un socorro superior, de un socorro de lo alto... de esa humillación de
tener que aceptar sin condiciones de no importa cómo, de ser como una nada en
la mano del Socorredor a quien todo es posible, o incluso si no se trata más
que de la obligación de plegarse ante y, en tanto que se solicita socorro, de
renunciar a ser uno mismo. ¡Ah!, ¡cuántos sufrimientos entonces, incluso
largos, tormentosos, que sin embargo el yo no halla tan intolerables y que, en
consecuencia, prefiere, con la reserva de seguir siendo él mismo! Pero cuando
más conciencia hay en ese yo pasivo que sufre y desesperadamente quiere ser él
mismo, más también la desesperación se condensa y se hace demoníaca, cuyo
origen es éste a menudo: un desesperado, que quiere ser él mismo, soporta de
mal grado cualquier estado penoso o inseparable de su yo concreto. Con toda su
pasión se arroja entonces sobre ese mismo tormento, que termina por convertirse
en una rabia demoníaca. Y si ahora fuera posible que Dios y todos los ángeles
del cielo le ofrecieran liberarlo, rechazaría la oferta. ¡Demasiado tarde!
Antaño habría dado alegremente todo para ser liberado, pero se le ha hecho
esperar y ahora es demasiado tarde y prefiere rabiar contra todo, ser la
injusta víctima de los hombres y de la vida, seguir siendo aquel que vela
precisamente para guardar con celo su tormento, para que no se lo quiten. Pues
si no, ¿cómo probar su derecho y convencerse de él uno mismo? Esta idea fija le
crece de tal modo en la cabeza, que al fin una razón muy distinta le hace temer
la eternidad, temer que ella no le quite aquello que él considera demoníacamente
su superioridad infinita sobre el resto de los hombres y su justificación para
ser quien es. Quiere ser él mismo; primero ha formado una abstracción infinita
de su yo, pero helo aquí convertido al fin en algo tan concreto que le sería
imposible ser eterno en ese sentido abstracto. Mientras que su desesperación se
obstina en ser él mismo. ¡Oh demencia demoníaca! Su rabia, ante todo, es pensar
que la eternidad podría privarlo de su miseria. Esta especie de desesperación
no corre por las calles; héroes de su índole no se encuentran, en el fondo, más
que entre los poetas, entre los más grandes, que confieren siempre a sus
creaciones esa idealidad demoníaca, en el sentido en que la entendían los
griegos. Empero esa desesperación se ve también en la vida. ¿Pero qué exterior
le corresponde entonces? A decir verdad no lo tiene, visto que un exterior
correspondiente, que convenga al hermetismo, es una contradicción en los
términos; su correspondencia sería una revelación. Pero el signo exterior aquí
es perfectamente igual, aquí donde el hermetismo, es decir una interioridad
cuyo secreto se ha embrollado, es ante todo la cosa a salvaguardar. Las formas
más inferiores de la desesperación, sin interioridad real ni nada, en todo
caso, deberían se describir limitándose a presentar o indicar con una palabra
los signos exteriores de los individuos. Pero cuanto más se espiritualiza la
desesperación, más se aísla la interioridad como un mundo incluido en el
hermetismo, más indiferentes se hacen los exteriores, bajo los cuales se oculta
la desesperación. Pero sucede que a medida que se espiritualiza, más procura
hacerse de un tacto demoníaco, ocultarse en el hermetismo y, por consiguiente,
revestirse de apariencias de cualquier índole, tan insignificantes y neutras
como sea posible. Como el duende del cuento que se eclipsa por una rendija
invisible, cuanto más espiritualizado, más trata de alojarse bajo una
apariencia donde, naturalmente, nadie pensaría en buscarlo. Esta misma
disimulación tiene alguna espiritualidad y es un medio, entre otros, de
asegurarse en suma un encierro detrás de la realidad, un mundo exclusivamente
para sí, un mundo donde el yo desesperado, sin tregua como Tántalo, procura ser
él.
Hemos
comenzado por la forma más inferior de la desesperación, aquella en la cual no
se quiere ser uno mismo. Pero aquella en que se quiere serlo, la más condensada
de todas, es la desesperación demoníaca. Y en ésta, incluso ni es por manía
estoica de sí mismo o auto idolatría que el yo quiere ser él mismo; no es como
aquí por una mentira ciertamente, sino en un cierto sentido para lograr su
perfección; no, quiere por odio a la existencia y según su miseria; y ese yo,
incluso no es por rebeldía o desafío que se empecinan en ello, sino para
comprometer a Dios; no quiere por rebeldía arrancarla al poder que la creó,
sino imponérsela, atarlo a ella por fuerza, doblarlo contra ella satánicamente
... y es comprensible, ¡una objeción verdaderamente malvada siempre se dobla
contra aquello que la suscita! Por su rebe- lión misma contra la existencia, el
desesperado se enorgullece de tener en la mano una prueba contra ella y contra
su bondad. Cree que él mismo es esa prueba y como quiere serla, quiere pues ser
él mismo, sí, ¡con su tormento!, para protestar toda la vida por medio de ese
tormento mismo. En tanto que la desesperacióndebilidad se oculta al consuelo
que tuviera para ella la eternidad, nuestro desesperado demoníaco nada quiere
saber tampoco de ella, pero por otra razón: ese consuelo le perdería,
arruinaría la objeción general de que está contra la existencia. Para dar la
cosa mediante la imagen, suponed una concha que escapara a su autor, una concha
dotada de conciencia -que quizás en el fondo ni sería una, sino, tomando las
cosas desde muy alto, un elemento integrante de un conjunto- y que entonces, en
rebeldía contra su autor, por odio, trate de que no la corrija y le lance en un
desafío absurdo: ¡No! No me borrarás, permaneceré como un testigo contra ti,
como un testigo de que no eres más que un ruin autor.
LA
DESESPERACIÓN ES EL PECADO Se peca cuando, ante Dios o con la idea de Dios,
desesperado, no se quiere ser uno mismo, o se quiere serlo. El pecado es así
debilidad o desafío, llevados a la suprema potencia; el pecado es pues
condensación de desesperación. El acento recae aquí sobre estar ante Dios, o
tener la idea de Dios; lo que hace del pecado lo que los juristas llaman
desesperación calificada; su naturaleza dialéctica, ética, religiosa, es la
idea de Dios. Aunque esta segunda parte no sea el lugar ni el momento, sobre
todo este Libro Cuar- to, de una descripción psicológica, digamos aquí sin
embargo que los confines más dialécticos de la desesperación y el pecado son lo
que podría llamarse una existencia de poeta con orientación religiosa,
existencia no sin puntos comunes con la desesperación de la resignación, pero
sin que en ella falte la idea de Dios. Ateniéndose a las categorías de la
estética, es esa la más alta imagen de una vida de poeta. Pero (no obstante
toda estética), esa vida es siempre pecado para el cristiano, el pecado de
soñar en lugar de ser, de no tener más que una relación estética de imaginación
con el bien y la verdad, en lugar de una relación real, en lugar del esfuerzo
por crear una por su vida misma. La diferencia entre esa vida de poeta y la
desesperación, es la presencia en ella de la idea de Dios, su conciencia de
estar ante Dios; pero intensamente dialéctica. Es como un desorden impenetrable
desde el momento en que se pregunta si ella tiene oscuramente conciencia de ser
pecado. Una profunda necesidad religiosa puede hallarse en ese poeta y la idea
de Dios entrar conscientemente en su desesperación. En su secreto suplicio.
Dios, a quien ama por encima de todo. Únicamente le consuela y sin embargo, ama
ese suplicio y no desearía renunciar a él. Estar ante Dios es su mayor deseo,
salvo en ese punto fijo en el cual sufre su yo; allí ese desesperado no quiere
ser él mismo; cuenta con la eternidad para quitárselo, pero aquí abajo, a pesar
de todo su sufrimiento, adoptarlo, humillarse bajo su peso, como hace el
creyente, él no puede resolverse a hacerlo. Empero su relación con Dios, su
única celeste alegría, no cesa; para él, el peor horror sería tener que
pasárselas sin ella, entonces valdría más desesperar, permitiéndose en el
fondo, inconscientemente quizá, soñar con Dios de un modo un poco distinto de
lo que es, un poco más como un padre enternecido que cede demasiado al único
deseo de su hijo. Como el poeta nacido de un amor desgraciado canta en
bienaventurado la felicidad del amor, el nues- tro igualmente se hace el
chantre del sentimiento religioso. Su religiosidad burlase de su desgracia;
presiente, adivina que la exigencia de Dios es que abandone ese tormento, que
se humille a su peso a imitación del creyente y que lo acepte como una parte de
su yo, pues al querer mantenerlo a distancia de sí mismo, lo retiene, aunque
piense (verdad al revés, como todo lo que dice un desesperado y por lo tanto
inteligible dándole vuelta) que así se separará de ese tormento lo mejor
posible. Abandonándolo tanto como puede hacerlo un hombre. Pero adoptarlo a
igual que el creyente... Es impotente para ello, es decir que, en suma, él se
niega o, más bien, su yo se pierde aquí en las tinieblas. Pero como las
descripciones de amor del poeta, la que él hace de la religión tiene un
encanto, un vuelo lírico que nunca alcanzan ni maridos, ni pastores. Pues lo
que dice tampoco tiene falsedad y, por el contrario, su pintura, su relato, son
precisamente lo mejor de él mismo. Ama a la religión como amante desventurado,
sin serlo en el sentido estricto del creyente; de la fe no tiene más que el
primer elemento, la desesperación; y en esta desesperación, una ardiente
nostalgia de la religión. Su conflicto, en el rondo, es éste: ¿es él el
llamado? ¿Es el signo de una misión extraordinaria la espina en su carne y, si
está destinado a ella, ha llegado a serlo ante Dios regularmente? ¿O traduce la
espina en la carne que él debe humillarse a su peso para reingresar entre el
común de los hombres? Pero bastante hemos hablado de esto; no tengo el derecho
de decir sin mentir: ¿a quién hablo? Estas investigaciones psicológicas a la
enésima potencia ¿a quién preocupan? Todas las fantasías populares de los
pastores dan menos dolor de cabeza para comprenderlas, aprehenden la semejanza
de las gentes para engañarse con ella, pues, como en su mayoría las gentes, es
decir en lo espiritual, es nada.
Capítulo
I LAS GRADUACIONES DE LA CONCIENCIA DEL YO (LA CALIFICACIÓN ANTE DIOS) La
primera parte de este libro ha marcado incesantemente una graduación de la
conciencia del yo: en primer término el hombre ignorante de su yo eterno (Libro
III, cap. II, a), luego el hombre consciente de un yo, en el cual hay sin
embargo eternidad (Libro III, cap. II, b) y en el interior de esas divisiones
(I, 1°, 2, 2°) también se han destacado graduaciones. Invirtamos ahora los
términos dialécticos de todo ese desenvolvimiento. He aquí de qué se trata.
Esta graduación de la conciencia, se ha visto hasta aquí desde el ángulo del yo
humano, del yo cuya medida es el hombre, como se ha tratado. Pero ese mismo yo
ante Dios, adquiere por este hecho, una cualidad o una calificación nueva. No
sólo es ya el yo humano, sino también lo que llamaría -con la esperanza de no
ser mal comprendido- el yo teológico, el yo ante Dios. ¡Y qué realidad infinita
no adquiere entonces por la conciencia de estar ante Dios, yo humano ahora a la
medida de Dios! Un vaquero que no fuera más que un yo ante sus vacas, no sería
sino un yo bastante inferior; de igual modo un soberano, yo ante sus esclavos, no
es más que un yo inferior y en el fondo ni es uno, pues en ambos casos falta la
escala. El niño, que aún no ha tenido más que a sus padres por medida, sería un
yo cuando a la edad de hombre, tuviera al Estado por medida; ¡pero qué acento
infinito no da Dios al yo transformándose en su medida! La medida del yo es
siempre lo que el yo tiene ante sí y esto es definir lo que es la medida. Como
nunca se suma más que magnitudes del mismo orden, todo es así cualitativamente
idéntico a su medida; medida que es al mismo tiempo su regla ética; por lo
tanto, medida y regla expresan la cualidad de las cosas. No sucede sin embargo
lo mismo en el mundo de la libertad: aquí si no se es de cualidad idéntica su
regla y medida, no obstante, uno mismo es responsable de esta descalificación,
de modo que la regla y la medida -cuando llega el juicio-, que han permanecido
siendo a pesar de todo invariables, manifiestan lo que no somos: nuestra regla
y nuestra medida. La antigua dogmática no se equivocaba -y ella ha recurrido a
eso más de una vez, en tanto que una escuela más reciente ha encontrado en ello
algo a cambiar, por no haberlo comprendido y no haber captado su sentido-, la
antigua dogmática no se equivocaba, digo, a pesar a veces de sus errores de
práctica, al creer que lo terrible del pecado consiste en estar ante Dios. Así
se probaba la eternidad de las penas del infierno. Más tarde, siendo más hábil,
se ha dicho: el pecado es el pecado; no es más grande por ser cometido contra o
ante Dios. ¡Singular argumento! Cuando incluso los mismos juristas hablan de
crímenes calificados, cuando se les ve diferenciar si el crimen es contra un
funcionario o un particular y hacer variar la pena si se trata de un parricidio
o de un asesinato común. No, la vieja dogmática no se equivocaba al decir que
estar contra Dios elevaba el pecado a una potencia infinita. El error consistía
en considerar a Dios como de cierto modo exterior a nosotros, en admitir que no
se peca, por así decirlo, siempre contra él. Pues Dios no nos es nada exterior,
como por ejemplo un agente de policía. Insistamos en esto: el yo tiene la idea
de Dios, pero esto no le evita no querer lo que Dios quiere, ni de
desobedecerlo. Tampoco se peca ante Dios sólo algunas veces, pues todo pecado
es cometido ante Dios o, más bien, lo que hace de una falta humana un pecado,
es la conciencia que tiene el culpable de estar ante Dios. La desesperación se
condensa en proporción a la conciencia del yo; pero el yo se condensa en
proporción a su medida y, cuando la medida es Dios, infinitamente. El yo
aumenta con la idea de Dios, y recíprocamente, la idea de Dios aumenta con el
yo. Sólo la conciencia de estar ante Dios hace de nuestro yo concreto,
individual, un yo infinito; y es este yo infinito, quien entonces peca ante
Dios. También el egoísta pagano, pese a todo lo que se pueda decir de él,
estaba lejos de ser tan calificado como el egoísta que se puede encontrar en un
cristiano; pues el yo del pagano no estaba ante Dios. El pagano y el hombre
natural no tienen otra medida que el yo humano. Por esto no se incurre en error
quizá, desde un punto de vista superior, cuando se dice que el paganismo yacía
en el pecado, pero que en el fondo su pecado no era más que la ignorancia
desesperada de Dios, la ignorancia de estar ante Dios; en el fondo, de estar
sin Dios en el mundo. Pero desde otro punto de vista se puede negar el pecado
(en sentido limitado) del pagano, puesto que no pecaba delante de Dios; y todo
pecado está ante Dios. Desde luego que también en un sentido -lo que debía
impecablemente, si así puedo decir, sacarlo a menudo de apuros en la vidaes la
ligereza misma de su pelagianismo la que lo salvaba; pero entonces su pecado
era otro y era esa ligereza misma. Por el contrario, y no menos seguramente,
una demasiado severa educación cristiana a menudo ha debido lanzar a alguien al
pecado, siendo toda la manera de ver del cristianismo mismo demasiado grave
para él, sobre todo en momentos anteriores de su vida; pero, en cambio, esta
idea más profunda del pecado ha podido ayudarle. Se peca cuando, ante Dios,
desesperado, no se quiere ser uno mismo o se quiere serlo. (¿Pero esta
definición, ventajosa quizá desde otros puntos de vista (entre otros y sobre
todo por su conformidad única con la Escritura, que siempre define, en efecto,
al pecado como desobediencia), no es acaso demasiado de naturaleza espiritual?
Ante todo, respondemos, una definición del pecado nunca puede ser demasiado
espiritual (a menos que no lo sea tanto que lo suprima); pues precisamente el
pecado es una categoría del espíritu. Y luego: ¿por qué demasiado espiritual?
¿Por qué no habla de asesinato, robo, fornicación, etc.?... ¿Pero acaso no
habla de todo ello? ¿No implica una obstinación contra Dios, una desobediencia
desafiando a sus mandamientos? Por el contrario, a propósito del pecado, no
hablar más que de estas especies de faltas es olvidar fácilmente que hasta un
cierto punto se puede en todo esto estar en regla con los hombres, sin que la
vida íntegra no sea menos pecado, pecado que conocemos bien: nuestros vicios
brillantes y nuestra obstinación, cuando estúpida ignora o quiere, la
desvergonzada, ignorar todo lo que nuestro yo debe íntimamente de obediencia a
Dios por todos sus deseos y pensamientos más secretos, por su finura de oído
para escuchar y su docilidad para seguir los menores signos de Dios en sus
propósitos para con nosotros. Los pecados de la carne son la obstinación de las
partes más bajas del yo; ¡pero cuántas veces el Demonio no expulsa a un demonio
específico, empeorando así nuestro estado! Pues tal es la marcha del mundo:
primero se peca por fragilidad o debilidad; luego -sí, luego es posible que se
aprenda a recurrir a Dios y mediante su ayuda que se llegue a la fe; pero no
hablemos de esto aquí- se desespera de la propia debilidad y se llega a ser un
fariseo a quien la desesperación eleva a una cierta justicia legal, o bien la
desesperación arroja en el pecado. Por lo tanto, nuestra fórmula engloba
perfectamente todas las formas imaginables del pecado y todas las formas
reales; ella destaca, pues, con toda precisión, su rasgo decisivo: de ser
desesperación (pues el pecado no es el desarreglo de la carne y de la sangre,
sino el consentimiento del espíritu a ese desarreglo) y estar ante Dios. No es
más que una formula algebraica; este pequeño escrito no sería un lugar
apropiado, por lo demás, para una tentativa, con posibilidad de éxito, de
ponerse a describir uno a uno los pecados. Aquí lo importante sólo es que la
definición recoge todas las formas en sus mallas. Como puede verse, cuando se
la verifica planteando su contraria, hace lo siguiente: la definición de la fe
por la cual me guío en todo este escrito, es como un vehículo seguro, más
creer, es sumergirse en Dios a través de la propia transparencia, siendo uno
mismo y queriendo serlo. Pero muy a menudo se ha olvidado que lo contrario del
pecado de ningún modo es la virtud. Esto resulta más bien un criterio pagano,
que se conforma con una medida puramente humana, ignorando lo que es el pecado
y que siempre se encuentra ante Dios. No, lo contrario del pecado es la fe;
como se dice en la Epístola a los romanos, XIV, 23: todo lo que no proviene de
la fe es pecado. Y es una de las definiciones esenciales del cristianismo que
lo contrario del pecado no es la virtud, sino la fe. APÉNDICE LA DEFINICIÓN DEL
PECADO IMPLICA LA POSIBILIDAD DEL ESCÁNDALO; OBSERVACIÓN GENERAL SOBRE EL
ESCÁNDALO Esta oposición del pecado y de la fe domina en el cristianismo y
transforma, cristianizándolos, todos los conceptos éticos, que así reciben un
relieve más profundo. Esta oposición se basa en el criterio soberano del
cristianismo: si está o no en presencia de Dios, criterio que implica otro, a
su vez decisivo del cristianismo: la absurdidad, la paradoja, la posibilidad
del escándalo. La presencia de su criterio es de extremada importancia cada vez
que se quiera definir al cristianismo, puesto que es el escándalo el que
protege al cristianismo contra toda especulación. ¿Dónde se encuentra aquí pues
la posibilidad del escándalo? Pero en este punto, primero, la realidad del
hombre debería ser o existir como Aislado en presencia de Dios; y en el segundo
punto, consecuencia del primero, su pecado debería ocupar a Dios. Ese diálo- go
entre el Aislado y Dios no entrará nunca en el cerebro de los filósofos; ellos
no hacen más que universalizar imaginariamente los individuos en la especie.
También es esto lo que ha hecho inventar para un cristianismo incrédulo, que el
pecado no es más que el recado, sin que estar o no en presencia de Dios agregue
o quite nada al asunto. En resumen, se quería eliminar el criterio: en
presencia de Dios, inventando para este fin una sabiduría superior que, en
suma, se reducía bastante curiosamente a lo que de ordinario es la sabiduría
superior, al viejo paganismo. ¿Cuántas veces no se ha repetido de que se escandalizaba
la gente del cristianismo a causa de sus sombrías tinieblas, de su austeridad,
etc.?... ¿No es ya tiempo de explicar que si los hombres se escandalizan ante
él, en el fondo se debe a que es demasiado elevado, o que su medida no es la
del hombre, de quien quiere hacer un ser extraordinario, a que el hombre ya no
puede comprenderlo? También esto aclarará una simple exposición psicológica de
lo que es el escándalo, que además demostrará toda la absurdidad de una defensa
del cristianismo en la cual se suprimiera el escándalo; que mostrará toda la
estupidez o la desvergüenza de haber ignorado los preceptos mismos del Cristo,
sus tan frecuentes y diligentes advertencias contra el escándalo, cuando nos
indica él mismo su posibilidad y necesidad; pues desde el momento en que la
posibilidad ya no es necesaria, desde el momento en que ella deja de ser una
parte eterna y esencial del cristianismo, el Cristo cae en el contrasentido
humano de pasear de ese modo inquietante sus vanas advertencias contra él, en lugar
de suprimirlo. Imaginemos a un pobre jornalero y al emperador más poderoso del
mundo y que éste potentado de pronto tenga el capricho de enviar a buscar al
primero, quien nunca pudo soñar en semejante hecho y cuyo corazón jamás se
hubiera atrevido a concebir que el emperador supiera de su existencia, quien
habría considerado como una felicidad sin nombre la posibilidad, aunque sólo
fuese en una oportunidad, de ver al emperador, cosa que hubiese contado a sus
hijos y nietos como el mayor acontecimiento de su vida. Supongamos pues, que el
emperador lo enviara a buscar y que le hiciese saber que deseaba tenerlo por
yerno. ¿Qué sucedería? Entonces el jornalero, como todos los hombres, sentiría
se un poco o muy embarazado, confundido, molesto y la cosa le parecería (y es
este el aspecto humano) humanamente muy extraña, insensata; no se atrevería a
decir una palabra a nadie, sintiéndose él mismo inclinado, en su fuero íntimo,
a esa explicación, de la cual ni uno solo de sus vecinos no trataría de
apoderarse: el emperador querría burlarse de él, toda la ciudad se reiría, los
diarios harían su caricatura y las comadres venderían una canción de sus
esponsales con la hija del príncipe. Pero, ¿acaso llegar a ser yerno del
emperador no era sin embargo una realidad inminente, visible? y el jornalero
entonces podría asegurarse mediante todos sus sentidos hasta dónde la cosa era
seria en el emperador; o si sólo pensaba burlarse del pobre diablo, hacer su
desgracia para el resto de sus días y ayudarlo a terminar en un manicomio; pues
hay aquí un quid nimis que muy fácilmente puede convertirse en su contrario. Un
pequeño síntoma de favor hubiera podido comprenderlo el jornalero y la ciudad
lo habría hallado plausible, y todo el respetable público bien educado y todas
las vendedoras de canciones, en resumen, las cinco veces 100.000 almas de ese
gran burgo, una ciudad muy grande sin duda por el número de sus habitantes,
pero casi una villa pequeña en cuanto a su capacidad de comprender y de
apreciar lo extraordinario. Pero eso, casarse con la hija del emperador, a
pesar de todo, era exagerado. Y supongamos ahora una realidad, interior y no
exterior, por lo tanto sin nada de material, para llevar al jornalero a una
cierta certidumbre, si es que no únicamente a la sola fe, y de la cual
dependiera todo. Tendría una valentía bastante humilde para atreverse a creer
en ello (un coraje sin humildad, en efecto, nunca ayuda a creer): y este
coraje, ¿cuántos jornaleros entonces lo tendrían? Pero aquel que no lo tuviera
se escandalizaría esa cosa extraordinaria casi le haría el efecto de una burla
personal. Acaso confesaría entonces ingenuamente: He aquí cosas demasiado
elevadas para mí y que no pueden entrarme en la cabeza; para decirlo sin
rodeos, esto me parece una locura. ¡Y el cristianismo entonces! La lección que
enseña a que ese individuo, como todo individuo -por lo demás no importa quién,
marido, esposa, criada, ministro, comerciante, barbero, rata de biblioteca,
etc.-, es que ese individuo existe en presencia de Dios, que ese individuo, que
quizás estaría orgulloso de haber hablado por lo menos una vez en su vida con
el rey, ese mismo hombre que ya sería alguien para enta- blar amistad con tal o
cual, ese hombre está en presencia de Dios, puede hablar con Dios cuando
quiere, con la seguridad de ser escuchado siempre que hable, ¿y es a él a quien
se ofrece vivir en la intimidad de Dios! Incluso más aún: es por ese hombre,
también, para quien Dios ha venido al mundo, se ha dejado encarnar, ha sufrido
y murió; y es ese Dios de sufrimiento quien casi le ruega y le suplica que
quiera aceptar ese socorro, ¡que es una ofrenda! En verdad si algo existe en el
mundo capaz de hacer perder la razón, ¿no es eso precisamente? Quien no se
atreva a creerlo, por carencia de humilde coraje, se escandaliza. Pero si se
escandaliza, es que la cosa es demasiado elevada para él, que ella no puede
entrar en la cabeza, que él aquí no puede hablar con franqueza y he aquí por
qué le es necesario hacerla a un lado, convertirla en la nada, en una locura,
en una estupidez, tal es el peso con que parece ahogarle. ¿Pues qué es el
escándalo? Admiración desgraciada, emparentada pues con la envidia, pero con
una envidia que se dirige contra nosotros mismos y más aún, que contra nada se
encarniza tanto como contra ella misma. En su mezquindad, el hombre natural es
incapaz de otorgarse lo extraordinario que Dios le destinaba: por eso se
escandaliza. El escándalo varía según la pasión que el hombre ponga en admirar.
Más prosaicas, las naturalezas sin imaginación ni pasión, sin gran aptitud,
pues para admirar, indudablemente se escandalizan, pero limitándose a decir:
Son cosas que no me entran en la cabeza, por eso las hago a un lado. Así hablan
los escépticos. Pero cuanta más pasión e imaginación tiene un hombre, más se
aproxima en un sentido a la fe, es decir a la posibilidad de creer; siempre sin
embargo que se humille de adoración ante lo extraordinario; mas el escándalo se
vuelve apasionadamente contra ese extraordinario, hasta pretender finalmente
nada menos que extirparlo, aniquilarlo y pisotearlo en el Iodo. La verdadera
ciencia del escándalo no se aprende sino estudiando la envidia humana, un
estudio fuera de programa, pero que a pesar de todo he hecho y a fondo, de lo
cual me congratulo. La envidia es una admiración que se disimula. El admirador
que siente la imposibilidad de experimentar felicidad cediendo a su admiración,
toma el partido de envidiar. Entonces emplea un lenguaje muy distinto, en el
cual ahora lo que en el fondo admira ya no cuenta, no es más que insípida
estupidez, rareza, extravagancia. La admiración es un feliz abandono de uno
mismo; la envidia una desgraciada reivindicación del yo. De igual modo el
escándalo: pues aquello que de hombre a hombre es admiraciónenvidia, llega a
ser del hombre a Dios adoración-escándalo. La summa summarum de toda sabiduría
humana es ese ne quid minis, que no es oro sino un dorado: el exceso o su falta
no echa a perder todo. Esta mercancía pasa de mano en mano como una sabiduría,
se la paga con admiración: su curso ignora las fluctuaciones, pues toda la
humanidad garantiza su valor. Si entonces aparece un genio superando un poco a
mediocridad, los sabios lo declaran... loco. Pero el cristianismo; salta con
paso de gigante más allá del ned quid nimes, a el absurdo; de allí parte... y
parte el escándalo. Ahora se ve toda la extraordinaria estupidez (si no
obstante hay que dejarle lo extraordinario) de negárselo al cristianismo; el
lamentable conocimiento del hombre que así se revela, y como esa táctica, aun
cuando inconsciente, liga en parte a ocultas con el escándalo, haciendo del
cristianismo algo tan lamentable, que al fin haya que presentar un alegato para
salvarlo. Tan cierto es decir que el primer inventor, en la cristiandad, de una
defensa del cristianismo es de hecho otro Judas: también él traiciona con un
beso, pero con el beso de la estupidez. Pleitear siempre. Supongamos que
alguien que posee un depósito lleno de oro quisiera dar todos sus ducados a los
pobres. Pero si al mismo tiempo tiene la estupidez de comenzar su empresa
caritativa con un alegato, demostrando en tres puntos todo lo que ella posee de
defendible, no habrá necesidad de que las gentes pongan en duda de si hace un
bien. ¿Pero, y el cristianismo entonces? Declaro incrédulo a quien lo defienda.
Si cree, el entusiasmo de su fe nunca es una defensa; siempre es un ataque, una
victoria; un creyente es un vencedor. Tal cosa sucede con el cristianismo y el
escándalo. De este modo lo posible del escándalo está presente en la definición
cristiana del pecado. Esta en él: en presencia de Dios. Un pagano, un hombre
natural reconocerían de buen grado la existencia del pecado, pero ese: en
presencia de Dios, sin el cual en el fondo no existe el pecado, es para ellos
aún demasiado. A sus ojos, es darle demasiada importancia a la existencia
humana (aun cuando de otra manera que aquí); con un poco menos, también lo
admitirían de buen grado... pero el demasiado es siempre demasiado.
Capítulo
II LA DEFINICIÓN SOCRÁTICA DEL PECADO Pecar es ignorar. Ésta es, como se sabe,
la definición socrática que, como todo lo que proviene de Sócrates, sigue
siendo siempre una instancia digna de atención. Empero este aspecto ha corrido
la misma suerte que otros muchos del socratismo y se ha sentido la necesidad de
pasar a otra cosa. ¡Cuántas personas no han sentido la necesidad de superar la
ignorancia socrática! ... experimentado indudablemente la imposibilidad de
mantenerse en ella; ¡pues cuántos serán capaces en cada generación de soportar,
incluso un solo mes, esa ignorancia de todo, de poder expresarla por su vida
misma! Por esto, lejos de hacer a un lado la definición socrática a causa de la
dificultad de atenerse a ella, quiero servirme, por el contrario, de ella, con
el cristianismo in mente, para destacar los ángulos del cristianismo,
precisamente porque es tan esencialmente griega; de este modo, cualquier otra
definición sin el rigor cristiano, es decir que titubee, descubrirá aquí como
siempre su propio vacío. A su vez la falla de la definición socrática es dejar
en la vaguedad el sentido preciso de esa ignorancia, su origen, etc. En otros
términos, incluso si el pecado es la ignorancia (o lo que el cristianismo más
bien llamaría estupidez, lo que en cierto sentido es innegable, ¿puede verse en
ella una ignorancia original? Es decir, ¿el estado de alguien que no ha sabido
nada y que hasta aquí no haya podido saber nada de la verdad? ¿O es una
ignorancia adquirida ulteriormente? Si se contesta por la afirmativa, es
preciso que el pecado hunda entonces sus raíces en otra parte que en la
ignorancia y debe ser en este caso actividad en el fondo de nosotros, con la
cual trabajamos en oscurecer nuestro conocimiento. Pero incluso admitiéndola,
ese defecto de la definición socrática, tenaz y resistente, reaparece, pues
entonces se puede preguntar uno si el hombre, a punto de oscurecer su
conocimiento, tenía plena conciencia de ello. Si no es así, es que su
conocimiento ya está algo oscurecido, incluso antes que lo haya comenzado; y la
cuestión se plantea de nuevo. Si, por el contrario, en el momento de oscurecer
su conocimiento, tuviera conciencia de ello, entonces el pecado (aunque siempre
ignorancia en tanto que resultado) no está en el conocimiento sino en la
voluntad, y entonces, la cuestión inevitable se plantea entre sus relaciones
reciprocas. Estas relaciones (y aquí se podría continuar preguntando durante
días) no son penetradas, en el fondo, por la definición de Sócrates.
Ciertamente Sócrates fue un moralista (la antigüedad siempre le ha reivindicado
como tal, como inventor de la ética) y el primero en el tiempo, así como es y
seguirá siendo el primero en su género; pero comienza por la ignorancia.
Intelectualmente, es a la ignorancia que él tiende, al saber nada. Éticamente,
entiende por esto algo muy distinto a la ignorancia, y parte de ello. Pero, por
el contrario, está claro que Sócrates nada tiene de moralista religioso y mucho
menos, en el plano cristiano, de dogmático. He aquí por qué, en el fondo, no
entra en toda esta investigación por donde comienza el cristianismo, en ese antecedente
en el cual se presupone el pecado y que encuentra su explicación cristiana en
el pecado original, dogma al cual esta búsqueda no hará más que confinar. En
resumen, Sócrates no llega hasta la categoría del pecado, lo que,
indudablemente, es un defecto de una definición del pecado. ¿Pero cómo? Si el
pecado, en efecto, fuera ignorancia, en el fondo no tendría existencia. Pues
admitir- lo es creer, como lo hace Sócrates, que nunca se comete una injusticia
sabiendo qué es lo justo, o que se la comete sabiendo qué es lo injusto. Si
Sócrates, pues, lo ha definido bien, el pecado no tiene existencia. ¡Pero
atención! He aquí que está perfectamente en regla desde el punto de vista
cristiano, y es incluso profundamente justo y en interés del cristianismo, quod
erat demostrandum. Precisamente el concepto, que pone una diferencia radical de
naturaleza entre el cristianismo y el paganismo, es el pecado, la doctrina del
pecado; también el cristianismo, muy lógicamente, cree que ni el pagano ni el
hombre natural saben lo que es el pecado, e incluso que se necesita la
Revelación para ilustrar lo que es. Pues contrariamente a un punto de vista
superficial, la diferencia de naturaleza entre el paganismo y el cristianismo
no proviene de la doctrina de la Redención. No, hay que partir desde mayor
profundidad, partir del pecado, de la doctrina del pecado, lo que por otra
parte hace el cristianismo. ¡Qué peligrosa objeción, pues, contra este último,
si el paganismo diera del pecado una definición cuya justeza debiera reconocer
un cristiano! ¿Qué le ha faltado, pues, a Sócrates en su determinación del
pecado? La voluntad, el desafío. La intelectualidad griega era demasiado feliz,
demasiado ingenua, demasiado estética, demasiado irónica, demasiado bromista...
demasiada pecadora para llegar a comprender que alguien con su saber,
conociendo lo justo, pudiera hacer lo injusto. El helenismo dicta un imperativo
categórico de la inteligencia. Esta es una verdad no desdeñable e incluso es
útil destacar en un tiempo como el nuestro, descarriado mucho de trivial
ciencia hinchada y estéril, si es cierto que en el de Sócrates y más aún en
nuestros días, la humanidad necesita de una ligera dieta de socratismo. Habría
que reír y llorar delante de todas esas seguridades de haber comprendido y aprehendido
las verdades supremas y delante de esa virtuosidad tan frecuente en
desarrollarlas en abstracto, por la demás en un sentido, con una gran
precisión... ¡Sí, riamos y lloremos viendo entonces tanto saber y comprensión
carentes de fuerza sobre la vida de los hombres, en los cuales no se traduce
nada de la que han comprendido, sino más bien todo la contrario! A la vista de
semejante discordancia, tan triste como grotesca, uno exclama
involuntariamente: ¿pero cómo diablos es posible que hayan comprendido? ¿Y
acaso es solamente cierto? Aquí el viejo ironista y moralista responde: no la
creas, amigo mío; no han comprendido, pues si no sus vidas la expresarían
también y sus actos responderían a su saber. ¡Es que hay comprender y
comprender! Y quien la entienda -claro está que no a la manera de la trivial
ciencia- es iniciado de súbito en todos los secretos de la ironía. Pues en este
equívoco se empecina. Encontrar divertido que un hombre ignore realmente una
cosa, es de una comicidad bien baja e indigna de la ironía. ¿Qué hay de cómico
en el fondo en el hecho de que las gentes hayan vivido con la idea de que la
tierra no giraba, cuando ellas no sabían nada al respecto? Indudablemente
nuestra época a su vez hará el mismo efecto al lado de una época más avanzada
en física. Aquí la contradicción se encuentra entre dos épocas diferentes, sin
coincidencia profunda; por esto su contraste fortuito carece por completo de
comicidad. Pero he aquí que alguien que dice el bien... y por consecuencia lo
ha comprendido; y cuando luego tiene que hacer, se le ve cometer el mal... ¡Qué
comicidad infinita! Y la comicidad infinita de ese otro, emocionado hasta las
lágrimas, tanto que con el sudor las lágrimas le caen a chorros, capaz de leer
durante horas o de escuchar la descripción de la renuncia a sí mismo, toda la
sublimidad de una vida sacrificada a la verdad, y que, un momento después...
uno, dos y tres, ¡hace una pirueta!, ¡apenas con los ojos secos y ya se afana
sudando, según sus pobres fuerzas, por llevar adelante con éxito una mentira! Y
esa comicidad infinita también del discursista que, con acento y gesto de
verdad, se emociona, te emociona, te arranca escalofríos con su descripción de
la verdad y desafía de cerca a todas las fuerzas del mal y del infierno con
actitud de aplomo, firmeza en la mirada, precisión en el paso, perfectamente
admirables y -comicidad infinita- que poco después puede, aun con casi todo su
bagaje, levantar campamento como un inútil al más pequeño avatar. Y la
comicidad infinita de ver a alguien que comprende toda la verdad, todas las
miserias y pequeñeces del mundo, etc. que las comprende, ¡y luego es incapaz de
reconocerlas!, pues en el mismo instante casi, ese mismo hombre correrá a
inmiscuirse en esas pequeñeces y miserias, para sacar de ellas vanidades y
honores, es decir reconocerlas. ¡Oh!, ver a alguien que jura haberse dado
cuenta de cómo el Cristo pasaba con los hábitos humildes de un servidor, pobre,
despreciado, bajo las burlas y, como dice la Escritura, bajo los escupitajos
... y ver a ese hombre acudir volando a esos lugares del mundo, cuidadosamente,
donde da tanto gusto estar, metiéndose en el mejor abrigo; verlo huir, con
tanto temor como para salvar su vida, su sombra oscilando a derecha e izquierda
a la menor corriente de aire, verlo tan feliz, tan celestialmente feliz, tan
radiante ... sí, para que nada falte al cuadro, llegando de emoción a darle
gracias a Dios, tan radiante pues por la estima y la consideración universal!
Cuantas veces me he dicho entonces, en mi interior: ¡Sócrates! ¡Sócrates!
¡Sócrates! ¿Es posible que un hombre se haya dado cuenta de aquello que dice
haberse dado cuenta? Así me decía yo, incluso deseando que Sócrates hubiera
dicho la verdad. Pues, como a pesar mío, el cristianismo me parecía demasiado
severo y mi experiencia aún se niega a hacer de ese hombre un tartufo.
Decididamente Sócrates, tú sólo, tú me lo explicas, haciéndolo un farsante,
como un buen bocado para los reidores; tú no te asombras, incluso me apruebas
que lo utilice como salsa cómica... con la reserva de que pueda o no lograrlo.
¡Sócrates! ¡Sócrates! ¡Sócrates! Triple llamado qué bien se podría elevar a
diez, si ello sirviera de cierta ayuda. El mundo necesitaría, se cree, de una
República; se cree necesitar un nuevo orden social, una nueva religión; ¿pero
quién piensa que este mundo perturbado necesita por toda ciencia a un Sócrates?
Naturalmente que si alguien y sobre todo si varios pensaran en ello, se lo
necesitaría menos. Lo que más falta hace cuando se sufre un descarriamiento, es
siempre aquello en lo que menos se piensa y esto es evidente, pues, pensar en
eso, sería volverse a encontrar. Por lo tanto sería necesario a nuestra época,
y quizás es esta su única necesidad, una corrección semejante de ética e
ironía, pues aparece como la última de sus preocupaciones; en lugar de superar
a Sócrates, ya lograríamos un gran beneficio retornando a su diferencia- ción
entre comprender y comprender y en volver a ella no como a una adquisición
final surgida para nuestra salvación de nuestra peor miseria, sino como a un
punto de vista moral penetrante sobre nuestra vida cotidiana. La definición
socrática se salva pues como sigue: Si alguien no hace lo justo es también
culpa de haberlo comprendido; claro está que sólo se lo imagina; si lo afirma
se descarría; si lo reitera jurando por todos los diablos, no hace más que
alejarse al infinito por medio de los mayores rodeos. Pero es que Sócrates
tiene razón. El hombre que hace lo justo no peca, pues, a pesar de todo; y si
no lo hace, es a causa de no haberlo comprendido; la verdadera comprensión de
lo justo le empujaría rápidamente a hacerlo y más bien sería el eco de su
comprensión: ergo, pecar es ignorar. ¿Pero entonces dónde suena a falsa la
definición? Su defecto -y el socratismo, aunque incompletamente, se da cuenta
de ello y no lo remedia- es la falta de una categoría dialéctica para pasar de
la comprensión a la acción. El cristianismo parte de ese pasaje; y a lo largo
de esa vía tropieza con el pecado, nos lo muestra en la voluntad, y llega al
concepto del desafío; y para entonces tocar en el fondo, se agrega el dogma del
pecado original, pues -¡ay!- el secreto de la especulación en cuanto a
comprensión, consiste precisamente en no tocar el fondo y en no anudar jamás el
hilo, y he aquí cómo -¡oh maravilla!- logra coser indefinidamente, es decir,
mientras así lo quiere, logra pasar la aguja. El cristianismo, por el
contrario, anuda el punto final mediante la paradoja. En la filosofía de las
ideas puras, donde no se considera al individuo real, el paso es de toda
necesidad (como en el hegelianismo por lo demás, donde todo se realiza con
necesidad), es decir que el pasaje del comprender al obrar no se enreda en
ningún obstáculo. Allí está el helenismo (empero no en Sócrates, demasiado
moralista para eso). Y ahí está en el fondo asimismo todo el secreto de la
filosofía moderna, íntegramente en el cogito ergo sum, en la identidad del
pensamiento y del ser; (mientras que el cristiano piensa: Según vuestra fe, así
os sea hecho (Evangelio según Mateo, IX, 29), o: a tal fe tal hombre o: creer
es ser). La filosofía moderna, como se ve, no es ni más ni menos que paganismo.
Pero es este su menor defecto; y no está del todo mal principiar con Sócrates.
Lo que en ella es realmente todo lo contrario del socratismo, es tomar y
haceros tomar ese escamoteo por cristianismo. En el mundo real, donde se trata
del individuo existente, por el contrario, no se evita ese minúsculo pasaje del
comprender al obrar, no se lo recorre siempre cito citissime, no es -por hablar
alemán a falta de un lenguaje filosóficogeschwind wie der Wind. Por el
contrario, aquí comienza una aventura bastante larga. La vida del espíritu no
tiene altos (en el fondo tampoco estado, todo es actual); si por lo tanto un
hombre, al segundo mismo en que reconoce lo justo no lo hace, he aquí lo que se
produce: primero se agota el conocimiento. Luego queda por saber lo que la
voluntad piensa del residuo. La voluntad es un agente dialéctico, que a su vez
manda toda la naturaleza inferior del hombre. Si ella no admite el producto del
conocimiento, sin embargo no se pone necesariamente a hacer lo contrario de lo
que ha aprehendido el conocimiento; tales choques son raros; pero ello deja
pasar cierto tiempo, se abre un ínterin, ella dice: hasta mañana se verá. Entre
tanto, el conocimiento se oscurece de más en más y las partes bajas de nuestra
naturaleza toman siempre mayor predominio; pues hay que hacer el bien -¡ay!- de
inmediato, tan pronto se lo haya reconocido (y es por esto que la especulación
pura, el paso del pensamiento al ser es tan fácil, pues allí todo está dado de
antemano), mientras que para nuestros instintos inferiores, lo fuerte es
arrastrar las cosas, dilaciones que no detesta mucho la voluntad, que cierra a
medias los ojos. Y cuando entonces el conocimiento se ha oscurecido bastante,
hace mejores migas con la voluntad; al fin es el acuerdo perfecto, pues
entonces se pasa al campo de la otra y ratifica muy bien todo lo que ella
arregla. De este modo quizá viven multitudes de gentes; trabajan, como insensiblemente,
en oscurecer sus juicios éticos y ético religiosos, que los empujan hacia
decisiones y consecuencias que reprueba la parte inferior de ellas mismas; en
su lugar desarrollan en ellas un conocimiento estético y metafísico, que para
la ética no es más que diversión. ¿Pero, hasta ahora hemos superado al
socratismo? No, pues Sócrates diría que, si todo pasa así, ésta es la prueba de
que nuestro hombre no ha comprendido lo justo, pese a todo. O dicho de otra
manera, para anunciar que alguien, sabiéndolo, hace lo injusto, el helenismo
carece de valentía y adorna este hecho diciendo de él: cuando alguien hace lo
injusto, no ha comprendido lo justo. Sobre esto no hay ninguna duda; y agrego
de que no es posible que un hombre pueda ir más allá, pueda completamente solo
y por sí mismo decir lo que es el pecado, por la razón de que él está en
cuestión; todos sus discursos sobre el pecado no son en realidad más que un
adorno, una excusa, una atenuación pecadora. Es por esto que el cristianismo
también comienza de otra manera, planteando la necesidad de una revelación de
Dios, que instruya al hombre acerca del pecado, mostrándole que no consiste en
no comprender lo justo, sino en no querer comprenderlo, en no querer lo justo.
Mediante la distinción entre no poder y no querer comprender, ya Sócrates no
aclara nada, en tanto que es el maestro de todos los ironistas cuando opera con
su distinción entre comprender y no comprender. Si no se hace lo justo,
explica, es por incomprensión, pero el cristianismo se remonta un poco más
lejos y dice: por negarse a comprender, que a su vez proviene de la negación de
querer lo justo, sucede tal cosa. Y enseña luego que se puede hacer lo injusto
(es el verdadero desafío) aunque se comprenda lo justo, o abstenerse de hacer
lo justo, aunque se lo comprenda; en resumen, la doctrina cristiana del pecado,
ásperamente agresiva contra el hombre, no es más que una acusación sobre la
acusación, es la requisitoria que lo divino como ministerio público toma sobre
sí para intentar con el hombre. Pero este cristianismo, se dirá, es
ininteligible para los hombres. ¡Se trata de comprender! Con el cristianismo, y
por lo tanto para escándalo del espíritu, hay que creer. Comprender es el
alcance humano, la relación del hombre con el hombre; pero creer es la relación
del hombre con lo divino. ¿Cómo explica pues el cristianismo esa incomprensión?
Pues, con- secuente por completo consigo mismo, de una manera no menos
incomprensible, puesto que es la revelación. Para el cristiano, pues, el pecado
yace en la voluntad, no en el conocimiento, y esa corrupción de la voluntad
supera a la conciencia del individuo. Es esa la lógica misma; ¡sino a cada
individuo le sería necesario preciso preguntarse como comenzó el pecado!
Encontramos aquí, por lo tanto, el signo del escándalo. Lo posible del
escándalo es que hace falta una revelación de Dios para instruir al hombre
sobre la naturaleza del pecado, sobre la profundidad de sus raíces. El hombre
natural, el pagano piensa: ¡Sea! Confieso que no he comprendido todo del cielo
y de la Tierra; si a la fuerza hace falta una revelación que ella nos explique
las cosas celestes; pero que haga falta una para explicarnos que es el pecado,
he aquí el peor absurdo. No me presento como la perfección, lejos de ello, pero
puesto que sé y estoy pronto a confesar todo lo que me separa de ella, como no
sabré yo lo qué es el pecado. A lo cual responde el cristianismo: Pero, no; he
aquí lo que sabes menos: tu distancia de la perfección y qué es el pecado. Es
pues una verdad cristiana que el pecado es ignorancia, la ignorancia de su
propia naturaleza. La definición del pecado dada en el capitulo precedente debe
pues completarse todavía así: después que una revelación de Dios nos ha
explicado su naturaleza, el pecado es, en presencia de Dios, la desesperación
en la cual no se quiere ser uno mismo o la desesperación en la que se quiere
serlo.
Y
otra vez ¿Acaso el pecado se supera sin sentir el pecado?
La
presencia de Dios es revelada en ese salto de fe
Y ene
se saltó de fe toda ideología cae y con
ella toda desesperación
El
inferno es perder esa presencia.
Pero
tomada desde la ideología haciendo de Jesús el condenador
Nosotros
retiramos el eros para que los otros caigan en la soledad
0
0
Y he
ahí la herida
Por
esto el amor es el arma más poderosa una vez retirado
Solo
hay dolor, ultra dolor, segunda muerte.
Así el hijo que enfrenta al padre (complejo
de Edipo)
1→←1
Pierde
el amor de la madre (complejo Electra)
0
0
Y esta
maldito en el mundo suturando la herida ideológicamente
Representándolo
en un teatro enfermo sin fin
En ese
teatro hay amor pero el amor nunca se realiza
Es
decir nunca sale de la desesperación del pecado
Así
Buda es un asesino y Cristo un condenador.
Y entonces de acuerdo la salida es el amor
Pero el amor radical que vence
ontológicamente su propia herida
La
salida es el amor santo.
Es decir
el amor realizado
XII
El amor realizado es un sorbo de muerte
que nos pasa los labios, que se filtra en las
venas.
El alma que nos cambia es más ancha y vacía:
más triste y más sedienta, la boca que nos deja.
Dentro del corazón, alárgase una sombra
cada vez que los labios su antiguo vaso llenan.
El amor realizado aguza en nuestros ojos
del imposible anhelo la trémula saeta,
y es paso que prolonga, en cruel hechizo mágico,
ante la planta laxa la cansadora meta...
Amor: perfecto guía para ir al encuentro
del dolor apostado al fin de cada senda...
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